Reflexión de Adviento

viernes, 10 de diciembre de 2010
image_pdfimage_print
El Adviento nos invita a no dudar de Dios, y nos hace un anuncio cargado de confianza. El, que viene a nuestra historia, viene para curarnos y fortalecernos, para liberarnos de miedos y de esclavitudes, de agobios y de angustias. Su escuela es la esperanza. Su espacio es la paz. Siempre viene, siempre acoge. Siempre ofrece. El tiempo de adviento nos invita a que nos dejemos acoger por él y por los demás. Y que acojamos a los demás. Que seamos apoyo los unos de los otros, instrumentos suyos para consolar. Mimo, caricia, abrazo, ternura, alegría, compañerismo. El Señor es cariñoso y compasivo, lento para la ira y de gran misericordia. Dichosos los que estén preparados para salir a su encuentro.

¿Dónde vas, José? ¿Dónde vas, María…?¿Dónde nacerá tu hijo, Dios?

¿Dónde hacer la navidad? ¿dónde habrá un lugar? Solo algún pesebre en Belén

¿Dónde hacer la Navidad? ¿dónde habrá un lugar? En el corazón de cada hombre.

¿Dónde vas, José? ¿Dónde vas, María…? ¿Dónde hará la paz fuera de ti, Jesús?

¿Dónde hacer la Navidad? ¿Dónde alumbrarás? Dios está queriendo renacer

¿Dónde vas, José? ¿Dónde vas, María…?¿Dónde habrá un lugar para entregar la voz?

¿Dónde vas, José? ¿Dónde vas, María…?¿Dónde nacerá tu hijo, Dios?

 

Eso pretendo decirte. En una de esas, te sumás a la caravana. No es lo mismo ser peregrino que errante. El errante va, no sabe bien a dónde. El peregrino camina y camina, pero tiene un rumbo.

 

            Quiero compartirles hoy los bellísimos textos bíblicos de esta segunda semana de Adviento. Son textos fuertemente arraigados en el profeta Isaías. En él encuentra la Iglesia la forma de expresar la promesa mesiánica que aquel pueblo estaba esperando y que nosotros también esperamos hoy.

            En el texto del LUNES, Jesús dice: “ponte en pie”. Vamos a caminar. ¿lo seguimos? El camino es largo, y a veces árido. Si no aprendemos a disfrutar de la marcha, no podremos. Y el gozo, es la marcha compartida.

            Este día tenemos a Isaías 35, 1-10 anunciando un mensaje de alegría con palabras muy poéticas para describir cuál es el futuro que Dios quiere para el hombre. Dicen así: Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa, el páramo será un estanque, lo reseco un manantial. Mirad a vuestro Dios: viene en persona y os salvará”. Acá hay una clave propiamente cristiana que hace a nuestra identidad y es que Dios viene (no es que nosotros tenemos que ir). Recién les invitaba a peregrinar hacia la Navidad con esa certeza: Dios está viniendo hacia nosotros, y viene a salvarnos.

            El mensaje de Isaías toma imágenes de la vida campestre. Hay que cerrar los ojos e imaginar esta tierra reseca, resquebrajada, que de pronto comienza a humedecerse y a tornarse fecunda, hay caminos seguros sin miedo a los animales salvajes.

            Otra imagen muy bonita es que “las manos débiles reciben vigor, las rodillas vacilantes se afianzan, los cobardes recobran valor, el pueblo encuentra el camino del retorno desde el destierro y lo sigue con alegría, y canta alabanzas festivas, y es un nuevo éxodo, pero de liberación

            Este es el marco dentro del cual Isaías anuncia esta buena noticia. El retorno a la paz. Dios anuncia la paz a su pueblo. Y ya no cabe la aflicción. Es como si fuera un poema de retorno al paraíso. Habla de toda una naturaleza que se reconcilia consigo misma, que alaba a Dios en su fecundidad y en su mansedumbre.

