30/12/2020 – El Senado de la Nación aprobó la legalización del aborto. La aprobación se dio por más amplitud que la esperada: 38 a favor, 29 en contra y una abstención, porque varios de los supuestos indecisos terminaron votando a favor, fruto de las presiones que impulsó el propio presidente Alberto Fernández y que se conocieron en los últimos días.
Por lo tanto, aunque falta conocer la reglamentación, Argentina pasó a ser uno de los países que tiene la legislación más cruenta en materia de eliminación de vida por nacer, porque, aunque un artículo dice que el aborto es libre hasta la semana 14, se agrega que el “derecho” al aborto no se puede negar en ningún momento si la mujer argumenta que fue víctima de violación o si el embarazo afecta su salud integral. Por lo tanto, se podrían realizar abortos hasta instantes antes de un parto normal.
En tanto, si no hay alguna aclaración en la futura reglamentación, el médico que esté atendiendo a esa mujer que pide un aborto cuando su niño está listo para nacer, si no está inscripto en el Registro de Objetores de conciencia, se verá obligado a abortar ese niño por nacer.
Ya se anunció que la ley será denunciada como inconstitucional, aunque en ese terreno hay pocas esperanzas de que prospere un planteo de esa índole, porque la Corte Suprema de Justicia de LA nación ya ha avalado estas prácticas a través de los famosos protocolos de aborto no punible, cuando todavía no había ley de aborto.
Los obispos, de manera unánime, han cuestionado el contenido y la oportunidad de esta iniciativa del Gobierno actual que, en un año en el que atravesamos una de las peores crisis de nuestra historia (crisis sanitaria por la muerte de miles y miles de argentinos por el coronavirus, crisis económica, crisis social) agrega muerte, división y alienación a un país quebrado en todos esos aspectos, que además tiene en riesgo de muerte a los dos extremos de la vida, a los niños (con el 60 por ciento viviendo en la pobreza) y también a los adultos mayores, a los jubilados.
Reflexionamos sobre esta realidad junto a Monseñor Sergio Buenanueva, Obispo de San Francisco y con Meme Moscoso, abogada provida y miembro del equipo de trabajo del “Portal de Belén”
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