Dos banderas

jueves, 7 de abril de 2011
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Oración preparatoria:

 

“Ven Señor a mi corazón, dame ese don del discernimiento que tanta falta me hace para hacer tu voluntad, para perseverar en el bien, para trabajar por la fe, por la justicia en todos los campos de mi vida”.

 

Traer la historia:

 

San Ignacio nos presenta la historia que vamos a contemplar, aquí es como Jesús, el Mesías, el Salvador llama y quiere a todos debajo de su bandera.

Jesús nos quiere en el camino del amor, en el camino del bien, en el camino de la justicia. Y el demonio, Satanás, Lucifer, Mandinga, como queramos llamarlo, es como que quiere todo lo contrario, nos quiere en el pecado, en el mal, en la muerte.

 Jesús nos quiere en la vida, en la alegría, en la esperanza. La cultura de la muerte que muchas veces está tan difundida en este mundo, nos quiere en la división, en la tristeza, en la superficialidad.

 

La composición del lugar:

 

El segundo preámbulo nos dice que compongamos el lugar, que nos imaginemos un lugar, es concreta la contemplación ignaciana. Ver aquí como un campo de aquella región de Jerusalén, a donde el sumo capitán y general de los buenos, es Cristo nuestro Señor. Es una imagen humilde, graciosa, sencilla, donde está Jesús. Jesús siempre está en las cosas sencillas, pequeñas, en las cosas hermosas. Y vemos el lugar donde está el demonio, y aquí Ignacio nos presenta la babilonia, que para la sagrada escritura era como el lugar de la perdición, de la corrupción. Jesús está en Jerusalén, en un lugar humilde y gracioso, y lucifer, el caudillo de los malos, en Babilonia, lugar del pecado, de la confusión y todo lo que ya sabemos.

 

 

 

 En esta hora de oración, conocimiento de los engaños del mal, el mal caudillo. Ignacio habla como el lenguaje bélico, el lenguaje militar. En realidad nos quiere hablar de este tema tan de la sagrada escritura, de los dos caminos, del Salmo 1, y tanto otros textos, Deuteronomio 30. Aquí vemos que se nos hace pedir conocer el engaño, los engaños del mal caudillo y ayuda para cuidarme, para guardarme, para no caer en eso y al mismo tiempo, le pido que conozca un poco más la vida verdadera del sumo y verdadero capitán y gracia para imitarle, dice en el texto ignaciano. Que conozca como el demonio funciona en mi corazón, en mi cultura, en mi entorno, y como me va envenenando a mí y a los demás, para que tenga ese olfato espiritual para rechazarlo y al mismo tiempo darme cuenta, conocer un poco más la persona del Señor y cómo el trabaja en el mundo, en la sociedad, en la iglesia y en mi propio corazón. Por eso ésta contemplación es como una clave de todo el mes de ejercicio, donde se pide el discernimiento espiritual.

 

En el número 135 de el libro de los ejercicios de San Ignacio, dice así: Ya considerando el ejemplo de nuestro Señor que nos ha dado, tanto en la vida de familia como en la vida de estar totalmente dispuesto a la voluntad de Dios como Ignacio presenta el bosquejo de la vida consagrada a Dios y de la vida de familia, y después dice vamos a comenzar contemplando su vida e investigar y demandar a qué vida o estado de nosotros se quiere servir su divina majestad.

Para al que todavía no ha hecho una opción de vida, este es el momento de preguntarle al Señor, ¿Dónde me quieres, en qué estilo de vida me quieres, que yo sea feliz, que sirva a Dios, que sirva a mi pueblo, que pueda engrandecer mi patria, que pueda embellecer mi familia? ¿Me quieres en la vida matrimonial, en la vida de familia, en algún servicio en especial en tu iglesia, servicio de la humanidad?