            Y el sentido de esta página al ser proclamada hoy entre nosotros está aclarado por el mensaje evangélico de Lc 5 “El, viendo la fe que tenían, dijo: ‘hombre: tus pecados te son perdonados’. Los letrados y los fariseos se pusieron a pensar ¿quién es este que dice blasfemias? Y Jesús les dijo: para que vean que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados, a ti te lo digo: ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa. El, levantándose al instante tomó su camilla y se marchó a casa”. Dios nos pide que nuestras rodillas temblorosas tengan fe. Si fuera cierto que recibimos en la misma medida que esperamos, y si fuera cierto que la medida de lo que recibimos está dada por aquello en lo que creemos, ¿Cuántas personas hoy sienten miedo o se sienten desorientadas? Tal vez nosotros mismos. El mensaje de este lunes es: LEVANTEN LA CABEZA, YA VIENE LA LIBERACIÓN. COBREN ÁNIMO, NO TENGAN MIEDO. JESÚS NOS QUIERE CURAR A CADA UNO DE NOSOTROS. NOS QUIERE SANOS. QUIERE AYUDARNOS A SALIR DE NUESTRA SITUACIÓN SEA CUAL SEA PARA QUE PASEMOS UNA EXISTENCIA VIVA, HERMOSA, FECUNDA, AUNQUE UNA Y OTRA VEZ HAYAMOS VUELTO A SER DÉBILES Y A CAER, ESTE ES TIEMPO PRIVILEGIADO PARA ANIMAR NUESTRA FE, LEVANTARNOS, PONERNOS DE PIE. SOLO LOS QUE SE RECONOCEN CIEGOS, SORDOS, COJOS, TIENEN ACCESO A LA CURACIÓN. SOLO DESPUÉS DE ATRAVESAR EL DESIERTO SE ES CAPAZ DE ADMIRAR Y DISFRUTAR LA FRESCURA DE LOS MANANTIALES. SOLO CUANDO AQUEL PARALÍTICO CONVOCADO POR LA VOZ PODEROSA DE JESÚS SINTIÓ QUE SUS PIERNAS VOLVÍAN A SOSTENERLE, SUPO QUE EN ADELANTE CUALQUIER CARENCIA RECONOCIDA Y LLEVADA CONFIADAMENTE HASTA JESÚS, PODRÍA CONVERTIRSE EN FUERZA SANADORA. Esta es la invitación de este lunes de adviento

Te han sitiado corazón y esperan tu renuncia,  los únicos vencidos corazón, son los que no luchan  
no los dejes corazón que maten la alegría,  remienda con un sueño corazón, tus alas malheridas   
NO TE ENTREGUES CORAZÓN LIBRE, NO TE ENTREGUES  NO TE ENTREGUES CORAZÓN LIBRE, NO TE ENTREGUES            Y recuerda corazón, la infancia sin fronteras,  el tacto de la vida corazón, carne de primaveras,  
se equivocan corazón, con frágiles cadenas,  más viento que raíces, corazón, destrózalas y vuela   
No los oigas corazón, que sus voces no te aturdan,  serás cómplice y esclavo corazón, si es que los escuchas   
Adelante corazón, sin miedo a la derrota,  durar, no es estar vivo corazón, vivir es otra cosa.

Yo he visto el dolor acercarse a mí, Causarme heridas golpearme así
Y hasta llegue a preguntarme donde estabas Tú
He hecho preguntas en mi aflicción, buscando respuestas sin contestación
        Y hasta dude por instantes de tu compasión
 
Y aprendí que en la vida todo tiene un sentido. Y descubrí que todo obra para bien
Y que al final será mucho mejor lo que vendrá Es parte de un propósito y todo bien saldrá
Siempre has estado aquí,    Tu palabra no ha fallado Y nunca me has dejado
Descansa mi confianza sobre Ti
 
      Yo he estado entre la espada y la pared, rodeada de insomnios sin saber que hacer
Pidiendo a gritos tu intervención
A veces me hablaste de una vez. En otras tu silencio solo escuche
Que interesante tu forma de responder
 
 Y aprendí que lo que pasa bajo el cielo     Conoces Tu que todo tiene una razón
        Y que al final será mucho mejor lo que vendrá.   Es parte de un propósito y todo bien saldrá
Siempre has estado aquí. Tu palabra no ha fallado
Y nunca me has dejado Descansa mi confianza sobre Ti
 

Desde siempre te amé con amor de padre

Te soñe y te cuidé con amor de madre

Y como esposo que ama…

 

            El Dios que describen las lecturas del día MARTES, es un amor materno. Las encontramos en Is 40, 1-11. Hay un grito, una orden que Dios le da al profeta: consolad a mi pueblo, dice el Señor. Habladle al corazón a mi pueblo de Jerusalén Es un clamor en el que Dios le pide al profeta que le hable al corazón consolándolos. Este Dios no viene a pedirnos nada, no viene a exigirnos nada, ni aconsejarnos nada. Viene a consolarnos. Y el profeta tiene que gritarlo, para que sobrepase por encima de todas las otras voces.

