Agar, la mujer abandonada.

miércoles, 14 de diciembre de 2011
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Hoy nos vamos a ocupar de hablar sobre como Dios ha trabajado la inspiración en las sagradas escrituras para dejar muy claro su aprecio, su cariño y su vigilancia respecto de la mujer maltratada o de la mujer abandonada.

Para eso les presento a Agar, un personaje bíblico, una mujer abandonada.

En la Biblia aparecen no solo mujeres abandonadas, aparecen mujeres violadas y aparecen mujeres entregadas (el mismo Abraham ofrece a su esposa en un aprieto), o mujeres maltratadas; pero este personaje de Agar, mas que ser fruto o víctima de un maltrato de golpes o de abuso, es víctima de un abandono y de una competencia, en realidad una rivalidad entre mujeres, entre Agar y Sara, la esposa de Abraham.

En su abandono es un poco ícono y metáfora de otra forma de maltrato, quizá más invisible, quizás una violencia más blanqueada pero tremendamente dolorosa para las mujeres, como son el abandono y la soledad. Las mujeres somos particularmente sensibles al abandono por una serie de razones y el hecho de ser una mujer abandonada, no solamente por los varones sino también abandonada por las propias madres, abandonadas por compañeras, por pares, las mujeres que abandonan mujeres son muy comunes, mujeres que agreden a otras mujeres en competencia o en rivalidad por el aprecio, por el cariño, por el afecto de un hombre, mujeres que pelean entre sí no solamente por el afecto de un compañero.

También muchas veces en las rivalidades entre las mujeres, como en el caso de Agar y Sara, intervienen los celos, no solamente por un amante, por un compañero amante, sino por un rol, por la simpatía del jefe, por un puesto de trabajo, y las mujeres se tornan realmente crueles, se traicionan a sí mismas como compañeras de género y es tremendo el daño que se pueden hacer unas a las otras luchando justamente por esta especie de jerarquización que la mirada masculina suele dar en los distintos ambientes.

Así que el tema del abandono es un tema de violencia todavía más amplio, aunque si se quiere más invisible y por eso tomé a Agar en este relato del Antiguo Testamento, en el que se habla concretamente de la dificultad que tenía Sara, la esposa de Abraham, para concebir. Se decía que Sara era estéril; uno podría decir ¿quién era el estéril?, porque evidentemente no había en aquel entonces posibilidad de determinar si la esterilidad era masculina o femenina, pero siempre se la adjudicaba a la mujer, puesto que no se pensaba que de ninguna manera que un hombre podía ser estéril, así que mientras hubiera acto sexual el hombre era fecundo y cuando no había posibilidad de concebir la responsabilidad, la causa de esa esterilidad, siempre era la mujer, con lo que ello implicaba socialmente para una mujer estéril, porque si su función primordial era la procreación, ser estéril era realmente un bochorno.

Entonces, en esas circunstancias, Sara exhorta su marido Abraham a que engendre un hijo con la criada Agar. Cuando Agar queda embarazada, obviamente se siente superior a Sara, desde la vivencia de embarazo, de potencia, de fecundidad, de vitalidad que tiene toda mujer embarazada, Agar realmente se sintió como coronada por la vida. 

De alguna manera esta situación despierta unos celos muy fuertes en Sara, que le reprocha a Abraham su actitud, y por supuesto imaginamos que Abraham harto de las disputas entre las mujeres, se lava las manos y dice:  “hacé con tu esclava lo que quieras, tratala como mejor te parezca”, y Sara la trata con tanta dureza que Agar decide huir. Aquí se pone en evidencia nuevamente este aspecto negativo de la femineidad: los celos; que pueden ser motivo de mucho maltrato entre las mujeres, Sara no puede soportar que su esclava esté embarazada y ella no, aunque haya sido inicialmente idea de ella y, por supuesto, oprime a Agar para mostrarle su superioridad y de alguna manera hace que la vida de Agar sea realmente imposible.

Así es que Agar huye, entra en el desierto y allí se encuentra en una situación realmente límite, entre la vida y la muerte, y se establece un salvataje de parte de Dios que es digno de analizarse.

Sara está celosa a pesar de que después, milagrosamente, ella también concibe a su hijo Isaac, está celosa, y estos celos son peligrosos, las mujeres a veces experimentamos situaciones como ésta; cuando una mujer desarrolla una virtud que es propia, a veces suele ser combatida; ya sea porque haya escalado un rol de poder o ya sea porque esa mujer sea muy hermosa, ya sea porque esa mujer sea muy inteligente.

