Los rostros del Espíritu Santo

martes, 14 de junio de 2011
image_pdfimage_print

Los rostros del Espíritu Santo

 

Buen día para todos, que tengan un hermoso canto en el corazón y que se lo puedas dedicar a alguien y te sumes a nosotros y a nuestro proyecto de Radio María.

 

Te recuerdo que todos tenemos música en el corazón, todos tenemos música en el alma, depende de cómo esté el alma es cómo tenemos la música, cuando el alma está entristecida necesita música alegre, cuando está demasiado alegre necesita música que lo apacigüe, cuando viene un poco apagada mas ritmo, la música tiene todas esas posibilidades que el alma necesita para ser verdaderamente equilibrada frente al mundo que ofrece un montón de desafíos bellísimos y oportunidades y nosotros queremos encontrarlas con vos en este compartir valores desde la música.

 

La campaña que estamos haciendo es una campaña en valores y nos sumamos con la mejor música que despierta lo que llevamos escondido en el corazón.

 

Se lo queremos decir así al Señor y hacerlo oración para comenzar con nuestra reflexión de la catequesis desde el Espíritu Santo.

 

Cuando nos sentimos mirados por vos Señor, cuando nos reconocemos pequeños bajo tu mirada, nosotros sabemos, desde lo más hondo del corazón nos brota este canto: Te amamos más que todo lo que somos y lo que tenemos, porque tu mirada saca de nosotros lo mejor.

Sobre todo cuando digas ya no hay mas nada para hacer, con esto ya no se puede… acordate de esto: Dios mira hasta lo mas profundo del alma y saca de nosotros – por su amor – lo mejor que tenemos para dar.

 

Dice Pablo en 1º Corintios 2, 11 En efecto, nadie nos conoce como nuestro espíritu, porque está en nosotros. De igual modo, sólo el Espíritu de Dios conoce las cosas de Dios. Palabra de Dios

 

El fuego es tal vez el modo mas llamativo en el que se hace presente el Espíritu Santo en Pentecostés, es una llama de fuego sobre los discípulos y María comunicando su gracia. Una llama de fuego y un viento que sopla sobre ese fuego y lo hace arder aún más. Esa llama que en nosotros está encendida pero posiblemente no con toda la fuerza con que podría estar encendida. El fuego está en nosotros pero a veces está entre cenizas, no apagado sino tapado por las cenizas, necesitamos limpiar las cenizas, remover lo que está encendido y soplar para que ese soplo que viene del Espíritu encienda el fuego en nosotros, brille la luz, congregue en su calor el fuego a los que sienten que la vida resulta un tanto hostil, fría y oscura también.

Cuando hay fuego en la vida, la identidad es clara, como cuando hay luz sobre un rostro se ve claramente quien es, así nosotros necesitamos en la sociedad en que vivimos de este fuego acrecentado en el corazón de los discípulos para que el rostro de la humanidad vaya siendo cada vez mas claro, estamos saliendo de las sombras donde no nos podemos ver ni identificar claramente que el Espíritu Santo venga como el fuego.

 

“Cuando venga el Espíritu les recordará todo lo que yo les he enseñado”, dice Jesús en el Evangelio de San Juan al final de su vida, y nos pone en contacto con la experiencia del Espíritu que hace el apóstol Pablo cuando afirma que nadie conoce lo íntimo de Dios sino el Espíritu de Dios, no basta estar cerca de Jesús para tener conocimiento íntimo del Señor sino que solo en el Espíritu somos capaces de entrar en la profundidad del misterio de Dios. El Espíritu Santo  es el  nombre propio de aquel que adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo.

El término Espíritu traduce el término hebreo ruaj, que en su primera acepción significa soplo, aire, viento, Jesús utiliza esta imagen sensible del viento para sugerirle a Nicodemo la realidad trascendente del que es el soplo de Dios, el Espíritu Divino, Espíritu y Santo son atributos celestiales comunes al Padre y al Hijo.

