24/11/2025 – La soledad, las caídas y la falta de compañía son hoy tres de los mayores desafíos en la vida de nuestros adultos mayores. Sin embargo, una “revolución invisible” está creciendo en silencio: nuevas herramientas de inteligencia artificial que no buscan reemplazar el abrazo humano, sino multiplicar la compañía, la seguridad y la dignidad en una etapa crucial de la vida.De esto habló en Un Mundo Artificial: ¿una sociedad más humana? el especialista en tecnología e IA, Ezequiel Romano, quien compartió historias reales, avances concretos y un llamado pastoral a mirar a nuestros mayores con empatía y creatividad.
Ezequiel comienza con una escena familiar: un abuelo sentado en la cocina, esperando una visita que ese día no podrá llegar. Ahí aparece un pequeño dispositivo —sin menú, sin botones, sin pantallas— que funciona como una radio.Al girar una perilla escucha: “Hola Don Carlos, ¿ya calentamos el agua para el mate? ¿Cómo dormiste hoy?”
Esa voz proviene de ATO, un invento argentino creado por Juan Pedro Cerejeido y Gaspar Abif, hoy en expansión mundial. El dispositivo recuerda conversaciones, mantiene un diálogo natural, motiva, pregunta por el clima, por el día anterior y recuerda la medicación.
No reemplaza al hijo ni al nieto; acompaña cuando el silencio pesa y sostiene emocionalmente al adulto mayor hasta que llegue la visita.
Otro desarrollo destacado es Mila, implementado en hogares de ancianos en Estados Unidos. Programada para la escucha activa, realiza llamadas telefónicas individuales para conversar, animar, preguntar, detectar tristeza o ansiedad y hasta sugerir actividades del día.
Los mismos adultos mayores la reconocen como “la amiga que me llama”.No es magia: es IA al servicio del bienestar emocional, activando la memoria, motivando y generando pequeños momentos de compañía que hacen la diferencia.
Las caídas son una de las principales causas de mortalidad en personas mayores. Por eso, la IA está siendo aplicada también en sistemas de monitoreo no invasivo que detectan con un 99,7% de precisión movimientos bruscos o accidentes.
Estas cámaras especiales no revelan identidades; solo reconocen patrones peligrosos y envían alertas inmediatas.Incluso permiten guardar los cinco minutos previos a la caída para ayudar a comprender qué la provocó: una cama demasiado alta, un mueble mal ubicado, un tropiezo que puede prevenirse.
A esto se suman nuevos prototipos de robots de apoyo que acompañan al adulto mayor en su movilidad diaria, brindando estabilidad para prevenir accidentes.
Ezequiel insistió en algo clave: la IA no reemplaza el amor humano, pero sí ayuda a que ese amor llegue mejor, más rápido y con más herramientas, especialmente cuando las familias son pequeñas o viven lejos.
En un mundo donde la población envejece y muchas personas mayores viven solas, estas tecnologías alivian el miedo, sostienen la memoria emocional, ofrecen compañía y multiplican la capacidad de los cuidadores.
Son, como dice Ezequiel, herramientas que mitigan, acompañan y dignifican, siempre al servicio de la persona.
La revolución invisible avanza: dispositivos conversacionales, llamadas motivacionales, sistemas de monitoreo y robots de asistencia ya están transformando la vida de miles de adultos mayores en el mundo.
La pregunta que queda resonando es profundamente cristiana:¿cómo hacemos, como sociedad y como Iglesia, para que estas herramientas nos ayuden a acompañar mejor, a escuchar más y a no dejar a nadie solo?
Porque, con o sin tecnología, la verdadera humanidad se juega en la proximidad, en la visita, en el gesto y en la ternura.