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La lucha: pan cotidiano de nuestra vida.
miércoles, 4 de julio de 2007
Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas.
Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos.
Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado.
Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.
Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come.
Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse.
Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta.
Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.
Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?.
El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.
El le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto.
Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.
Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?
El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.
Y le dio Jehová: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria.
A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar.
Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará.
Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron.
1 Reyes 19, 1 – 18
Tu vida, mi vida, la vida de cualquier ser humano que pisa sobre ésta tierra, nuestra existencia es verdaderamente un lugar de combate de lucha. Hay que pelearle a la vida para ganársela. Esto ocurre desde el principio.
Así Dios lo determinó dice la Palabra en el Libro del Génesis cuando antes las consecuencias que se siguen de la ruptura del vínculo con Dios se advierte que desde ahora en adelante que el camino penitencial del hombre, el camino de lucha cotidiana supondrá una labor ardua para ganase el pan de cada día, no solamente aquel que alimenta nuestro vientre sino el pan que brota del trabajo que satisface la propia persona dignificada en el, el pan que resulta de la amistad laboriosamente construida en un vínculo que se sostiene por encuentros, por diálogos, por acuerdos, por desencuentros que se hacen caminos de reconciliación.
Lo duro y difícil que se hace la vida por lo vincular y familiar y lo laborioso que supone sostenerla en lo de todos los días, particularmente en el matrimonio donde dos distintos confluyen en un mismo lugar para construir un mismo espacio llamado ahora más que casa, hogar, donde Dios se hace presente para revelar su rostro comunitario en ese lugar donde El ha querido hacer su casa como en ningún otro lugar. Esa iglesia a la que llamamos doméstica.
Como lo hizo Francisco de Asís en San Damián simbólicamente y después lo hizo en todas y cada uno de los lugares donde fue reconstruyendo la vida eclesial en su tiempo supone entrega y esfuerzo el reconstruir la propia casa como iglesia doméstica, el trabajo de diálogo, el trabajo de discernimiento, el trabajo en la oración, el trabajo en la tolerancia, en el saber comprendernos, en esperar los tiempos, en el buscar el bien del otro, en el no pensar solamente en mi mismo, en abrirme a entender su dinámica y aprender a comprender la mía, y a poner nuestras dinámicas en fuerzas sinérgicas que hagan que caminemos juntos con un mayor empuje que si lo hiciéramos solo.
Es lucha y es trabajo la vida de todos los días cuando nosotros de cara al inicio de la misma jornada igual que la de ayer, el frío hace que nos diga ay que bueno que está para quedarse en la cama hoy, tomarse unos mates en casa y no arrancar la jornada para demorarla un poco más de lo habitual.
Hay que vencerlo al frío y para que el calor de lo compartido con otros y de la tarea ofrecida a Dios aparezca con toda su fuerza y con toda su presencia hay que ponerle no solamente una campera al cuerpo. Hay que ponerle la decisión de ir hacia delante y no dejarnos amedrentar, no dejarnos achicar, ni arrinconar por una situación climática que no es la que desearíamos. Lo mismo nos pasa cuando estamos con calor, cuando llueve, cuando va a caer la nieve o cuando hay mucho viento.
A veces aunque parezca que lo tenemos incorporado al clima no es siempre es tan fácil y suele ser nuestra conversación primera como si el ambiente y el clima en el que nos movemos estuviera como queriendo determinar nuestro comportamiento cuando en realidad el comportamiento nuestro se define por opciones y las opciones suponen siempre una posibilidad de avanzar en medio de las dificultades.
Eso es lo que hace nuestro amigo Elías. Este personaje tan pintoresco que nos ofrece la Palabra es un poco como que se excusa delante de Dios. Israel ha vencido a los Baales y quedo yo solo. Si y no tanto. El ha enfrentado a los Baales y ha salido con el poder de Dios a destruirlos y matarlos y hacerlos pasar por la espada y a burlarse de ellos . Ahora la reina Gesabel que domina a todos los Baales le ha dicho: a vos no te va ir bien conmigo y espero poder matarte mañana.
Cuando Dios le pregunta: que hacés aquí Elías?, Elías está viendo como zafar de la situación que el mismo se lo buscó, porque Dios se la pidió pero ahora está como queriendo retroceder. No se ha ido de retiro espiritual al monte Elías. Está escapando.
Dios le dice precisamente: no te escapes, yo te voy a alimentar en el camino porque tu camino es largo, yo te voy a fortalecer en tu andar porque necesitas fuerza y que venga de mi y vos vas a afrontar lo que tenés que afrontar porque yo estoy contigo. Y la presencia de Dios se manifiesta en lo simple, en lo sencillo. El lo buscó en el huracán, el terremoto y el rayo y Dios le dijo yo estoy en la cosa simple, estoy con vos, sigo siendo todopoderoso y si has vencido a los Baales no ha sido por tu poder.
