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¿Quién es Jesús? – El honor de servir a los pobres
jueves, 27 de septiembre de 2007
El tretarca Herodes se enteró de todo lo que Jesús hacía y enseñaba, y estaba muy desconcertado. Porque algunos decían: “es Juan que ha resucitado”, otros decían “es Elías que se ha aparecido”, y otros “es uno de los antiguos profetas que ha resucitado”. Pero Herodes decía: – A Juan lo hice decapitar, entonces ¿quién es éste del que oigo decir semejantes cosas? Y trataba de verlo.”
Lucas 9, 7 – 9
La gran pregunta de la humanidad es la que formuló San Anselmo en uno de sus libros “¿Por qué Dios se hizo hombre?”. Y la respuesta que da san Anselmo, y que da la Iglesia es tan profunda y verdadera:
Dios se hizo hombre por amor al hombre.
Para salvarnos. Jesús es el Salvador.
¿Quién es Jesús? Una vez nuestro Señor hizo la misma pregunta, en 1º persona, a sus apóstoles. “¿Quién dice la gente que soy yo? Y los apóstoles le respondieron más o menos como respondían acá estas personas.
Que es uno de los profetas, que es Juan el Bautista que volvió a la vida, etc.
Entonces el Señor le dirigió la pregunta directamente a los apóstoles. “y ustedes, ¿qué dicen quién soy yo?”
Es fácil relatar la opinión de otra persona, aún de la Iglesia (si quieren), la ponemos en 3º persona. La Iglesia dice que Jesús es el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, consustancial al Padre según la Divinidad y consustancial al hombre, según la humanidad.
Esa respuesta de la tradición de la Iglesia contenida en la Sagrada Escritura, debe hacerse nuestra respuesta personal. Gracias a una relación personal de cada uno de nosotros con nuestro Señor.
Jesús es el gran enigma de la humanidad y a su vez es la gran respuesta. Él es el Sí de Dios, la respuesta de Dios. Porque es el que nos revela a Dios y al hombre, al misterio de Dios y al misterio del hombre.
Es por eso que para acercarnos a Jesús siempre tenemos tantos medios, como ser la Palabra, las mismas palabras de Jesús, sus acciones. Y es por eso que es muy bueno leer un poquito los evangelios. Un capítulo por día o por lo menos un párrafo. Rezar el Santo Rosario, que es el resumen del evangelio, porque a través de los misterios nosotros recorremos los hechos principales de la vida de Jesús y de la Virgen.
Conocer a Jesús era el gran deseo de San Pablo. Él estaba dispuesto a dar todo por el inefable conocimiento de Jesús. De la altura, de la profundidad, de la anchura, de la largueza del Amor de Dios manifestada en Jesús. Es por eso que Jesús debe ser nuestra Pasión y siempre debemos tener su Nombre en nuestros labios. Y siempre buscar de conocerlo un poco más y pedirle a Él que se abra. Porque el conocimiento de Jesús no es como el conocimiento de las cosas. Nosotros conocemos a Jesús no de un modo científico o de algún otro modo. Sino de un modo muy particular, totalmente diverso, que es un Don de Dios, que implica nuestro esfuerzo.
Santoral del día: San Vicente de Paul
La gran figura de la primera mitad del siglo XVII fue San Vicente de Paul, que lo llamaron el Padre de la Patria. Realmente lo fue.
Él fue renovador, no en la doctrina. En la doctrina él siempre fue un católico ortodoxo, no buscaba novedades en el campo doctrinal, al contrario. De chico dice él siempre tuve un temor al error en la fe, a la herejía. Era el catecismo lo que él enseñaba y no buscaba ideologías nuevas o combinaciones raras o teologías de moda. No. Siendo conservador en el campo de la doctrina fue un gran progresista en el campo de lo social.
Descubre nuevas formas de servicio, nuevos carismas. Por ejemplo, hasta la época de San Vicente de Paul, las religiosas eran prácticamente de clausura.
Todas vivían detrás de las rejas, (como lo hacen hoy muchas religiosas que eligen por una vocación especial la vida contemplativa, la clausura), pero las mujeres que querían consagrarse al servicio, a través del prójimo estaban impedidas. Era tanto el impedimento, que otro gran santo de la época, San Francisco de Sales, quiso fundar una congregación femenina dedicada a las obras de la caridad, que atienden a los enfermos, que salen a la calle, y finalmente no pudo. No se lo permitieron. Es así que las monjas de la Visitación terminaron siendo contemplativas, por más que el proyecto de San Francisco de Sales fue hacerlas activas.
