Los misterios de gozo

miércoles, 23 de noviembre de 2011
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Catequesis 22/11/11

Configurarse a Cristo por María

 

Oración

“Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu para darnos nueva vida y renovarás la faz de la Tierra. Dios, que iluminas los corazones de tus fieles con las luces del Espíritu Santo, danos gustar todo lo recto según el mismo espíritu y gozar para siempre de sus consuelos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.”

 

Configurarse a Cristo por María será el eje de nuestra catequesis de hoy, y por allí en algún momento de nuestro encuentro y de nuestra reflexión, será el comprender desde esta expresión que utiliza Juan Pablo II lo que nosotros solemos decir tantas veces en una expresión propia nuestra de argentinos: “No hay prenda que no se parezca al dueño”. El configurarnos a Cristo por María, desde el encuentro con María, y desde la Madre de Jesús. Donde está la Madre está Jesús y allí estamos nosotros configurándonos, haciéndonos parte de ese camino de vida y de testimonio de amor.

 

1.-Los Misterios de Gozo: Alégrate María

La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. Nos estamos deteniendo, y lo recordaba hace un momento, y si te estás sumando recién esta mañana, en cada uno de los misterios del Rosario, a partir de hoy, vamos a contemplar los Misterios Gozosos. Y el primer momento para contemplan desde el Misterio Gozoso se caracteriza justamente por eso, por el gozo, por la alegría que produce el acontecimiento de la encarnación. Eso es evidente desde el primer misterio, la Anunciación, cuando el saludo de Gabriel a la Virgen de Nazareth se une a la invitación a la alegría mesiánica. “Alégrate María”. A este anuncio apunta toda la historia de la salvación, es más en cierto modo podemos llegar a decir que la historia misma del mundo se va a comprender desde este gran anuncio: Alégrate María, concebirás y darás a luz un hijo, Dios con nosotros. Cada uno de los cinco misterios que estamos llamados a contemplar diariamente, cada uno de este contemplar la vida de Jesús, como lo recuerda Juan Pablo II, no es otra cosa que para esto, para configurarnos, asemejarnos, acercarnos a aquello que estamos contemplando. El regocijo y la alegría se percibe en el segundo misterio en la escena del encuentro con Isabel, donde la voz misma de María y el encuentro en su seno hacen saltar de alegría a Juan. Repleta de gozo es la escena del tercer misterio, de Belén, donde el nacimiento del niño, del salvador del mundo, es cantado por los ángeles y anunciado a los pastores como una gran alegría. Tal vez te esté pasando que el hecho de estar reflexionando, deteniéndonos, tal vez haciendo sus trabajo, en casa, en la oficina, o camino al trabajo, llevando los chicos a la escuela, donde quieras que te encuentres en este momento, el mensaje de Radio María, como descubrimos en estos tres primeros de gozo, justamente la alegría: Alégrate María, el primer Misterio. Saltó de alegría, el segundo misterio en la visita de María a Isabel. Y el anuncio de los ángeles a los pastores: Les anunciamos una buena noticia, una gran alegría, en Belén nació el salvador.

