La morada de Dios

lunes, 16 de mayo de 2022
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16/05/2022 –  Cada uno de nosotros es morada de Jesús y cuando a él lo amamos viene a nosotros y nos convierte en habitación suya. Si a Dios amamos nos convertimos en morada de Dios. Dios está en las alturas, pero también habita en nosotros, de esta manera encontramos que todo lugar es un pedazo de cielo en la casa común.

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -“El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él”. Le dijo Judas, no el Iscariote: -“Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?” Respondió Jesús y le dijo: -“El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estan oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy a su lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien se lo enseñe todo y  les vaya recordando todo lo que les he dicho”.

Juan 14, 21-26

 

Si abrimos el primer libro de la Biblia, el Génesis, y el último de todos, el Apocalipsis, nos encontramos con un Dios que nos quiere tanto, tanto, que se empeñan en vivir en intimidad con nosotros, dentro de una misma casa, dentro de un mismo hogar. En el principio vemos a Jacob que contempla el cielo inmenso donde mora Dios, yive cómo los ángeles van subiendo y bajando por una escalera que se pierde entre las estrellas. Para el Génesis (28,10-22), Dios tiene su casa en el cielo altísimo.

Pero el Apocalipsis, al final de la Biblia, nos completa aquella visión primera. El ángel gritaba entusiasmado con voz poderosa, cuando vio a la Iglesia bajar del cielo toda resplandeciente: – ¡Esta es la casa de Dios en medio de los hombres! (21,3) Estas dos visiones, del principio y del fin de la Biblia, nos dan una orientación para hablar de la casa de Dios. ¿Dónde y cómo encontraremos a Dios? ¿Dónde y cómo vive Dios con nosotros?…Los hombres hemos mirado siempre a las alturas y hemos descubierto por instinto en ellas a Dios. El mismo Jesús se acomodó a esta nuestra manera de pensar, y nos dictó su oración: – ¡Padre nuestro, que estás en el cielo! Y del cielo visible gobernado por el Sol, y del firmamento estrellado, hemos pasado a colocar también en las alturas el Cielo, donde Dios se nos manifestará en gloria durante la eternidad. ¡Aquélla es la casa definitiva de Dios!

Pero el Apocalipsis nos dice que la morada de Dios es la Iglesia, de la que el apóstol San Pablo nos explica que se va construyendo con piedras vivas, hasta que quede rematado un edificio fantástico y del todo singular. El mismo Apóstol nos dice que cada uno de nosotros es morada de Cristo, el cual vive en nosotros por la fe (1Corintios 3,9.Efesios 2,22 y 3,17)Y Jesús nos precisó que, cuando amamos a Dios, Dios viene a tomar posesión de nosotros y nos convierte en habitación suya: – Vendremos y haremos en él nuestra morada (Juan 14,23)San Pablo nos asegura: – Tenemos preparada en el Cielo una casa no hecha por manos de hombre, sino por Dios (2Corintios 5,1)Nos dice Jesús que Él se ha adelantado para prepararnos un lugar, a fin de que estemos siempre en esa su casa que será siempre casa nuestra (Juan 104,2-04)Si unimos este sentimiento de toda la Humanidad, cuando nos dice que Dios está en las alturas, y consideramos después lo que el mismo Dios nos ha dicho acerca de su casa, llegamos a estas conclusiones precisas y bellas:

* Dios está en todo lugar, y en todo lugar lo encontramos y le adoramos en espíritu y en verdad.
* Dios está en la Iglesia, morada suya hecha de piedras vivas, que somos todos los bautizados.
Dentro de esa Iglesia grande, está la Iglesia doméstica de donde vienen en busca del Bautismo y adonde regresan esas piedras con que se construye la casa de Dios.

* Es casa de Dios cada cristiano, pues por la fe y el amor ha tomado Dios posesión de ese corazón, convirtiéndolo en una habitación reservada, donde puede vivir en intimidad con el alma elegida.
* Todo esto, no es más que la preparación y el camino hacia la ciudad eterna a la que nos dirigimos, donde Dios tendrá con nosotros su morada final, indestructible, esplendorosa, llena de delicias y de gozo interminable. Una vez más que nuestro pensamiento se dirige al Cielo.

La doctrina marxista metió la idea de que mirar al Cielo era una alienación, para no trabajar después por la prosperidad del mundo.