Las mujeres en vez de sentirse orgullosas, celebrar o festejar que una mujer haya llevado una bandera hacia algún lugar hasta el momento no poblado por la esencia femenina son combatidas; y eso también es una forma muy sutil y muy dura de violencia. 

Si bien las mujeres venimos de una larga trayectoria de opresión y de exclusión milenaria, todavía entre nosotras suele funcionar esto de competir por atraer hacia nosotras la mirada masculina, la mirada del poder o la atracción de lo que nosotras entendemos como éxito o victoria y no tolerar que otras mujeres vivan algo que muchas veces nosotras nos hemos prohibido o que no está a nuestro alcance.

Entonces, en vez de alegrarnos de las virtudes de otras mujeres, no podemos sino combatirlas, esto ocurre con mucha frecuencia y también lo he visto en algunos comentarios referidos a la presidenta desde las mujeres, donde muchas veces aparece más la rivalidad, la envidia o los celos, que un comentario o una crítica objetiva. Porque cuando uno pregunta el porqué de esta opinión aparece este costado ácido de la cuestión femenina.

Mañana, en el día internacional de la violencia contra la mujer, las mujeres tenemos que examinar nuestra propia capacidad de herirnos, lastimarnos y abandonarnos las unas a las otras debido a los celos, a las rivalidades y a la competencia.

Lo cierto es que así estaban las cosas y entonces, sigue contando el Libro del Génesis, Agar se va, dice concretamente Génesis 21, 14: “A la madrugada del día siguiente, Abraham tomó un poco de pan y un odre con agua, se los dio a Agar, se los puso sobre las espaldas y la despidió junto con el niño.  Ella partió y anduvo errante por el desierto, cuando se acabó el agua que llevaba en el odre, puso el niño debajo de unos arbustos y fue a sentarse aparte, a la distancia de un tiro de flecha pensando: “al menos no veré morir al niño”, y cuando estuvo sentada aparte prorrumpió en sollozos”.

Un cuadro, una imagen, una metáfora que me parece realmente durísima y al mismo tiempo muy decidora y muy elocuente. Cuando se abandona a una mujer muchas veces también se abandona a un hijo, también se abandona a una familia, y cuando se lastima a un niño es algo extremadamente doloroso, opresivo y muy hiriente. 

Esta forma de lastimar a la mujer a través de los hijos, esta situación que se pinta este en este pasaje de la Biblia, de una mujer que se aparta para no ver morir de sed a su hijo, todo esto fruto o desenlace de estas rivalidades y de estas competencias, en donde a veces el entregador, como en este caso, es el mismo varón, que se desentiende de la rivalidad que él mismo, como fuente de poder, ha creado y después de alguna manera se lava las manos o no se responsabiliza de la vida que ha fecundado o de la vida que ha creado y abandona, lastimando de esa manera no sólo la mujer sino también a su prole y a su familia.

Muchas mujeres aguantan situaciones muy duras de este tipo porque en su ser íntimo están convencidas de su dignidad, y esto las lleva a afirmarse como madres, a ser mujeres luchadoras, no solamente por ellas sino también por sus hijos; pero la verdad es que otras mujeres sucumben en la soledad, en esta especie de desierto del apoyo y del afecto más básico, tan necesarios como el agua para sostenerse ellas mismas y sostener a su entorno.

En el relato llama la atención la resignación con que Agar acepta convertirse en víctima, ser llevada al desierto, en definitiva creo que era predecible que prácticamente estaba condenada a muerte, vagando por el desierto con un niño, con un poco de agua y un poco de pan, realmente estaba a merced de la suerte, aunque Dios le sale al encuentro, lo razonable era esperar la muerte.  De hecho ella se aparta de su niño, al que pone debajo un arbusto, y se pone a llorar y dice:  “por lo menos así no lo veré morir de sed”. Esto que parece realmente una imagen simbólica es una realidad hoy. 

Hace más o menos 15 días, apareció en los diarios la información de una mujer que cruzando los desiertos del África rumbo al Estrecho de Gibraltar, donde pensaban embarcarse para acceder a alguna forma de vida o de sobrevivencia, marchaba a junto con dos de sus niños y tuvo que elegir a quien dejar en el camino, así que decidió abandonar a su hijo de cuatro años, puesto que al otro (más pequeño) ella lo podía cargar, mientras que al de cuatro años no lo podía cargar; esto ocurre con bastante frecuencia lamentablemente, esta mujer que finalmente logra sobrevivir y logra salvar también a su hijo más pequeño que tenía menos de dos años, relataba con la angustia que todos imaginamos lo que fue decidir no darle más agua a su hijo de cuatro años y dejarlo sentadito en el medio del desierto mientras ella continuaba la marcha, intentando salvar al menos la vida del segundo.