 Y así, para alguna introducción, el primer ejercicio siguiente veremos la intención de Cristo nuestro Señor, o sea cual es el sueño de Dios sobre nosotros. Y por el contrario, la del enemigo de la naturaleza humana, y cómo nos debemos disponer para venir en perfección, en cualquier estado vida que Dios nuestro Señor nos diere para elegir. O sea en las dos vidas se busca la santidad, se busca la felicidad, la plenitud. En la vida consagrada, en la vida de familia. Y que cada uno vayamos preguntándonos, lo que ya hemos elegido, nuestro estilo de vida, nuestra vocación, que el Señor nos de la gracia para ir reformando, mejorando, y configurar un poco más nuestra vida con Cristo. Y los que aún tenemos que seguir preguntándonos, Señor, ¿Qué voy a hacer con mi vida, con mi juventud, con mis talentos, con mis simpatía, con mi fuerza, con mi alegría, con mi estudio, con toda mi riqueza? ¿Dónde me quieres Señor, cómo me quieres? Y el Señor nos va a ir hablando en cada contemplación de aquí en adelante.

 

El tercer punto, como decíamos, era pedirle al Señor la gracia de conocer como el mal espíritu me engaña y cómo obra el Señor verdadero en mi corazón. Y vamos imaginándonos los lugares y el modo como se sitúa a cada caudillo, como lo dice en lenguaje de Ignacio. Imaginar así como se sienta el caudillo de todos los enemigos, el jefe de todos los malos, el demonio, el mal espíritu, Mandinga, en un gran campo de Babilonia, con una grande cátedra de humo y fuego, en figura horrible y espantosa. El mal huele mal, el mal tiene imagen que te da miedo, que te da terror, que te empalaga, que te enreda, es confuso, es soberbio, el mal tiene como su imagen de mucha aparatosidad.

El segundo punto, considerar como le hace este llamamiento, o sea cual es el discurso, cuáles son los argumentos interiores y exteriores que el demonio hace a mi corazón y en este mundo. Llame innumerables demonios y los esparce a los unos en una ciudad y a los otros en otra, y así por todo el mundo no dejando provincia, lugares, estados, ni personas algunas en particular. El demonio reparte sus demonios y sus secuaces a todos los pueblos, a todas las culturas, para que tienten, enredan, esclavicen a la gente.

El tercer punto es considerar el sermón que les hace y cómo los amonesta para echar redes y cadenas o sea para esclavizar. El demonio te esclaviza, te ata a tus vicios, a tus pecados, a los prejuicios humanos, a la vanidad de este mundo. Esa son las redes y cadenas que a veces son como insalvables. A veces uno hace tantas cosas que no corresponde, por temor al que dirán, para no quedar mal, para figurar bien, para ser políticamente correcto, y así nos vamos enredando y encadenando. Las redes y cadenas del mal espíritu es que le tiente a todo el mundo con riquezas de todo tipo, dinero, talentos, contactos, imágenes, etc. o sea las cosas, de las riquezas de todo tipo, nos lleva a la vanidad. Primero nos dice, vos tener que consumir, tienes que tener la última de todo, última generación tecnológica, en casa, viajes, en todos los comentarios, y así nos va inflando para enredarnos y encadenarnos. Y como ya nos creemos casi tenemos todo, empieza esta tentación de querer ser famoso, conocido, que me aplaudan, que me respeten. Después de este primer escalón de la riqueza, de la vanidad, me lleva a la soberbia, que es la gran tentación del ser humano, el primer pecado de Adán, esa es la tentación del pecado, a ser como Dios. El pecado siempre está relacionado con la soberbia. De manera que el primer escalón sea la riqueza, el segundo el honor y el tercero la soberbia, y estos tres escalones inducen a todos los otros vicios y pecados. Vemos como es la imagen del mal, como envía por todos lados sus emisarios para engañar y hacer caer a la gente y cual es la estrategia: riqueza, vanidad y soberbia, y de ahí todos los otros pecados. Contemplemos en silencio y le pidamos luz al Espíritu Santo para que nos demos cuenta como eso a veces está arraigado a nuestro corazón y como está en nuestro entorno.

 

Este texto de los ejercicios en el número 135 en adelante, también les ofrecemos un texto bíblico, como un pequeño paralelo de los ejercicios. Yo me imagino que Ignacio de Loyola iba inspirando en la palabra de Dios e iba consignando lo que el Espíritu Santo le regalaba cuando hacía sus oraciones, sus ejercicios.

Tenemos esta imagen de la tentación, de los engaños del demonio, del mal en nuestro corazón y en el mundo, en las tentaciones de Jesús en el desierto.

