EN VIVO
DONAR
EMISORAS
martes, 24 diciembre 2024
Inicio
Institucional
Quienes Somos
Donación
Donde Escucharnos
Novedades
Voluntariado
Difusión
Contacto
Balance Social
Res. 173/10
Podcast
Grilla de Programación
Escuchar en Vivo
Catequesis
Donde quiero estar – Radio María Ad Gentes
Casa de campo
Archivos de Programas
Papa Francisco
Audiencias Generales
Documentos
Francisco a Diario
Homilías
Los Caminos de Francisco
Papa Francisco
RM Mundial
RM Joven
Radio María Joven en vivo
JMJ 2019
Evangelio del día
Testimonios
Institucional
Quienes Somos
Donación
Donde Escucharnos
Novedades
Voluntariado
Difusión
Contacto
Balance Social
Res. 173/10
Podcast
Grilla de Programación
Escuchar en Vivo
Catequesis
Donde quiero estar – Radio María Ad Gentes
Casa de campo
Archivos de Programas
Papa Francisco
Audiencias Generales
Documentos
Francisco a Diario
Homilías
Los Caminos de Francisco
Papa Francisco
RM Mundial
RM Joven
Radio María Joven en vivo
JMJ 2019
Evangelio del día
Testimonios
Catequesis
Orar con el corazón; rocío del alma
jueves, 22 de marzo de 2007
Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas en muchas oraciones y de diversas maneras ahora, en este tiempo final dios nos habló por medio de su hijo a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.
Hebreos 1, 1 – 2
La Palabra, dice Juan, se hizo carne, y se instaló en medio de nosotros y puso su tienda entre nosotros.
Esta expresión de Juan 1, 14 engloba un sentido hogareño, familiar, cercano. La Palabra hecha carne puesta en medio de nosotros, abrazando nuestra historia y nuestra vida. Nuestros sueños, nuestros fracasos, las preguntas y búsquedas, los dolores y gozos. La Palabra compartiendo lo nuestro es pan de vida. La Palabra que se hizo carne, será pan de vida.
En el mismo evangelio de Jn, en el cap 6, la palabra va a aparecer identificada con el pan. Yo soy el Pan de Vida, y el que coma de este pan, el pan nuestro de todos los días, el que nos trae la palabra, ese tiene vida para siempre. El pan nuestro de cada día es la palabra, que se hizo carne y se instaló para quedarse entre nosotros. Es en esta palabra donde encontramos vida. Esta palabra ha sido pronunciada, dice la carta a los hebreos, por los profetas. En otro tiempo.
Ahora, en este tiempo, habló por medio del Hijo, la Palabra misma. El Hijo de Dios es la Palabra.
¿Cómo es la presencia cercana de la Palabra en lo nuestro?
Es una presencia silenciosa que se logra captar cuando verdaderamente aplacamos el corazón y nos disponemos, después de un tiempo de serenar nuestra inquietud interior, pensamientos, sentimientos, respiración, agitación, preocupaciones; nos disponemos a recibirla y a escucharla. En la Biblia, pero también viva y presente en el hermano. La Palabra que se mueve con libertad, que corre por el medio de nosotros y que se hace presente en los acontecimientos de la historia, de la propia historia. En la historia familiar, en la que acontece en lo de todos los días. En los signos de los tiempos. Vamos auscultando, descubriendo, en lo más profundo el mensaje de la Palabra. Shamá Israel. Una y otra vez lo dice Dios a su pueblo: “Escuchame pueblo mío”.
Ese escuchar es meterse dentro del misterio. Recibir a la palabra que se mueve con libertad en medio de nosotros.
Es dejarnos llevar por ella. Y meternos en ella para que nos conduzca con la vida que trae la Palabra.
Hay que ponernos a escucharla, entenderla, o sencillamente antes recibirla. No racionalizarla. Establecer vínculo con la Palabra de Dios, que es una Persona que habla; es Jesús la Palabra. Es esa Persona en medio de nosotros. Que cuando nos disponemos en la oración a recibirla, o cuando nos reunimos en su nombre, cuando estamos atentos a su presencia, se manifiesta. Es luz. Es pan, es vida. Yo soy el Pan de Vida, dice la Palabra. Yo soy la luz del mundo. Yo soy la vida del mundo.