Con esa misma fuerza vas a vencer a la reina Gesabel y vos vas a ungir a un nuevo rey en éste territorio, definitivamente mi triunfo sobre la acción de los Baales va a estar en nombre de todos aquellos que no doblen su rodillas frente a la acción de ellos sino que de pie permanezcan en la lucha con lo que invito hoy a vos a estar de pie en tu lucha.. La vida, la tuya y la mía, la nuestra, es una lucha y vos sos testigo de cuantas veces queriéndote acobachar queriéndote meter en tu cueva Dios te invitó a dar un paso y enfrentarla. En Dios nuestra pequeñez se hace grande.
Cuanto la vida nos ha ofrecido de lucha que supimos enfrentar y cómo la enfrentamos, con la herramienta del tesón, de la fe, con la herramienta del saber hablar y buscar apoyo en otros para poder vencer, con la herramienta de la oración y con la herramienta de la buena voluntad y querer construir y reconstruir la vida con la lucha.
En la lucha nuestra de todos los días, en la cotidiana, hay un obstáculo fuerte que nos aparece a todos y que no resulta tan simple de vencer. Es éste que Elías encontró en el camino cuando dijo: que me venga la muerte, acá me entrego bajo el árbol, que Dios termine con mi vida.
Sabes cuando ocurre eso, cuando tensamos demasiado la cuerda. Cuando entre los objetivos que nos ponemos y las posibilidades de alcanzarlos ya no nos da más el cuero, ya no nos da más la vida. Cuando entre los ideales que tenemos y las realidades ciertas de alcanzar esos ideales hay una diferencia de distancia tan grande o la sentimos al menos así que decimos no me da más la vida hasta aquí llegué. Esto tiene un nombre, en éste tiempo lo llamamos estrés.
El estrés es cuando tiramos demasiado la cuerda y ya no nos da más la vida, no nos da más el aliento, no nos da más las fuerzas. Elías viene de un gran estrés. Cuando Elías dice: los israelitas han enfrentado a los Baales y ahora quedo yo solo, es mentira. El ha estado peleándola y se les ha estado burlando a los profetas de los Baales en la cara y ha matado más de uno. Ha hecho que Dios venza con su fuerza, con la fuerza del mal, precedidos y gobernados por Gesabel y ahora el que no da más es Elías.
Dios se encarga de curarlo. Se duerme debajo de la retama. Dios lo deja que descanse, recupera la fuerza física, lo alimenta, lo toca el hombro un ángel, le da una torta hecha para que la coma, la come, se vuelve a dormir y dice ahora camina porque el camino que tenés es largo.
Como se vive una espiritualidad en el estrés. Aprendamos de Elías. Lo primero es ponerle nombre a lo que nos pasa. Ese no doy más, no me das más la vida, no me da más la tela. El pantalón me alcanza para dar éste paso y si doy un pasito un poquito más allá se me va a abrir, el cuero tiene un límite.
Hasta que yo no logro detenerme frente a esto no voy a poder a vivir una espiritualidad honda y profunda en medio del cansancio. Tiene que tener el nombre propio lo que nos ocurre. Porqué no te da más la vida, a donde es que sentís que se te acabó el aliento, de que lugar de combate venís donde te parece que ya no podés más.
Hasta que no logramos expresar esto no encontramos la manera de salir de aquel lugar de derrota donde es necesario poder pasar para poder vencer. No hay verdaderamente un triunfo sin pasar por algunas peleas que hayamos perdido. O si al menos no la perdimos no robaron una parte de lo nuestro. No te sentís un poquito estresado? Te puedo asegurar que no hay una razón que te asiste para decir porqué estás así. Donde se estiró demasiado la cuerda?.
Donde es entre lo que vos pensabas que podía ser y lo que llego a ser hay una diferencia que hoy te genera una angustia por no haber alcanzado lo que te planteaste como objetivo. Posiblemente sea las ilusiones de tu matrimonio, los sueños de tu familia, tus proyectos para vos, lo que vos pensabas que podía ser una vida distinta para tus hijos con la educación que le diste, lo que vos soñaste como proyecto de vida personal en el estudio, en la facultad, que hoy te encontraste con un bochazo o la materia que estás por rendir a pesar de que te ha ido tan bien en éste tiempo sentís que ya no hay un nuevo desafío para vos y entonces medio que la afrontas con cierta desidia interior.
