Cuando hablamos del abuso espiritual, no nos estamos refiriendo a esta práctica o a esta otra, sino a la tendencia que a veces tienen las personas a utilizar lo religioso como una suerte de adicción, como un comportamiento adictivo.
De la misma manera en que una adicción se basa en una sustancia, o cualquier proceso que utilizamos para escapar, para controlar una realidad dolorosa de nuestra vida, usamos algo exterior para controlar algo interno –o externo- que nos da mucho miedo. Así de la misma manera podemos usar la religión o prácticas espirituales o religiosas exactamente de la misma forma en que usamos las drogas o el alcohol: para escapar de una realidad. Lo fundamental en la adicción es el deseo de controlar algo que vivimos como incontrolable o de negar algo que vivimos como innegable, y en realidad es controlar sentimientos de angustia o de pánico o de desesperación.
La adicción religiosa trata de controlar una realidad interna dolorosa a través de un sistema muy rígido de creencias religiosas, y muchas veces ese intento de control también se ejerce sobre otro. Aquello que en otros, generalmente su libertad, me da miedo. Muchas personas intentan controlarlo no a través de determinadas disciplinas, castigos o manipulaciones afectivas, sino que intentan controlarlo a través de lo religioso: comportamientos, mensajes… Cuando yo no puedo enfrentar mi temor a la vergüenza, a la soledad, al temor o el miedo que me generan las actitudes de otros, entonces, o leo la Biblia compulsivamente, o adhiero compulsivamente a las prácticas piadosas, o adhiero de manera rígida a las enseñanzas de la Iglesia, o busco respuestas absolutas con un solo sentido de aceptación que borran de un plumazo la complejidad de la vida: lo simplifico todo en algún mandato, o cito al Papa para controlar al otro, o cito los mandamientos para controlar al otro, o saco un versículo de la Biblia y se lo digo al otro, como partiéndole la cabeza con las tablas de la ley, que son de piedras (estoy usando una metáfora, pero si se pudiera visualizar en hechos materiales y concretos lo que a veces hacemos con las personas es muy semejante a esto: partirle al otro con las tablas de la ley ¿por qué? Porque no tengo ni un ápice de empatía ni de comprensión de lo que está viviendo el otro. Puede ser que algo me haya herido, que me haya llenado de ira, y en vez de enfrentarme con esa ira, adopto un manto de piedad, adopto un disfraz de benevolencia, que no es más que un ‘barniz’ como si yo quisiera controlar a través de eso el enojo, la ira o la vergüenza, y estas se van acumulando en nuestro interior, y lejos de desaparecer, hacen que aparezcan por otros lados o cada vez con más sintomatología, y nos van tornando cada vez más rígidos.
En nuestra necesidad de controlar, ya sea nuestra realidad interior o la exterior –en realidad es siempre la interior, que son los sentimientos que me producen las circunstancias- nos tornamos creyentes desesperados, o sumamente rígidos, o intolerantes, o simplemente abusamos espiritualmente de los demás cuando manipulamos a través de lo religioso la vida de los demás con un convencimiento absoluto de que es lo que les conviene hacer o dejar de hacer, sentir o dejar de sentir.
En ese sentido, el abuso espiritual tanto como la adicción religiosa, son situaciones que pueden producir mucho daño en la vida de las personas, y hay muchos víctimas de abuso espiritual, es decir, de personas que en nombre de la religión han producido situaciones muy dolorosas, o muy enfermas, o han generado mucha dependencia en las demás personas. Dependencia constante y permanente que nos da el miedo. Porque cuando se habla de Dios o de las cosas de Dios, o cuando se habla de realidades espirituales, nos enfrentamos a los valores trascendentes, a los más importantes, y por eso cuando se manipulan mal todos estos elementos, la persona puede quedar sumamente dañada, porque ya no se trata de un temor a que algo me salga mal o un temor a una consecuencia negativa. En muchos casos se trata de un miedo al mismísimo infierno.
Una experiencia religiosa sana y liberadora es aquella en la cual los pastores, la comunidad, los líderes, nos hayan alentado a explorar, a pensar, a sentir, a ser aceptado en los pensamientos y sentimientos, un momento en el cual Dios se nos ha vuelto más grande de lo que imaginamos. Allí se respira libertad, amor, gustito al desafío de vivir. ¿qué clase de ambiente religioso construye esta alternativa?