La tentación está al principio de la humanidad y al final, siempre va haber tentación del mal espíritu. Desde la tentación de Adán y Eva, la lucha espiritual que él tiene que hacer y al final cae y por eso entra al pecado y al mal, hasta el Apocalipsis. Desde el Génesis al Apocalipsis, está como salpicado de esta dinámica de la lucha del bien y del mal en nuestro corazón. El tema de los dos caminos de San Agustín.

Y a Jesús también lo tientan, Mateo 4, “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el demonio” Así que si uno es tentado, no se asuste, nuestro Maestro también fue tentado. Y no hay que tenerle miedo a la tentación, nos van a tentar hasta el fin de nuestras vidas, el tema es como uno responda a la tentación. “Después de ayunar cuarenta días, con sus cuarenta noches, sintió hambre y el tentador acercándose le dijo, “Si tu eres hijo de Dios manda que estas piedras se conviertan en panes” y Jesús le respondió, está escrito, “El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, primera tentación que le quiere apartar de la vida sencilla, de la vida ordinaria. Quiere utilizar a Jesús para que haga milagro cuando no corresponde. La tentación del mal siempre es sacarte de la voluntad de Dios. Luego el demonio llevó a Jesús a la ciudad Santa y lo puso en la parte más alta del templo diciéndole: “Si tu eres hijo de Dios, tírate abajo porque está escrito, Dios dará órdenes a tus ángeles y ellos te llevarán en sus manos para que pie no tropiece con ninguna piedra”, Jesús le respondió, “También está escrito, no tentarás al Señor tu Dios”. El mal espíritu siempre te hace poner como al límite de la cornisa, siempre está tentando a Dios, abusando de los dones y desviándote del camino. Fíjense que la dialéctica que se da es que el mal espíritu lo tienta incluso con la palabra de Dios, el demonio a veces usa la misma palabra de Dios para engañarnos. Evidentemente lo usa de una mala manera, como tentación. Por eso en la vida espiritual siempre hay que discernir si lo que viene a mi corazón es de Dios, lo que sale de mi corazón es de Dios o es del mal. Y la tercera tentación dice así, “El demonio lo llevó a una montaña muy alta, desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo, con todo su esplendor y le dijo: “Te daré todo esto si te postraras para adorarme” y Jesús le respondió “Retírate Satanás, porque está escrito, adorarás al Señor tu Dios y a Él solo rendirás culto” Entonces el demonio lo dejó y unos ángeles se acercaron para servirlo.

Hay algo muy hermoso de Jesús, que Él siempre se defiende del mal con la palabra de Dios, con la oración, con el discernimiento.

 

Pidamos al Señor que nos ayude a darnos cuenta cómo entran las tentaciones en nuestro corazón, en nuestra familia y circulo social, como nos vamos esclavizando por los vicios, por los pecados, por las propuestas mundanas del mundo y cómo estamos enredados, confundido y que nos lleva a pecar, que me lleva a la cultura de la muerte, del egoísmo, de la vanidad, y de la soberbia.

 

 

Una vez que hayamos contemplado brevemente como funciona el mal en mi corazón, como funciona el mal espíritu en todos los corazones, vamos a contemplar la persona de Jesús, cómo es Él, cuál es su llamado y cuál es su estrategia para llevarnos al camino de la vida, al camino del amor, de la plenitud.

 Así, por el contrario se ha de imaginar del sumo y verdadero capitán que es Cristo nuestro Señor. Miremos a Jesús, cómo es su persona, sus gestos, su rostro. El Señor nos transmite paz, nos da esperanza, vida.

Y del primer punto ver cómo Cristo nuestro Señor se pone en un gran campo de aquella región de Jerusalén, en un lugar humilde, hermoso y gracioso. Podríamos decir en lenguaje de los chicos, el demonio siempre es de mala onda, en un lugar horrible. Dios siempre nos transmite buena onda, ganas de vivir, ganas de hacer el bien. Con su sola presencia y la sencillez de las cosas buenas, nos estimula al camino del bien.

