Las dependencias femeninas

martes, 28 de septiembre de 2010
image_pdfimage_print
El texto Mc 5,25-34 tiene un mensaje liberador especialmente para la mujer, y por ende también para el varón, que necesita también verse liberado de esta carga de reclamos permanentes.

 

“Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía 12 años. Aunque había sufrido mucho en manos de médicos y se había gastado todo lo que tenía, en vez de mejorar se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús, y acercándose por detrás entre la gente, le tocó el manto diciéndose. ‘aunque le toque aunque sea el manto, me voy a curar’. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó en su cuerpo que estaba curada de aquel tormento. Jesús, dándose cuenta de que había salido de El aquella fuerza, se volvió en seguida en medio de la gente preguntando ‘¿quién me ha tocado el manto?. Los discípulos le contestaron: ‘estás viendo que la gente te apretuja por todas partes y preguntas quién te ha tocado?’. El seguía mirando alrededor para ver quién había sido. La mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que le había pasado, se le acercó, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. El le dijo: ‘hija: tu fe te ha curado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia’”Mc 5,25-34

 

Todos los textos bíblicos tienen distintas lecturas, se los puede leer desde distintas claves, de manera que este texto podría tener muchas interpretaciones aplicables a muchos aspectos distintos

Voy a tomar una de las claves de lectura de este texto: Te voy a hablar de una mujer a la que le sangra el corazón. Este texto tiene todo el contenido liberador fundamentalmente para las dependencias femeninas, para las pasividades femeninas, para esta tendencia a veces viciosa de las mujeres a depender de los demás, a pensar de pronto que los varones son algo así como “una percha donde colgarse”, sobre todo a las soledades de mujeres que aún casadas o acompañadas y con familia, experimentan una soledad que las esclaviza, las amarga, las entristece y a veces entran en un círculo vicioso de amargura, depresión y dependencia del que no pueden salir fácilmente.

            Y esto no es solo una patología del alma que afecta a mujeres que, como bien dice el libro, “Aman demasiado” –aunque en realidad habría que poner un pensamiento crítico en esta palabra ‘aman’ demasiado porque en realidad es que ‘aman mal’, aman con dependencia, o en co-dependencia de otro que a su vez depende de alguna sustancia o de alguna conducta adictiva. Más allá de estas patologías que hoy por hoy cuentan con un despliegue bastante importante en la literatura y en la terapéutica individual y grupal, creo que por pedagogía, por educación, por las formas en que la mujer ha sido orientada a lo largo de estos últimos años y siglos, todavía no está resuelta la posibilidad de que la mujer asuma un rol activo en el campo emocional, y todavía siga con esta especie de ‘complejo de cenicienta’ esperando que llegue el hada madrina o la carroza o el príncipe azul para cambiarle la vida.

Es algo así como un sustrato que subyace en la vida emocional de las mujeres, que está llegando a su fin, porque verdaderamente ningún grupo familiar, ningún matrimonio , ninguna pareja puede resistir estos círculos de dependencia, de reclamo, de amargura, y al mismo tiempo impotencia por parte del compañero para poder nutrir, suministrar –porque no están hechos tampoco para eso- todo el cariño, el amor, la ternura, el afecto, los proyectos, los sueños y las ilusiones que muchas veces las mujeres depositan en los brazos fuertes de sus parejas o de sus matrimonios.

           

NADA DE NADA
La espuma del mar, un grano de sal o de arena. Una hebra de pelo, una mano sin dueño,
un instante de miedo, una nota perdida, una palabra vacia en un poema, una luz de mañana
asi de pequeña soy yo, nada de nada.
Nada de ti, nada de mi, una brisa sin aire soy yo, nada de nadie.
Un copo de nieve, una lluvia que llueve, un pensamiento, un abismo entreabierto,
una palabra callada, un lo siento, un paso sin huella, soy un camino que no tiene destino,
una estrella apagada , asi de pequeña soy yo, nada de nada.
Nada de ti, nada de mi, una brisa sin aire soy yo, nada de nadie.
Un soplo de vida, una verdad que es mentira, un sol de invierno, una hora en tu noche,
un silencio de adioses, un sin quererlo, un segundo en tu sueño, soy un peldaño subiendo tu escalera,
una gota sin agua, asi de pequeña soy yo, nada de nada.
 