Por el contrario, una experiencia donde nos sentimos exigidos, manipulados, desgarrados interiormente, donde se nos dijo que era solo uno el camino que se podía y debía recorrer, y que los otros eran peligrosas o a graves sanciones. ¿cómo nos sentimos? ¿qué hubiéramos deseado que se nos dijera en ese momento? ¿qué clase de ambiente religioso construye esta alternativa?
LE HE PRESTADO LA MANO A JESUS, EL QUERIA ESCRIBIR DE SU LUZ Y ES POR ESO ME OLVIDO DE MI, Y LO DEJO QUE ESCRIBA ME HAGO A UN LADO Y LO DEJO ESCRIBIR, ES HERMOSO MIRARLO ESCRIBIR Y ME NIEGO A MI MISMO, Y CONVIENE QUE GUARDE SILENCIO
PORQUE PUEDO APRENDER DE LAS COSAS QUE TIENEN SENTIDO Y NOS SIRVEN DE MUCHA EXPERIENCIA QUE UNO A VIVIDO OH SEÑOR PON TU LETRA EN TU SON, PON TUS DICHOS EN ESTA CANCION HACE FALTA ESCUCHARTE OTRAVEZ, PARA SENTIRSE VIVO Y ME SIGO DEJANDO LLEVAR, NO QUERIA QUE HUBIESE UN FINAL Y ES QUE CADA PALABRA QUE ESCRIBE, ME LLENA LA VIDA EL JESUS QUE UNA VEZ CONOCI, SE QUEDO CONMIGO A VIVIR YO NOCAMBIO PORNADA DEL MUNDO, ESTA GRAN ALEGRIA
PORQUE PUEDO APRENDER DE LAS COSAS, QUE TIENEN SENTIDO Y NOS SIRVEN DE MUCHA EXPERIENCIA, QUE UNO HA VIVIDO.. OH SEÑOR PON TU LETRA EN TU SON. PON TUS DICHOS EN ESTA CANCION HACE FALTA ESCUCHARTE OTRAVEZ, PARA SENTIRSE VIVO..
Ella¿ Kaufman?…cuenta su experiencia de abuso espiritual: “Mis padres no me brindaron modelos positivos de una espiritualidad sana ni me enseñaron a confiar en mi vida interior. Y tal como mucha gente cuyos padres no actuaron de manera adecuada, yo era vulnerable ante todo aquel que me ofreciera la seguridad, la nutrición (espiritual o afectiva) y la aceptación que necesitaba…” Es decir, cuando no tenemos la seguridad, la aceptación, la confianza en nosotros mismos, el afecto que hemos necesitado durante el período de nuestro desarrollo y crecimiento nos tornamos vulnerables a aquellas personas que pueden ofrecernoslo. Hacemos una entrega incondicional a esas personas. “He comentado anteriormente que mientras estaba en el seminario me uní a lo que me pareció un grupo de oraciones sano. Este grupo, en forma gradual, se transformó en un grupo enfermo a medida que cambió el liderazgo y los líderes quedaron expuestos a una enseñanza que enfatizaba la autoridad, la sumisión y la subordinación. En las reuniones de oración, empezamos a oír que nosotros, los miembros, éramos iluminados, y que los otros –presumiblemente la gente que estaba afuera de nuestro grupo- estaban en la oscuridad. Ya eran pocas las veces que se escuchaban nuestras voces. Se nos pidió que entráramos en un acuerdo de alianza con la comunidad por el cual nosotros delegábamos las decisiones de vida más importantes en los ‘pastores’. Lo que esto implicaba, era que el compromiso con la comunidad quedaba igualado al compromiso con Dios” Es decir, el compromiso con Dios se expresaba de manera igual en el compromiso con la comunidad: si estabas bien con la comunidad estabas bien con Dios y viceversa. “Existía la eventualidad de que toda la comunidad –varios cientos de personas- se viera urgida a mudarse hacia los estados centrales, a donde podríamos unir fuerzas con otra gran comunidad, en nuestra lucha contra el mundo. Allí estaríamos protegidos de la gente peligrosa que pensaba de otra manera que nosotros. Ahora reconozco muchas de estas actitudes como el comportamiento de una secta. Pero en ese momento, una parte de mi misma era muy vulnerable a la presión que ejercía la comunidad. Luché con la decisión de la posibilidad de entrar en esta especie de acuerdo, de alianza, y mudarme hacia los Estados centrales” (se está refiriendo a una mudanza concreta) “Es que yo necesitaba desesperadamente sentirme aceptada, y esto era lo que la comunidad me podía ofrecer. Al mismo tiempo empecé a tener una sensación de vergüenza durante las reuniones y un deseo de escapar. Cuando hablaba con algún líder, yo me sentía como si alguien estuviera machacándome la cabeza. Anhelaba salir y sentarme debajo un árbol, donde el aire del atardecer parecía más agradable y yo me sentía libre y podía ser yo misma. Afortunadamente escuché estos sentimientos, y conocí a algunas personas cuya sana espiritualidad me brindó un marco de referencia en el cual pude evaluar ese grupo. Hablé de lo perturbada que me sentía durante los sermones en las reuniones de oración, y me respondieron que esos sentimientos eran también una pista de cómo yo me estaba sintiendo. Me acordé de las reglas de discernimiento de espíritu de San Ignacio. En las almas que están evolucionando hacia una mayor perfección, la acción del ángel bueno es delicada, gentil, deliciosa, y en esas mismas almas, la acción del espíritu malo sobre tales temas es violenta, ruidosa y molesta, y puede compararse con una gota de agua que cae encima de una piedra.”
