2/05/2025 – ¿Te imaginás que un lugar tan sencillo, un cuartito de tres por cuatro, haya sido la cuna de un pastor que llegó a guiar a millones? ¿Te intriga saber cómo ese «granito de mostaza» del que habla el Evangelio se hizo un árbol frondoso en la figura del Papa Francisco? En este ciclo “Reflexiones para el finde” junto al Padre Humberto González, en esta ocasión nos abre las puertas de un espacio muy especial: la habitación donde vivió Jorge Mario Bergoglio en Córdoba. Disfrutemos pues entonces, a través de estos recuerdos y reflexiones, de poder contemplar la grandeza que puede surgir de la humildad.
El Padre Humbi, como cariñosamente lo conocemos, nos lleva de la mano a través de las imágenes de este lugar impregnado de la sencillez que caracterizó al entonces Padre Bergoglio. Una cama austera, muebles de madera sin pretensiones, un escritorio despojado. Cada detalle nos habla de un hombre centrado en lo esencial, con la mirada puesta en el jardín, lejos de cualquier ostentación. Imaginate: sin baño privado y con el ruido de los colectivos de la calle Caseros como telón de fondo.
Pero este espacio, aparentemente insignificante, fue testigo de momentos cruciales en su camino. Fue aquí donde recibió la noticia de que la Iglesia lo quería como obispo, una designación a la que, como buen jesuita, se resistió inicialmente. Sin embargo, la obediencia al llamado superior lo llevó a aceptar un destino que lo conduciría hasta el pontificado.
El padre Humbi nos comparte también una profunda reflexión sobre la parábola del grano de mostaza, conectándola directamente con la trayectoria de Francisco. Nos recuerda que las obras de Dios a menudo comienzan en lo pequeño, sin estridencias ni campañas de marketing. Francisco, saliendo de este cuarto sencillo, sin cambiar su esencia en el camino, es un claro ejemplo de ello. Su vida en Santa Marta, según nos cuentan, sigue marcada por esa misma sobriedad.
Pero la figura de Francisco no solo nos habla de humildad, sino también de la capacidad de sembrar esperanza con lo poco que tenemos. Cómo ese granito de mostaza que crece hasta cobijar a muchos, cada uno de nosotros, en nuestra vida cotidiana, puede aportar su pequeña semilla para que Dios la multiplique. Así somos animados a no desanimarnos ante la aparente insignificancia de nuestros actos, recordando las palabras de Francisco sobre confiar en la obra de Dios.
También este sacerdote jesuita, nos advierte sobre la presencia de la cizaña, esas dificultades y críticas que pueden surgir junto al fruto de nuestro trabajo. Sin embargo, la estrategia de Francisco siempre fue la de no responder al ataque, confiando en que el Dueño de la cosecha sabrá separar el trigo de la maleza. Su grandeza se demostró en la multitud que lo despidió, un árbol frondoso que dio cobijo a tantos.
Finalmente, el Padre Humbi nos comparte una experiencia conmovedora: el encuentro con unas señoras que, al ver la placa que señalaba la vivienda de Francisco, sintieron un profundo respeto y devoción por el lugar. Nos invita, con generosidad, a quienes visiten Córdoba, a acercarse y preguntar por él, ofreciéndose a mostrarles este rincón tan significativo. También nos recuerda que en la iglesia de la Compañía se encuentra el confesionario donde Francisco ejercía su ministerio, un espacio de encuentro con la misericordia divina. Hemos podido así, ver claramente, una perspectiva entrañable y profunda sobre la figura del Papa Francisco, descubriendo cómo la grandeza puede germinar desde la sencillez y cómo cada uno de nosotros está llamado a ser ese pequeño grano de mostaza capaz de transformar el mundo con la gracia de Dios. ¡No te pierdas este video inspirador!