Pero ya los dos últimos misterios de gozo, aún conservando el sabor de la alegría, van dando indicios de lo que será el drama de la Cruz. Lo recordamos, el cuarto misterio, la presentación en el Templo, a la vez que expresa la dicha de la consagración, a la vez que expresa la dicha de este anciano que estaba esperando ver el gran día, pero en esta presentación también contiene la profecía que el niño será señal de contradicción como lo leemos en el capítulo segundo del evangelio de Lucas. Será señal de contradicción para Israel y Simeón anuncia también a nuestra Madre María, que una espada traspasará su corazón, su alma de madre. Y aquí se va haciendo este giro en el comprender justamente este anuncio gozoso de los tres primeros misterios. También lo será de gozo y dramatismo el quinto misterio: El niño Jesús que después de dos días de camino, mientras volvían de Nazareth, se dan cuenta que no está en la caravana de aquellos parientes, amigos, vecinos, que desde Jerusalén volvían. Tenía, nos dice el evangelio, doce años. Aparece en el Templo Jesús con su sabiduría divina pero escuchando y preguntando y ejerciendo sustancialmente el papel de quién enseña, no solamente Jesús está escuchando y preguntando, ya su palabra de niño está cuestionando. La revelación de su misterio de Hijo dedicado enteramente a las cosas del Padre. Esto no hace más que anunciar aquella radicalidad evangélica ante las exigencias que ante lo absoluto del Reino cuestiona los más profundos lazos de afecto humano. Más tarde Jesús va a decir que el que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no sirve para ser mi discípulo, no sirve para el Reino, Jesús lo comprende desde pequeño y ya lo está viviendo en este misterio que contemplamos, el último cuando rezamos los misterios de gozo, el niño perdido y hallado en el templo. Cuando José y María, sobresaltados y angustiados lo encuentran, termina diciendo el mismo evangelio de San Lucas, no comprendieron sus palabras. De este modo, meditar los misterios gozosos, significa adentrarse en los motivos últimos de la alegría cristiana, en el sentido más profundo de nuestra verdadera alegría, verdadero gozo, no es otras cosa que fijar la mirada sobre lo concreto del misterio de la encarnación y también comenzar a vislumbrar lo sombría del preanuncio del misterio del dolor salvífico y que bueno en esta contemplación, en ese mirar, en este ir rezando misterio a misterio cada avemaría, María nos ayuda a aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos que el cristianismo es toda una buena noticia que tiene centro, más aún, su contenido mismo, en Jesús, en el Cristo hecho carne, único salvador del mundo. En esta propuesta que nos hace el beato Juan Pablo II, cuando nos regala el Rosario de la Virgen María, justamente nos hace descubrir en el rezo del rosario esta posibilidad de contemplar, de comprender y de configurarnos con Jesús a través de María que en esta mañana nos ayuda a aprender el secreto de la alegría cristiana. Y vaya si nos hace falta en este tiempo pedirle a María que nos ayude a aprender el secreto de la alegría cristiana, para que lo podamos contagiar, para que lo podamos vivir, y sobretodo para que en nuestra vida personal podamos gozar de esta alegría, que el verbo de Dios, el cristo, se hizo carne, y es el único salvador del mundo, es el salvador de tu vida también en esta mañana y en este momento.

 

Consigna: Tal vez nos podamos detener para la reflexión personal, en esta mañana, y poder pensar qué te llama la atención cuando rezas los misterios de gozo. Recién hicimos una rápida recorrida, pero a vos, cada vez que rezas el rosario de manera personal, con amigos, en familia, comunitariamente, ¿qué te llama la atención cuando rezas los misterios de gozo? ¿Qué misterio te llena de alegría el corazón? Y si te animas a dar un paso más, ¿cuáles son hoy tus motivos de alegría y gozo que quieras compartir con nosotros y darle gracias a María? ¿Qué te llama la atención cuando rezas los misterios de gozo? Y damos un paso más, ¿cuáles son hoy tus motivos de alegría y gozo que quieras compartir con nosotros y darle gracias a María? Es todo un desafío convertir en palabras aquello que produce alegría en el corazón. Ponerle palabras a la alegría del corazón, te invito a que lo compartas.

 