Así que esto que parece un símbolo, una cosa que uno lo imagina incluso como una leyenda o un mito, hoy es una realidad. No se si lo habrá sido en aquel entonces pero hoy es una realidad, a la que se ven enfrentadas dramáticamente muchísimas mujeres en todo el mundo, sobre este tema hay una película que les recomiendo que vean, se llama “Ser digno de ser”, en la que también la mujer en este caso abandona su hijo para salvarle la vida, “Ser digno de ser”, una bellísima historia y también una historia real en la que el niño también sobrevive gracias al empujón que la misma madre le da intentando salvarle la vida y separándolo de su propio seno.

Aquí estamos con Agar, en medio del desierto cuando se le aparece un ángel, relata el libro del Génesis: “En medio de esta circunstancia Dios escuchó la voz del niño y el ángel de Dios llamó a Agar del cielo y le pregunta:  “¿qué te pasa Agar?”, y después le dijo:  “No temas, porque Dios ha oído la voz del niño que está ahí, levántate, alza el niño, estréchalo bien en tus brazos, porque yo haré de él una gran nación”. Enseguida Dios le abrió los ojos y ella divisó un pozo de agua, fue entonces a llenar el odre con agua y le dio de beber al niño”.  

Sigue diciendo la Biblia:  “Dios acompañaba al niño y éste fue creciendo, su morada en el desierto, y se convirtió en un arquero experimentado. Vivió en el desierto de Parán; su madre lo casó con una mujer egipcia.”. Este bello relato, tan estrecho, tan escueto, tan desnudo, ha fascinado sin embargo a muchos poetas judíos, que han hecho de esta Agar y la fuente un símbolo arquetípico de la esperanza.  Un poeta judío canta a Agar en estos versos que voy a leer ahora

En sus cansadas manos de esclava

esconde su cabeza preñada de lágrimas

e intuye la cercana presencia de un ángel

miembro de un lejano refulgente ejército divino

se limitó a pensar y de ahí surgió un ángel

que se inclinó sobre ella en luminoso resplandor

y fue un consuelo y como estar en casa y sentirse a salvo

Agar no asombra a las mujeres de nuestra época, siempre existieron y seguirán existiendo mujeres que son abandonadas e incluso repudiadas por quienes supuestamente debieran protegerlas.

Y muchas veces en este abandono hay una mujer que entrega, estoy pensando en cuántas mujeres han sido abusadas sexualmente y siempre aparece esa sombría figura de una madre entregadora… no es para culparlas; esto forma parte de una profunda insanidad que también es maltrato entre nosotras las mujeres. No es para inculpar a nadie, simplemente descripción de un fenómeno, cuántas veces niños maltratados, incluso yo pensaba en la mamá de Tomás, de alguna manera Tomás ha intuido que algo pasaba, porque ni bien faltó media hora, a la media hora de no haber llegado a su casa ella dio cuenta a la policía. 

Con qué frecuencia hay mujeres que no podemos, puesto que no tenemos la fuerza suficiente, asumir un rol de protección de nuestros hijos, o un rol de protección de lo que amamos, o un rol de protección de nuestra propia integridad. Mujeres que se sienten tan postergadas que ya no tienen fuerza para luchar ni por sus propios hijos ni por ellas mismas, en definitiva se sienten esclavas o han sido reducidas a una condición de tales, a veces por su propia baja autoestima.  

Entonces donde encuentra una mujer abandonada en el desierto ese ángel que le abre los ojos acerca de su propia fuente, la fuente que no depende de ningún varón, la fuente que no depende de ninguna tribu, la fuente que no depende de ningún factor poderoso que le asigne valor, que le asigne fuerza y riqueza a ella misma sino la fuente que está en su propia esencia.

¡Que importante es encontrar la fuente!