            Para los textos bíblicos, ya en el antiguo testamento, hay prescripciones en cuanto a la pérdida de sangre en una mujer: implica permanecer impura durante el tiempo que esta dure, como así también quedará impuro quien la toque (Lev 15, 25-27). Un texto de Ez 16, 1-9 da marco precioso a esta labor de Jesús, a esta actitud de Jesús de acercarse a esta mujer, dejarse tocar, de cubrirla con su manto: un manto que es signo de protección, de opción, de liberación. Es signo de la presencia de Dios con estas mujeres que están al borde de la exclusión

Algunas palabritas sobre este personaje, que puede ser cualquiera de nosotras, que está sola, aparentemente arruinada (había gastado toda su fortuna en los médicos y no había encontrado solución a su problema). Muchas veces el dinero es también un símbolo de la energía, de la fuerza. En este sentido interpretamos el texto como que esta mujer había invertido toda su energía en buscar soluciones en otros. Su pérdida de sangre, además de hacerla estéril, la está encaminando hacia una ‘no vida’. Además, la está situando en el mundo de la impureza, de la vergüenza, del deshonor. Por eso no se atreve a hacer su petición en público, sabiendo además que si ella lo toca, El quedará impuro, y por eso no toca a Jesús sino solo su manto. Llega movida probablemente por lo que había oído de Jesús, quien ya tenía la fama de ser Alguien de quien salía una fuerza vital, y al mismo tiempo Alguien que se dejaba tocar y que tocaba. En esta mujer, su propia fuente está seca, y ella va a lo que percibe que es una fuente, y trata de hacer contacto mínimo con El desde la frontera de su exclusión, de su aislamiento y de su soledad.

A Jesús y a ella los une el conocimiento de una fuerza. Los dos saben algo que los demás no saben: y es que una fuerza ha sido ‘arrancada’ de El por otra fuerza que es la de la fe, la osadía, la confianza de esta mujer. Por eso, es de valorar el gesto de esta mujer y el riesgo que corre Jesús cuando le dice lo que le dice. A Jesús no le basta con sanarla, no se queda satisfecho y adopta la actitud de buscar a la mujer que le arrancó ese poder. En un primer momento todos –incluso ella- pensaríamos que jesús la busca para retarla, como si alguien le había robado un poder. Lejos de eso, El la busca para explicarle como fueron las cosas. Ella cree que el poder salió de Jesús, y Jesús le dice que en realidad el poder que la curó salió de ella, estaba en ella: “Tu fe te ha salvado”

Y esta mujer, a la que el texto no da nombre, recibe de parte de Jesús el nombre de ‘hija’, es decir, ha sido incluida en la familia del Padre.Ha sintonizado con el universo del Reino. Ha entrado en el universo de la vida.

Jesús pondera en esta mujer su coraje, su valentía, y su actitud de iniciativa. Y hace una lectura correcta, reparadora de ese esperar 12 años que los cambios vengan desde afuera.

 

Tomemos conciencia, en primer lugar, de por dónde se nos está escapando la vida. Caigamos en la cuenta de nuestras pérdidas, de aquellos aspectos de nuestra existencia que nos hacen sentirnos estériles, de todo lo que hemos hecho para no hacer nada.

Einstein dice “si tratamos de resolver el problema con la misma mente con que hemos creado ese problema, vamos a fracasar”.

Y es aquí donde hay una enseñanza muy linda de esta mujer: hay un cambio en ella. Ese cambio empieza por la confianza y por la fe. Es una fe que nos invita a creer que nuestro poder reside precisamente allí mismo donde nuestros límites y nuestras impotencias reconocidas y asumidas creemos pueden cambiarse. Estamos llamados a dejar atrás nuestros miedos, a ir más allá de nuestra expectativas, a confiar de una manera distinta de la que hemos previsto hasta ahora, a esperar una salvación que acontece en un encuentro interpersonal con Dios, en una fe, en su acogida y en su invitación a entrar en el reino de la vida.

 

¿Por dónde se nos está escapando la vida? ¿Caemos en la cuenta de nuestras pérdidas, pero no para quejarnos y lamentarnos al lado de la fuente seca, al lado de la tierra estéril, sino para dar un salto de fe y de confianza en que Dios nos acompaña en nuestra liberación?

 

LA FUENTE ERES TU Lilly Goodman

Tan sedienta estoy de ti, caminando en el desierto buscando alrededor.
Necesito una señal que renueve la esperanza de que pronto lloverá en este lugar.

La fuente eres tu, señor, el manantial que la fuerza me da, dame de beber de ti,
necesito mi sed refrescar, renuévame, renuévame, levántame,

tu tienes lo que necesito y mucho mas, yo solo anhelo tu presencia y nada mas.

Tan sedienta estoy de ti, caminando en el desierto buscando alrededor. Necesito
una señal que renueve la esperanza de que pronto lloverá en este lugar.

el manantial que la fuerza me da, dame de beber de ti,

necesito mi sed refrescar, renuévame, renuévame, levántame,

tu tienes lo que necesito y mucho mas, yo solo anhelo tu presencia y nada mas.

 

Esta ‘hemorragia’ hay que  leerla en esta clave: la clave de la soledad, la clave de un machismo en la sociedad que nos hace mucho daño también –tanto a varones como a mujeres- y que muchas veces pone al borde del abismo la felicidad matrimonial.

