09/12/2025 – En un nuevo «Reflexiones para la Semana» nos acompañó María Cristina Martínez, coordinadora nacional de voluntariado en la fundación Manos Abiertas. Luego de detenernos en la figura de Juan el Bautista, nos propuso continuar el camino del Adviento junto a sus padres: Zacarías e Isabel, aquellos «viejitos sabios» que muestran cómo “la fecundidad brota en los lugares heridos”.
La casa de Zacarías e Isabel es un espacio profundo de aprendizaje espiritual, expresa Cristina. Allí, afirma, se revela un modo muy concreto de la presencia de Dios: “Dios viene siempre a nuestras periferias, a nuestros desiertos, a lo que no se ve”. Esta certeza ilumina el caminar del Adviento, recordándonos que la luz divina suele nacer en los lugares más frágiles de la vida.
María Cristina destaca, especialmente, la figura de Isabel, a quien define como “la fragilidad habitada”. Una mujer que, a pesar del estigma y de haber cargado el peso de la infertilidad, no permitió que la herida se volviera amargura. Su corazón se transformó en un espacio abierto, vulnerable pero hospitalario, capaz de reconocer la vida antes de que sea visible. Su mirada, afirma, educa a descubrir la bondad del otro, incluso cuando las apariencias lo dificultan.
Por su parte, Zacarías representa el camino del silencio y de la escucha. Hombre justo y detallista en la liturgia, experimenta su propia fragilidad al recibir la visita del ángel. En ese proceso, aprende a soltar la lógica propia para abrirse a la lógica de Dios. Cuando recupera la voz, no argumenta: bendice. En palabras de Cristina, esta experiencia los convierte a ambos en “maestros de la bendición”.
El Adviento, recuerda, no se juega en lo extraordinario sino en la sencillez de lo cotidiano: en gestos de cuidado, en la ternura de un hogar, en la capacidad de dejar que Dios entre por nuestras rendijas. Por eso invita, durante esta semana, a “ir al hogar de Zacarías e Isabel y dejarnos enseñar lo que el Espíritu tiene para cada uno”.
Caminamos juntos hacia el pesebre. Que estos dos ancianos sabios nos eduquen en la mirada, en la espera y en la bendición.
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