No pudo hacer lo que hizo más tarde San Vicente de Paul, al fundar las Hermanas de la Caridad, que fueron cientos y cientos de mujeres, que se consagraron de una manera increíble al amor al prójimo, al amor al cristiano, al amor a Jesús.
San Vicente de Paul no nació santo, todo lo contrario. Él tuvo un camino muy difícil y finalmente gracias a muchos sufrimientos y pruebas que Dios le fue poniendo en su vida, Dios quebró su orgullo. Se dio cuenta que su proyecto no valía nada y se entregó al servicio a los pobres. Pero eso fue bastante tarde. Cuando el tenía más de 30 años.
Él nació en una familia muy pobre, digamos miserable. A partir de los 6 años tuvo que dedicarse a cuidar cerdos. Era muy inteligente, muy dotado, muy líder por naturaleza. Y siendo tan dotado se sentía humillado al tener que ocuparse de los cerdos, y lo que más lo humillaba a él era la pobreza. Y sentía horror a la pobreza, y quería escapar de la pobreza. Y de ese pueblo de 12 casas, tan mediocre, sin calles, lleno de barro, hediondo…
Finalmente se escapó gracias a que su padre lo permitió. Se fue a estudiar para ser sacerdote. Él en realidad, no quería ser sacerdote, en el sentido de servir al prójimo. El sacerdote en aquel tiempo era un empleado, era el modo de trepar (como decimos los argentinos), era un empleado del Estado. Entonces los pobres, para tener estudio y tener algún salario, alguna capellanía, como se llamaba, iban al seminario, pero sin tener vocación.
Y así fue Vicente y de hecho estudió y se ordenó. Durante sus estudios tuvo una situación, un hecho que él lloró toda la vida y manifiesta el desorden en el que él vivía en ésa época. Fue su padre a visitarlo al seminario, y su padre era un pobre aldeano, vestido muy humildemente, y el colegio donde estudiaba Vicente, era lindo, gente de clase media-alta, y a Vicente le dio vergüenza ver a su padre. Y que sus compañeros se enteraran de que ese pobre campesino, con olor a establo era el padre de Vicente. Entonces Vicente no salió a verlo.
Y el padre, evidentemente destruido, con una profunda tristeza, se volvió por donde vino. Y siendo anciano, Vicente lloraba, literalmente, esto, el hecho de no haber recibido a su padre por vergüenza a la pobreza.
Fue tan profunda la lección que, cuando fue considerado ya padre de la patria y era consejero de los reyes, y entraba y salía de los palacios del rey de Francia, como de su casa, él decía “que padre de la patria ni ocho cuartos, soy un pobre campesino, cuidador de cerdos”.
Un hombre tan famoso que se escribieron de él 1500 biografías. Y él dice “al no querer salir a ver a mi padre, yo cometí un gran pecado”. Y es una gran enseñanza para todos aquellos que sienten cierto complejo por proceder de una familia humilde… Pero a su vez, siempre es necesario conservarse humilde aunque tengamos éxito, y siempre venerar a nuestros padres. Ésa es la enseñanza de San Vicente. Y bueno, él lo entendió tarde.
Se ordena sacerdote a los 20 años. Fue un hecho pasajero, no le dio importancia, él no se daba cuenta lo que significaba ser sacerdote.
Tenemos que tener cuenta que en aquel tiempo la situación de la Iglesia era muy lamentable, la situación en general de Francia era muy lamentable por la guerra de los 30 años. Que había causado mucha miseria, pobreza, muchas muertes. Y con toda la denigración moral que trae la guerra y los sufrimientos físicos y morales.
Y la Iglesia estaba también muy sometida al Estado, porque los obispos eran nombrados por el consejo del rey. Los obispados se heredaban como se heredaban grandes propiedades y los obispos no eran obispos sino grandes señores. Si, estaban ordenados como obispos pero no tenían cuidado pastoral, es más no vivían en su obispado. El obispado era un medio de lucro.
En fin, de tal obispo tal clero, y el clero era aún peor.
