06/07/2018 – El padre Ángel Rossi, uniéndose a los festejos por el día de la fundación de Córdoba y la fiesta de la independencia el 9 de julio, reflexionó sobre lo que el Episcopado expresara por el bicentenario de nuestro país:
“La Nación independiente y libre se gestó en una pequeña provincia de la Argentina profunda, entonces muy vulnerable por sus escasos recursos y el avance realista. Los congresales hicieron de una «casa de familia» un espacio fecundo, donde se desarrolló una auténtica deliberación parlamentaria. Esta casa, lugar de encuentro, de diálogo y de búsqueda del bien común, es para nosotros un símbolo de lo que queremos ser como Nación. En ese ambiente doméstico, los diputados de lugares tan distantes se vincularon como hermanos, motivados por la causa suprema que los convocaba. Si bien por momentos dominó el disenso en prolongadas sesiones, la comunión en lo esencial hizo que el diálogo razonable superase las diferencias y primó el interés común, dejando que las ideas reflejasen con fidelidad el sentir de los pueblos y familias que representaban, coincidiendo plenamente en las más nobles aspiraciones federales.
“Así, – dijo el Padre Ángel – con la consigna de «conservar la unidad», nos legaron el Acta fundante de nuestra argentinidad, y a riesgo de sus propias vidas, llenos de santo ardor por la justicia, prometieron ante Dios y la señal de la Cruz sostener estos derechos hasta con la vida, haberes y fama”.
Trajo a la memoria la frase de Borges que decía: “Nadie es la Patria pero todos lo somos”. Y resaltó la contraposición de “aquellos hombres que se juntaron heroicamente obsesionados por la independencia, por la libertad, para que sus hijos, nietos, y bisnietos, nacieran y crecieran dignamente”. “Y uno piensa qué tristeza y qué vergüenza que hoy nuestros congresales se junten justo para lo contrario, para privarle a sus hijos y nietos, la libertad, de la más importante de las libertades, que es la libertad de existir, para evitar que nazcan”, indicó el Padre Ángel.
Finalmente dijo, “Ya no hacen falta que vengan de afuera a quitarnos la libertad o la vida, ahora ya somos suficiente y miserablemente maduros para hacernos cargo de ese estrago nosotros mismos. Aquellos entregaban su vida, nosotros la quitamos, no la propia porsupuesto, aquellos fueron fieles a la Patria, nosotros al bloque, aquellos miraron su terrunio, nosotros para justificar esta crueldad, paradójicamente miramos y seguimos el ejemplo de lo peor de aquellos de los que entonces nos liberamos”, expresó el Padre Ángel. “Qué Dios, y aquellos hombres, los granaderos y San Martín, nos perdonen”, concluyó.
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