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El don del consuelo y de la fortaleza
viernes, 27 de julio de 2007
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios. Porque así como participamos abundantemente de los sufrimientos de Cristo, también por medio de Cristo abunda nuestro consuelo. Si sufrimos, es para consuelo y salvación de ustedes, y esto les permite soportar con constancia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos.
2 Corintios 1, 3-6:
Esta Palabra de Dios nos invita a la fortaleza, a creer que Dios puede mas de lo que a veces puede el dolor, el sufrimiento, la tristeza, la desazón, la desilusión, el desencanto.
La superación del cansancio, a veces aséptico, no pasa por quitarle todo sentido a ciertos momentos áridos y de desaliento que hay en nosotros, hay que encontrarle un sentido mas hondo a ese dolor, a esa humillación, a esa desilusión, a ese desencanto, el imitar a Jesús es a veces también una misteriosa asociación a su misterio pascual, e implica experiencias que a veces no son del todo gratificantes en primera instancia para luego si hacerse verdaderamente gratificantes, cuando con Jesús somos capaces de entregar la vida muriendo con Él.
En Jesús también podemos resucitar con Él, cuando el Señor se hace uno de nosotros baja hasta el fondo de nuestra condición humana, experimenta el cansancio, la desilusión, la angustia, el temor, la soledad, y es justamente esta experiencia honda de Jesús la que nos invita a nosotros a crecer en esa solidaridad con Él y con todos los que sufren y superar estos lugares con Él y con los que esperan las dificultades confiando de que en Dios todo lo podemos, por ese don de consuelo en la gracia de la resurrección con el que Jesús nos visita.
Este don y esta gracia llegan a vos que te encontrás con el alma como arrugada, es esta gracia de saber que por ese camino de cansancio, de desilusión, angustia, temor, soledad, desencuentro, desencanto, pasó también Jesús y Él pudo salir de ese lugar reconfortado y fortalecido para que recibiéramos nosotros la gracia del consuelo y poner de pie a los que así lo necesitan.
La invitación de la catequesis es levantar el corazón, la esperanza, la alegría y sentir que a pesar de que estamos casi en el último aliento, en el último suspiro, en la última fuerza Dios viene a nuestra ayuda para consolarnos y fortalecernos y desde allí movernos a nosotros también a ser consuelo, fortaleza, alegría y gozo para los que están pasando tribulaciones semejantes a las nuestras, porque Dios nos consuela para consolar.
Dios esta cerca del que pasa por momentos duros y difíciles, sostiene y acompaña en la lucha y esa experiencia que hacemos a veces de escepticismo de que todo se derrumbo, se cayó, ya nada tiene sentido, no se curan buscando triunfos sino con la certeza de que Dios puede actuar misteriosamente en toda circunstancia, también en medio de los aparentes o reales fracasos y dolores, de ahí que Pablo se gloría en su debilidad donde se manifiesta perfectamente la fuerza de Jesús, porque dice el apóstol: “Llevamos, nosotros, este tesoro en recipientes de barro” para que aparezca una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.
Pablo acepta con agrado la tribulación, la persecución, los fracasos para que a través de ellos se manifieste la vida en los discípulos, por eso renuncia a gloriarse en cosas visibles, esta actitud lejos de disminuir el generoso impulso de llegar a todo y a todos con Dios lo alimenta al apóstol y le permite decir gastaré toda mi vida y me desgastaré totalmente por ustedes, porque esta dimensión de fruto que se esconde detrás del dolor, del sufrimiento es la que en mas de una oportunidad sostiene a los que con amor se entregan en la lucha de todos los días sabiendo que no hay situación de cruz que no traiga aparejado después la gracia de la resurrección.
Cualquiera sea la cruz por la que hoy te toca pasar entrégala, vivila en Jesús con la confianza absoluta que esto produce mucho fruto, “Solo si el grano de trigo muere da fruto, si no muere queda estéril”.
Te invito a no arrugar el corazón sino a enfrentar lo que viene con decisión, con determinación sabiendo que en medio de la lucha Dios es capaz de hacer grandes cosas, te invito a redoblar la entrega para que puedas decir que solo casi parecía que todo terminaba pero que muy cerca de ti había una gracia que te ponía de pie y te invitaba a seguir adelante.
El sentido de misterio pascual en el que se va entremezclando nuestra vida por dolores y alegrías, por tristezas y gozos, por luchas, esfuerzos, desencantos y el entusiasmo de poder vivirlo todo en Dios produce mucho fruto, nuestra vida esta llamada a ser fecunda pero no desde cualquier lugar sino desde este lugar donde también lo duro, lo doloroso tiene sentido.