¿Cómo introducirla? Podría ser la pregunta. ¿Cómo hacer esto en mi casa? Cuando los míos no van a misa, no les interesa, están en otra cosa. Es que no hay que introducirla, está. ¡¿Cómo entrar en ella?! Es la pregunta. No. ¿Cómo ella entra en casa?
No es que yo le hago un lugar,
está,
porque es señorío el de la Palabra. Y toma posesión de lo que le pertenece. Y tu casa, tu familia, tu matrimonio, le pertenece. La pregunta es
¿Cómo hago para recibir su Presencia? ¿Para captar que está en medio de nosotros?
¿Cómo hago para favorecer su manifestación, para permitir que aparezca?
La Palabra de vida que está en medio y puso su morada en medio de nosotros.
¿Cómo hago para abrirme a su Presencia? No, para decirle “pase palabra”, sino para meterme en ella. Para ahondar en ella, para gustar de ella.
Hay un camino que Benedicto XVI ha mostrado a los jóvenes del mundo, en su encuentro con ellos en el Domingo de Ramos en el 2006, es el camino de la
Lectio Divina.
Benedicto XVI ha dicho que el camino de renovación interior, para los jóvenes y podríamos pensarlo nosotros, de hecho así lo experimentamos en la vida matrimonial y familiar, es este camino de la
Lectio
: de la lectura orante de la Palabra.
La Palabra puede ser leída de distintas maneras. Uno mal la puede usar como si fuera un… horóscopo, y estoy:”a ver que me dice la Palabra” y estoy como desesperado buscando qué es lo que me dice para que yo casi manejándola como un talismán me valga de la Palabra como un amuleto. Y este no es el lugar de la Palabra. La Palabra no es un amuleto, es luz. Es presencia viva de Dios, no es para ser usada la Palabra.
También puede utilizar la Palabra para leerla, estudiarla, hacer disquisiciones de tipo literaria sobre la misma, su sentido, su contexto. Y está bueno porque ayuda para comprender más, este nivel de comprensión que hace falta para comprender que se dice, en dónde se dijo lo que se dijo y qué sentido tiene lo que se está diciendo. Eso es una lectura exegética, hermenéutica de la Palabra que nos ayuda para poder entenderla mejor.
Pero en realidad la Palabra en la espiritualidad no está ofrecida sino como un camino de vida. Y en este sentido, la lectio, colabora en aquello que ha venido a decir el C.V. II, se constituye en el eje, en el centro; en el fundamento de toda espiritualidad cristiana. La Palabra de Dios EN EL CENTRO, EN EL CORAZON MISMO DE LA ESPIRITUALIDAD.
Hay muchos libros muy buenos de meditación. Hay libros que acá mismo los utilizamos para poder acercar de una manera pedagógica, sencilla, simple, abierta, en un lenguaje bien familiar, cercano a nosotros, sin embargo no hay ninguna, ninguna otra bibliografía mejor para hacer llegar el mensaje de Jesús en todos los ámbitos de la vida, que la Palabra de Dios.
Yo he hecho una experiencia realmente muy fuerte en torno a esto, cuando J.P. II visitaba la Argentina en el año 1987. Hay expresiones, que el Papa utilizaba citando literalmente la Palabra, que yo las llevo guardadas en mi corazón como un sello, con el que Dios quiso vincularme a Él. Hablaba el vicario de Cristo y hablaba Cristo en la palabra que pronunciaba este hombre ( si uno revisa los mensajes de J.P.II en el 87, en la Argentina, es un libro considerable, en todas las homilías, encuentros con diversos ámbitos de la cultura que tuvo están todos transcriptos allí), sin embargo uno que pudo seguirlo todo porque esperaba la visita de este hombre de Dios, bendiciendo nuestra patria, en el encuentro con todo lo que dijo, a mi realmente lo que caló hondo mi corazón, fueron palabras como: “Iglesia argentina, levántate; resplandece, porque la Gloria del Señor alborea sobre ti!”. Un texto del que después me di cuenta, estaba en Isaías. No se qué es lo que Dios me estaba diciendo en todo esto.