2.- Contemplando el Rostro de Jesús con María

El Rostro del Hijo le pertenece a María como Madre de un modo especial. Es que María, ha sido en su vientre donde lo ha ido formando. Jesús ha ido también tomando de ella una semejanza humana y esto sin duda que nos evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aún que aquél que provoca la sangre. “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”va a decir más tarde Jesús y no negando justamente esa maternidad de María sino elevándola, porque “son aquellos que escuchan mi palabra y la ponen en práctica mis familiares y parientes”. Y esta intimidad de María con Dios fue aún anterior a enterarse que iba a ser la madre del Mesías. Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del Rostro de Cristo. Qué gracia, que regalo, qué lujo, María contemplando el rostro de Cristo como lo queremos hacer nosotros en el rezo del rosario. Los ojos de su corazón se encuentran de algún modo en él, en Jesús, ya en el momento de la anunciación. Cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo en los meses sucesivos empieza a sentir su presencia y a imaginar sus rasgos. Cuando por fin da a luz en Belén sus ojos se vuelven también tiernamente sobre el rostro del hijo. Seguimos recordando este capítulo dos del evangelio de Lucas, “cuando lo envolvió en pañales y le acostó en un pesebre”, desde entonces su mirada siempre llena de adoración y de asombro, no se va a apartar jamás de él. Será a veces una mirada interrogadora como en la del episodio de su extravío en el templo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?”. Será en todo caso una mirada penetrante capaz de ver en lo íntimo de Jesús hasta percibir los sentimientos escondidos y presentir las decisiones. Como en las bodas de Caná, “No tienen vino”, “Hagan lo que él les dice”. Mirada penetrante de madre en su hijo Jesús que llega a tocar el corazón. Otras veces será la de María una mirada dolorida, sobretodo bajo la cruz, donde María será en cierto sentido una mirada de la parturienta ya que María no se limitará a compartir la pasión y la muerte de Cristo. Es en ese momento donde acogerá al nuevo hijo en la persona del discípulo predilecto confiado. Y por último, en la mañana de la pascua una mirada radiante por la alegría de la resurrección. Y por fin una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés. María vive mirando a Cristo y tiene en cuenta cada una de sus palabras. Guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. María vive mirando a Cristo. Han sido aquellas palabras, aquellas obras, aquellos signos, todos aquellos recuerdos los que han constituidos, en cierto sentido, el Rosario. Ese rosario que ella recitó constantemente en los días de su vida terrenal. En la profundidad podemos descubrir en la mirada de María de este misterio central de nuestra fe, el ver cómo su hijo Jesús fue creciendo. Cuánta alegría encuentra un papá cuando puede ver crecer a su hijo. Cuando María miraba crecer a Jesús estaba rezando el rosario que es oración marcadamente contemplativa y sin duda exige un ritmo tranquilo, reflexivo. A veces nos cuesta lograr este ritmo tranquilo y reflexivo. A veces nos cuesta encontrar este espacio para que la oración se convierta en la meditación de los misterios de la vida del Señor, y vistos a través del corazón de aquella que estuvo más cerca del Señor, María. En el recorrido espiritual del rosario, cuando lo hacemos desde la contemplación del rostro de Cristo en compañía de María, este exigente ideal de configurarnos con él, se consigue a través de la asiduidad, de lo que podríamos decir el encuentro diario de amigos, encuentro amistoso. Cuando miramos con María a Cristo, se nos introduce de modo natural en la vida de Cristo y nos hace como respirar sus sentimientos. Acerca de esto dice alguien que descubrió en el rosario el camino de la salvación también para su vida personal de encuentro con Jesús, el beato Bartolomé Longo: “Como dos amigos frecuentándose suelen parecerse también en las costumbres, así nosotros conversando con Jesús y la Virgen, el mediador de los misterios del Rosario y formando juntos una misma vida de comunión, podemos llegar a ser, en la medida de nuestra pequeñez, parecidos a ellos y aprender de estos, y de María y de Jesús, el vivir humilde, pobre, escondido, paciente, y perfecto”. A esto hacía referencia cuando al comienzo decía: “No hay prenda que no se parezca al dueño”. Si lo leemos a la luz de lo que los Obispos nos dicen en Aparecida, la invitación insistente de nuestros pastores para todo nuestro continente a ser discípulos y misioneros. Anímate a rezar el rosario mirándolo a Jesús como lo miraba la Virgen María.

 

3.- El valor de la repetición del Avemaría en el Rosario

El rosario nos propone la meditación de los misterios de Cristo con un método que no es exclusivo del rezo del rosario: la contemplación, sino que es también adecuado para asimilarlo, este contemplar, este meditar los misterios de Cristo, que es la repetición, sí, esto vale sobretodo para descubrir el sentido de repetir diez veces el avemaría en cada misterio renovamos esta oración, diez veces, “Dios te salve María, llena eres de gracia”, diez veces saludamos a María para contemplar el misterio que ella contemplaba en Jesús. Si consideramos de manera superficial esta repetición, si hacemos una mirada rápida de diez veces repitiendo la de María, se puede pensar que el Rosario es una práctica bastante aburrida. A veces nos pasa, pero si lo descubrimos desde ir repitiendo el avemaría en la contemplación del rostro de Jesús, la oración cambia. Se puede hacer todavía otra contemplación sobre el rosario, se toma como expresión del amor que no se cansa de dirigirse a la persona amada, que no se cansa de manifestarle, a través de expresiones, que siempre son nuevas, aún cuando se repitan. Cada avemaría es decirle a María, para que le llegue a Jesús, que queremos configurarnos con él. Una cosa es clara, si la repetición del avemaría se dirige directamente a María, el acto de amor con ella y por ella se dirige a Jesús. Sin dudas que favorece al deseo de la configuración plena con Cristo. San Pablo lo da a entender y enunciar con palabras muy ardientes: “Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia, no vivo yo sino que es Cristo quién vive en mí”. El Rosario nos ayuda a crecer en esta configuración hasta la meta de la santidad. Y es el avemaría el elemento más extenso en el rosario y que lo convierte en una oración mariana por excelencia. Y éste avemaría rezado también desde esta mirada, no se opone al carácter de tenerlo a Cristo como centro sino que María nos lleva a Jesús. De hecho, la primera parte del avemaría tomado de las palabras dirigidas a María por el ángel Gabriel, por Santa Isabel, es una contemplación adorante del misterio que se realiza en la Virgen de Nazareth. Repetir en el rosario la oración del avemaría, es júbilo, asombro, reconocimiento del milagro más grande de la historia. El centro del avemaría no es otra cosa que el nombre de Jesús. A veces en el rezo apresurado no se percibe este aspecto central. A veces tal vez cuando tenemos muchas preocupaciones, tampoco vamos a descubrir rápidamente la relación con el misterio de Cristo que estamos contemplando. Pero es precisamente el relieve que se le da al nombre de Jesús y a su misterio lo que nos ayuda a rezar y a dar frutos con el rosario. El avemaría, que no es simplemente repetición, sino expresión del amor, y cuando expresamos el amor las palabras repetidas no cansan.

