Migrantes: La hospitalidad como cuidado espiritual

lunes, 11 de agosto de 2025

11/08/2025 – El tema de la hospitalidad como cuidado espiritual nos invita a una profunda reflexión sobre cómo acogemos al otro, especialmente a quienes están en situación de migración.

Esta hospitalidad va más allá de ofrecer un plato de comida o un lugar para dormir; se trata de abrir nuestro corazón y nuestro espíritu para reconocer en cada migrante el rostro de Cristo. Es un llamado a la acción que nos insta a ver más allá de las diferencias culturales, sociales y económicas, y a conectar con la humanidad compartida que nos une. Esta conexión se convierte en un puente que nos permite acompañar y sostener a quienes, por diversas razones, se han visto obligados a dejar su tierra.

La hospitalidad, en este sentido, se convierte en un acto de fe. Al acoger al migrante, estamos acogiendo a Cristo mismo, tal como lo enseñan las Escrituras. El cuidado espiritual que ofrecemos no es un adoctrinamiento, sino un acompañamiento respetuoso de la fe y la historia de cada persona. Implica escuchar sus relatos, sus miedos y sus esperanzas, y ofrecerles un espacio seguro donde puedan sanar y encontrar consuelo. Se trata de ser testigos de su resiliencia y de su valentía, y de ofrecerles la certeza de que no están solos en su camino.

Este cuidado espiritual se manifiesta en acciones concretas. Es la sonrisa amable que rompe el hielo, la mano tendida que ofrece ayuda, el oído atento que escucha sin juzgar. Es la comunidad que se organiza para recibir a las familias, para ayudarlas a integrarse y para celebrar con ellas sus tradiciones. La hospitalidad, en su forma más pura, es un acto de amor incondicional que nos transforma a nosotros mismos. Nos desafía a salir de nuestra zona de confort y a cuestionar nuestros propios prejuicios, abriéndonos a la posibilidad de enriquecernos con las experiencias y la sabiduría de quienes llegan a nuestro encuentro.

El viaje migratorio no solo implica un desplazamiento físico, sino también un profundo proceso emocional y espiritual. El desarraigo puede generar un vacío, una sensación de soledad que solo puede ser mitigada por una acogida genuina que les devuelva la dignidad y la esperanza.

La hospitalidad como cuidado espiritual también nos interpela como sociedad. Nos obliga a mirar nuestras propias estructuras y a preguntarnos si estamos creando espacios verdaderamente acogedores. ¿Nuestras leyes, nuestras políticas y nuestras actitudes reflejan la compasión y el respeto que decimos tener? Este ciclo, “Cristo en el rostro de los migrantes”, es una oportunidad para reflexionar sobre estas preguntas y para comprometernos a construir comunidades más justas y más humanas. Es un recordatorio de que la hospitalidad no es una opción, sino un imperativo moral y espiritual.

En definitiva, la hospitalidad como cuidado espiritual es un camino de doble vía. Mientras que ofrecemos un refugio y un apoyo a quienes migran, nosotros también somos transformados por su presencia.

La hermana Marialis Etchegaray, Superiora de la comunidad de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús en Uruguay y Coordinadora de la oficina Montevideo del Servicio Jesuita a Migrantes sostuvo que «espiritualidad y hospitalidad son como dos dimensiones que hacen a la posibilidad más plena de lo humano».

Podés ver la entrevista completa en el reproductor de video ubicado bajo el título.