También me pasó con Juan Pablo II, estando el día de la consagración del mundo al corazón inmaculado de María, en la Virgen de Fátima, en el 2000, a mí se me demoró el vuelo, porque habíamos sacado pasaje para 4 en un lugar y yo dije, me dispongo a ir a la tarde. Justo coincidió que pude participar de esa misa, como si Dios hubiera acomodado todo.
Y ahí el Papa tuvo un momento en el que dijo; “mujer ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu Madre”.
Yo no sé qué me pasó, pero caí de rodillas y empecé a llorar y llorar, porque sentía que realmente la Palabra tomaba vida en este anciano Cristo que estaba allí, con su cruz a cuestas y me entregaba eso que tanto amó, y que decía él ser todo de Ella. A María. Sentí que realmente en ese momento yo era el discípulo, al que entregaban a la Madre.
Y me vine, entre quebrado por semejante manifestación del amor de Dios, y lleno de gozo de sentirme profundamente amado por el Señor, porque me confiaba nada más y nada menos que a su Madre y el cuidado de ella.
Esta experiencia la cuento para sencillamente decir: no hay palabras como la PALABRA; no hay mensaje como el de la Palabra; no hay mensaje como el de la Palabra. En el rincón del corazón de algunos de nosotros hay algún texto bíblico que ha marcado nuestra vida. También en la duda vocacional, le decía al Señor: mostrame qué querés. Abrí la Palabra, no tal vez de una manera tan pura en aquel momento, “Yo te he elegido para que seas profeta de mi pueblo “Jr. 1, 4. Y me invitaba, no tengas miedo, yo estaré contigo”. Era muy joven, realmente una de las excusas que tenía para decir yo no puedo con esto, si yo soy muy joven: y la Palabra decía: “ no digas yo soy muy joven porque Yo estaré contigo”.
Esta fuerza de interpelación, de cruce, esta fuerza de vida, de viva Palabra de Dios, es la que te quiero compartir.
En ese silencio en que hablábamos al comienzo al comienzo, y en esta experiencia que te voy a contar ahora, a la que Benedicto XVI ha hecho mención en aquel encuentro con los jóvenes, el domingo de Ramos del 2006; la lectio divina. ¿Cómo hacer lectio, cómo lectura orante?
¿Qué es una lectura orante? Es dejar que la Palabra empape nuestra vida como lluvia, como rocío que cae sobre la tierra y cubre todo; así es tu Palabra Señor.
¿Cómo hacemos? Primero serenar el corazón, es esto, el ejercicio de la respiración profunda, y la búsqueda de la presencia de Dios, la invocación del Espíritu Santo, pueden colaborar y mucho. Respiramos profundo, le pedimos a Dios que se haga presente en la Palabra y en la presencia del Espíritu para que produzca mucho fruto en frutos.
Cuando hacemos así, entonces leemos, por lo cual hay que elegir un texto. ¿Por dónde empiezo a leer la Palabra, orando con ella? Conviene empezar por los evangelios. Porque las imágenes que ofrece el texto evangélico reflejando la vida de Jesús, ayudan mucho para recibir la Palabra Viva. Y entre los evangelios ¿Cuál? El evangelio de Marcos. Es el evangelio diría yo con fuente de evangelio y como aquel que catequisticamente está mejor construido, para que nosotros podamos meternos en el mensaje de la Palabra.
Entonces, tomamos la Palabra, nos ponemos en la presencia de Dios, invocamos al Espíritu Santo, respiramos profundo y leemos lentamente un texto el evangelio. Por ejemplo de Marcos. Y dejamos que la misma palabra vaya tomando fuerza en nosotros.
Vamos a hacer sencillamente un ejercicio, tomo la palabra, elijo el evangelio de Marcos y tomo este texto que muestra a Jesús hablando con los niños o acerca de los niños. “Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara. Pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto Jesús se enojó y les dijo:_Dejen que los niños se acerquen a mi y no se lo impidan, porque el reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño no entrará en él. Después los abrazó y los bendijo imponiéndoles las manos”. Cuando tomo el texto, por ejemplo, y leo este texto. Y es bueno diferenciarlos. El primer momento de la lectura es una lectura objetiva, don me pregunto ¿Qué dice la Palabra? Bueno la Palabra dice que, es este caso, le trajeron unos niños a Jesús porque los tocara. Acá hay un dato, por ejemplo, el tacto con los niños. El encuentro con los niños, los enfermos, las mujeres por un maestro de la ley era como que no era de categoría, por así decirlo. Los niños, los enfermos, las mujeres estaban como en una segundo, tercero, o cuarto lugar.