 

4.- El rosario supone y promueve la lectura de la Palabra de Dios

Recordar simplemente que la Iglesia nos recuerda, nos invita, y también lo dejaba como invitación en esta carta apostólica de Juan Pablo II a quién recordamos con tanto cariño, que los días lunes y sábados, estamos invitados especialmente a contemplar los misterios de gozo, pero también, en este tiempo en que vamos a comenzar el adviento, navidad, sin duda que meditar los misterios de gozo ayudan a preparar el corazón y como hoy queremos compartir y recordar motivos para la alegría y para el gozo, también en nuestro tiempo, cuando hemos recibido una buena noticia, cuando hemos tenido una hermosa experiencia, cuando el corazón está lleno de alegría, por qué no rezar los misterios de gozo, por qué no aprovechar cuando estamos felices y contentos para poder contemplar la alegría a través de estos misterios. Cada vez que comenzamos con los misterios, cada vez que nos ponemos en presencia del Señor, pedimos perdón y anunciamos cada uno de ellos, es la oportunidad de contemplar una imagen que lo represente. Hoy en la cultura de la imagen que vivimos no nos es difícil encontrar una imagen que represente el misterio que vamos a meditar y así abrimos una especie de escenario en el cuál podemos concentrar la atención. Las palabras conducen, llevan al espíritu al momento de la vida de Jesús que estamos contemplando. Cuando rezando los misterios de gozo decís: “En el tercer misterio contemplamos el nacimiento del Niño Dios en el portal de Belén”, poner nuestra mirada en el pesebre, ese que ya estás empezando a preparar para poder armar el próximo 8 de diciembre. Poder contemplar la alegría y las alegrías vividas en torno al pesebre. El enunciado de los varios misterios del rosario se corresponde también con esta exigencia, concretar tiempos y momentos de la vida de Jesús. Sin duda que al rezar el rosario, contemplar los misterios, no sustituyen al evangelio, tampoco limitan a que podamos descubrir el rostro de Jesús en las páginas del evangelio, el rosario, como tal, no reemplaza la lectura orante de la palabra de Dios, la lectio divina. No, supone y promueve la lectura de la Palabra de Dios. Pero si los misterios considerados en el rosario, aún con este complemento que hace en la carta apostólica el Rosario de la Virgen María, Juan Pablo II, en los misterios de la luz, sabemos que cada uno de estos misterios se limitan a algunas líneas fundamentales de la vida de Jesús, pero a partir de ellos cada expresión se puede extender fácilmente al resto del evangelio, sobretodo cuando al rosario lo podemos recitar en momentos especiales y de prolongado recogimiento, no quedarnos simplemente con ese versículo, el poder contemplar desde la lectura de la Palabra de Dios todo el contexto en el que rezamos el misterio. Fácil y sencillo se nos hace cuando podemos dedicar el tiempo que hoy por allí nos cuesta bastante conseguirlo. Contemplar desde los misterios, el rostro de Jesús como María lo miraba y contemplaba cada día mientras iba creciendo. ¿Qué te llama la atención cuando rezas los misterios de gozo? ¿Qué misterio te llena de alegría el corazón? Esto es lo que esta mañana estamos tratando de recordar para darle gracias a María.

 

Padre Gabriel Camusso