El legado de los cuatro mártires con el pueblo riojano

miércoles, 20 de agosto de 2025

20/08/2025 – En la sexta entrega del programa “Memoria viva de los mártires riojanos”, compartimos testimonio de personas que estuvieron cerca de los cuatro mártires, que compartieron con ellos parte de su vida.

La primer entrevistada fue con Elva Sarmiento de Luján, tiene un comedor en Chamical para los chicos de la calle, y puso una panadería para poder sostenerlo. Ella conoció al Padre Carlos de Dios Murias y la casó el Padre Gabriel Longueville. 

“El padre Gabriel nos casó, el siempre venía a casa, conversando de los vecinos, de la gente, con muchas necesidades, nos enseñaba como vivir un poco mejor, porque había mucha mas pobreza. Había gente que trabajaba en el campo y ellos venían al mes de trabajar y se encontraban con que todo lo que ganaban no les alcanzaba. Ellos nos decían, con el Padre Carlos, que siempre teníamos que trabajar para los más pobres. El padre Carlos daba misa en la esquina de casa porque no había una capilla, ni una parroquia, y el Padre Gabriel andaba por las zonas rurales, y pasaba por casa. Cuando a ellos los matan sentimos mucha angustia, mucha tristeza, mucho miedo tenía la gente, nos quedamos un poco solos porque ellos nos acompañaban, nos enseñaban con palabras sencillas”, contó Elva.

Elva nos compartió que en el comedor los chicos llegan para la cena, “por razones de que al mediodía comen en la escuela, y a la tarde ya queda la cena, entonces siempre les hice eso, ese trabajo a la tarde, porque había madres o abuelas que tienen sus nietos, y había una de ellas que tenía un problema serio. Los chicos, los nietitos que tenía como cinco, no dormían mucho a la noche, y ella me comentaba que no dormían de hambre”, expresó Elva.

La hna. Silvia le dice a Elva: “Un poco, digamos, que vos estás haciendo lo que hubieran hecho Carlos y Gabriel. Y una cosa que a mí siempre, que me impactó cuando yo te conocí, Elba, que vos dijiste, hay que ponerle el pecho a la realidad”. Ante este comentario, Elva manifestó con fuerza: “Y que sí, hay que hablar de los pobres, pero hay que estar con ellos”, Elva recibe cada día setenta y cinco chicos con sus padres. Elva compartió que el padre Gabriel y el padre Carlos fueron una guía para ellos, “es una alegría saber que lo que somos, somos gracias a ellos”, dijo Elva.

La segunda entrevistada del programa fue la sobrina de Angelelli, María Elena Coseano Angelelli, sobrina de Monseñor Angelelli. Ella compartió parte de su vida con su tío, quien le dio la comunión, la confirmación y la casó. Marilé, como todos la llaman, nos compartió lo que fue para ella su tío Enrique: “Lo tengo muy muy presente en todas las cosas. A mí me encantaba salir, por ejemplo, al centro. Él se iba a comprar libros al centro y me hacía una cabeceadita, ¿no? Bueno, le decía yo. Y ahí partíamos los dos. Íbamos a las librerías, íbamos a ver cosas, o sea, si me gustaba algo, ahí nomás les tengo todavía, Silvia, un regalo del tío Enrique de lo más loco, que son unas sandalias con monedas de un peso que las he ido cambiando la suela para tenerlas presentes siempre y me las pongo en el verano. Siempre le digo, ¿te das cuenta? Cada vez que me las pongo, le digo, ¿viste, pelado, que las uso? Yo le decía pelado. Yo le decía mucho pelado, Susana le decía tío, por ejemplo, y mi hermano también, el tío Enrique. El tío Enrique, se levantaba siempre, siempre, con su sotana y se sentaba en la punta de la galería a rezar. Después se ponía, con la sotana negra, ¿no? Después se ponía el guardapolvo beige con el que andaba en la Rioja, mucho, usaba mucho el beige, y después cuando estaba sucio me decía “Tomá, Marilé, esto me lo tenés que lavar vos, pero él se lavaba su ropa, en eso la nona lo educó muy bien. El tío Enrique era recontra alegre, todo era alegría, por ejemplo, una de las cosas que hacía Silvita era, llegaba y decía, uy, tenemos que ayudar a la nona a limpiar la galería, una galería grande, que teníamos en la parte de atrás de la casa, que era hermosa. Y decía, agarraba él la manguera. Era un tío bien muy malcriador con nosotros tres. Muy malcriador.

