26/10/2018 – Hermoso relato de un hombre que enfrenta el final de su vida con fe y esperanza:
“Mi estreno ya pertenece al pasado. Sé que afronto la recta final de mi vida, por eso trato de estirar las horas como un colegial sus días de vacaciones. Me gusta tocar los trastos viejos, huir a la soledad y respirar el polvo de los libros amarillentos. El polvo es la arruga de los libros. De vez en cuando, desato el corazón y se desborda. La vida me ha enseñado mucho. Ahora me siento más humano. Aún conservo algunas fotografías que perpetúan instantes de la propia existencia. Sólo recogen una fracción de segundo. El mínimo indispensable para sonreír. La vida es como un juego de ajedrez, cada día es una jugada. Hay días “blancos” de una felicidad inaudita y días negros. A veces nos comportamos como torres, otras como reyes y pocas, muy pocas, como reinas. Lo importante es ganar la partida. Pero ¿por qué me distraigo con todo esto? Ya te dije que cada viejo es un soñador. Está anocheciendo. Por la ventana puedo contemplar un gajo de luna. Muerte, no te temo, porque no eres algo que acaba, sino Alguien que viene. Si he amado la vida ¿no podré amar la muerte? ¡Está llegando mi noche! Ya diviso el ocaso. He concluido mi tarea. Estoy cansado, pero satisfecho. Soy el último comensal en la mesa de mi vida. “
“Mi estreno ya pertenece al pasado. Sé que afronto la recta final de mi vida, por eso trato de estirar las horas como un colegial sus días de vacaciones.
Me gusta tocar los trastos viejos, huir a la soledad y respirar el polvo de los libros amarillentos. El polvo es la arruga de los libros. De vez en cuando, desato el corazón y se desborda.
La vida me ha enseñado mucho. Ahora me siento más humano. Aún conservo algunas fotografías que perpetúan instantes de la propia existencia. Sólo recogen una fracción de segundo. El mínimo indispensable para sonreír.
La vida es como un juego de ajedrez, cada día es una jugada. Hay días “blancos” de una felicidad inaudita y días negros. A veces nos comportamos como torres, otras como reyes y pocas, muy pocas, como reinas. Lo importante es ganar la partida.
Pero ¿por qué me distraigo con todo esto? Ya te dije que cada viejo es un soñador.
Está anocheciendo. Por la ventana puedo contemplar un gajo de luna.
Muerte, no te temo, porque no eres algo que acaba, sino Alguien que viene. Si he amado la vida ¿no podré amar la muerte?
¡Está llegando mi noche! Ya diviso el ocaso. He concluido mi tarea. Estoy cansado, pero satisfecho.
Soy el último comensal en la mesa de mi vida. “
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