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Abramos nuestra casa para compartir la Pascua con Jesús
miércoles, 4 de abril de 2007
Uno de los doce llamado Judas Iscariote fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: cuanto me darán si se los entrego? Y resolvieron darles treinta monedas de plata. Desde ese momento Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. El primer día de las Acimos los discípulos fueron a preguntar a Jesús: donde quieres que te preparemos la comida pascual? El les respondió: vayan a la ciudad a la casa de tal persona y díganle el Maestro dice: se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Al atardecer estaba a la mesa con los doce y mientras comía Jesús les dijo: les aseguro que uno de ustedes me entregará. Profundamente apenados ellos empezaron a preguntarle uno por uno, Señor seré yo? El respondió: el que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del Hombre se va, pero como está escrito de El, ay de aquel por quien el Hijo del Hombre será entregado, más le valdría no haber nacido. Judas , el que lo iba a entregar le preguntó: seré yo Maestro. Tu lo has dicho, le respondió Jesús.
Mateo 26, 14 – 25
Hay un dato que nos deja hoy el Evangelio. El Señor dice a dos de los discípulos:
díganle en la ciudad, en la casa de tal persona, el Maestro dice: voy a celebrar la Pascua en tu casa
. En cualquier ciudad, en cualquier pueblo, en cualquier casa donde nos encontremos el Señor viene con éste mismo mensaje. Es ésta casa y éste lugar en el que yo estoy aquí, nuestra casa, es la casa de todos los que hacemos Radio María en Argentina. El Señor ha tomado una decisión, venir a celebrar la Pascua con nosotros.
Ellos fueron,
dice la Palabra,
y prepararon todo
. Yo quisiera detenerme en éste
prepararon todo
para la llegada de Jesús.
Que prepararon aquellos? Seguramente el ambiente y también se fueron preparando ellos al preparar el lugar fueron disponiéndose interiormente a compartir aquel momento tan particularmente significativo que significaba, implicaba, el encuentro con Jesús, ya al final de su vida para entregarlo definitivamente todo en las manos del Padre. Que se haga su voluntad y con esto que se cumpla el misterio de la salvación para nosotros. Ellos fueron con la indicación de Jesús, con su señorío en el corazón a decirle al fulano de tal, a la fulana de tal.
Lo hacen ahora llegando hasta donde nosotros, éstos fulanos del 2007 estamos parados para decirnos: mirá en ésta Semana Santa yo quiero hacerla verdaderamente Santa. Me voy a llegar a hasta donde estás porque quiero compartir con vos el misterio. La entrega de mi vida es por amor a vos, para darle una nueva luz y un nuevo sentido a tu existir, a tu caminar cotidiano. La casa es el lugar de lo de todos los días. La casa es lo nuestro. Es el lugar donde compartimos los vínculos más cercanos. La casa es el lugar donde el afecto se ordena en el mismo sentido en ese proyecto de familia que refleja el rostro de Dios que es igualmente familia.
Quiero llegar hasta donde estás en tu casa para compartir ésta Pascua contigo. Y dice la Palabra después de indicarme aquello aquel hombre,
ellos dispusieron todo para la celebración
. Cómo disponemos nuestra casa para celebrar la Pascua con Jesús? Que disposición interior necesito generar en mi corazón para que de verdad la Pascua de Jesús sea eso: un encuentro con El en la entrega amorosa de su vida para mi liberación, para mi sanidad, para mi santificación, para mi madurez, para mi crecimiento. Quiero celebrar la Pascua contigo.
El Señor se acerca entonces a aquellos lugares tuyos donde hace falta interiormente abrirnos, abrirte, abrirme para que mi dolor y mi sufrimiento, mi pregunta, mi búsqueda, mi incertidumbre, mi tristeza, mis angustias, lo que me ahoga, sean puestos en las manos del Señor y desde El y con El comenzar a encontrar una gracia de luz que nace de ese abrazo que Jesús hace de ésta cruz mía de cada día para llenarla de vida. Arbol de vida es el árbol de la cruz, de tu cruz y de la mía. Jesús se acerca para ir hasta tu casa y para venir a mi casa y compartirnos su Pascua.