La hna. Silvia le pregunta a Marile: “¿Ustedes se creyeron que era un accidente? No, nunca, la nona fue la primera que dijo, lo mataron”. Y la hna. pregunto: “O sea, tu abuela, la mamá de Enrique”. Marile compartió: “Sí, porque tuve que ir a decirles yo. Sabíamos de las persecuciones, de las cosas que hacían con él en La Rioja, ¿no?Sí sabíamos de que, o sea, el diario El Sol”.

En el cierre de la entrevista la hna. Silvia le pregunta a Marilé: “Hoy, ¿qué nos diría el tío Enrique, hoy con lo que estamos viviendo, en nuestra realidad, o qué haría hoy el tío Enrique? Y Maria Elena expreso: “Mira, lo primero que diría el pelado, hay que meterse en el barro, hay que estar con la gente, vivir como la gente, es lo primero que diría el pelado. Y confiar mucho, mucho en Dios, que es el único que nos va a salvar. No hay partido político ni nada que nos salve”.

Para el cierre del programa, nos comunicamos con el Padre Gonzalo Llorente de La Rioja, Párroco en Ulapes, localidad vecina de Chepes. La hna. Silvia cuando lo presenta cuenta que él está en una parroquia en Ulapes, cayéndose de la diócesis de la Rioja, una parroquia de campo, una parroquia interesante, importante. Y él, antes de ser sacerdote, cuando era un joven que buscaba hacer un mundo mejor, vivía en Buenos Aires y se fue a vivir a la Rioja y vivió con Wenceslao Pedernera y con Coca.

El Padre Gonzalo compartió su testimonio de haber vivido cerca de Wenceslao y Coca la esposa del mártir: “Bueno yo en el año 74 tenía el deseo de salir de aquí de Buenos Aires, ir a conocer otra realidad de nuestra Argentina y estuve un tiempo en el NEA allí en Fortín Olmos, conociendo una experiencia junto a unos ingenieros agrónomos y después bueno recibí la invitación de una hermana religiosa de las Azules, una hermana de sangre Lola, de venir a conocer la iglesia de la Rioja a Monseñor Angelelli y todo su pastoreo, y también particularmente yo tenía una inclinación más por la ruralidad, por el trabajo del hombre del campo, de la familia rural y me invitaron a compartir una experiencia del movimiento rural junto con Carlos y Rafael. Y allí bueno ellos habían estado Carlos y Rafael eran dos laicos, dos laicos mendocinos que estaban haciendo la experiencia en la Rioja. Ellos conocían también a Wenceslao y a Coca que habían estado, Wenceslao estaba en Mendoza, ellos eran mendocinos Carlos y Rafael y entonces le dijeron a Wenceslao ya había ido a conocer a Monseñor Angelelli y también había tenido alguna experiencia de allí en la Rioja, de coordinadora de trabajo rural de la pastoral campesina y Wenceslao invitó a Coca a incorporarse en un proyecto de una pre cooperativa en la zona de Vichigasta, en la zona cercana a Chilecito, en una parcela que se llamaba La Buena Estrella. Bueno ahí me invitaron también a ir allí, era una, la verdad que me llamó mucho la atención cuando yo llegué, era una parcela en el medio del valle, entre el cordón de Famatina y el Velasco, a 10 kilómetros de la ruta, en el medio del monte, una casita muy precaria, techo de chapa, sin baño, con el baño bueno a medio hacer, y allí los conocí a Wenceslao, a Coca y a las tres chicas, la verdad que me llamó la atención de la intemperie en que se comenzaba esa experiencia y me llamó la atención la opción de Wenceslao y su familia de incorporarse en un proyecto en esas condiciones, realmente había que tener mucho cariño por la familia rural, por el campesinado, para venirse desde Mendoza hasta la Rioja, dejar todo, porque allí él tenía un trabajo en la finca Garantini, una casa, tenía una seguridad para su familia. Allí fue realmente entusiasmado y seducido por un proyecto, por un proyecto diocesano que quería responder a la ruralidad en la Rioja, que en situaciones muy difíciles, de obrajes, de hacheros muy mal pagos, de gente sin tierra, con el agua solamente para algunos, entonces Mons. Angelelli, en su  programa eclesial, en su proyecto de una iglesia al servicio del reino, viendo el reclamo del campesinado, quiso responder a esa realidad y Wenceslao se vino a incorporar como hombre de iglesia junto a Coca, en un proyecto que respondía a esta iglesia servidora del reino, de este sueño del hombre de la tierra para el que la trabaja, el hombre con la tierra compartida, trabajaron junto a otras familias (…) Wenceslao, Coca y yo y empezamos sembrando melones, sandía, bueno, por supuesto el que acompañaba todo eso y el que era el director técnico, diríamos, de ese emprendimiento fue Wenceslao, que era el que tenía más experiencia de trabajo en la tierra, junto con Coca. Bueno, yo era una aprendiza y recién estaba aprendiendo todo lo que era la agricultura, aunque yo me crié en el campo por mis padres, pero bueno, mis padres eran más de la ganadería, así que bueno, iba aprendiendo de Wenceslao y veía su cariño por la tierra, su entusiasmo por la crianza con patos, gallinas, crianza de conejos y también esta siembra que tenemos un pequeño riego por aspersión, que en ese tiempo era de avanzada, pero era un equipo de riego bastante ya antiguo, así que teníamos que ir cambiando los caños y a veces venía el viento zonda y nosotros nos cansábamos y Wenceslao decía, no, vamos a volver a sembrar, vamos a volver a sembrar”, expreso el Padre Gonzalo.