Puede haber muchos enfoques acerca del maltrato y la violencia, seguramente vamos escuchar muchos mañana cuando profundicemos el tema, pero es evidente que si la mujer siente que está en un desierto, inválida, desvalida, abandonada o víctima, y esté odiando al sexo masculino, ni siquiera toda la protección del mundo va a poder ponerla en pie. En definitiva, hay un momento en que ellas tienen que realmente descubrir su propia fuente, tienen que alzar su propia dignidad; hay mujeres que llevan impreso en el alma en el cartelito de víctimas, y atraen por supuesto a victimarios. 

De eso tenemos harta cantidad de testimonios en la literatura y justamente una de las dificultades más grandes en el tratamiento de la violencia muchas veces es convencer a la mujer de que diga basta, basta al maltrato y a la violencia o al abandono.

El Antiguo Testamento está lleno de mensajes que aluden a la convicción de que Dios nunca desampara a la mujer abandonada, repleto de mensajes, la viuda es la imagen típica de la mujer abandonada en el Antiguo Testamento, es el prototipo de la mujer abandonada y justamente aparece en un sinnúmero de citas, muchísimas con el pedido explícito y concreto de Dios de atender a las viudas y también continúa este pedido en el Nuevo Testamento: atender a la viuda. Porque en el contexto social y económico de aquella época realmente la viuda era una mujer que corría serio riesgo de sobrevivencia.

Para darte una sola cita, el Salmo 146, versículo 9: “El Señor protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda”.

Pero volviendo a Agar, en definitiva, ¿donde está la fuente en el desierto?, la fuente que nutre, la fuente de que revive la sensación del propio valor, de la propia riqueza; la fuente de la autonomía, de la libertad.

Muchas mujeres que han sido abandonadas de diversas formas tienen muchas dificultades para seguir creyendo en su dignidad; fíjense que el ángel le dice dos cosas: una, que va a ser madre de una multitud, madre de naciones, (la corona digna de ser); y la otra, le muestra cual es la fuente para saciar su sed.

Muchas mujeres hoy se abandonan a sí mismas porque sienten hambre y sed de amor, y corren el peligro realmente de deshidratarse en ese desierto. Algunas desarrollan mucho odio hacia todos los hombres, a veces es un odio ciego y sordo, donde solamente se escuchan aspectos negativos: los hombres son todos iguales, sólo les interesa el sexo y el placer, no buscan más que las ventajas personales, a veces indirectamente son insultos, son todos irresponsables, no saben lo que la fidelidad, no saben lo que es el verdadero amor.

Si bien son comprensibles todos estos prejuicios, por la herida profunda que vive en ellas, evidentemente ese no es el camino de salida, porque emplean su agresividad para expulsar la posibilidad de volver a formar una pareja y la posibilidad de volver a encontrar en el varón una fuente de nutrición, de afecto y de cariño. 

Entonces ese odio, ese resentimiento no les conduce a nada, lo que es importante, es que la mujer abandonada descubra que no es solamente la ex de alguien o la hija de un papá que no la apoyó, o que no la sostuvo, o que no la acompañó, no es solamente la esposa de un marido, no es solamente la amante de un hombre, no es solamente la rival de otra mujer por él; sino que es una mujer independiente.

En este caso, el caso de Agar, es la madre de un arquero, cuenta el Génesis:  pasa de ser una mujer abandonada a ser la madre de un arquero, la vida que sigue adelante, debe encontrar un blanco sobre el cual disparar sus flechas, el arquero es una imagen de mucha fuerza, el arquero es una imagen de mucha lucha, pero al mismo tiempo de una lucha inteligente de la vida que avanza.

De alguna manera el libro nos quiere transmitir que la vida sale adelante, que no estamos solos, que un ángel nos acompaña, que ese ángel es la garantía de la dignidad que Dios quiere para la mujer la faceta espiritual de nuestra esencia, la fuente del misterio de la vida. El sufrimiento tiene que ser una ocasión para abrir los ojos y para ver esa inviolable dignidad divina que Dios ha puesto en nosotros y más aún al hacernos madres. 

Un hombre puede abandonarte, un hombre puede no elegirte, un hombre puede no preferirte, pero no está en esa decepción la fuente de tu dignidad, sino que más allá de todo su rechazo o su elección o su abandono, no tienes que abandonarte.

Atravesar situaciones difíciles como un desierto, no nos autoriza a quedarnos esclavas de la queja contra un varón o de la autocompasión, sino por el contrario, hay que encontrar la fuente de vida, tomar las riendas de la vida, beber y beber hasta sentirnos realmente con la fuerza suficiente para hacer, en medio del desierto, nuestra propia morada.