Que de mi casa tengo que preparar para la llegada de Jesús? Que disposición interior y como voy a ayudar exteriormente para vivir ésta Pascua para que realmente Jesús abrace mi cruz y me devuelva el don de la Resurrección? Para esto hace falta caer en la cuenta de varias cosas. Primero, que la gracia de Dios pasa, sin duda pasa y puede que a mí no me alcance.
Que no me alcance no porque Dios no me quiera alcanzarme con su gracia sino porque yo siendo que Jesús me dice voy a tu casa, me quiero meter en tu historia para revelarte mi misterio puedo estar mirando para cualquier otro lado en ésta semana. El me pide particularmente que se la dedique a El. La distracción, la oferta turística, la diversión y toda la propuesta que el vaciamiento de ésta semana recibido por parte de nuestra sociedad que influye en mi corazón y no me disponga interiormente de la mejor manera para compartir éste encuentro cotidiano con el Señor que viene para abrazar mi cruz. Puede ser que mi misma cruz, el momento doloroso que puedo estar atravesando en alguna de las dimensiones de mi propia existencia, esté como resistiendo a la presencia de ese amor de Dios que quiere asumir lo mío y ayudarme a asumirme como soy y desde ese lugar comenzar a resucitar con El para una vida nueva.
Entonces para mi es tan doloroso lo que me ocurre que ni conmigo mismo me animo a compartirlo, mucho menos con los demás y que Dios ni se me acerque. No son palabras que uno le pone a ésta experiencia sino que son un grito del corazón que actúa de esa manera, una reacción de la interioridad que se niega, que resiste, que rechaza ésta presencia de un Dios que con su amor viene a darle un color, un sentido, un valor nuevo a nuestra propia existencia. Te invito que te preguntes como estás para iniciar éste triduo pascual? Pasión, muerte y Resurrección de Jesús. De las experiencias tuyas que has hecho de otras semanas santas y de otras Pascuas.
Que te parece que hay que modificar en tu propia actividad y en tu disposición interior, en tu ambiente externo y en tu corazón que se abre de una manera distinta para verdaderamente vivir en plenitud ésta Pascua de Jesús. Que puede ayudarte a encontrarte con tu propia cruz, aquella que Jesús te dice que es necesario que la cargues conmigo para que yo la abrace y encuentres en el árbol de la cruz que son las cosas que hoy te hacen sufrir y padecer por el amor de Dios un nuevo sentido a tu propia vida, a tu existencia.
Te invito a que te dispongas de adentro del corazón a compartir éste misterio de Pascua, paso del Señor por tu propia vida. El Señor ha tomado una decisión,. Hoy voy a tu casa para compartir la Pascua contigo. Es lo que nos dice la Palabra en el texto del Apocalipsis:
Yo estoy a la puerta y llamo. Si alguien me abre, entro a su casa y comparto con el una cena.
Es un estar en lo íntimo disfrutando de esa presencia de Dios que nos visita.
Pensaba que costumbre tenemos para las fiestas de Navidad de armar el pesebre, de armar el árbol de Navidad como signo de vida. Se celebra la vida con mayúscula, el nacimiento del Hijo de Dios en medio de nosotros. Como nos cuesta a veces encontrar en la Semana Santa un signo, un símbolo destacado que acompañe la conciencia nuestra de estar metidos dentro del misterio de Dios. Por ahí el huevo de Pascua. Si es verdad que tiene una significación de nuevo nacimiento pero se lo ha llevado más el rico chocolate que tiene el huevo de Pascua que lo que guarda como sentido de estar allí latente la vida por nacer.
Tal vez tengamos alguna oportunidad en casa de armar nuestro propio altar como un modo de disponernos para celebrar el misterio que el Señor nos invita a celebrar. Exteriormente en casa podemos armar un rincón bien dispuesto con un mantel blanco y el Jueves Santo poner los signos que estamos celebrando, particularmente el pan y el vino y tomar la Palabra de Dios y abrirla al lado de éstos dos signos en el texto donde Jesús aparece con los discípulos lavándoles los pies y compartiendo con ellos el mandamiento del amor expresado significativamente desde la entrega de vida del Señor en la ofrenda de pan y vino como su cuerpo y su sangre.