            Muchas de las mujeres hemos sido educadas en algo parecido a lo que jugábamos cuando éramos chicas: el jueguito de desojar margaritas diciendo ‘me quiere mucho, poquito nada’. Y el azar indicaba si nos querían y éramos felices, y nos ilusionábamos con ese chico que nos gustaba, y aún cuando sabíamos que se trataba de un juego, nos poníamos tristes si nos salía ‘nada’ o ‘poquito’. Todavía hoy se ven muchas mujeres jugando a este juego: si se sienten valoradas, tenidas en cuenta, si lo que hacen y cómo lo hacen es bien visto por el otro, se ponen contentas. De lo contrario, están deprimidas, angustiadas. Y así comenzamos a sentir hambre de afecto: de caricias, de cuidados, de reconocimiento. Y ahí es cuando la soledad empieza a acaparar los pensamientos, sentimientos, emociones, y comienza también a ser un espiral de amargura y preocupación permanente, y se cae en el pozo de la queja continua. Y las cosas se van complicando mucho más. Se les está yendo la vida.

            Muchas mujeres, en una determinada etapa de su vida (quizá 30, 40 años) comienzan a sentir que no han hecho nada por ellas mismas, o peor aún, sienten que han entregado mucho y no han recibido nada a cambio. Sienten que sembraron en el mar sus preciadas semillas de tiempo, dedicación, preocupación, afecto, esfuerzo, cariño… Y lo que hacen muchas veces es culpar al otro. Y el primero que aparece en la lista de culpables es el esposo, y también los hijos. Los culpan de las frustraciones, de la soledad en que hoy se sienten inmersas, porque todos hicieron su vida, salvo ella.

            Sucede que a estas mujeres, de una u otra manera (porque vieron ese modelo de mujer en su propia familia, o porque se los dijeron explícitamente, etc), les han hecho sentir que el hombre es la cabeza del hogar, y que si él no está nada va a salir igual, y que si él no da permiso no se pueden tomar decisiones, en definitiva: que hay que esperar o depender del compañero para hacer la propia vida. Y esta continua dependencia crea mujeres amargadas, quejosas, solitarias. Y estas mujeres, dentro de su aislamiento, dentro de su ‘fuente seca’, muchas veces incluso comienzan a fantasear –aunque pocas veces se concrete- con otra relación sentimental, porque piensan que necesitan a alguien que les endulce el oído, que las quiera, que las haga sentir vivas, y en pos de eso muchas veces se exponen a cualquier clase de hombres que se les presentan, y muchas veces vuelven a tejer la misma fantasía, la misma proyección, la misma película que pusieron en algún momento en su compañero, para –a veces después de muchos golpes- darse cuenta que ese no es el camino adecuado.

            Sin darse cuenta, esta soledad emocional que para la mujer es una verdadera hemorragia –porque para la mujer, los vínculos, las relaciones, son muy importantes-, muchas veces no se hace conciente, sino que se coloca en el cuerpo, y de pronto aparecen un montón de síntomas que tienen que ver con esta vivencia. No se puede dormir, hay irritabilidad continua, malhumor, adquiere distintas enfermedades, comienzan a sentirse deprimidas, cada día una nueva queja, hasta que llega un momento en que ni ellas se aguantan a ellas mismas, ni los demás la aguantan a ella.

            Mujeres agotadas de luchar con esta soledad a la que por el momento no le encuentran una posible salida. Además, cuanto más soledad, más riesgo de adicciones que vienen a tapar estos agujeros.

            Y muchas veces estas mujeres comienzan a ‘programarse para el sufrimiento’, y atraen más frustración, más dolor, más aislamiento y más enfermedades. Mujeres que a diario, estando acompañadas se viven sintiendo solas, y que cuando hacen reclamos de algún tipo (por ejemplo ‘estoy harta de esta rutina’) reciben respuestas de parte del varón como ser ‘¡ay, mi amor! ¡mañana te saco a pasear!’ o ‘¡vamos unos días de vacaciones vas a ver cómo se te pasa todo’, como si un paseo pudiera sacar el hartazgo que esta mujer viene acumulando.  Otras veces ellas mismas se buscan soluciones como ‘hacer un cursito de algo’ o ‘ir al gimnasio’. Suelen ser éstas salidas muy buenas para mejorar el humor por un tiempo. Son excelentes si el problema no es de fondo. Pero son respuestas superficiales a un problema que tiene raíces muy hondas y que viene con un efecto acumulativo. Nos estamos enfrentando a una ‘sequía’ a una ‘esterilidad’, una ‘hemorragia’ que necesita un tipo de actitud diferente. Y que fue la actitud que la hemorroisa tuvo: una actitud de coraje.

