26/10/22 “La vida de Juan de la Cruz (1542-1591) estuvo atravesada por el sufrimiento. Desde su más tierna infancia sufre la pérdida de su padre y de un hermano, junto a la pobreza extrema y a una vida itinerante en búsqueda de supervivencia. Pasados varios años, sufrirá la profunda incomprensión y persecución de parte de sus hermanos carmelitas, que lo castigarán, encerrándolo varios meses en la prisión. Su vida, su experiencia espiritual y sus escritos nos enseñan que no hay atajos para el encuentro con Dios, que éste exige, ineludiblemente, el paso por la fe y que, por más intensamente que sea vivida, comporta la más densa oscuridad”, explicó el Padre Juan Ignacio Liébana, quien nos acompaña cada miércoles en el programa “Acortando Distancias”.
Y es justamente su insistencia en la noche lo que hace de este místico un contemporáneo nuestro. La experiencia que alimenta y sostiene su doctrina nos enseña que las más duras condiciones de sufrimiento que origina el mal bajo sus formas más atroces, no eliminan la posibilidad de la experiencia de Dios bajo la forma de una ausencia que se sufre y se rechaza con todas las fuerzas de que se dispone, de una experiencia de la nada a la que el hombre, por estar habitado por la presencia del Bien sin límites, no puede resignarse en absoluto.
Tiempos así pueden ser tiempos de silencio, de «pegar la boca al polvo» o de quejarse por la falta de lo que más necesita nuestra vida. Pero el silencio, la paciencia y el grito de queja pueden ser también una expresión del reconocimiento de Dios que, mantenido contra viento y marea, permitirá al creyente avanzar hacia días en que la fe sea vivida de forma más luminosa.
1) El camino cristiano planteado en términos dinámicos: Dios y el hombre son los protagonistas y el crecimiento espiritual no es más que el desarrollo de esta relación. El eje de su espiritualidad está dado por la unión con Dios, que se presenta al mismo tiempo como meta del camino espiritual. Para Juan, Dios es un amoroso misterio del que el hombre es destinatario y al que se ve provocado en su libertad para abrazar. La oración es en sí misma una experiencia teologal que acompaña el camino de la unión y evoluciona a medida que el camino avanza: meditación, contemplación inicial y contemplación oscura, son los aspectos oracionales de un proceso de purificación que se da en otros aspectos y ámbitos vitales, que el santo resume agrupándolos en “sentido” y “espíritu”.
2) Fuerte fundamentación bíblica: dotado de una memoria prodigiosa, citaba casi siempre la Biblia de memoria. En sus citas evangélicas hay una preferencia por el evangelio de Juan.
3) Unión transformante: así describe San Juan la meta del camino cristiano, como la transformación en Dios por el amor. La vida teologal, aparece como el único medio próximo de unión con Dios: la fe, la esperanza y el amor nos unen al Señor de un modo misterioso, pero eficaz. Él prefiere el término unión con Dios a otros como santidad o perfección que podrían dar la impresión de algo abstracto. La vida espiritual perfecta no es otra cosa sino posesión de Dios por unión de amor (LlB 2,32).
4) Importancia de las mediaciones: si se trata de unir dos seres tan dispares como Dios y el hombre, será necesario valerse de intermediarios. Entre estas mediaciones algunas son buenas pero insuficientes: los sentidos, las capacidades humanas, la creación. Otras son necesarias: las virtudes teologales.
5) Las purificaciones: simbolismo de los más logrados de su magisterio. Se trata de instancias dolorosas intercaladas en el proceso de crecimiento hacia la madurez cristiana, vale decir que hay noches o purificaciones a lo largo de todo el camino.
Según sea el objeto de la purificación se hablará de noche del sentido o del espíritu. Según el rol del hombre, se hablará de noche activa o noche pasiva.
Para Juan es muy importante reconocer, en estas purificaciones, que la presencia de Dios hace de esa “noche” un momento de gracia. Para llegar a la transformación, el alma debe pasar por la purificación activa de los sentidos y de las potencias: entendimiento, memoria y voluntad.
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