Vos podrías armar para el Jueves Santo, para mañana, en tu casa, un rincón, un pequeño mantel, un pan casero, que después te lo podés comer con una jarrita de vino y al costado una vela que ilumina la memoria de ese misterio con la Palabra de Dios y debajo de la mesa podes poner una fuente con una jarra que invita al gesto del amor y del compromiso del servicio que el Señor nos invita a tener con El cuando nos dice:
hagan lo mismo entre ustedes
. Sean capaces de servirse mutuamente en el amor. Entonces allí simbólicamente lo tenés todo. Todo lo que celebramos en el Jueves Santo. El misterio de la Eucaristía y el misterio del mandamiento nuevo del amor expresado en el servicio fraterno.
El viernes podemos en el mismo altar quitando el pan y el vino, poner la cruz con la Palabra en el texto de la Pasión de Jesús y con el ramo de olivo que invita la presencia del Resucitado que ya está entregando su vida porque en el árbol de la cruz el que muere ya nos está dando vida con la propia entrega de su vida. Es a partir de mirar al que hemos traspasado con nuestros pecados que nosotros somos traspasados por el amor de Dios.
El contemplar la cruz, descubrir como decía Francisco de Asis que en el silencio de las siete palabras que el Señor pronuncia todo El allí es lengua, todo nos habla del amor grande que Dios nos tiene.
En el silencio de la Cruz ,decía Francisco de Asís, Dios es lengua que habla a mi corazón y descubrir de verdad que allí en el Viernes Santo a la luz del misterio de la Cruz, yo soy arrasado en mi propia cruz, con el mismo altar, la vela, la Palabra en el texto de la Pasión y la Cruz sentir que el Señor abraza mi miseria, mi pobreza, mi historia, sentir que el Señor toma mi pecado, se hace cargo de mi culpa, borra mis faltas, me limpia interiormente, me abre un camino, me sella en un pacto nuevo de amor y me invita a salir con El entregando la vida, sirviendo a los que me necesitan con ese mismo gesto de abrazo, de amor, con el que El desde la cruz con los brazos abiertos toma en mi humanidad necesitada de un sentido nuevo, de un valor nuevo, de una significación nueva, de un camino de luz nuevo. El altar de la cruz.
El sábado de gloria, dejando hasta el mediodía la cruz o hasta las tres de la tarde le vayamos poniendo flores que hablan del signo de la Resurrección. La misma cruz, árbol de la vida, donde el Señor Resucitado viene a hacer florecer mi invierno interior. Viene a hacer aparecer en mi invierno una primavera.
En el frío de mi corazón necesitado de conversión llamado y movido a ser transformado, viene el Señor a hacer florecer, a hacer aparecer en un valor nuevo y en sentido nuevo su presencia que llena de una fragancia nueva, la del Resucitado toda mi historia y el perfume de su gracia expresado en las ricas y variadas y coloridas flores hablan que entre la muerte y la vida se ha pasado el duelo y ha vencido la vida a la muerte también en mi propia historia y allí donde yo he tenido una grieta grande de dolor histórico, grandes de pifiadas históricas en mi propia existencia con las que no he podido, allí en esa grieta del corazón ha venido a florecer la esperanza de cambio, de transformación, con mucha humildad, recibamos desde éste signo, con una cruz llena de flores, el mensaje de vida del Resucitado y con la Palabra también delante de nosotros que acompañando éste altar de Resurrección, nos ofrezca, nos regale, una presencia de Jesús que trae la Pascua.
Que hermoso ir nosotros pudiendo acompañar el proceso de Jesús. En tu casa, quiero celebrar la Pascuas en tu casa. La disposición interior que generamos en el ambiente de la casa es para después unirnos con los hermanos y compartir en la comunidad el misterio pascual celebrado en la Cena del Señor, en la adoración de la Cruz, en la Vigilia de Resurrección y en el Domingo de Resurrección.
El domingo que podemos hacer? Te invito a que en tu altar puedas poner una vela grande, un cirio, que marque el triunfo del lucero que se abre camino en la noche y que disipando las tinieblas de la oscuridad del pecado ha venido a instalar su propia luz en un corazón necesitado de esa presencia suya luminosa.
