13/09/21- “Muchos creyentes cuando viene una gran dificultad en la vida, se pueden sentir probados, castigados y hasta abandonados por Dios”, dijo el Padre Mateo Bautista, sacerdote camilo. Pero ¿por qué sucede esto? Lo descubrimos en esta entrevista.
Sobre el pasaje del Cap. 22 del Génesis, donde aparece el sacrificio del hijo de Abraham y sobre la Carta de Santiago 1,12-14, tratamos de responder esta pregunta: ¿Dios nos prueba? “En primer lugar, la carta de Santiago, habla del sufriente que hizo un buen trabajo del duelo, porque sin este trabajo no se puede superar el sufrimiento. También dice algo muy importante: que ninguno que sea tentado (o probado) diga <Es Dios quien me prueba>; Dios no prueba, no es probado por el mal, no prueba ni tienta a nadie. Sabemos, por la persona misma del Hijo de Dios, que Dios no nos manda pruebas, sino que está con nosotros en nuestras pruebas. Ahí nos está fortaleciendo, dando su ejemplo, nos está iluminando, nos da ánimo, ahí está la Gracia. Dios es compañero nuestro”.
¿Por qué nos podemos sentir probados por Dios? “Si yo pienso, por ejemplo, que Dios a mi hijo le ha mandado una prueba; pienso, en definitiva, que yo soy mejor que Dios. Tenemos que evaluar qué imagen tenemos de Dios; y cuenta mucho la experiencia que tengamos como hijos de Dios. Si no nos sentimos hijos de Dios, si no tenemos experiencia de filiación, antes o después, nos vamos a sentir probados, castigados o abandonados. Por este motivo nos podemos sentir probados por Dios, la clave fundamental es la experiencia de filiación.”
¿Dios lo tentó a Abraham? Para contestar esta pregunta nos tenemos que formular otra: ¿qué es la tentación en el antiguo testamento? La tentación de Abraham es una prueba de fe; porque no es lo mismo que Dios tiente, que se trate de una prueba de fe. La vida está llena de pruebas, y antes de esas pruebas ¿cuál es la mejor manera de reaccionar? Esas pruebas en sí mismas son provechosas si sabemos cómo afrontarlas. Una vez que está la realidad de sufrimiento, aparece la prueba. La prueba nos habla, trae un mensaje, una invitación para sanarnos. En este pasaje de Abraham la clave está en el final. El relato del sacrificio de Abraham es una prefigura de otro Padre y otro Hijo: Dios Padre y su Hijo Jesús. Vamos a escuchar de Cristo: “Nadie me quita la vida, yo la doy por mi propia voluntad”. El bien absoluto para Abraham era su obediencia a Dios. Dios quiere nuestra fe, no quiere nuestra sangre. Dios quiere la Vida. Hay que acudir a la auténtica imagen del Padre Dios.
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