¿Cómo un maestro de la ley iba a tocar a un niño? Los niños, si bien no es el sentido de impureza que tienen los enfermos, son como de segunda, o de tercera en la cultura de Jesús. Entonces, a ver, que Jesús toque un niño no es cualquier cosa, está rompiendo con algo.
Está rompiendo con un código cultural, que en un segundo o tercer lugar. Por eso los discípulos los reprenden. No, no, no lo acerquen el estilo de señorío, magisterio de Jesús, como Jesús enseña, y les dijo;-No, no, Dejen que los niños vengan a mi. Porque de éstos es el Reino de los Cielos.¿Quienes son éstos? Las mujeres despreciadas, los enfermos despreciados, los niños… Los excluidos. De los que tienen un corazón como estos es el Reino de los Cielos.
Entonces, ahí uno puede ir buscando en la Palabra, a ver dónde aparece esto en otro pasaje. Y por ahí Jesús dice: “ el que no tenga el corazón de niño no entrará en el reino de los Cielos” A los costados de la Biblia, vos solés tener en algunas traducciones, los textos comparados, o que te refiere sobre otro lugar. Y entonces en un cuaderno vas anotando. Escribís la Palabra, lo que llamó la atención y después podés anotar también qué fue lo que en otro texto se decía respecto de esto: -“Si ustedes no vuelven a ser como niños no entrarán en el Reino de los Cielos”.
Entonces empiezo como a moverme en el conocimiento que voy teniendo de a poquito de la Palabra en otros textos bíblicos o done me refieren los textos paralelos que están al costado, donde Jesús habla de lo mismo.¿Qué hace este ejercicio? Hace que mi corazón se vaya dejando como envolver, dejándose abrazar por la riqueza del contenido de la Palabra de Dios.
La Palabra está diciendo que a Jesús le acercaron unos niños, que los discípulos intentaron impedir que se acercaran a Jesús. Él que rompió con la mentalidad de los discípulos y con los códigos de su tiempo no solamente que los incorporó sino que los abrazó, dice. Para que quede claro y no queden dudas, Jesús tiene un gesto manifiesto: los bendijo, impuso sus manos sobre ellos. Y además dijo: el Reino de los Cielos les pertenece a los que son como ellos. Además esto Jesús lo dijo en otra parte. Cuando invitó a la conversión al Reino. El Reino de los Cielos está cerca, dijo, si ustedes no se hacen como niños no entrarán en el Reino de los Cielos. También esto se puede comparar con otro texto. Por ejemplo aquel donde Jesús dice :”es más que un camello entre por el ojo de una aguja a que un rico entre en el Reino de los Cielos. Pero para Dios todo es posible, también esto.
Entonces uno va como dejándose llenar de la riqueza de la Palabra de Dios. La fuerza que tiene la Palabra de Dios. A este momento objetivo que dice la Palabra sigue otro momento: ¿Qué me dice la Palabra? ¿Qué me está jugando la Palabra dentro de mi? ¿A qué me está llamando el Señor?
Es como descubrir el vínculo que existe entre la Palabra y mi persona, mi historia, mi pasado. La Palabra puede ser profética, como revelando el tiempo que vendrá. Toma la vida toda, es Eterno. No hay pasado, presente, ni futuro para la Palabra, Es un eterno presente, que en la historia nuestra se hace pasado. Lee el pasado la Palabra y sana la herida del pasado. Es presente. En este presente la Palabra hoy me dice aquello que necesito escuchar, aunque no quiera. Y puede que también la Palabra revele el futuro.
Esto que te compartía “te haré profeta de las naciones”. En esta Palabra que el Señor sentía que me regalaba, estaba hablando del don. De la Palabra para la predicación. El Señor da a los que elige como instrumento para anunciar. Y verdaderamente ese don Dios lo regaló para el bien de su pueblo.
Pero también la Palabra de Dios puede ser sencillamente esclarecedora del aquí y ahora. Entonces ¿cómo hago para darme cuenta de esto?
