31/05/2021 – Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, es un pastor con vida de profeta que a sus 90 años reside en el solar histórico de la Cruz de los Milagros, en la capital provincial. “Nací en General Lamadrid, en la provincia de Buenos Aires. Apenas contados 20 días de vida fui bautizado un 16 de julio en la parroquia del lugar, dedicada a Nuestra Señora del Carmen. Inmediatamente después del bautismo, mis padres regresaron a la Capital Federal, de la que eran oriundos. Tengo una hermana menor que yo, actualmente de 79 años. Conocí el lugar de mi nacimiento y bautismo por los recuerdos de mis padres. Cincuenta años después, ya siendo obispo auxiliar de Buenos Aires, fui invitado a presidir sus fiestas patronales, en 1983. En mi primera comunión conocí al Señor. Mi tío era laico franciscano y era muy religioso, él me preparó para la primera comunión. Mi vocación nació en una parroquia de la periferia de la Arquidiócesis porteña, en San Francisco Solano del Bajo Flores, tristemente recordada por el asesinato del padre Carlos Mugica. Ingresé en el Seminario Menor, presentado por mi santo párroco: el padre Alfonso Donnis. Allí completé 11 años de formación humana, espiritual e intelectual: 5 años de bachillerato clásico, 3 años de filosofía y 4 años de teología. Recibí a los 24 años la ordenación sacerdotal, el 4 de diciembre de 1955”, recordó el padre Domingo.
“A partir de entonces serví pastoralmente en varias parroquias de la arquidiócesis de Buenos Aires: santuario porteño de Nuestra Señora de Luján, Nuestra Señora del Pilar de Recoleta) y Sagrada Eucaristía. En el año 1961, con la autorización del cardenal Antonio Caggiano, acompañé al nuevo obispo, monseñor Vicente Zazpe, en la recién erigida diócesis de Rafaela. Fue para mí una experiencia invalorable. En el mes de octubre de 1963, segunda sección del Concilio Vaticano II, viajé por primera vez a Roma donde, por disposición de mi arzobispo, ingresé en la Universidad Lateranense, para cursar la especialidad de “peritus in re pastorale”, en la que se incluía el Bachillerato en teología. Obtenido el título, en un año, me trasladé a Bruselas (Bélgica) donde asistí a los cursos del Instituto Lumen Vitae, residiendo en la parroquia de Santa Gertrudis”, manifestó el prelado.
“De regreso a Buenos Aires, en el mes de agosto de 1965 regresé a la arquidiócesis de Buenos Aires. Allí me desempeñé como vicario de la parroquia de San Miguel Arcángel y fui contratado por las universidades católicas UCA y El Salvador para dictar cursos de teología para los alumnos de las diversas facultades. Posteriormente fui designado coadjutor de la Redonda de Belgrano y, al año, párroco de la Sagrada Familia. Se produjo el nombramiento de un arzobispo coadjutor, con derecho a sucesión y el pleno gobierno pastoral de la Arquidiócesis. El nuevo arzobispo me dedicó a la organización de la pastoral, designándome rector de la Iglesia de Santa Catalina de Siena y del nuevo Centro de Espiritualidad. Al mismo tiempo fui nombrado director del Consejo Pastoral arquidiocesano. Durante la gestión del arzobispo coadjutor, me fue encomendado el asesoramiento del Movimiento Familiar Cristiano, del Consejo de las jóvenes de Acción Católica y, posteriormente de los consejos arquidiocesanos de las Mujeres y de los Hombres de la Acción Católica. También me desempeñé como Director Espiritual del Secretariado del Movimiento de Cursillos de Cristiandad”, rememoró Castagna.
“El 22 de noviembre de 1978, el joven papa, hoy San Juan Pablo II, me nombró obispo auxiliar de Buenos Aires para acompañar al cardenal Juan Carlos Aramburu. Recibí la ordenación episcopal el 29 de diciembre de 1978 de manos del mismo arzobispo y veinte obispos más. Durante cinco años me desempeñé como Vicario Episcopal de la Zona Centro de la arquidiócesis. El 30 de agosto de 1984 se hizo público mi nombramiento de obispo t de San Nicolás de la que tomé posesión canónica el 20 de octubre del mismo año. Diez años después, el 27 de agosto de 1994, me hice cargo de la arquidiócesis de Corrientes. En ambas sedes se produjeron acontecimientos complejos, tanto en la vida eclesial como social”, agregó el padre Domingo.
“Corrientes siempre se adelanta al país, incluso en los problemas”, dijo el prelado en relación al difícil año 1999 con su convulsión social y política. “Es un honor que el himno del décimo Congreso Eucarístico Nacional del 2004 siga vigente”, añadió, recordando que el padre Julián Zini, el padre Antonio Rossi y el investigador y músico Pocho Roch fueron autores del tema “Jesús Eucaristía”.
Finalmente, monseñor Castagna compartió esta oración:
Dios Padre de Jesús y nuestro, nos dirigimos a ti con filial confianza, en los momentos más dramáticos de este siglo XXI. El covid-19 amenaza a la humanidad con su onda expansiva destructora. Al mismo tiempo, constituye un desafío a nuestra capacidad de comportarnos como hermanos, llevando al heroísmo nuestra solidaridad, tanto en recursos científicos y económicos, como asistenciales y espirituales. Te pedimos que el ejemplo conmovedor de los servidores de la salud sensibilice a los más blindados en su egoísmo. Te rogamos por los hoy innumerables afectados, por tantas familias que están probadas por el fallecimiento de algunos de sus miembros. Asiste a los enfermos en su soledad, sobre todo a quienes, la edad avanzada o el desamparo económico y social agobian hasta la desesperación. Suplicamos la intercesión de María, nuestra Madre. Su confianza en el poder de su Hijo divino nos alienta a esperar, con serena docilidad, que se cumpla tu divina voluntad “en la tierra y en el Cielo”. Amén.
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