El primer aspecto que me parece importante señalar acá, es que las personas que de una forma u otra son víctimas de un abuso espiritual, son personas vulnerables, necesitadas de afecto, seguridad, aceptación. Y los abusadores espirituales pueden –conciente o inconcientemente- utilizar el poder que les da un liderazgo espiritual, el poder que le da el rito, el que le da la pastoral de la que están investidos desde una comunidad o eclesialmente (esto es válido para todas las religiones y todas las prácticas).
Desde la perspectiva religiosa es hasta más delicado, porque el ritual, la práctica religiosa y espiritual, de alguna manera nos expone: expone nuestro corazón, nuestra alma, lo más profundo, lo más delicado. Incluso llegamos a un estado de conciencia más marginal, no estamos ejerciendo a pleno nuestra mentalidad crítica porque estamos obrando desde nuestros sentimientos más profundos. Y por esa misma razón, es un ámbito muy propicio para el abuso espiritual de las personas que tienen ese poder. A veces, por ejemplo, puede ser un abuso del ritual satánico, a veces de la doctrina, de la moral, a veces un abuso de la perspectiva fundamentalista de la Biblia, en las cuales las personas se sienten intimidadas, temerosas, avergonzadas, y de alguna manera se van sumergiendo en estos sentimientos de vergüenza, y a veces para poder zafar de estos sentimientos de vergüenza, de miedo, de culpa, se tornan todavía más rígidos, estrictos, severos, fanáticos. Justamente como un modo de esconder esos sentimientos de malestar que se supone que vive el que es víctima del abuso espiritual o religioso
Anhela mi alma estar en tu presencia, desde el alba hasta que caiga el sol, Quiero estar pegado a tu costado, aún más cerca de tu corazón.
Quiero estar a la sombra de tus alas, Quiero andar rodeado de tu luz, Quiero hablar contigo cara a cara,
Si aun la golondrina tiene allí su hogar, Podrá también mi alma hallar la paz.
Anhela mi alma estar en tu presencia, y escuchar tu voz una vez más, Podes hallar la calma en la tormenta, cerca de tus atrios, oh Jehová. No te quepa duda alguna, te están llamando.
¿Has mirado alguna vez a los ojos de una madre que ni sabe a donde mira porque acaba de perder el corazón? ¿Has oído alguna vez como llora un niño pobre porque el hambre, cuando aprieta, Ya hasta deja de ser hambre y es dolor? ¿Has sentido alguna vez lo que siente un prisionero Cuando ya sus piernas, no pueden andar, de puro miedo’? Y tú escucha su clamor, y hasta siente su dolor, mientras gritan, voceando’ No te quepa duda alguna, te están llamando.
¿Has pensado alguna vez lo que sufre aquel que ama cuando la única respuesta que recibe es tu rechazo y nada mas?. ¿Has sentido alguna vez un escalofrió extraño, como si alguien te llamase en la distancia y no pudieras escuchar? No lo dudes nunca más, y no intentes evadirlo, pues te harás sentir tan pobre, miserable y perseguido’ Y si miras hacia atrás, hasta puede que quizá, le descubras, vigilando… No te quepa duda alguna, te esta buscando.