            Hoy vivimos en una cultura que le tiene pavor a la gratuidad. Hemos relegado la gratuidad a las manos del azar. El azar puede regalar fortuna, los hombres no. Hemos sido exiliados del mundo de la gratuidad, un mundo que conservaba todavía hasta hace un tiempo los ecos de que lo gratuito nos hacía dignos. Hoy lo gratuito nos rebaja. Y hemos entrado en una cultura que, si bien es sabrosa por todos los bienes de consumo que podemos disfrutar, debajo de esa ‘pulpa jugosa’ que halaga nuestros sentidos, tenemos un carozo cada vez más frío y calculador, y por eso la depresión va ganando terreno y nos va incapacitando. Lo que pasa es que nuestra alma no se sacia con el consumismo. Necesitamos algo más. Volver a la patria de la gratuidad es poder siquiera imaginar y deshojar capa tras capa para dejar de creer que a Dios hay que merecerlo, que Dios no tiene nada que ver con el derrotado, que debo peregrinar de alguna manera hacia el exilio del desamor.

            Este texto quiere sacudir todos esos conceptos. Sigue diciendo “el Señor llega con fuerza, su brazo domina. Como un pastor apacienta su rebaño, su brazo los reúne. Lleva en sus propios brazos los corderos y hace recostar a las madres” Las tareas de Dios son consolar, susurrar palabras de aliento, reunir, hacernos descansar, especialmente a las madres y a quienes continúan esa labor materna de Dios, cuidarlos. Jesús ha venido a hablar de esta ternura del Padre.

            En Mt 11,28, dice “Vengan a mi los que estén cansados y agobiados que yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán vuestro descanso” . Yugo y descanso. Dos palabras que parecen repelerse. ¿cuál será el punto en el que el yugo y el descanso se encuentran? En la mansedumbre y en la humildad. Porque ellas nos hacen frágiles. Y cuando somos humildes y humanos sabemos que su compañía nos alimenta y nos consuela. Que en realidad cargar el yugo es justamente dejarse acoger por Dios, es esperarlo, buscarlo, saberse comprendido y consolado y mimado.

 

Mi anhelo es buscarte día y noche,

De tu amor y la ternura, de tu Espíritu Señor.

En tu presencia hay plenitud de gozo

En tu presencia delicias a tu diestra

Por siempre y para siempre me gozo en tu presencia

        En nuestra vida las dificultades a veces nos vienen de afuera, y otras de adentro. De afuera nos vienen los problemas, las circunstancias trabadas, los obstáculos a nuestras metas, a nuestros proyectos. Y de adentro nos vienen dificultades como el estar desilusionados, desorientados, nos sentimos cansados.

Las lecturas de este día MIERCOLES nos hablan de quienes estamos cansados por dentro. Y tanto Isaías como Jesús nos vienen a asegurar que Dios viene a ayudar a los que estamos desfallecidos, comunicándoles su fuerza. El problema es que a veces depositamos nuestra confianza en unas vacaciones –que no está nada mal, es más, puede ser uno de los recursos a través del cual Dios quiera comunicarnos su fuera-, pero ponernos en ‘el altar proveedor de fuerzas’ a aquello que generalmente exige determinados bienes, recursos económicos o de otra índole. Y en realidad, el Dios de nuestro descanso nos quiere comunicar su fuerza al corazón de nuestra fe. El nos dice que es todopoderoso, que es creador de los confines del orbe. ¿A quién le podemos comparar? Perfecto en su omnipotencia, nosotros imaginamos a veces que puede llegar a estar muy lejano. Y sin embargo, El combate la tentación de esa lejanía cuando Israel dice “mi Dios ignora mi causa. Mi suerte está oculta al Señor”. Es lógico: cuando las cosas andan mal, cuando uno siente que la vida decae, que está desfallecido, desilusionado, cansado, lo primero que aparece como sentimiento es: ‘mi suerte está oculta al Señor, o a la vida. Soy un marginado’. Y el profeta nos asegura lo contrario: Dios está cerca, no ignora nuestros problemas. Nos conoce y está siempre dispuesto a dar fuerza a los débiles y cansados. Dios renueva las fuerzas del que decae. Dice el texto “podrá luchar sin cansarse y correr sin fatigarse” Un salmo completa este texto diciendo “Dios perdona, cura, rescata de la fosa, está lleno de gracia y de ternura”. Ahí encontramos una de las definiciones más bonitas de Dios: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento en la ira y rico en la clemencia”

Quienes más, quienes menos, y más aún en estos tiempos que se mueven muchas cosas, que tenemos muchos compromisos, que quisiéramos estar en todas, nos sentimos un poquito agobiados. A veces estamos cansados de tantas cosas que llevamos en la mochila, a veces estamos estresados. Y junto con todo esto, viene la soledad y la desorientación. Y junto con ellas viene el gran bloqueo del pesimismo, la intransigencia, los rencores.

