22/08/2023 – Entre las novedades artísticas argentina que tuvo la JMJ de Lisboaestuvo la presencia de los raperos surgidos en la provincia de Misiones, Andrés Castellano y Braian El Legendario. En el diálogo que mantuvimos con ambos se sumó Norma Muñoz, docente del profesorado en ciencias sagradas del colegio Champagnat de Buenos Aires. Norma lo conoce a Andrés porque es su alumno y también a Braian, ya que los dos son parte del grupo misionero marista que acompaña a la comunidad de Icaño, en Santiago del Estero.
Andrés, nacido en el pintoresco pueblo de San Pedro, en la provincia de Misiones, lleva consigo la esencia de su lugar de origen en cada una de sus canciones. Después de terminar la escuela, Andrés decidió aventurarse en busca de nuevas oportunidades y se mudó a la bulliciosa ciudad de Buenos Aires. Y mientras Andrés estaba en un evento musical junto a Brian El Legendario, conoció a un dúo de mujeres mexicanas llamadas Claudia y Nancy de “Adoradoras de fe”. Surgió una hermosa amistad y, como si fuera cosa del destino, surgió la oportunidad de colaborar en una canción juntos.
Lo maravilloso de esta colaboración es que tendrán la oportunidad de estrenar la canción durante la Jornada Mundial de la Juventud que se llevó a cabo en Lisboa. Castellano estudió en el colegio San Francisco de su natal San Pedro desde jardín de infantes hasta quinto año. “Siempre me gustó mucho todo lo que tiene que ver con el estudio. Siempre tuve buenas notas. En ocasiones representé al colegio en competencias de historia, geografía, matemáticas, y en 2012 fui presidente del parlamento estudiantil. En la infancia y adolescencia, mi entretenimiento tenía que ver con el estudio, con leer. Me gustaba actuar. Siempre me gustaron las obras de teatro, pero respecto a la música, nada. Ni siquiera me gustaban las clases de música en el colegio. Tampoco en mi familia hay músicos, mucho menos en lo que hago, que es el rap. Cuando empecé, no había muchos que hicieran rap o que tuvieran amigos en el tema”, comentó. Su historia con la música comenzó en 2016. Contó que “siempre le preguntan ¿por qué empezaste a hacer eso?, ¿cómo empezó? Y contesto que venía de una familia que cultivaba la fe; que lo hacía también en el colegio pero que, a los 17 años, con la adolescencia, por problemas de la vida, fue como que me enojé con Dios, con la iglesia, y me alejé. Por cuatro años estuve distanciado de todo eso”.
En 2016, durante un campamento de jóvenes católicos al que lo invitaron, Andrés vivió un momento especial con Dios: “Sentí muy fuerte su presencia en mi corazón, y eso me llevó a querer mejorar mi vida. Quería poder hablar de este amor de Dios, y le pedía que me dé algo, no sabía bien qué. ‘Quiero señor que me des algo con lo que yo me entretenga, sino por ahí voy a volver a lo mismo de antes’, le dije. Lo loco fue que, en el último día, de los tres que duró el campamento, un chico presentó una obra de teatro en rap. No rapeaba sino que era la música de fondo. Esa fue la primera vez que escuché rap cristiano, que no sabía que existía. No sabía que se podía usar ese estilo de música para hablar de Dios. Nunca lo había escuchado”, expresó. Admitió que “fue algo que me llamó mucho la atención, y automáticamente dije: quiero eso, voy a aprenderlo. Fue una decisión que empezó en ese momento, y nunca paré, hasta ahora. Desde ahí cambió por completo mi vida porque me empecé a enfocar en crecer, tanto en la fe como en la música. Eso me llevó a formar una banda con chicos de San Pedro, con quienes estuvimos diez meses cantando en la zona, en Eldorado, en las peñas. Después, como ellos proyectaban ir a estudiar, nos separamos”.
Braian Retamoso, en tanto, desde los 7 años se dedica a la música. Desde hace algunos meses que vive en Buenos Aires. “Es como que Dios te regala a muchas personas buenas que ni te preguntan a qué te dedicas, quién sos ni nada, sino que lo hacen de corazón. Así que en ese sentido estoy re agradecido en el ámbito en el que estoy, me siento rodeado de amor y arte”, dijo. Junto a Norma y a otros jóvenes maristas, Andrés y Braian misionan en Icaño, en Santiago del Estero.