La expectativa de que un chico de dos años se comporte como uno de diez, es un abuso emocional o psicológico, porque le estoy exigiendo mucho más de lo que puede dar según la etapa evolutiva en que se encuentra. Pero también es abuso emocional pretender que un chico de diez siga siendo emocionalmente tan dependiente como uno de dos. Es decir, o por sobreprotección o por pretender que la persona sea mas bajo mi control de lo que la libertad o las posibilidades de su proceso evolutivo le dan, o por exigencia: querer que crezca de una vez, de las dos maneras se produce un abuso porque no se está en sintonía con lo que esa persona puede dar.
El abuso espiritual podría traducirse como la presión hacia personas cuyo desarrollo en la fe no está preparado para abordar determinadas exigencias. Es decir: se les piden las consecuencias de una fe madura, se le pide el comportamiento de un proceso espiritual largamente abonado, y se les están dando órdenes de que esa persona se comporte como si tuviera todo un camino desarrollado, o bien, es abuso espiritual tratar de mantenerlas por debajo de la etapa a la que han llegado, es decir tratarlos y mantenerlos como a niños. Infantilizar a personas que son adultas, que tienen una búsqueda de sentidos importante, seria, responsable, que se animan a correr los riesgos de su propia libertad, que se hacen planteamientos profundos existenciales y espirituales, que buscan respuestas sólidas, que “están pidiendo carne y yo quiero mantenerlos con leche”.
Esto es abuso espiritual, que muchas veces genera adicción religiosa. Y esto lastima mucho porque las personas están expuestas, porque las búsquedas son serias. Cuando se le dice la persona que la única vía para llegar a Dios es la mía, se está incurriendo de alguna manera en un itinerario de abuso espiritual, porque se le está impidiendo a esa persona que salga de su núcleo de mutuas dependencias so pena de que pierda nada mas y nada menos que a Dios. Y por eso el abuso espiritual hiere mucho.
Un niño pequeño está construyendo la realidad a través de los datos que va recibiendo. Hasta hace poco ocurría que los y las célibes, con sus hábitos, podían ser imaginados por los pequeñitos como “seres asexuados” porque se van construyendo como una atmósfera de negación del cuerpo (tapado por los hábitos). Así, esos maestros religiosos enseñaban reglas sin fin sobre lo que estaba permitido y prohibido en el terreno de la sexualidad. Cualquier infracción constituía un pecado mortal, una ofensa muy seria contra Dios que parecía consideraba la sexualidad como algo malo. ¿Cómo hacer para cumplir todas esas reglas? El niño así educado comienza a pensar continuamente, trasladando esta experiencia a los demás terrenos, que todo es pecado, y comienza a sentir miedo de ‘cometer un pecado’ antes aún de hacer algo, y comienza a pensar continuamente en la muerte y en el infierno. Tal vez más grande, con esos sentimientos arraigados, piense en una confesión frecuente solo para vivir más aliviado del temor al infierno. Y a medida que se van desarrollando las sensaciones sexuales normales en todo adolescente, aumentan las emociones de culpa, de vergüenza y de miedo. Y se suelen esconder esas emociones bajo el manto de prácticas aún más estrictas, convirtiendo a ese adolescente en un adicto a la religión (conciencia escrupulosa)
EL MILAGRO
Aun no puedo asimilar lo que me ha sucedido, El milagro mas glorioso que yo he vivido Que después de malgastar lo que no era mío,Lo he tenido que pagar, Traicione aquel que me devolvió la vida Humille al que curo toda mi herida Y en mi huida coseche lo que merecía . Y desvanecida en mi dolor En algún momento el me encontró Y he despertado en el redil, no se como Entre algodones y cuidados del pastor Y antes de poder hablar de mi pasado Me atraviesan sus palabras y su voz. Que se alegra tanto de que haya Vuelto a casa, que no piense Que descanse que no pasa nada. Y al dormir en su regazo cada día Tengo vida tengo dueño y soy querida. He aprendido la lección del amor divino Que me transformo cruzándose en mi camino Y que dio a mi vida entera otro sentido. Otra meta y otro fin. Yo no se lo que traerá para mi el mañana Pero se que nunca se apagara su llama Salga el sol por donde quiera el me ama, Se lo que es la gracia y el perdón Su misericordia es mi canción. Y he despertado en el redil, no se como Entre algodones y cuidados del pastor Y antes de poder hablar de mi pasado Me atraviesan sus palabras y su voz. Que se alegra tanto de que haya Vuelto a casa Que no piense que descanse que no pasa nada. Y al dormir en su regazo cada día Tengo vida tengo dueño y soy querida.