El adviento nos invita a no dudar de Dios, y nos hace un anuncio cargado de confianza. El, que viene a nuestra historia, viene para curarnos y fortalecernos, para liberarnos de miedos y de esclavitudes, de agobios y de angustias. Su escuela es la esperanza. Su espacio es la paz. Siempre viene, siempre acoge. Siempre ofrece. El tiempo de adviento nos invita a que nos dejemos acoger por él y por los demás. Y que acojamos a los demás. Que seamos apoyo los unos de los otros, instrumentos suyos para consolar. Mimo, caricia, abrazo, ternura, alegría, compañerismo. El Señor es cariñoso y compasivo, lento para la ira y de gran misericordia. Dichosos los que estén preparados para salir a su encuentro.

            En la lectura del JUEVES Isaías y Mateo dan un giro interesante. Los textos tienen un matiz de radicalidad, de agresividad, que vienen a equilibrar posibles defasajes de nuestra alma en torno a imágenes demasiado bucólicas de la presencia del Reino entre nosotros. Is 41, 13-14 dice Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra y te digo: no temas, yo mismo te auxilio, gusanito de Jacob, oruga de Israel. Yo mismo te auxilio, oráculo del Señor. Tu Redentor es el Santo de Israel” Y en Mt aparece una figura muy importante: Juan el bautista, como un cierre de todo lo que se venía anunciando en los textos del antiguo Testamento acerca del Mesías. Jesús dice Hasta ahora el Reino de los cielos es combatido violentamente y los violentos intentan arrebatarlo”. Jesús anuncia que se ha acabado el tiempo del antiguo Testamento cuando dice “el más pequeño del Reino que está viniendo es más grande que Juan el Bautista, y sin embargo les aseguro que no ha nacido de mujer uno mas grande que Juan el Bautista”. De alguna manera está generando en nosotros una gran expectativa. Está como queriendo decir: aquí está llegando algo realmente nuevo, un tiempo de cambios radicales como no hubo ni habrá. Y sdolo los esforzados se apoderan de este nuevo orden de cosas, que es exigente y que es radical. Y que supone cierto grado de violencia porque hay que cambiar la mentalidad. Juan bautista ya viene anunciando que ‘el hacha está dispuesta para cortar el árbol’ y que ‘hay que rellenar lo que está hueco, y aplanar lo que se levantó demasiado’. Hombre recio, si los hay. Fue sin embargo él: recio, exigente, amenazador, el que cuando vio a Jesús dijo “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Yo no soy digno ni de atarle la correa de la sandalia. Conviene que yo mengue y que El crezca”. Vivió en austeridad, predicó sin recortes el mensaje de la conversión. Con radicalidad, su voz clamaba en el desierto para preparar la venida del Mesías. Cuando lo vio lo reconoció. Fue un esforzado, fue sin duda un violento. Fue exigente, fue radical ¿en qué? En despojarse, en transformarse, en limpiar su mirada, y por eso fue capaz de detectar AQUÍ VIENE. Y por eso estuvo tan próximo al espíritu de la Navidad. Esta navidad que no solo es sentimiento y poesía, sino apertura a la vida que Dios nos quiere comunicar. Disponibilidad plena. Seguir este precursor que preparó, que enderezó, que compartió con los demás lo que tenemos que hacer: cambiar de mentalidad.

            Si Navidad no nos cuesta ningún esfuerzo, seguramente que no. Y sin embargo hay una violencia interior que cada uno sabrá dónde está, que es la única que nos hace capaces de recibir este consuelo, esta ternura y esta transparencia.

Como brilla el sol cuando sopla el viento

Quiero estar presente, quiero robarte mi atención

Quiero estar atento y escuchar así tu voz

Quiero que mi viaje seas tu el camino, serás el destino y el paisaje alrededor

Jesús, eres todo para mi , no falta nada. Tu presencia es mi morada

Jesús, puedo disfrutar en Ti cada momento

Jesús, mi complemento.