Un cirio grande, no la velita que venía acompañándonos, que tal vez puedas encender a la nochecita, tal vez antes de dormir para que cuando nos levantemos descubramos que el lucero de la mañana, Cristo Jesús, que en la noche se hizo luz para disipar toda oscuridad, toda sombra , toda preocupación, toda angustia en nuestra casa.
Ha venido a dar respuesta a todas nuestras preguntas. Jesús viene a mi casa. Tengo que preparar el encuentro. Lo hacemos cuando preparamos el pesebre en Navidad, cuando armamos el árbol de Navidad. Aprendamos a celebrarlo además de lo que la liturgia nos ofrece con toda su riqueza, en ni casa, en éstas para-liturgias, en éstas celebraciones familiares que nos disponen interiormente para vivir de corazón y no se nos pase por alto ésta semana que El visitando cada una de nuestras casas realmente las quiere hacer santas.
Una Semana Santa en casa de santos, no porque nosotros seamos buenos tipos o buenas mujeres sino porque en realidad el que nos hace santos es El que nos visita, que viene a compartir lo nuestro en nuestra propia casa. Cuando hablamos del altar lo vamos haciendo al ritmo de la vida nuestra. Ofrezco el pan o el vino y descubro que alimenta mi vida y que le da hambre a mi vida. Ofrezco la Cruz en el altar y me digo a mi mismo, a que me invita el Señor a morir para dar vida en éste tiempo esperando la Resurrección.
Ofrecemos unas flores y me pregunto que es lo que realmente da aroma a mi vida y como me aparto de los olores que hablan de muerte o de podredumbre en mi propia historia. Pongo la luz al final y me pregunto de que sombra, de que tiniebla, de que oscuridad, Dios viene a sacarme, que viene a iluminarme mi propio corazón? Tiene que ir la vida, la nuestra y la de nuestros hermanos.
La primera Pascua loa hizo el pueblo de Dios atravesando las aguas, las aguas se abrieron, y el pueblo de Dios la atravesó para llegar hacia un lugar de promesa que Dios lo conducía. Le pidamos al Señor que abra las aguas entre los inundados por el gesto fraterno, caritativo, solidario, que abra el corazón cerrado, egoísta, mezquino, que abra los corazones de los que tienen la responsabilidad de contener al pueblo, que abra el corazón de cada uno de nosotros para estar cerca de los que nos necesitan, que lo haga por la oración y también por el compromiso que asumimos de ser una presencia viva del Señor en donde nos esperan los hermanos inundados.
Que se abran las aguas en Santa Fe y podamos atravesar con ellos ésta Pascua, celebrando a Jesús Resucitado que vive en cada inundado. Abracemos a ese Cristo y que la gracia de la Resurrección aparezca en medio de tanta muerte simbolizada por el agua que ha inundado, que ha afectado tanto la vida de nuestros hermanos, en el Litoral y particularmente en Santa Fe.
Debemos descubrir que la vida es la que tiene que celebrarse. Si el pan que yo pongo sobre mi altar con su vino al lado y la vasija con el agua que significa el servicio. Ambos quedan incorporados en la simbología que pongo sobre un altar lo que me representan para mi en lo concreto.
Compartir el pan, el Amor fraterno y el servicio, estoy haciendo un culto vacío de contenido. Si la Cruz que pongo arriba del altar no representa aquello a lo que Dios me invita a morir para nacer con El, estoy lejos de representar, de hacer presente en el misterio de la Cruz lo que Dios me invita verdaderamente a transformar en mi propia vida.
Si las flores que yo pongo junto a la Cruz no están comunicando el deseo hondo de un aroma para mi vida, de un ambiente, de un clima nuevo donde pueda vivir, eso que da cuando tenemos un buen olor que nos acompaña, si yo no estoy dispuesto a cambiar el clima de la convivencia familiar, laboral, comunitaria. Entonces si esto no es así y si no siento que la gracia de Dios en lo más hondo de mi corazón me mueve a esto, no vale la pena hacer un gesto vacío de contenido.
Lo que ponemos en el altar, en nuestro altar propio y en el altar comunitario de las familias reunidas en torno del altar tiene que estar representando o el deseo o el compromiso de que allí decimos con nuestros gestos se haga vida en nosotros o en todo caso que nuestra vida esté allí representada..
Padre Javier Soteras
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