Hay algún lugar donde la cosa se hace estresante y la cuerda se estira un poco más. ¿Cual es ese lugar? Elías lo reconoce. Ha sido el combate con los Baales. Son los que le dan un poco que lo ponen de cara a Dios: fui yo el que los pasé a cuchillo a todos éstos y a los que vencí.
Los otros profetas, dicen en el fondo la Palabra no participaron tanto en ésta lucha como Elías. Tienes sus razones Elías. Viene del combate. Vos también venís del combate pero si no reconocés que venís de tu combate tu estrés no se va, tu estrés permanece. Hay que ponerle nombre a la cuerda estirada de tu vida.
Capaz que no sea una razón sino que sean varias razones las que se han ido acumulando en el tiempo. Algunas están vinculadas a tu historia familiar, a la nueva familia que formaste, a los hijos a los que educás, que otro tiene que ver con tu personalidad, que alguna cosa venís acumulando de tu tarea, de tu servicio, de tu trabajo, que otra tiene que ver con tu vínculo de amistad, que otra con la comunidad a la que perteneces, sumá, sumá y sumá y vas a ver que aparece el mismo síntoma.
Cuando pensás como seguir decí lo de Elías: yo acá me quedo, de acá no me muevo. De acá no me mueve nadie. Cuando estamos así y no le hemos podido poner nombre a lo que nos pasa, el estrés nos gobierna y no somos dueños en medio del estrés de una espiritualidad saludable. Elías es muy sano en su planteo. Le explica a Dios lo que le pasa y le dice: acá me quedo. Dios le respeta su cansancio y le dice: dormí Elías, le da la gracia de dormir, lo alimenta. Descansá, recupera fuerza porque tu camino es largo.
Sin duda que en María está la gran fuerza para el combate.
Quien podrá con nosotros dice el Apóstol, si el amor de Dios está en nosotros. Sin duda el motor que permite avanzar y reconquistar la vida y sus sueños y sus ilusiones y su gusto por ella está en la fuerza del amor que sin duda nos viene de lo alto aunque mediada por el gesto fraterno, de compañero de camino.
Sin duda que el tomar la fuerza nueva para la lucha está en ese motor increíble que es el amor que todo lo puede, que es el amor que no tiene límites, que es el amor que vence en medio de las oscuridades, de las dificultades, de las crisis. El amor puede más y el amor se hace más fuerte. Realmente el amor es más fuerte que la muerte como dice la Palabra.
Es éste lugar que Dios recupera en el corazón de Elías cuando lo invita a encontrarse con El. Que haces Elías aquí, tengo celo por el Señor. Y quien es el Señor por cual Elías tiene celos: es el Dios del amor. Elías está defendiendo la alianza y la alianza de Dios con el pueblo es una alianza de amor. Es el amor el que lo hace enfrentar a los Baales, es el amoe el que lo hace vencer, es el amor el que lo ha vencido y ha hecho que Elías se entregue y Dios tome en su amor su entrega y lo ponga de pie y lo hagas caminar el camino largo que le queda por recorrer.
Es un don el amor, es una gracia. Hay que pedirla para que renueve nuestra vida y retome ésta su nuevo sentido y su nuevo valor Es en el amor donde nosotros podemos con el estrés que nos hace como Elías decir: hasta acá llego, no doy más, no me da más la vida, no puedo más.
Es el amor que nos pone de pie cuando nos hemos encontrado con ese límite que nos hace ir más allá del propio límite. Porque tiene ésta capacidad expansiva el amor de hacernos salir de nosotros mismos e ir hasta donde el otro está y nos necesita, a donde el otro está y nos busca y nos espera, más allá de la fuerza que tengamos es una fuerza nueva la del amor que lo hace todo posible.
Si Dios, el Dios del amor está con nosotros dice Pablo, quien estará contra nosotros, que podrá contra los elegidos de Dios, quien podrá contra el amor de Dios, te aseguro que nada. La vida y su lucha de todos los días se renueva por la fuerza de éste motor que te hace ponerte de pie cada mañana y enfrentar lo que viene con la decisión y la determinación que puede más que como está el clima, que como está el día, que puede ser una circunstancia, que cuales son los debes y los haberes que hay delante de nosotros.
El amor s una cuenta que tiene como un código distinto donde siempre da positivo, donde nunca hay debe, donde siempre hay un haber a favor nuestro.
El camino es largo y Dios nos descansa y nos alimenta en ésta mañana para invitarnos a ir con El más allá de lo que hasta aquí las fuerzas nos han dado
Padre Javier Soteras
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