Dice un biógrafo que muchos sacerdotes en ese tiempo, algunos, no sabían ni leer ni escribir. Simplemente repetían mecánicamente la misa, no predicaban. Cuenta un biógrafo, que había un sacerdote que solamente sabía la oración del Avemaría, y lo único que hacía era repetir esa oración. Había mucha inmoralidad entre el clero, mucha ignorancia, etc.
Por otro lado está San Vicente de Paul, que va a organizar, cuando él descubre la grandeza del sacerdocio, su propio sacerdocio. Y con temor, se da cuenta de lo que hizo al ordenarse sacerdote, sin tener una plena conciencia y casi se arrepiente de haberse ordenado sacerdote. Por la terrible responsabilidad que él sentía.
Él organiza todos los martes cursos, en donde reúne sacerdotes y les da conferencias. Y hablan, conversan y les explica el catecismo. Y hablan de teología. Y poco a poco los sacerdotes van renovando su carisma, aprendiendo el catecismo, y descubriendo la grandeza y hermosura de su vocación. Eso se da más tarde.
En realidad, a los 20 años Vicente lo que quiere es una capellanía para tener un salario, que le permita salir de la pobreza. Y seguir estudiando. Pero bueno, Dios lo va llevando por caminos del sufrimiento y durante una navegación que él hace cae cautivo de piratas mahometanos. Y pasa 3 años en una cárcel en Túnez.
Evidentemente, 3 años en una fortaleza terrible, insalubre, golpeado, esclavo, de 1605 1607 él está en Túnez y esto lo ayuda a reflexionar acerca de su vida, y del sentido de su vida.
Finalmente se escapa de la cárcel y llega a Roma, de ahí pasa a Francia y recibe lo que él deseó, que es una capellanía. Él recibe su dinerito todos los meses por celebrar la misa, y se da cuenta que no es la felicidad. Que parece que llegó pero en realidad no llegó. Es así que su vida cambia de dirección.
Y se decide, movido por la Gracia de Dios a dedicarse a los pobres. Y descubre, en primer lugar, la grandeza de su vocación sacerdotal. Él se da cuenta que el sacerdote no es un trabajador del culto (como decían en Rusia), que el culto no es un trabajo. Que es algo mucho más grande, más profundo, que es otra cosa. Y se da cuenta de que no es un buen sacerdote. Y entonces, para remediar eso, busca un guía espiritual y lo encuentra en la persona de esa época que fue ¿¿¿¿????? (no se entiende el nombre).
Y entonces este sacerdote se da cuenta de la capacidad de Vicente y lo toma como discípulo. Y le dice “mirá lo que tenés que hacer es dejar esa capellanía en la corte del rey y anda a una parroquia pobre, en las afueras de París, para ser cura”. Y Vicente obedece y descubre la felicidad.
Descubre que
la felicidad
no está en la corte, las reuniones, en la diplomacia, o en la seguridad que te da el salario,
sino en la comunidad, en compartir con esta gente pobre.
Y se da cuenta que la gente es buena, a través de un hecho muy concreto.
Resulta que él se entera que a una cierta distancia, hay una familia en desgracia que se está muriendo de hambre y entonces él decide compartir esa preocupación con sus fieles. Entonces el sermón lo dice a la mañana, a la tarde luego de las vísperas, él se encamina con una persona hacia la casa de esta familia, y resulta que en el camino encuentra a sus parroquianos (que están sentados por ahí). Después encuentra a un grupo de personas que están de vuelta de su parroquia, y cuando va acercándose a la casa, se da cuenta que es una procesión de parroquianos suyos con productos, con cosas, con ropa… Y se da cuenta que la gente es buena, que los pobres son buenos. Y que son generosos de su pobreza.
Ese hecho también lo hace reflexionar. Lo alegra, y por otro lado, lo irrita. Era una persona muy iracunda, y que tuvo que vencer con mucho esfuerzo su mal carácter. Y lo irrita, porque se da cuenta que no es la solución. ¿Qué va a pasar después de una semana? Se van a morir de hambre como la semana pasada.
Entonces hay que organizarse. Vicente se manifiesta, no sólo con un gran corazón, sino también con una gran inteligencia organizadora. Y empieza a crear una cantidad enorme de organizaciones, de sociedades de beneficencia, de hospitales. En donde él se manifiesta como un líder y logra encauzar el amor, a través de una organización prudente.
