El Señor se detiene frente a las personas y entra en contacto con sus condiciones interiores de mayor hondura. Siente empáticamente que hay alguien que saca de su ser la fuerza capaz de transformar (…). El Señor siente con nuestro sentir, por eso es muy bueno vincularnos con Jesús no desde una buena idea o reflexión sino de cómo el corazón se encuentra y cómo estamos. Y escucharlo al Señor, porque Él también nos sale al encuentro con una palabra a nuestro sentir.(…)
La fe alcanza mucho más allá de lo que nosotros pensamos. Cuando nuestra fe se hace fuerte la fe toca lo que oramos, por lo que clamamos y pedimos. ¿Cómo se ejercita la fe? Por el camino de la oración, en la escucha atenta en diálogo con el Señor desde donde el corazón se encuentra, como está. (…)
A veces cuando los sentimientos de angustia, dolor, tristeza, soledad y sinsentido están en el corazón parece como si te atropeyaran por dentro y uno se siente empantanado. Ahí quiere pararse Jesús.
La fuerza del mal nos conduce como por un tobogán enjabonado, y Jesús te frena, te lleva a otro lugar a seguir avanzando. Es el amor de Jesús el que obra estos milagros en nosotros y la fe nuestra madura a la luz de ese amor. Dice Santo Tomás de Aquino que la caridad es la forma de la fe. El vínculo creyente con el Señor no nace de una idea, ritual, ni de una doctrina, sino que crece por la caridad. Es en el vínculo de amor que da la cercanía del Señor que toma la iniciativa de venir al Señor y te atrae con su fuerza. (…)
Él nos abraza en su amor y su ternura y nos mira como somos y como estamos amándonos. Es ese amor el que nos transforma y nos sana. Dejémonos alcanzar por el amor de Dios. (…)
El Señor te acompaña, detiene el mundo por un momento, porque sos su mundo, sos su microcosmos. Y esto lo hace con cada uno de nosotros. Entre la multitud al Señor no se le escapa cómo estás.
Una de las cosas que me llama la atención es cómo el Papa Francisco va entre la multitud y se mueve con mucha soltura, con un sentir de que él es del pueblo y el pueblo le pertenece. Y mientras va entre todos se detiene frente a alguien y en ese momento no hay más nadie. Sea un niño, una mujer, un sacerdote, un amigo, se detiene… Todo pasa alrededor de él y ese es su mundo. Así es el amor de Dios. Es el Dios creador del universo, el Señor de la historia, el hacedor de todo lo que existe, que entre todo lo que existe tiene mirada para tus anhelos, tus fracasos, tu dolor y tu sentir. Se detiene frente a tu sentir y te dice: Escuchá tengo algo para decirte, ponete de pie, dejate llevar por la fuerza de mi amor.
P. Javier Soteras