 

SOBREVIVIENTES Sandra Mihanovich

Vives siempre solo desafiando tu dolor. Sigues a tu modo con tu propia religión
Sabes de las reglas del rencor y del perdón. Un sobreviviente del amor
Pierdes tantas vidas porque te falta valor. Sufres tantas muertes porque el miedo te venció
Abres una herida para dar tu corazón. Un sobreviviente del dolor

Unas veces bien, otras veces mal. Siempre hay que pelear la vida
No es que no sepamos cual es la verdad. Somos vulnerables nada más
Naces cada día si te vuelven a querer. Mueres cada noche cuando te olvidan después
Sigues esperando sin perder jamás la fe . Un sobreviviente del ayer

Unas veces bien, otras veces mal. Siempre hay que pelear la vida
No es que no sepamos cual es la verdad. Somos vulnerables nada mas
Cada vez que mueras, sobrevivirás.

DESDE AHORA Marcela Morelo
Desde ahora la vida cambia, desde ahora eres mi sol
has venido para salvarme, el momento es hoy
Desde ahora bendito eres tu, cada instante me cuida tu amor
es tu aire que anima mi alma, el momento es hoy
Te doy mis manos y mi corazon, confio tanto en ti mi vida yo te doy
contigo lo que sueño es real, y asi sera tu y yo en libertad.
Desde ahora, yo te prometo mientras viva te voy a amar
frente a todo lo bueno y lo malo el momento es hoy
Tu eres la razon de mi existir, y ahora creo en el amor gracias a ti
todo lo que sueño es real, y asi sera tu y yo en libertad
Desde ahora, yo te prometo mientras viva te hare feliz
has venido para salvarme, justo a tiempo
has venido para salvarme, el momento es hoy
 
            Una de las hermosísimas enseñanzas que deja esta palabra, es que esta mujer fue felicitada por no pedir permiso. Que esta mujer se animó a ir más allá de los límites que le habían impuesto desde afuera. Y Jesús la felicita por esa audacia.

            Muchas veces nosotros estamos demandando, reclamando a los demás lo que en realidad es fruto de nuestra falta de valentía, de nuestra falta de libertad. Y esto no está bien, y además no conduce a ningún buen puerto.

            ¿Cuántas veces pensaste en hacer cosas por vos, mujer, cosas que están dentro de tus proyectos, de los sueños que has elegido para que te elijan? –porque los sueños también nos eligen. Son de alguna manera mensajes de Dios con que Dios nos tienta para nuestra propia misión. ¿cuántas veces has postergado –diciendo que lo hacías por los demás- Y ¿lo hacías realmente por los demás, o en una secreta expectativa de intercambio emocional o afectivo?

            No nacimos para cumplir los deseos de otros hombres. No hemos puestos en la vida para satisfacer los intereses de los demás, sino para llevar a cabo nuestra propia misión y para recorrer nuestro propio camino junto a otros, claro está, pero no en dependencia a otros. Nosotros podemos y debemos tener nuestros propios deseos, y son tan importantes y valiosos como los deseos de los demás. No hay que estar ‘por debajo de’ sino ‘a la altura de’ nuestra misión y nuestros deseos. Estamos capacitados para suplir todas nuestras necesidades en Dios. Dentro nuestro está todo lo que necesitamos para sostenernos y poner en marcha ese sueño que tal vez hasta hoy venimos postergando por falta de recursos. Busquémoslos. Hay algo en lo que solo nosotros somos excelentes: ese don nos hace ricos, poderosos. Eso es lo que nos hace libres y dignos.

            Estos son cambios verdaderos, no superficiales.

            Las mujeres van a estar capacitadas para vencer esa soledad que las seca, las esteriliza, las acosa por dentro, en la medida en que no busquen más ‘parches’. Hay que romper con ese mito que nos enseñaron de que las mujeres tenemos que ser incondicionales para los demás y postergarnos permanentemente. No somos instrumentos para satisfacer los fines de los otros, sino para cumplir la misión que Dios nos ha encomendado.

            Tampoco se trata de exigir a los demás que nos den, a cambio de nuestra abnegación y entrega, toda la felicidad que no supimos o no quisimos conseguir. Porque el camino de la felicidad, claro, está repleto de obstáculos, y, como en todos los caminos heroicos, uno se encuentra con dificultades, y es allí cuando anhelamos encontrar a alguien que nos venga a salvar. Ese modelo es el modelo en el que invertimos tanto dinero como la mujer con hemorragias, y no da resultado. Muchas veces pasamos por crisis que no esperábamos, y una de las mayores frustraciones de los seres humanos en general, es perder el control sobre algún acontecimiento. Nos sentimos impotentes y parece que nada tiene solución. Exactamente como esta mujer. Y especialmente para las mujeres que se desesperan cuando no pueden controlar, frente a esas crisis suelen decidir dejarlo todo, o sumergirse en un pantano de depresión o de tristeza, o de abandonar los sueños, las ilusiones, las esperanzas. Y lo hacen con ‘la excusa’ de que alguien las está necesitando. Y digo ‘excusas’ con todo respeto, porque en realidad es una tendencia muy fuerte del corazón femenino salir rápidamente a la demanda de los demás, y después pasarles la factura. ¿Por dónde comenzamos?