En ese tiempo dice “soy feliz, porque al lado mío hay tanta gente buena, que hacen lo que yo les pido. Nadie tan feliz como yo”.
Siendo una persona tan inteligente “cae en manos”, de una familia muy conocida, muy poderosa de la época, son los Gondi, y lo nombran contra su voluntad, educador de los 3 hijos de esa familia. Y para él, que había experimentado la vida parroquial con la gente sencilla y buena, dedicarse a educar 3 niños bellos pero malcriados, era como caer en una jaula de oro. Pero igual, una jaula aunque sea de oro.
Se dedica, entonces, a estos niños por un tiempo. Pero luego se escapa. Los Gondi lo buscan, lo hacen buscar, lo llaman al arzobispo de París. Le ordena que vuelva a ocuparse de esta gente rica. Entonces, Vicente descubre que la gente rica también es buena. Que detrás de la cara empolvada de estas mujeres, con unos peinados raros, con joyas colgando, frívolas, superficiales, que se la pasan tomando el té hablando de moda, lejos de la realidad social. Se la pasan bostezando, porque no trabajan y no tienen nada que hacer. Detrás de esta fachada también hay un corazón.
Estas personas ricas también tienen la necesidad de darse, de amar. Y Vicente, no utiliza la burla (como en ese tiempo la utilizó Molière), él no usa la adulación ni el desprecio. Vicente se presenta a los ricos con el mismo mensaje que da a todo el mundo, el mensaje de Jesucristo. Les dice que tienen que amar y dar lo que tienen, a los que más necesitan.
No por astucia, sino de corazón, se unen a la obra de san Vicente, ayudándolo con dinero. Entonces,
san Vicente funda, gracias a la ayuda de todos (pobres y ricos) una sociedad, que se llamó Cáritas.
La Cáritas que conocemos hoy, que tanto bien hace, en Argentina, y en todo el mundo, tiene origen en aquella intuición de este hombre, que fue san Vicente de Paul.
Empieza a fundar congregaciones, sociedades, y usa de la amistad para atraer la ayuda de los ricos. No tiene ningún empacho, a la reina le saca todo lo que tiene. Y cuando la reina le dice “ya no tengo más plata”. Y Vicente le dice “y ese aro que tiene ahí, y el collar y el anillo que tiene puesto, por qué no me lo da”. La reina se lo da con amor.
Sin embargo, san Vicente no fue un trabajador social, él fue un sacerdote y por eso lo que le preocupa es también el bienestar espiritual de la gente. Se da cuenta que la gente no sabe nada, que hay una gran ignorancia, mucha superstición, que el clero no se ocupa, entonces él organiza misiones populares. Bueno ahí también tenemos el origen de nuestras misiones populares.
Él va de visita a los pueblos, se instala un tiempo, una o dos semanas, y predica. Dice “yo predicaba un solo sermón, el único sermón. Acerca del temor de Dios. Y siempre me dio resultado. Un solo sermón que predicó en 840 misiones que realizó y siempre le dio resultado.
Él decía “cuando adornamos la Palabra de Dios con plumas de pavo real, ofendemos a Dios”. Es por eso, que en esa época que la literatura era un ídolo (los sacerdotes imitaban el estilo literario, usaban imágenes rimbombantes y figuras de la mitología), y el pueblo se quedaba en babia, porque no entendía nada. San Vicente dice que
hay que predicar la cosa sustancial, que llegue al corazón y con mucha sencillez.
Sigue actuando San Vicente, funda las “Hermanas de la Caridad”. Son muchísimas. Las llama las hermanas grises. Y no son ya de clausura, y dice que el monasterio de ellas, tiene que ser la casa de los pobres. Y que la clausura de ellas tiene que ser la habitación que alquilen, y no deben tener capilla, sino que su capilla debe ser la Iglesia parroquial, y que el claustro son las calles. Y la clausura es la obediencia, y que en lugar de rejas de metal, tienen que llevar en su alma el temor de Dios. En lugar del hábito tienen que usar la modestia santa.
Y son mujeres que se consagran al servicio de los pobres, todo eso hace 400 años. Cuando la Iglesia no conocía ese tipo de consagración.
En el centro de París está la casa de Dios, que es un hospital, que aunque se llamaba así, se transformaba, cuando aparecía la peste, en un infierno. Era un hospital, con 20 pabellones, con 50 camas cada pabellón, y en esas 50 camas vivían 250 personas!!!!
