17/01/2024 – El padre Martín Rebollo Paz, quien vive en la basílica de San José de Flores, de la ciudad de Buenos Aires, tomó el texto de Marcos 3, versículos 1 al 6, desde la reflexión inicial que hiciera en su momento Víctor Manuel Fernández. “La mano, que simboliza el trabajo, la creatividad, la iniciativa, está atrofiada. Por eso Jesús, al curar a este enfermo, lo impulsa a moverse, a dar un paso a la vista de todos, y a extender su mano, y así no solamente sana la parálisis de su mano, sino su desconfianza ante la vida, su ensimimmamiento, su inseguridad interior y sus miedos. Jesús indica que hacer el bien al hermano necesitado está por encima de las demás leyes, y se presenta como un amante de la vida, dador de vida para el hombre. Pero los fariseos, que debían buscar el bien del pueblo, son incapaces de alegrarse por el bien de la persona curada, como pide san Pablo. alégrense con los que están alegres, lloren con los que lloran”, indicó Rebollo Paz.
“Esta insensibilidad indigna a Jesús, que los mira lleno de dolor por la obstinación de sus corazones, encerrados en las propias ideas y permanentemente preocupados por su poder en la sociedad. Los fariseos advirtieron el cuestionamiento de la mirada de Jesús, y a partir de ese momento decidieron que esa mirada cuestionadora debía ser eliminada. No toleraban que alguien se atreviera a enseñarles algo. El hombre enfermo reconocía su necesidad de ser curado, y Jesús pudo liberarlo; pero los fariseos, enfermos de envidia y de egoísmo, que no se sentían necesitados de nadie, no pudieron ser curados. Jesús no obligaba a nadie a recibir su oferta de salvación”, terminó diciendo el padre Martín.