21/10/2025 – El reciente proceso electoral en Bolivia marca un cambio de rumbo político ideológico, según el analista Adrián Tuninetti. Este giro es considerado un «cambio radical» respecto a los veinte años de la corriente política inaugurada por Evo Morales a fines de 2005 y principios de 2006. El desgaste de ese liderazgo y del Movimiento al Socialismo (MAS) se hizo evidente tras una serie de factores y variables, que incluyeron un «enfrentamiento acérrimo» entre el candidato oficialista saliente, Luis Arce, y el propio Morales, culminando en un resultado electoral muy bajo para el oficialismo en la primera vuelta.
Esta situación abrió la puerta a una nueva etapa con dos versiones de derecha en el balotaje: una más centrista, representada por el ganador Rodrigo Paz, y otra más alineada con una «nueva derecha» de recortes y ajustes, encarnada por Tuto Quiroga. Paz se impuso con una amplia mayoría. Este nuevo presidente enfrenta grandes desafíos, no solo para tratar de «mantener lo logrado por el MAS en estos 20 años», sino también en el ámbito político, dada la existencia de un «congreso fragmentado» donde ninguna fuerza tiene mayoría para impulsar «reformas estructurales» que ambos candidatos habían propuesto.
Uno de los principales detonantes del cambio político es la fuerte crisis económica que atraviesa Bolivia desde hace aproximadamente año y medio o dos años. Tuninetti señala que la falta de inversión en la extracción de recursos naturales ha contribuido a la situación, sumada a una inflación aproximada de entre el 18% y el 23%, «que para Bolivia es muchísimo», considerando que venía de años de bajísima inflación. Esta crisis llevó a un «castigo muy fuerte para el MAS» en las urnas, ya que la sociedad eligió otras alternativas en busca de un cambio.
En materia internacional, el presidente electo ha manifestado la intención de «volver a Bolivia al mundo», abriéndose a la inversión de países como Estados Unidos, sin cerrarse a otras potencias como Rusia o China. Esta estrategia se fundamenta en una postura pragmática, resumida por Paz en la frase: «con la ideología no se come». El enfoque busca alinear las relaciones internacionales desde un punto de vista «estratégico y de beneficios para el pueblo boliviano, más allá de ideología que tenga otro estado o otro presidente», buscando inversiones para extraer sus recursos naturales, la «fuente de riqueza que va a proyectar de alguna manera una salida a esta crisis económica».
Respecto a la relación con Argentina, el vínculo histórico y la fuerte comunidad boliviana en el país vecino son factores relevantes. El nuevo presidente, Rodrigo Paz, si bien es de centroderecha, es un fiel exponente del socialcristianismo y ha promovido el eslogan del «capitalismo para todos«. Esta idea busca «no negar los componentes del capitalismo como sistema en sí, pero también afianzarlo, no solamente para las grandes élites de Bolivia, sino también para el resto de la población», combinando el crecimiento económico con una sensibilidad social que derrame beneficios, especialmente a los sectores más desprotegidos.
Finalmente, un factor clave en la victoria de Paz fue la captación de parte del voto socialista. Tuninetti destaca que Evo Morales llamó a anular el voto en la primera vuelta, evidenciando que «aún tiene una fuerte influencia como líder político en Bolivia». Pese a las negaciones públicas, hubo acercamientos y, masivamente, los antiguos votantes de Morales se volcaron hacia Paz, a quien el expresidente consideró «lo menos malo de lo que había para elegir». Esta dinámica será crucial para la «gobernabilidad» del nuevo presidente, que deberá «tender puentes» y buscar consensos en un Congreso fragmentado para implementar las reformas necesarias.
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