Te cuanto otra experiencia. Cuando nosotros íbamos a misas juntos, como que una discusión familiar, una conversación matrimonial en la mesa, una charla entre los hermanos. Después en al misa, en la homilía, el cura hablaba de aquello. A mi siempre me llamó la atención eso. Y cuando era chico, yo decía, para mi que mi papá le habló y le contó. Como diciendo ¿Cómo puede ser? Y cuando salíamos, todo el mundo decía el cura habló de lo que nosotros estábamos “Fue para mi lo que me dijo” muchas veces decimos. Imposible, pensar que el que está anunciando la Palabra tiene presente a todo el público al cual llega la Palabra. Y es que tiene esta capacidad inteligente de acomodarse ala historia y a la circunstancia. Y todo lo ilumina.
Por eso, cuando me pregunto que me dice a mi, sencillamente estar atento porque habla la Palabra. De muchas maneras en lo que dice, y en los acontecimientos, en los hechos, en los diálogos, en las personas.
Escucharla, escucha la Palabra que te voy a anunciar.¿Para que la quiero escuchar en el aquí y ahora? Porque no es que quiera ser una palabra. La Palabra de Dios no viene para ser sabida y repetida sin sentido, sino para ser vivida. Y para que produzca mucho fruto en nuestra vida.
Si yo me dejo guiar por lo que me dic en el aquí y ahora mi vida se va convirtiendo en la Palabra de Dios. Mi sentir, mi gustar, mi desear mi proyectar, mi construir, mi luchar con mentalidad de Palabra de Dios, con la actitud de la Palabra de Dios. Con los valores de la Palabra. ¿Qué me dice la Palabra? Es muy importante para después meditar, que el tercer paso, o el cuarto si incluimos a aquel, a poner el corazón en disposición.
Meditar es como sacar o entresacar conclusiones que salen del encuentro y la confrontación entre la Palabra y la vida. Y esa meditación me lleva a el otro momento es orar desde la Palabra. Dios habló; le hablo a Dios, le contesto. Ese contestar no es contestatario, es un contestar en el diálogo es no ser maleducado. Si la Palabra te está hablando hablale.
¿Cómo se le contesta a la Palabra? No con el mundo de la ideas sino con el mundo de los sentimientos, de los sentires hondos del corazón, donde el corazón se abre. “Yo no quiero tus sacrificios, no me interesan tus holocaustos, sólo quiero un corazón contrito y humillado y mi Palabra, dice el Señor en Isaías, va a reposar sobre aquel que se estremece humildemente delante de ella. “ El que se deja quebrantar por la Palabra de Dios. Que es penetrante como espada de doble filo y que cercena el alma. Se mete a lo más hondo y profundo. Desde ese lugar hondo hay que contestarle a la Palabra. Hay que responderle al Dios que invita y toma la iniciativa.
A Dios no se le puede versear. Y uno cuando ora está respondiendo, y bueno como registrarse que estoy diciendo ¿Qué peso tiene en mi lo que digo? ¿Qué valor le doy a lo que digo?¿Me doy cuenta de lo que expreso?
Para que mi decir no sea como el que dice Jesús criticando a los que rezan:”Se llenan de palabrerías pero no está el corazón”. Es el corazón con lo que hay que hablar.
María, en sus distintas manifestaciones dice una y otra vez, oren. Oren, oren, pero con el alma. Oran con el corazón, desde dentro.
Te cuento como cerramos este ejercicio de lectio, yo puedo orar hoy desde el texto que hemos elegido y decirle al Señor:” siento que me invitás a la humildad; a escucharte, como escucha un niño a su padre cuando le enseña. Siento que me llamás a dejarme abrazar por amor. A no hacer como hacen muchos niños y como hago yo, frente a un abrazo o caricia que busca empujarlo al que intenta acariciarlo o abrazarlo.
Siento que me debo dejar tomar por tu abrazo, por tu cariño por tu afecto, Jesús. Como a ls niños a os que ahora abrazaste que me deje abrazar por vos; amar por vos. Que me deje trasformar por tu abrazo y por tu amor.
Oremos con el corazón y la Palabra irá empapando nuestra alma.
Padre Javier Soteras
Contenidos Relacionados
El valor de la amistad
Oración por los médicos y enfermeros
Jueves Santo: Dios nos entrega su Amor
Padre Francisco: "Radio María es sinónimo de María y Vida"
Participa
Radio María