En el lenguaje teológico estamos designando a la tercera persona de la Trinidad,  Dios se puede decir que es espíritu y que es santo, y que además viene bajo la forma del agua, del agua viva – dice Jesús – que brota de Cristo crucificado y como un manantial y llega hasta la vida eterna, el agua que da la vida, que purifica, que es identificada como vida y que hace presente al Espíritu.

 

A nosotros nos llamó mucho la atención cuando pedimos para nuestra obra una palabra hablando de nuestro obra – al comienzo del año pasado – y nos salió el texto de Ezequiel donde el Señor anticipa la llegada del Espíritu, como un lugar de templo donde brota el agua por abajo de la puerta y llega hasta los ríos y todo lo que toca lo va transformando en un vergel hasta sanear las aguas del mar. Así es la obra que compartimos en el Espíritu y en estos valores.

 

Los valores que vamos compartiendo en el Espíritu, si entendemos al Espíritu como agua son pequeños arroyitos o vertientes que se suman y hacen una creciente que lo inunda todo y llega mucho mas allá de lo que suponemos o imaginamos. En Dios compartimos estos valores, en el Espíritu que es agua viva, nosotros compartimos en este río de agua que es Radio María, nos sumamos para que llegue a quien mas lo necesite y lo transforme, lo renueve, lo sane  y lo llene de vida.

El agua es un símbolo que habla de esta presencia rica, variada, multiforme de tantos rostros con los que el Espíritu se muestra.

 

El aceite es otro rostro del Espíritu Santo.

Es sinónimo del Espíritu es el aceite con el que somos ungidos, esto se nota en la iniciación cristiana, es el signo sacramental de la confirmación, llamada por la Iglesia de oriente crismación, pero para captar toda la fuerza que tiene es necesario volver a la unción primera realizada por el Espíritu Santo, esta es la de Jesús, el Cristo.

 

Mesías en hebreo significa ungido, ungido del Espíritu de Dios, en la Antigua Alianza hubo ungidos del Señor, especialmente David el ungidos por Dios, pero Jesús es el ungido de Dios de una manera única, la humanidad que el hijo asume está totalmente ungida por el Espíritu Santo, el texto de Lucas 18, 19 dice: “Jesús es constituido Cristo, es decir ungido, por la acción del Espíritu Santo”.

 

El aceite supone como todo aceite que penetra hasta lo profundo, que da vigor y da fuerza a la musculatura, al mismo tiempo da brillo. Una persona ungida es una persona que estando en Dios permanece serena, con fuerza, es capaz de brillar y está en lo profundo habitada por él. Cuando hablamos de alguien ungido hablamos de esto. El Espíritu Santo viene a ungirnos.

 

El Espíritu Santo es un viento, un soplo.

 

El viento trae música en su silbido, en su recorrido, depende también de los objetos con que se encuentre. De hecho los instrumentos de viento dependen de cuanto y cómo se sopla, de que manera se articulan los soplidos sobre ellos. 

 

Si hay algo que identifica el soplo del Espíritu es la capacidad de despertar bellos sonidos en el corazón de los que llevamos dentro una partitura grabada eternamente donde Dios quiere ejecutar una hermosa música y esa es la que estamos intentando construir esta mañana con nuestro componer la buena música que está latiendo en el corazón de la humanidad y nos hace tanto bien.

La buena música, la que toca el alma, la que despierta los sentimientos es como el viento cuando sopla sobre un instrumento de viento y le hace decir tantas cosas.

 

El Espíritu Santo es agua, es fuego, es aceite y es gemido.

 

Gimen nuestros corazones, dice Pablo, con gemidos inefables.

El gemido es una expresión de vida que está naciendo y no termina de encontrar la forma de poder articularse de la mejor manera, porque todo lo que hay dentro de si misma en esa vida no tiene una estructura que la pueda articular. Siempre, por más adultos, maduros y formados que seamos, podremos contener la vida del Espíritu.

El Espíritu siempre será un gemido difícil de articular por más humanidad bien parada que tengamos.

 

Nos encontramos el lunes para compartir nuestro despertar con María.