           

            Comencemos por llamar a las cosas por su nombre. A pesar de la confusión que a veces se siente, no encubrir el dolor.

            Estas crisis profundas –como la que atraviesa esta mujer con hemorragias- suelen ser explosiones de muchos años de postergación, de dependencia, o de esperar que el otro resuelva nuestras crisis. Tenemos que asumir el control de nuestra propia vida sin disfrazar nuestras crisis. No nos sirve de nada culpar a los demás. Y probablemente si ‘ésta no es la pareja o la familia que soñamos’ estamos en el momento exacto para comenzar a tejer nuestros propios sueños.

 

            ¡Qué significativo que el Evangelio haya dado cuenta de todas las expectativas frustradas que esta mujer había depositado en los médicos. Acá había una ‘canilla que cerrar’ hacía tiempo: la fuente estaba seca porque estaba ‘rajada’ de dependencia, que es una forma de esclavitud.

            El libro “las venas abiertas de América Latina” es un hermoso texto que entra en consonancia con este evangelio: América Latina como una mujer con hemorragias, cuya sangre, vida, riquezas, iban –como en una herida abierta- fluyendo hacia Europa. Esto es una imagen fuerte para las naciones, para los pueblos, para las comunidades. Y también para las mujeres.  Esa tendencia a la dependencia

 

            Revisemos hoy estas necesidades que proyectamos en los demás.

            El Evangelio nos habla de que esta mujer había invertido todos sus bienes. Y los bienes son fruto del esfuerzo, del trabajo, de la inteligencia. Ella había mal-gastado todos sus bienes en una expectativa que había sido frustrada. Reflexionemos un poquito en esto. Todo el tiempo la mujer necesita sentirse amada, valorada, tenida en cuenta… y todo ese caudal y expectativas se vuelca habitualmente en su familia o en su compañero. Entonces las mujeres dicen: ‘este hombre me va a cuidar’ o ‘este hombre me va a dar lo que necesito’ o ‘este hombre me hará feliz’ o ‘este hombre me va a mantener’ o ‘este hombre me va a dar seguridad’ o ‘este hombre me va a amar por siempre’. Repasemos un poquito: cargas fuertes, ¿no? Después, claro, no hay quien resista tantas expectativas. A veces, cuando comienzan los índices de que todas esas expectativas o ilusiones verdaderamente no van a encontrar respuesta en él, comenzamos a decir por ejemplo: ‘no sabe ser padre, pero yo le voy a enseñar’ (¡como si nosotros pudiéramos enseñarles a ellos a ser padres!), ‘no me brinda seguridad, pero ya de alguna manera me las voy a arreglar para que él entienda lo que yo necesito’. Ahí aparece el control permanente de la mujer enseñándole al hombre cómo tiene que darle todo lo que ella necesita. Como si ella no tuviera su propia fuente de cuidado, de felicidad, de seguridad y de amor propio. Como si fuera una persona que está continuamente haciendo un intercambio de abnegar y sacrificar su vida a cambio de que el otro le de todas estas ilusiones que en realidad es ella quien debe conquistarlas como hija de Dios en su propia vida, pero que por distintas razones han sido depositadas en otro.

            Y las mujeres dicen muchas veces no entender a los hombres, y en realidad lo que pasa es que ellas mismas no saben lo que quieren. Aspiran a que un hombre se cuide físicamente, pero que no sea obsesivo. Quiere que sea seguro, pero que no sea atropellador. Que sea sensible, pero al mismo tiempo seguro: que no nos venga a contar de sus heridas o problemas porque entramos en pánico, porque no estamos en condiciones de contener sus temores, sus alegrías, sus miedos, y entonces salimos corriendo porque lo que menos queremos es estar al lado de un hombre miedoso o inseguro. Y si no nos cuentan sus miedos o sus inseguridades, decimos que son insensibles y que nunca nos abren el espacio de su intimidad emocional. La expectativa de que él nos cuente todo, por ejemplo, es una expectativa irreal, porque los hombres hablan de soluciones mientras nosotras hablamos de problemas. Cuando nos encontramos para conversar, las mujeres solo hablamos de conflictos y los hombres solo hablan de soluciones. Entonces nos sentimos solas, porque sentimos que no nos entienden porque nos están dando una solución para todo. Y si fuera al revés, si sintiéramos que no nos dan solución a los problemas que llevamos y que solo se sientan a llorar con nosotros, sentiríamos seguramente que tienen falta de testosterona.