El segundo punto es considerar como el Señor de todo el mundo escoge personas, apósteles y discípulos. Los envía por todo el mundo esparciendo su sana doctrina por todos los estados y condiciones de persona. Dios siempre nos manda sus misioneros, sus discípulos de muchas maneras, sacerdotes, religiosos, laicos y las situaciones que nos llevan a la verdad, al bien, al amor, a trabajar por un mundo más justo, a trabajar por la belleza de la vida, a cuidar la vida, a amar la vida, a hacer florecer la vida, y brota de su propia vida sencilla, humilde.

El tercer punto, considerar el sermón que Cristo nuestro Señor hace a todos sus siervos y amigos. Jesús nos llama amigos. En el evangelio de Juan dice: “Ya no los llamo servidores, los llamo amigos, porque les he abierto mi corazón y les he entregado todo el amor del Padre, les he hablado de lo más hermoso del sueño de Dios sobre cada uno de ustedes”. Envía a todos sus amigos, encomendándoles que a todos quieran ayudarlo. Fíjense, el demonio para hundirte y el discípulo del Señor para ayudarte. Quién te hunde en la vida, qué amigo, qué contacto, qué situación, qué ambiente nos hunde como persona, como familia y como pueblo, y qué persona, qué ambiente, qué entorno te ayuda, te da fuerza, te saca adelante. Qué lindo, envía amigos para ayudarnos y para invitarnos a la pobreza espiritual. Y si el Señor quiere también a la pobreza material, y deseando oprobio, menosprecio para que esta cosa siga la humildad. Jesús nos invita a abrazar y a tomar nuestra cruz de cada día. Todo lo que nos pasa por ser buenas personas, por ser honrados, por ser sinceros, por amar a nuestra patria, por tener dignidad, por caminar en el camino de la verdad y del bien, eso nos trae humillaciones, que nos gasten, que se rían de nosotros, que nos proscriban, que nos calumnien y todo lo demás. Son oprobios y menosprecios, y de esto nos lleva la humildad, es como la flor de las virtudes, la virtud más hermosa es la humildad, se destaca en el Señor, en nuestra Señora, la virgen y en todos los Santos. De manera que de estos tres escalones, nos lleve a la pobreza contra la riqueza, los oprobios y menosprecios contra el vano honor del mundo y el tercero a la humildad contra la soberbia, y de estos tres escalones, nos llevan a todas las virtudes.

 

Pidámosle al Señor que nos ayude a conocer estos escalones, estas estrategias de Dios, que nos llevan a la vida, a la plenitud, que nos vuelve hermanos entre nosotros y que nos ayude a caminar en el camino del Señor. Y lentamente mirando cómo es Jesús, cómo son sus palabras, cómo son sus estrategias, hablando con Jesús en mi corazón, con la Virgen o con el Padre.

 

Con todas estas dos banderas que estamos contemplando, el camino del bien que siempre se contrapone con el camino del mal, la vida contra la muerte, el amor contra el odio, y vamos conociendo como funciona esto en nuestro corazón, en la sociedad, en el ambiente.

Vamos hacer este triple coloquio que Ignacio de Loyola nos invita en este momento de las dos banderas. Que nos puede acompañar durante el resto del mes de los ejercicios. Fíjense que es un coloquio para pedir una gracia muy particular. Cuando San Ignacio nos invita para hacer un triple coloquio, no uno sólo, es que lo que estamos pidiendo es muy importante. Estamos pidiendo la gracia del discernimiento, de darnos cuenta cómo funciona el mal en nuestro corazón para librarnos de ello, como funciona el bien, en nuestro corazón, en nuestro ambiente para adherirnos a ello. Por eso es tan bueno que podamos leer las reglas de discernimiento de la primera semana y de la segunda semana, para ir como conociendo un poco más esto que estamos hablando.

Para los que tienen el libro de los ejercicios busquen en el número 313 al 327, que son reglas de discernimientos propios de la primera semana. Las buenas mociones, para recibirlas, y las malas para rechazarlas; y también las reglas de la segunda semana, del número 328 al 336.