Nosotros pensamos en Dios de muchas maneras y lo buscamos por doquier con ansia. No lo buscaríamos si no lo lleváramos dentro. ¿Sabemos gozarnos con Él?…Miramos con Jacob el cielo azul y estrellado, y encontramos a Dios en las alturas. Miramos la Iglesia, y en ella vive Dios como en su casa propia. Miramos nuestro hogar en el que se cree, se ama y se reza, y en él está Dios con nosotros. Miramos el propio corazón, y sentimos la presencia de Dios. Tendemos la vista al más allá, y descubrimos la Casa definitiva de Dios… ¡Qué cosas que nos dice nuestra fe! ¡Qué paz que nos traen a alma!…

La categoría de convivencia con Dios El amor

El capítulo 14 de Juan es un bonito ejemplo de cómo se practicaba la catequesis en las comunidades de Asia Menor al final del siglo primero. A través de las preguntas de los discípulos y de las respuestas de Jesús, los cristianos se iban formando la conciencia y encontraban una orientación para sus problemas.

Así, en este capítulo 14, tenemos la pregunta de Tomás y la respuesta de Jesús (Jn 14,5-7), la pregunta de Felipe y la respuesta de Jesús (Jn 14,8-21), y la pregunta de Judas y la respuesta de Jesús (Jn 14,22-26). La última frase de la respuesta de Jesús a Felipe (Jn 14,21) constituye el primer versículo del evangelio de hoy.• Juan 14,21: Yo le amaré y me manifestaré a él. Este versículo es el resumen de la respuesta de Jesús a Felipe. Felipe había dicho: “¡Muéstranos al Padre y esto nos basta!” (Jn 14,8). Moisés había preguntado a Dios: “¡Muéstranos tu gloria!” (Ex 33,18). Dios respondió: “No podrás ver mi rostro, porque nadie podrá verme y seguir viviendo” (Es 33,20). El Padre no podrá ser mostrado. Dios habita una luz inaccesible (1Tim 6,16). “A Dios nadie le ha visto nunca” (1Jn 4,12). Pero la presencia del Padre podrá ser experimentada a través de la experiencia del amor.

Dice la primera carta de San Juan: “Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”. Jesús dice a Felipe: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y el que me ama, será amado de mi Padre. Y yo le amaré y me manifestaré a él”. Observando el mandamiento de Jesús, que es el mandamiento del amor al prójimo (Jn 15,17), la persona muestra su amor por Jesús. Y quien ama a Jesús, será amado por el Padre y puede tenerla certeza de que el Padre se le manifestará. En la respuesta a Judas, Jesús dirá cómo acontece esta manifestación del Padre en nuestra vida.

• Juan 14,22: La pregunta de Judas, pregunta de todos. La pregunta de Judas: “¿Qué pasa que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?” Esta pregunta de Judas refleja un problema que es real hasta hoy. A veces, aflora en nosotros los cristianos la idea de que somos mejores que los demás y que Dios nos ama más que a los otros. ¿Hace Dios distinción de personas?

• Juan 14,23-24: Respuesta de Jesús. La respuesta de Jesús es sencilla y profunda. El repite lo que acabó de decir a Felipe. El problema no es si los cristianos somos amados por Dios más que los otros, o si los otros son despreciados por Dios. No es éste el criterio de la preferencia del Padre. El criterio de la preferencia del Padre es siempre el mismo: el amor. “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. Quien no me ama, no guarda mis palabras”. Independientemente del hecho que la persona sea o no cristiana, el Padre se manifiesta a todos aquellos que observan el mandamiento de Jesús que es el amor por el prójimo (Jn 15,17). ¿En que consiste la manifestación del Padre? La respuesta a esta pregunta está impresa en el corazón de la humanidad, en la experiencia humana universal. Observa la vida de las personas que practican el amor y hacen de su vida una entrega a los demás. Examina tu propia experiencia. Independientemente de la religión, de la clase, de la raza o del color, la práctica del amor nos da una paz profunda y una alegría que consiguen convivir con el dolor y el sufrimiento. Esta experiencia es el reflejo de la manifestación del Padre en la vida de las personas. Y es la realización de la promesa: Yo y mi Padre vendremos a él y haremos morada en él.