            Los hombres suelen tenerle mucho miedo a la ira de las mujeres. Entonces ante esta expectativa de los varones de que nunca nos enojemos, las mujeres solemos callarnos, y –como una olla a presión- vamos acumulando bronca, y después eso sale solo como vapor, humo, silbido, todo el tiempo: el vapor de la queja, el silbido de su angustia y de su soledad, en vez de decir ‘no me gusta esto’ o ‘no quiero esto’.

            Las expectativas que depositamos en los hijos, en los demás, a veces son tan altas que a veces ‘no hay lomo que las pueda llevar’. Hemos buscado un hombre ideal, y el hombre ideal es irreal. Y cuando no lo tenemos, nos sentimos solas porque el que tenemos no nos brinda lo que necesitamos.

            Estas son “todas las inversiones que hemos hecho en médicos que no nos curan”. Muchas veces las expectativas que ponemos son muy altas como para no encontrar una solución al conflicto y así ponemos en los demás cargas muy pesadas y difíciles de llevar: ‘hacé como yo te digo, comportate de esta manera, en el trabajo tenés que hacer esto, cargá a tus chicos de esta forma…’

            Hemos puesto tanta demanda sobre nuestra pareja que nos hemos relegado y nos hemos olvidado de seguir creciendo y de activar nuestra propia fuente y de seguir nuestros sueños.

            Nuestra sociedad nos hizo creer a hombres y mujeres que los brazos de ellos fueron hechos para que nosotras nos colgáramos de ellos, y eso no es posible. La mujer no es un anexo de nadie. Somos únicas, somos especiales, y tenemos todas las fuerzas y todas las capacidades para salir adelante por nosotras mismas, como lo hizo esta mujer cuando se dio cuanta de que había malgastado sus años de energía y de bienes, y decidió de una buena vez ponerle fin a su soledad.

 

            Esta mujer asume su estado de esterilidad, de carencia, de necesidad. Da un primer paso: Asume su situación de ‘no vida’. Y la asume en su soledad. No culpa a nadie, no responsabiliza a nadie. Segundo paso: está decidida a vivir. Y eso es lo fundamental, es lo que le procura la sanidad. Toma vida más allá de los límites impuestos por la cultura de su tiempo. (Hoy tendremos otros. En aquel momento eran aquellos) Tercer paso: no pide la opinión de nadie ni el permiso de nadie. De haberlo hecho, posiblemente no se hubiera animado a hacer lo que hizo. Cuarto paso: Jesús le dice “el poder está en vos, no en Mi”: en realidad, le devuelve el fruto de sus propios actos.

            No dependas de la opinión de los demás, no idealices a la gente, ni siquiera a aquellos que creas que nunca te van a defraudar. No actúes y vivas buscando cubrir las expectativas de otros para sentirte mejor. La búsqueda de aprobación, hace que funcionemos en círculos viciosos de los cuales todos terminamos lastimados.

¿Cuántas veces nos desesperamos porque el otro (tu cónyuge o quien fuera) no nos da lo que necesitamos? Mas bien debiéramos preguntarnos ¿puedo procurármelo en mi propio camino? Tengo capacidad, tengo potencial, tengo fuerza para ensancharme y para extenderme a derecha e izquierda. Mostremos lo que somos: hijos de Dios, con virtudes y errores, desafiando incluso los límites impuestos por patrones o mandatos heredados o adquiridos o elegidos.

            Rompamos esos patrones que nos han enseñado que ‘no podemos’, y sigamos nuestro camino. La expectativa puesta en Dios, esa, no será defraudada.

 

            Cada vez que hemos abordado temáticas relacionadas al varón lo hemos hecho con Sergio Sinai, que es un investigador profundo, contundente sobre la psiquis y los sentimientos masculinos. Pero de alguna manera, lo que estamos volcando acá es también si se quiere en reivindicación de la óptica masculina. Yo digo que esto está destinado a las mujeres, pero en realidad alivia a ambos, porque es ayudarle a entender a la mujer que está depositando demasiadas expectativas de su realización , sobre todo en el plano emocional, en su pareja. De esta manera intentamos aliviar esas proyecciones tóxicas que se hacen sobre la espalda del varón. Creo que las mujeres, de una buena vez, tenemos que escuchar la queja del varón “estoy harto de las quejas de las mujeres” para dejar de depositar tanta expectativa de idealización y realización en la mujer.