En la primera semana el mal espíritu nos tienta de una manera más grosera y más evidente, en la segunda semana la gente que ya está en el camino del bien, que sigue construyendo, está comprometido en alguna actividad en la iglesia, en la sociedad, construyendo la vida, el amor, paz, la justicia, el demonio nos tienta muchas veces con sutileza, con apariencia de bien. Un ejemplo concreto sería tener tantas responsabilidades o tanto tiempo de trabajo y nos agrega un poco más, entonces nos cansa y nos quiebra, y empezamos a estresarnos a deprimirnos y empezamos hacer mal las cosas, ejemplo: a veces en la segunda semana las tentaciones son más difíciles, porque tenemos que elegir entre dos cosas buenas qué es lo mejor, y por eso Ignacio nos pide que le pidamos al Señor en este triple coloquio, con la virgen, Jesús y con el Padre.

 

 

 Hagamos un coloquio con nuestra Señora para que me alcance la gracia de su hijo y Señor, para que yo sea recibido debajo de su bandera, no es algo que yo me lo merezca o yo quiero ser el protagonista, sino que el Señor me tiene que elegir, Él me tiene que poner debajo de su bandera. Y a Jesús le voy a pedir, por medio de María, primero, que me regale la pobreza espiritual y si el Señor quiere también la pobreza material. Segundo, que me de la fuerza para pasar los oprobios,  las injurias, para imitarlo a Jesús.

Me acuerdo que el maestro de novicio nos decía, a veces no hay que pedir tanta humillación, sino la fortaleza para soportarla y tolerarla cuando viene.

Vamos a pedirla entonces al Señor que nos de la gracia de que cuando vengan los oprobios, las humillaciones, la aceptemos y saquemos buen partido de eso. Sólo que lo pueda pasar sin pecado de ninguna persona, ni de desagrado de Dios o sea pedimos todo esto y después a no andar culpando a los demás y quejándose, lamentándose, porque eso lo pedimos porque lo amamos al Señor, y porque queremos caminar en el camino del Señor. Esta gracia que le pedimos a la virgen, también se lo pedimos a Jesús, y rezamos el Avemaría, el Alma de Cristo y también le pedimos al Padre y rezamos un Padrenuestro. Triple coloquio. Nuestra Señora con Jesús y con el Padre. Nos quedamos donde más sentimiento espiritual tengamos, lo que mas nos ayuda, por ahí nos lleva el Señor.

 

 

Escuchamos en la Sagrada Escritura, cómo Jesús nos invita a seguirlo. En Mateo 5, tenemos las bienaventuranzas, que es como el resumen de la enseñanza de Jesús, como algunos dicen. “Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña. Se sentó y se le acercaron los discípulos. Tomó la palabra y comenzó a enseñarles del siguiente modo:

Felices los pobres de corazón, porque el reino de los cielos les pertenece.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los desposeídos, porque heredarán la tierra.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia.

Felices los limpios de corazón, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios.

Felices los perseguidos por causa del bien, porque el reino de los cielos les pertenece.

Felices ustedes cuando los injurien y los persigan y los calumnien [falsamente] de todo por mi causa. Alégrense y pónganse contentos porque el premio que les espera en el cielo es abundante. De ese mismo modo persiguieron a los profetas anteriores a ustedes”.

 

Con estos dos textos de las tentaciones y de las bienaventuranzas, vemos los dos caminos, el camino de la tentación, del pecado, del mal y el camino de la felicidad y de la plenitud. Vayamos contemplando y dialogando con María, Jesús y el Padre para que nos de el don del discernimiento, que me de cuenta Señor lo que no me hace bien y quedaría con todo mi corazón aquello que me da vida, que me hace feliz, que me ayuda a servir a los demás, a ser un hombre, una mujer constructiva en esta Argentina del 2011 que me está gritando la historia, para amar, servir y para ayudar al estilo de Jesús.

 

Examen de la oración:

 

Hacemos un examen brevemente de la oración, en este momento y luego durante el día. ¿Qué es lo que más me ayudó? ¿Qué es lo que más me impresionó de lo que escuché, de lo que fui contemplando? ¿Qué sentimiento tuve en el corazón? De luz, de oscuridad, de tristeza, de alegría, de entusiasmo, de fuerza, de esperanza o me sentía bajoneado, tuve consolado, desconsolado. Y lo anoto en mi cuadernito, que esto me ayuda a seguir creciendo en el Señor.

 

 

                                                                                        Padre Salvador Verón