 

            El texto del VIERNES Mt 11, 16-19 “¿a quién se parece esta generación? Se parece a niños sentados en la plaza que dicen ‘hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantado canciones tristes y no habéis llorado.’ Porque vino Juan que ni comía ni bebía, y dijeron ‘tiene un demonio’, y viene el Hijo del Hombre que come y bebe y dicen ‘ahí tienen a un comilón, a un bebedor, a un amigo de publicanos y pecadores”. Este texto nos deja perplejos, nos da en el centro del alma. Jesús se está quejando y pone una comparación muy gráfica que se da en el juego de chicos, que invitan a jugar. Nos tocan canciones alegres: estamos mufados, nos ponen música triste: tampoco lloramos. En el fondo, es que no aceptamos al otro. No aceptamos a esos niños que vienen simplemente a compartir su alegría, su pena, o nuestra alegría, nuestra pena. Capricho, tozudez, aislamiento, frío…Jesús se la ha pasado peleando con ese ‘carozo’ de la generación que lo rodeaba, bien farisea. Los que no quieren jugar, los que no quieren ni llorar en el hombro del otro ni reír bailando con el otro. Los que no quieren la danza de la vida, ni en el estilo de Juan: austero, exigente, estricto; ni en el de Jesús. En el fondo, no queremos cambiar bien como estamos. De alguna manera ‘le hemos tomado el pulso’ a nuestra enfermedad, nos hemos abrazado a nuestros agobios y aunque protestemos y nos quejemos, las quejas suelen tener también su capacidad adictiva y desprestigiamos a cualquier profeta de turno, a cualquier ángel que nos venga a visitar, a cualquiera que nos venga a visitar y nos invite a bailar. Soberbios, orgullosos: aunque la vivamos mal, no importa. Nos sentamos en la platea, en el púlpito, miramos la televisión, dejamos que ella nos paute las horas y nos dedicamos a criticar. En aquella época, ‘Este anda con pecadores’. Hoy diríamos otras cosas: ‘éste es adicto al poder’. ‘esta no trabaja’… Nuestra opción es clara y también es preferencial: nos automarginamos de la danza de la vida. La queja la va a repetir Jesús más tarde y más elocuentemente cuando diga “Jerusalén, Jerusalén, ¡cuantas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos, y no quisiste” Terquedad, obstinación, dureza, rigidez, insatisfacción crónica, crítica como refugio, ver lo malo de la historia, ver lo negativo de las personas, quejarse siempre, no pensarlo dos veces, excusarse en lugar de cambiar…y decididamente, quedarnos solos. ¡Salgamos de esos lugares! ¡Vayamos bajo el ala de la gallina!

 

Estuve buscando mi alma interior, la que guarda en mi los recuerdos.
Estuve mirando el niño que fui aquel que soñaba despierto;
trajín de la vida me trajo hasta aquí, de tanto correr nunca vi,
que estaba llorando el niño que fui , que siempre me habló y nunca oí.
 
Donde han quedado mis sueños? en que ruta los perdí?
Quien ha cerrado las puertas que me llevan a mi jardín?
Donde han quedado los sueños? pregunto al niño que fuí,
Quizás él tenga las llaves del cofre que no puedo abrir.
 
Estuve buscando a mi niño interior, en un rincón lo encontré,
corriendo abrazarme llegó y me dijo: porque te alejaste de mi?,
te pido perdón,  contesté, estaba tratando de huir,
de hacer lo que todos querían de mi, y así fuí olvidando quien fuí.
 

¡Menos mal que Jesús se presenta sentándose a la mesa de comilones y bebedores! ¿quién de nosotros puede no sentarse a esa mesa? Porque en verdad, la mesa de “santo, santo , santo”… nos queda un poco lejana…

 

            En la tradición bíblica, es el desierto, pero hay libros sagrados orientales donde son los grandes mares: siempre son grandes las extensiones que tenemos que cruzar en el camino de la vida

 

“Tú no quisiste ni víctima ni oblaciones, pero me diste un oído atento. No pediste ni holocaustos ni sacrificios. Entonces dije. Aquí estoy. En el libro de la ley está escrito lo que tengo que hacer. Yo amo, Dios mío, tu voluntad. Y tu ley está en mi corazón. Proclamo gozosamente tu justicia en la gran asamblea. No me mantuve cerrados los labios, Tú lo sabes, Señor. No escondí tu justicia dentro de mi. Proclamé tu fidelidad y tu salvación, y no oculté a la gran asamblea tu amor y tu fidelidad. Y Tú, Señor, no te niegues a tener compasión de mi. Que tu amor me proteja sin cesar” Salmo 40

 

Por todos los que en este momento estén tristes, desanimados, decaídos, pidamos al Señor a través de la oración que haga efectiva su promesa de aliviarnos, de consolarnos, de convocar a los que estamos afligidos, para que El nos alivie.