19/09/2016 – Brochero ha manifestado un conjunto de delicadas atenciones sacerdotales al sector femenino de los ambientes donde actuó; emprendió acciones complejas y variadas para la educación, la promoción y la evangelización de la mujer. Personalmente, ha escrito poco más de 60 cartas a mujeres cristianas colaboradoras y destinatarias de su apostolado. Además en sus cartas a los hombres de gobierno, campesinos o colaboradores frecuentados, es usual la mención, el saludo, el mensaje, la alusión a las esposas e hijas de los mismos.
“Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes”
Lc 8, 1-3
El pastor de Traslasierras se ha preocupado desde el inicio de su ministerio por la educación y la promoción de la mujer. Recomendó jovencitas al Colegio de niñas, y, entre tantas otras iniciativas, preparó una huerta y construyó un colegio con este fin. El conjunto de su obra aparece como un “espacioso edificio destinado a colegio interno de niñas y casa de ejercicios en el Tránsito, en los cuales mientras en uno se proporciona una vasta y sólida instrucción tan necesaria para la mujer, en el otro se movilizan las costumbres y se aviva la fe”.
Entre los testimonios epistolares de su acción pastoral con la mujer, el más notable parece ser, el que el Cura Brochero mantiene con la Señora Zoraida Viera de Recalde, “Señora afable, comedida, y tan generosa, que les dará con grandísimo gusto buenas ramadas, y pasto flor hasta las bestias, esto es buenas piezas, buenas camas, y muy buena mesa”. Brochero era un habitué en la casa de esa familia amiga, en donde iba de paso.
Las cartas que Brochero le escribe manifiestan gran amistad, confianza y gratitud por los muchos favores recibidos de la familia Recalde y, en particular, de la señora Zoraida. Pero ciertamente no es la generosidad o la riqueza de esta familia la que mueve al Cura a mantener una relación con ellos. En efecto, también se preocupará de salir al encuentro de sus necesidades y de defender sus derechos, intentando conseguirle una pensión del gobierno por los servicios que la misma Señora hiciera a la Patria.
En esa ocasión el hombre de Dios declara la humildad de sus amigos, los Recalde: “Yo también autoricé –bajo de mi honradez como hombre y como clérigo- para que desmienta: que usted era rico, como andaban diciendo en las dos Cámaras”.
Don José Gabriel se manifiesta positivamente seguro de sí en relación con la mujer, valorando la contribución de su amistad, respetuoso de su identidad y del eventual estado matrimonial, expresándose siempre como sacerdote entregado a Dios.
Algunas cartas dirigidas a varones, con alusiones a sus esposas, hijas, o empleadas del servicio doméstico, descubren los mismos trazos. A Ramón J. Cárcano le pide: “Dé recuerdos cariñosos a sus sirvientas”. Al Vicepresidente electo de la Nación, Doctor José Figueroa Alcorta:
“Diga a su dignísima y comedida esposa, que ya he tratado por las manzanas serranas, que tengo formal compromiso de mandarle, aunque recién principian a brotar los árboles, que las producen: y que en el año 1906 le he de ir a traer en mi tren para que bañe en Mina Clavero, y sane de su estómago, parando en mi casa del Tránsito si le place, aunque le quede el río a 18 cuadras, o parando en el mismo Mina Clavero, proporcionándole yo vacas, y caballos, para que no le falte nada; sin embargo que en esa fecha habrá tantos coches en el Tránsito, y en Mina Clavero, que jamás nunca habrá como en Buenos Aires!”. Habla con mucho orgullo de las bondades de su tierra y de la generosidad de su corazón.
Simpática y expresiva de esta relación espontánea, directa, afectuosa y siempre sacerdotal, resulta una afirmación de una carta a su condiscípulo Juárez Celman que expresa:
“Aquí te extrañamos todos, sobre todo, las mujeres que por lo visto son más amadrinadas. El cuarto en que dormías ha sido ya bautizado de “cuarto de Brochero”. Los buenos tienen en todas partes del mundo, el privilegio de hacerse estimar por más pobres y feos que sean, no hay alusión”.
Brochero, respondiéndole, agrega un mensaje personal para Elisa Funes Díaz, la esposa de Juárez Celman, diciendo: “Dile a Elisa y a tus niños que he volver, para que el curato se llame con razón de Brochero”. El recuerdo personal de las señoras o señoritas de la casa de Juárez Celman se descubre como una constante en su comunicación.
