26/11/2025 – En el ciclo Enseñanzas desde el Magisterio de la Iglesia, el padre Javier Soteras, director de Radio María Argentina y párroco de la Catedral de Córdoba, explica que la vida cristiana no surge del esfuerzo moral ni del voluntarismo ascético: nace cuando una persona se sabe buscada y amada por Dios. Desde esa experiencia brota la misión auténtica y la verdadera transformación del corazón.
El P. Soteras parte del número 111 de Dilexit Nos para afirmar que la novedad del Evangelio es precisamente dejarse mover por la iniciativa divina. No se trata de “ganarse” a Dios por méritos, sino de dejarse ser seducido por su amor. San Agustín lo llamaba invasion de amor: Dios nos busca, rompe nuestra sordera y disuelve nuestra ceguera. La conversión aparece así como un reajuste de vida que nace de haber sido alcanzados por Él.
El programa subraya una idea práctica y pastoral: la ética cristiana tiene sentido después del encuentro. La moralidad no puede ser tratada como una aduana que filtra a los creyentes; si queremos que la norma transforme, antes debe haber un corazón tocado. El Padre Soteras advierte contra un cristianismo que comienza por reglas y olvida la pedagogía amorosa de Dios.
El ejemplo de Zaqueo ilustra lo dicho: Jesús lo mira, lo invita a su mesa y, sin exigencias, Zaqueo decide reparar su vida. El cambio surge porque alguien lo vio. Lo mismo se cumple hoy con los descartados y marginales: la mirada compasiva despierta la mejor versión de la persona. Educar y acompañar, remarca Soteras, es un trabajo artesanal que requiere ternura y firmeza.
Avanzando en la catequesis, el P. Soteras recuerda la enseñanza patrística: contemplar el crucificado cura. “En sus llagas hemos sido curados” —dice—; mirar al que fue traspasado es experimentar sanación interior. La Eucaristía, concluye, es escuela de este amor: al comulgar, nos configuramos a Cristo y aprendemos su compasión activa.
Este episodio del ciclo Enseñanzas desde el Magisterio de la Iglesia invita a recuperar la interioridad y la mirada amorosa en la pastoral cotidiana. No es un llamado a la ingenuidad: es un llamado a una acción fundada en la gracia, a una misión que brota del corazón amado.