La hna. Silvia le pregunto cómo era Monseñor Angelelli cuando los visitaba: “La verdad que era muy linda la presencia de Mons. Angelelli allí, porque bueno, venía a descansar, él andaba de camiseta con un hermano más ahí, ayudándonos a trabajar, a hacer los pozos para poner árboles, porque queríamos forestar y él nos ayudaba, cavaba junto a nosotros. Y después me acuerdo que a la noche nos ponía a conversar sobre, justo había salido el libro de Leonardo Boff sobre Jesús liberador, y nos hablaba de esa mirada de Jesús, de Jesús histórico, de Jesús comprometido con su gente. Y realmente una mirada también de Jesús cercano, del Jesús humano, del compartir el pan. Y la verdad que era muy linda esa charla donde nosotros lo escuchábamos. Nosotros estábamos allí, en el medio del valle, en el medio del monte, y bueno, a veces venían algún vehículo que llegaban a la tranquera y se volvían, y entonces Carlos y Rafa le comentaron. Dice, miren, bueno, ya él tenía la amenaza de muerte por la AAA, que habían panfleteado. Y dicen, miren, ustedes están aquí solos, vamos a hacer un paréntesis en el proyecto, y entonces voy a invitar que nos sigan aquí. Y entonces Wence y Coca se fueron allí, invitados por Andrés Seriel, un sacerdote francés que estaba en Sañogasta. Y Magdalena, una amiga francesa del cura, les prestó una tierra. Nosotros nos volvimos a La Rioja con Carlos y Rafa. Pero Wence, con esa tozudez de seguir sembrando, de seguir la lucha junto al campesinado, él empezó a trabajar ahí la parcela, allí en Sañogasta”.

Al terminar la entrevista la Hna. Silvia le pregunto al Padre Llorente: “¿Qué recuerdo tenés de Wenceslao? ¿Cómo era su personalidad? El padre Gonzalo compartió: “Yo lo identifico como un auténtico hombre del campo, con todo su carácter paciente, también con el empeño por sembrar y por gozar con esa tierra, con sus cosechas. Un hombre contemplativo de la creación de la naturaleza. Wenceslao era un enamorado de su esposa y de sus hijas, que no era fácil porque, como te digo, era una vida muy rudimentaria, teníamos dos piecitas con techo de chapa, el baño sin techo en inviernos duros. Pero los inviernos, incluso a la mañana había que llevar a las chicas a la escuela, que eran cerca de 15 kilómetros, y había que arrancar un rastrojero viejo, que le costaba arrancar, había que hacerle brasas para que caliente y pueda arrancar, un rastrojero gasolero.  Así que, no era fácil, había que tener un convencimiento profundo de un proyecto y de un sueño, que era el sueño de Jesús y de una iglesia que, como nos enseñaba el concilio, una iglesia servidora de la vida, servidora de la humanidad y, particularmente ahí, la humanidad campesina,

La hna. Silvia le pregunto: “¿Qué sentiste vos cuando murió, cuando lo mataron a Wence, cuando te enteraste?”. El Padre Gonzalo conto: “Yo estaba en Buenos Aires, cuando lo mataron a Mons. Angelelli y a Wenceslao. Sí, como una tristeza, una impotencia profunda, una de no poder ir en medio de persecuciones duras y, bueno, en eso uno como joven también, en eso todos los jóvenes eran sospechosos en ese tiempo, así que como una tristeza muy profunda y como una incomprensión de cómo la violencia puede ensañarse con el hombre y un hombre que era profundamente pacífico, muy involucrado en un proyecto transformador, en un proyecto que, bueno, que planteaba una construcción nueva de la vida”. 

Te invitamos a ver el programa completo, un verdadero tiempo que nos invita a reflexionar sobre todo lo que podemos hacer como bautizados por todas las personas que nos rodean.