Algunas explicaciones –puede haber otras- que suelen dar los psicólogos acerca de las realidades que nos hacen vulnerables al abuso espiritual por parte de otros o a la adicción religiosa, hunden raíces en la infancia.
Esta explicación tal vez nos pueda marcar el camino de la sanación espiritual de este tipo de dependencias que nos impiden ser seres espirituales adultos, desarrollados, libres, festivos como a Jesús le gustaba. Creo que cada cultura tiene puntos oscuros en los mandatos que imprime en la educación de los niños. Cuando un bebé siente insatisfecha alguna de sus necesidades básicas, siente miedo. Algo se desajusta en ese largo y arduo proceso de acomodarse en el nuevo mundo en el que se encuentra al salir del útero. Cuando tiene una necesidad, llora. Es lo único que sabe hacer, es la única manera que tiene de expresar lo que siente. Si en esa necesidad no es sostenido, satisfecho, tienen dos alternativas: o ‘se desconectan’ para no vivir en un estado de tensión y stress todo el tiempo. Es el mecanismo que tiene nuestra psiquis para sobrevivir a un estado de muy intensa vibración es desconectar y clausurar esta parte de mi cuerpo o de mi alma que grita y pide y demanda. Esa vivencia, si le pusiéramos un texto, diría: ‘estas necesidades solo me deparan abandono, por lo tanto, mis necesidades no deben ser buenas’. Lo mismo que un bebé, siente un niño: si sus necesidades de consuelo, de apoyo le traen como consecuencia un reto del papá, significa que esto no es bueno, por lo tanto lo clausuro, lo elimino porque esta necesidad de mi alma o de mi cuerpo es mala, entonces yo soy malo. Entonces me amoldo al la figura de mis padres que son los que me cuidan, me sostienen, me alimentan, dependo absolutamente de ellos y de esa manera clausuro una parte de mis necesidades.
En el caso contrario, un bebé o niño que es satisfecho en sus necesidades, siente que sus necesidades son reales y buenas, porque le deparan cuidados. Entonces siente que él es bueno y por tanto también son buenas las necesidades que vienen de su cuerpo.
Así muchas veces las personas se van cerrando o se van abriendo. Se van enfrentando a las sensaciones intensas de su alma, o las van clausurando y quedan bajo un cerrojo de abandono, de soledad, de tristeza, de rabia. Pero no se esfuman como quisiéramos. No desaparecen. No es que la persona que no registra sus necesidades deja de sentirlas. Éstas están, porque vienen del sustrato mismo de la vida, de lo más instintivo, del sustrato mismo de donde Dios ha hecho nuestro cuerpo y nuestra psiquis. Así que estas necesidades no satisfechas, reprimidas, escondidas, muchas veces son la base de las adicciones, entre ellas, las adicciones espirituales.
Un cuerpo que se va bloqueando y que después se somete a un disciplinamiento ético, religioso, moral abusivo, es un cuerpo que se va enfermando, y por eso después tenemos personas muy religiosas y a veces con pulsiones sexuales muy enfermas justamente porque se ha desviado el circuito normal de esa pulsión sexual. Entonces también una sana experiencia espiritual es una experiencia que nos permite entrar en contacto con nuestro cuerpo, con nuestra alma, con nuestros instintos de una manera agradecida y positiva, puesto que los instintos fueron puestos por Dios como pulsiones vitales básicas. Todos ellos tienden a la protección de la vida, a la reproducción de la vida, al cuidado del propio organismo y de la especie. Forman parte de este plan sabio de Dios.
Cuando nos convertimos en adictos religiosos, una de las primeras cosas que comienzan a negarse es justamente el cuerpo y esta estricta necesidad de disciplinarlo, no solo en los aspectos que tienen que ver con lo sexual sino en otros aspectos y comportamientos que se van tornando destructivos: disciplinar la comida, el placer, el encuentro, todos los sentimientos que apunten a ser fuertes y que a veces se van del cauce riguroso en el que a veces las personas que abusan espiritualmente de nosotros nos quieren imponer.
Estas son carencias que a veces vamos teniendo. Por eso es importante sanar nuestra imagen de Dios y leer mucho la Biblia en esta clave de fiesta, de salud espiritual, de liberación, de alegría, de disfrutar de la vida, hasta que la vida por alguna circunstancia que siempre hay, nos apriete el cinturón y nos traiga momentos de calvario, momentos de morir bajo la tierra para dar frutos.