            Por eso tomé el texto de una mujer que había sido frustrada por un montón de médicos, no porque estos médicos fueran malos o impotentes en el ejercicio de su profesión, sino porque lo que la mujer buscaba no era ese el lugar donde debía buscarlo. Cuando lo fue a buscar en Jesús, Jesús le hizo un espejo: le dijo “eres TÜ la que te has sanado”, “el poder está en vos”. Creo que ese es un mensaje maravilloso del Evangelio.

Gabriela Lasanta

Participan los oyentes

          Me casé a los 16 años. Tengo 32, mi marido 36. Siempre me ha hecho ver que yo era la inexperta en todos los sentidos, entonces es como que hice de hija. Ahora quiero hacer de esposa, valerme por mi misma, pero tengo un miedo terrible, porque él está acostumbrado  a cómo fui en estos 16 años y cada vez que quiero hacer algo distinto es como que me pone trabas. Hubo una pequeña infidelidad y eso me hizo tocar fondo. Ahora quiero estudiar porque fue algo que tuve que postergar. El me dice que si estudio va a dejar de hablarme.

GL: Hay que escuchar también los argumentos del otro. En primera instancia, ante un cambio todo el mundo se resiste. Creo que tenés que entrar en un diálogo profundo, no superficial, con tus deseos, conversarlos con el Señor, no caer en la trampa de pedir permiso o de dar cuenta de cosas que tienen que ver con tu propia vida. Y el que puedas llevar a cabo el deseo en este caso de estudiar, no significa que debas abandonar a tus hijos sino que te reorganices nuevamente en base a hechos objetivos. Y decirle a tu marido que de un “odre nuevo” va a salir una esposa nueva: mas contenta, mas inteligente, mas llena de ilusiones, y que el primero en disfrutarla va a ser él.

 

          ¿Qué pasa cuando uno, por miedo a estar sola, se calla? Y ¿dónde está el límite entre aceptar a la persona como es y bajar las expectativas y decir ‘esto es lo que esta persona me puede dar’, y las otras expectativas que uno carga sobre la otra persona? Yo antes era una persona que demandaba y me quejaba todo el tiempo. Ahora estoy como aletargada y digo: esto es lo que hay, o me conformo con esto o no tengo nada.

GL: Vos estás dando tres opciones de muerte. Una: o me trago todos los reclamos y por lo tanto me enfermo (me aletargo: es como el camino de la agonía), dos: hablo y reclamo, o tres: me quedo sola . Estás en un callejón sin salida. No hay nada que te prometa felicidad. El camino va por otro lado. No es callara para que todo esté en paz porque de esa manera evidentemente vas a terminar con una grave depresión, porque no se resuelve el reclamo, solo que en vez de hacerse externo se hace interno. La situación sería preguntarte: aquello que pedís del otro ¿no lo podés procurar por vos misma? Quizá lo que vos estás esperando de él lo podés encontrar en otro lado, con otras personas, en otros ámbitos. Quizás no. No se puede decir que todas las expectativas sean desubicadas. Por ejemplo: Una esposa tiene derecho a tener expectativas de fidelidad de su esposo porque para eso han hecho un pacto. Pero tampoco todas las expectativas son demandas posibles. ¿Dónde está el límite? En que vos descubras tus propias posibilidades para vos misma, para tu misión, para tu proyecto, en definitiva, que sigas tu camino. Tu camino no es el corazón del otro, es el corazón de Dios. Te pregunto: ¿qué querés?

          Ser feliz

GL: Qué forma tiene esa felicidad?

          La de un compañero

GL: mal camino. La felicidad nunca puede depender de otro. Buscá una imagen de felicidad que no necesite de otro y comenzá a transitarla

 

POR OTRA VENTANA
 Voy a empezar a ver por otra ventana donde la luz del sol nos de mejor

.
Voy a inundar mi cuarto con esperanza para dejarle espacio a mi corazón.
Y voy a seguir creyendo que te hago falta, que cada uno de nosotros debe empezar
a entender lo que les pasa a los que nos miran para que entiendan cuando queremos hablar.

Voy a empezar a ver por otra ventana buscando la voy a encontrar mejor;
No quiero que sea grande, ni esté bien alta, lo que yo quisiera es verte a vos.
Voy a empezar a ver por otra ventana que pueda apartar mis ojos del dolor,
Voy a invitarte a entrar dentro de mi alma, yo sigo esperando verte a vos.

 

PALABRAS DE VIDA (Reflexión del Padre Angel Rosi S.J.