Es decir, en cada cama dormían 6 personas, 3 con la cabeza para un lado, y 3 con la cabeza para el otro. Un desastre.
Entonces, San Vicente reúne a sus hermanas y las manda, a 620. Se imaginarán, cómo se transformó en poco tiempo ese lugar pestilente en realmente la Casa de Dios. Gracias al amor que pusieron estas hermanas.
Después funda la Sociedad de los niños abandonados. Eran tantos. Se trata de niños legales, nacidos del concubinato, o fuera del matrimonio, y que el estado los tenía ahí. Y en lugar de educarlos, le daba pastillas para dormirlos, y que se vayan muriendo de a poco. Entonces funda esta sociedad, donde él recibe a estos niños, los atiende gracias a la ayuda de las hermanas, y en poco tiempo, son 820 los niños cuidados, por la protección de San Vicente de Paul.
Aquí no termina la actividad de Vicente, después se ocupa de los presos, de los galeotes. Es nombrado gran Capellán de la flota real. Descubre la terrible realidad de los galeotes. Son como esclavos, que viven en prisiones y que el barco es una gran prisión. Ellos se dedican a remar, remos de 50 metros de largo, muy pesados. Remando, sufriendo, muriendo.
Y entonces, he aquí que Vicente manda a sus hermanas a atenderlos, lo cual era bastante raro, porque estos hombres rudos, que muchas veces le hacen propuestas inmorales. Que al amor de las hermanas responden con burlas.
Pero eso no lo asusta a Vicente, porque también ellos son hijos de Dios. No hay que tener una falsa vergüenza, no hay que tener asco. Si, son lo último de lo último, pero ellos son hijos de Dios, les dice a sus hermanas, y ustedes son como los rayos del sol, que aunque entran en contacto con el barro, no pierden su pureza ni su brillo.
Después extiende su actividad a los locos, funda los actuales loqueros, en donde él reúne a esta gente y dice, hijas mías, tenemos que estar agradecidos, por el don que Dios nos ha dado de atender a los hijos de Dios. Después funda los talleres de trabajo, porque había mucha gente sin trabajo, que había perdido el gusto por la cultura del trabajo, para que la gente de nuevo empiece a trabajar, y descubra la dignidad de ser trabajadores, y deje el vicio.
Después funda las pequeñas casas. Resulta que las personas ancianas, enfermas o pobres, eran atendidas por el estado, pero el estado las obligaba a vivir separadamente, había pabellones para hombres y mujeres, entonces el matrimonio pobre, tenía que dividirse, porque bueno, los pabellones eran así.
Entonces San Vicente funda las pequeñas casas en las cuales él reúne a los matrimonios ancianos, y permite que la gente pobre, enferma, vivan en familia, y no separada. Eso lo inventó, san Vicente de Paul.
Eso y muchas cosas más, por eso es que fue llamado en su tiempo, el padre de la patria.
Y volviendo al inicio, a cerca de las dos caras de la medalla, vemos que la época de San Vicente de Paul, fue una época muy trágica marcada por, la guerra, el despotismo, la injusticia social, la miseria material, moral, la piratería.
La esclavitud, los galeotes. Y por otro lado gente tan luminosa, tan creativa, con tanta energía, con tanta voluntad, y alegría también, porque él lo hacía todo con una gran alegría, el decía, “somos felices”. No lo hacía regañando: “Hummm, que aburrido este trabajo…”
Sentía el privilegio de ocuparse de los pobres, y ese sentimiento él se lo transmitió a sus hermanas y a toda una época en que él fundó estas congregaciones que están presentes en la Argentina, y que bueno, durante cuatrocientos años se ocuparon de la verdadera caridad. Del verdadero amor. No de predicar vaya a saber qué, sino de practicar el amor concreto hacia el prójimo.
Nosotros también vivimos una época difícil, tanto o más que la de san Vicente de Paul, y también Dios nos concede luz, y Radio María es parte de esta fuerza de construcción, de creación, de bien, de luz y tenemos también nosotros, digo yo, para concluir, el privilegio de participar de esta obra. A través de nuestras oraciones, colaboraciones como autores, conductores, nuestra ayuda material.
Padre Eugenio Mazzeo.
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