A Figueroa Alcorta, vicepresidente de la Nación, pidiéndole favores, le recuerda la intercesión y la colaboración insistente de su esposa, que el Cura supone totalmente solidarizada con sus propósitos e interesada en el logro de sus mismos objetivos diciéndole:
“Si acaso las dos pruebas apuntadas no le convencen a Usted, para obligar a los congresales a dar este año el decreto de Construcción y sus fondos, los haré dar con sólo el influjo de su señora porque ella se le meterá como pulga en la oreja y no lo dejará dormir hasta que yo vaya a Buenos Aires”.
El Pastor de las sierras sabe también que su presencia es estimada y esperada por las señoras del pueblo de Ámbul, que lo piden como párroco, con una carta al diario Los Principios.
“Ayer –escribe a Zoraida de Recalde- me contó el Obispo Ferreyra, que una mujer de Ámbul me pedía para Cura: y yo sabía mejor, que ese Obispo, que me pedían como 30 vecinos de Ámbul, y como 10 Señoras, que se adherían a la solicitud, bien puesta y respetuosa, porque a mí me vino: y debió ser publicado en Los Principios, como pedían los solicitantes; pero no quisieron Los Principios”.
La solicitada de los pobladores y pobladoras de Ámbul sería publicada en La Conciencia Pública:
“El profundo cariño que le profesamos por sus acrisoladas virtudes y adelantos espirituales y materiales, que de él ha recibido el Departamento, así como el trato verdaderamente paternal, con que nos ha tratado durante 30 años, como a hijos, que éramos del Sr Brochero, nos hace ser tan imprudentes con nuestro nunca bien ponderado ex cura José Gabriel Brochero”.
La relación con Rita Torres de Castellanos es de gran importancia para la vida del ejemplar sacerdote, y particularmente significativo a los efectos de nuestro estudio. La relación establecida se caracteriza como la de un hijo con su madre, una relación establecida con una mujer mayor en el orden espiritual, sobre el cariño, la santidad común, la bondad y la virtud, que se presenta con valor en su experiencia sacerdotal.
Según testimonio de Ignacio Castellano, nieto de Rita, Brochero habría dicho: Ella “fue en mi vida no la que me engendró, sino la que me formó espiritualmente”. Además de este testimonio, existe una carta del mismo Cura a Don Estanislao y Delicia Castellano (hija de Rita) en la que expresa su tristeza por no haber podido acompañarla en su última enfermedad: “He sentido mucho no haber sabido, que mi Madre Rita no mejoraba, para hacer a un lado todos los compromisos, que tenía, y visitarla en su última enfermedad”. Habiendo recibido la tardía noticia, expone su vivencia: “En vez de irme a estar entre ustedes llorando, sino con los ojos, al menos con el corazón, me volví al Tránsito, para hacer un funeral por el descanso eterno de la finada. Con él apenas habré pagado uno de los 1000 cariños maternales, que ella me dispensó desde el día, que me conoció. Por consuelo para ustedes les recordaré lo que ustedes saben mejor, que yo, que ella era una santa, que ha ido derecho a la gloria, y que era otra madre mía que me engendró con sus bondades y virtudes”.
El pastor de las sierras en relación con la mujer demuestra atención, recuerdo afectuoso, valoración de aportes y ayudas, felicitación por la maternidad, congratulación por éxitos o alegrías personales de las destinatarias, confianza en su intervención para sus gestiones ante los importantes hombres de gobierno, amistad, consejos para su vida espiritual, llamados a la reflexión, recuerdo de sus deberes, etc. Él establece una forma original de co-participación con la mujer en acciones comunes, pidiendo y comunicando opiniones, entablando una relación ni paternalista ni autoritaria, antes bien en igualdad de condiciones. Todo esto lo constituye en un pastor, que, como el mismo Jesús, no sólo no desconoce a la mujer, sino que, reconociéndola en su dignidad, le profesa gran consideración en su acción, le da espacio en su corazón, promoviendo su original aporte humanizador a la obra de la instauración del Reino en los modos más variados. Evidentemente, por ello, recibe, por parte de ella un trato de correspondiente reciprocidad.
Padre Javier Soteras
Material elaborado en base al libro del Padre Mario Llanos “Corazón de tierra latidos de cielo. El testamento espiritual del Cura Brochero”.
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