CUENTO: LA VENTANA

Aquel domingo amaneció con sol como todos los domingos. Desde temprano entraron entrecortados en mi cuarto sus rayos y su calor siempre tan esperados. Pero ellos no llegaron hasta el nido que las sombras habían hecho en mi corazón callado. Dejé pasar el tiempo recostado en mi catre. Después de todo, los domingos son para descansar –me dije-. Escuché voces. Eran campanas que me anunciaban aunque a veces lo temía, que el silencio de la noche no es eterno. Quizá aquellos trinos de golondrinas que nunca se detienen me movieron a levantarme. Me asomé a la ventana, y como estaba un poco alta, puse –como siempre lo hacía- la banqueta que tenía al lado de la cama. Aquella abertura quedaba cerca de la calle. Yo la sentía lejos, distante. Apoyé en la cornisa mis brazos en forma de estacas y afirmé mi cabeza dejando que se hunda de a poco entre mis manos, y me quedé mirando. Juraría que se juntaron la mañana y la tarde en mi ventana. La calle fue convirtiéndose en un gran telar donde todos los colores jugaban y se cruzaban formando un tapiz viviente. Pero yo sabía que aquello se desvanecería pronto. Como siempre, llegaría la noche implacable, y con pinceladas brutales mancharía de negro y de muerte toda aquella obra.

Muchos hombres pasaron aquel día.

Vi el hombre de manos en los bolsillos y la cabeza gacha, rito del sediento que camina en un inmenso desierto. A él ya no le importa mirar hacia delante, total sabe que el horizonte siempre será el mismo. Quise decirle que no desfalleciera, pero callé. ¿Acaso no era mi desierto tan ancho como el suyo?

Vi pasos titubeante, temerosos, y yo pensaba: tal vez aquellos hombres no podían ya volver sobre su marcha. Quien sabe. A lo mejor habían llegado ya casi a su destino y allí, a la vuelta de la esquina los esperaba algo que marcaría sus vidas: la felicidad anhelada, posiblemente, o quizás, o quizás el dolor presentido.

Escuché la risa y también el llanto, camaradas fecundas del hombre en su camino.

Más de una vez creí ver entre la gente a seres queridos. Mas de una vez me pareció reconocer entre las voces la de algún amigo. No sé cuántas fueron, pero sí se que siempre se ahogó mi llamado. Era la melancolía que una vez más me había traicionado.

Y el bullicio de la barra de chicos me hizo acordar de ese tiempo en el que cada día tenía un tesoro escondido. Vivirlo era aventurarse a encontrarlo. Y ¡a qué niño no le encanta la aventura! Dicen que hay hombres que tienen un poco de ese ‘don grande’. Pero mi niñez se me había volado, y creo, si no me equivoco, que se fue por mi ventana.

Muchos hombres pasaron aquel día. Con ninguno pude compartir sus pasos. Creo que ni siquiera llegó hasta ellos mi silbido mendigo. Y sin darse cuenta, me fueron dejando retacitos de invierno. Y se alargaron las sombras y mi soledad. Y entró por mi ventana la silueta de la cruz de la iglesia de allí, de la otra cuadra.

Pensé que terminaría un domingo más, pero me equivoqué.

Pasó frente a mi una niña rubia, y cuando supuse que seguiría de largo como todos, aminoró la marcha, y miraron hacia aquí dos ojos claros que llenaron mi cuarto. Y creí soñar al ver su mano que, tímidamente, se levantaba; y una sonrisa que me confirmaba que era corazón lo que yo tenía y que aún, por gracia de Dios, sabía lo que era latir.

Llegó la noche, pero ya no el frío aquel domingo. Sentí el chirriar de las bisagras y olfateé la comida que me traía aquel hombre al que yo ya conocía. “Y ¡se podría saber a qué se debe esta alegría?”, me dijo. “Sucede, señor carcelero, que hoy descubrí que allí afuera, todavía quedan ojos que son capaces de elevarse y con su lenguaje hablarle a otros que todavía esperan. Y sintieron mis ojos que hasta llorar podían”

 

Hoy, en el día de Nuestra Señora de la Meced”, patrona de los encarcelados, creo que este cuento deja ver esta esperanza a la sombra de la cruz, y sobre todo a través de la mirada de una niña.

Vaya con este cuento un cariño y un acompañar a todos aquellos que en situaciones como éstas se animen a tener esperanzas, a poner la mirada en la Virgen, a sentir que allí hay refugio seguro.

En esta ventana podría bien estar escrito aquello que Miguel Hernandez, preso durante la guerra civil española, escribía:

 “NO HAY CARCEL PARA EL HOMBRE. NO PODRÁN ATARME, NO.

ESTE MUNDO DE CADENAS ME ES PEQUEÑO Y EXTERIOR.

¿Quién ENCIERRA UNA SONRISA? ¿Quién AMURALLA UNA VOZ?

Que la Virgen rompa las cadenas que cada uno de nosotros llevamos (visibles o invisibles), porque las esclavitudes de hoy en día son menos visibles pero más esclavizantes. A veces podemos estar esclavizados con cadenas de hierro, y otras veces con telas de araña.

Y que los que en este momento están padeciendo esclavitudes, sientan el cariño y protección de María de la Merced