02/02/2020 – Cuando era pequeño, mi mamá solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando.
Yo observaba el trabajo de mi mamá desde una posición más baja que donde estaba sentada ella, así que siempre me quejaba diciéndole que, desde mi punto de vista, lo que estaba haciendo me parecía muy confuso. Ella me sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía:
—Hijo, ve afuera a jugar un rato; cuando haya terminado mi bordado, te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo acabado.
Me preguntaba: ¿Por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros? y ¿por qué, desde donde yo estaba, todo me parecía tan desordenado?
Unos minutos más tarde, escuchaba la voz de mi mamá diciéndome: —Hijo, ven y siéntate en mi regazo.
Yo lo hacía de inmediato. Al instante, me sorprendía y emocionaba al ver la hermosa flor o el bello atardecer en el bordado. ¡No podía creerlo; desde abajo se veía tan confuso! Entonces, mamá me decía: —Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que arriba existía un plan. Había un diseño previo, solo lo estaba siguiendo. Ahora míralo desde mi posición y sabrás lo que estaba haciendo…
Muchas veces, a lo largo de los años he mirado al Cielo y he dicho: —Padre, ¿qué estás haciendo?
Él responde: —Estoy bordando tu vida.
Entonces yo le replico: —Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes?
El Padre parecía decirme: —Mi niño, ocúpate de tu trabajo y yo, haciendo el mío. Un día te traeré al cielo, te pondré sobre mi regazo y verás el plan desde mi posición. Entonces, entenderás…
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