Jesús decía: “La gloria de mi Padre está en que ustedes den fruto abundante” pero también dice que solamente se da fruto cuando nosotros somos capaces de entregar la vida como el grano de trigo que si no muere no produce fruto, por eso cuando deseamos ser fecundos tenemos que saber que ni la misma situación mas triste, mas difícil, mas dolorosa, mas crucificante puede frente a este florecer de la vida con el que Dios nos quiere dando gloria a los demás, dando gloria a Dios y estando al servicio de los demás, es misterioso como ocurre esto de ser fecundos en el dolor.
Te invito a que te dejes alentar el corazón, a que dejes que el calor del amor de Dios ponga de pie tu tristeza, te saque de la angustia, te libere de lo que te oprime interiormente, te aliente a ir hacia delante afrontando las dificultades con la certeza absoluta que sea lo que sea que tengas que afrontar y cual sea el resultado que esté a simple vista si lo vivis en Dios, es decir entusiasmado, seguramente va a producir muchos frutos eso que hoy estas viviendo y que hoy te parece como incomprensible y difícil de enfrentar. Te invito a renovar tu esperanza y a ponerte de pie, a recibir la gracia del consuelo que no es otra que esta, no hay situación dolorosa que detrás no ofrezca un costado de resurrección si en Jesús nos animamos a vivirlo con entereza.
El Señor nos permite estar de pie en medio de la lucha, solo es posible esto por la acción de la gracia de Dios, solamente la acción de la gracia puede sanar nuestros escepticismos, nuestros desalientos, nuestros desencantos, nuestras desilusiones, solo la fuerza de la gracia puede contra todo lo que frena, repliega, cuando entra la gracia en lo profundo de nuestras motivaciones, en lo mas hondo de nuestras energías, por eso es necesario invocar cada día la acción de esta gracia que la trae el Espíritu, para que sea Él que nos fortalezca interiormente, para que nos regale una vez mas energía, la alegría inagotable de entregarnos por Dios y por los demás, el Espíritu Santo que es vida y vida en abundancia, vida pura, vida plena, vida intensa.
Si hay algo en el mundo que tenga vida es por que allí esta el Espíritu Santo derramado desde la vida infinita, dice Juan 6, 63: “El Espíritu es el que da vida” en la raíz de nuestra vida, de nuestra existencia solo el Espíritu Santo puede hacernos sentir y sabernos vivos, puede lograr que no solamente sobrevivamos y soportemos la vida en la lucha sino que encontremos sentido y que nos entreguemos en la lucha, en la dificultad y en la actividad de lo que nos toca en medio del combate, sabiendo que en medio de todo eso Dios recibe nuestra ofrenda de corazón y hace que produzcamos en Él mucho fruto.
Para cuando nosotros nos dejamos inundar por este movimiento del Espíritu la Palabra de Dios tiene una promesa cierta de vida, no solo de vida eterna sino también de fecunda vitalidad aquí en la tierra, dice el Salmo 92 “El hombre de Dios florece como una palmera, crece como un cedro del Líbano, en la vejez sigue dando fruto, se mantiene fresco y lleno de vida”, en Jeremías 17, 7-8 dice: “Bendito el que confía en el Señor porque Él no defraudará su confianza, es como un árbol plantado a las orillas del agua, no temerá cuando llegue el calor y su follaje estará frondoso.
En año de sequía ni se inquieta y no deja de dar fruto.” y tu vida está llamada a esto, no a dar algún fruto sino mucho fruto, estamos llamados a ser fecundos y con la fecundidad que nace del misterio de la cruz donde el Espíritu sostiene al que se entrega y se ofrenda para que en esta dinámica de amor encontremos el verdadero sentido, solo la esperanza puede comunicar esa tensión suelta y tirante al mismo tiempo, esa elasticidad y ligereza, esa frescura propia de un corazón fuerte, esa alegría elástica, esa despreocupada y confiada valentía al que se siente hondamente joven, la juventud y la esperanza sobrenatural afecta lo mas profundo de nuestro ser, nos hace joven el don de la esperanza que nace de la presencia del Espíritu, que nos pone de pie y nos resucita cada mañana como Jesús en aquella mañana del domingo.
En el Evangelio de San Marcos cada vez que Jesús aparece poniendo de pie, haciendo que alguien se pare, Marcos utiliza el mismo verbo con el que hace referencia a la gracia de la resurrección con la que el Señor es sacado del sepulcro, por eso cada vez que nos ponemos de pie en esta clave entendemos que estamos resucitando, también estamos dando vida.
Te invito por la gracia de Dios y por el Espíritu Santo a que te pongas de pie, a que resucites, a que te levantes, a que camines, el día de hoy te espera con los brazos abiertos, no importa cómo sea, tu vida será fecunda entre el dolor y la alegría, esta llamada a ser pascua de Jesús, deja que el Señor te asocie a su misterio.
Padre Javier Soteras
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