El que es verdaderamente pobre no deja de esperar. Por eso San José no deja de esperar que todo haya sido un “gran sueño”: el sueño de Dios, en el cual está puesto y llamado a participar.
No dejes de esperar, le dice el Ángel, que lo que elegiste por amor, será siempre tuyo, ya que en tu amor lo llevas. Sabes que no lo posees, sino que lo llevas en tu amor. Un amor libre, sincero y recto, que por ser así, nada se le quita. No pienses, por tanto, que Dios te quita a María. La deja en tu amor elegida por él, para que a su vez, no se la quites, sino que la dejes en su amor elegida por ti.
Por eso, una vez más: no duermas, que el amor de Dios no es somnífero, sino despertador de sueños. Despierta. Toma en tus manos su sueño y haz lo que este sueño te diga. Pues Dios también te ha elegido a ti para cuidar de él. Te quiere soñando con él que el Amor se hace fecundo y toma carne. Te quiere compartiendo con él el gozo de ser padre.
Quiere que le indiques los trabajos, al Hacedor de todas las cosas. Que aceptes por principiante al que está desde el Principio. Que le enseñes tu oficio de trabajar amando, mientras él te enseña el suyo, de Amar redimiendo.
Y descubrir un día, que en su sueño se ha cumplido el tuyo: el Niño se ha hecho Hombre y salva a los hombres, sujetando su amor a un madero y uniéndolo con tres clavos.”
Javier Albisu