Pero entre este Jesús de Nazaret crucificado y este otro borracho y comilón, entre este Jesús que se va al desierto y permanece allí durante 40 días en una vida de ascesis y este otro que cambiaba el agua en vino para que haya alegría en las bodas, entre ese Jesús que se reservaba en la noche momentos de intensa oración y este otro que andaba arrancando espigas a contra ley, en contra de lo que las estrictas regalas de los judíos imponían en ese momento, tenemos que ir encontrando el verdadero pulso de la vida. A veces comprime, a veces se expande. A veces se cierra, a veces se abre. A veces es durísima, y otras veces es tan generosa que es un ala que se despliega a mil colores.
“¿Podría una madre olvidarse de su criatura o dejar de querer al hijo de sus entrañas?
Pues aunque ella se olvide, Yo no te olvidaré” (Is 49,15)
PIDAMOS AL SEÑOR QUE SANE TODOS NUESTROS ABUSOS ESPIRITUALES
Una religión, o una práctica religiosa –independientemente de los contenidos que se toma- que se basa en el miedo, no es sano. No está en el mensaje que se tome sino en el uso que hace la persona de esos mensajes. Si se está usando un mensaje de manera deformada para generar temor, evidentemente hay un problema de control o de poder. Una de las frases repetidas de Jesús en todo el evangelio, es “no tengan miedo”, más que decir “no pequen”.
Esto no es para que alguien se lo haga ver a otro sino para que cada uno revise en sí mismo y procure dar un pasito más en la madurez espiritual a la que Dios nos ha llamado. Es una experiencia personal.
Cuando las personas apelan a este tipo de prácticas, lo hacen como alguien que no puede caminar y toma una muleta. No podemos nosotros sacarle la muleta y dejarla tirada. Hay que sacarle la muleta y darle el hombro en que se apoye. Es decir, no se trata de andar sacando recursos que las personas usan para enfrentar o controlar el dolor o el miedo, la necesidad de ser aceptada o valorada o reconocida. En ese caso, bienvenido sea, pero sabiendo que no es un recurso que vaya a ‘curar’ sino que solo tapa un poquito los malestares, y probablemente más adelante el malestar vuelva a aparecer. Para con esas personas, creo que el remedio que otros pueden proporcionarles es solo acercarse cariñosamente, con amor
Participan los oyentes
– ¿no era adicción algunas de las prácticas de los santos?
GL: si uno lee superficialmente la vida de los santos, algunas cosas pueden parecer fanatismo.
Vamos a repasar un poco lo que dijimos del abuso espiritual y la adicción religiosa. Uno en pasivo, el otro en activo, son las dos caras de una misma moneda: cuando hay un abusador espiritual hay un adicto religioso. Dijimos que es el intento a través de la religión, de tener un control desesperado, a través de un sistema rígido de creencias, entendidas como obligaciones, como doctrinas, como deberes, como deber ser. Controlar a mis propios sentimientos o a los sentimientos de otros. Y esos otros muchas veces despiertan en mi temor porque son libres, porque son desfachatados, y como yo no puedo controlar esos sentimientos en mi, intento controlarlos en otros. La libertad de ellos me hacen mal a mi porque vulneran los diques que yo estoy generando para tener reprimidas mis propias pulsiones. En el fondo no es abundancia de amor sino abundancia de miedo lo que moviliza todos estos fenómenos tanto para el que abusa como para el que es adicto. A veces abusamos con actitudes, por ejemplo, cuando le decimos a otros “si vos querés…” y le hago una cara como diciendo ‘aguantate lo que se te va a venir’. Y lo que el otro quiere tal vez es simplemente probar una vía diferente a la que yo le quiero poner.
Volviendo a tu pregunta: ¿vos te estás imaginando por ejemplo a un San Francisco de Asís rígido, amenazador, desesperado para controlar a los otros, apeteciendo poder? Reconozco que en algunos textos, cuando uno lee a los santos, parecen fanáticos. En muchos casos tal vez lo fueron, y en tantos otros tal vez pasaron por períodos de adicción. Esas fueron justamente las turbulencias de sus almas. Cuando San Francisco se arrojaba sobre un rosal de espinas porque no podía controlar sus propias pulsiones sexuales obviamente eran tendencias destructivas, pero la experiencia de ellos muestra que no es ‘la lucha contra estas cosas’ sino el ‘querer controlarlas’ lo que definitivamente va a sanar sus almas y hacerlas libres, felices.
– Yo quería sugerir a todos los papás que tengan sus hijos en grupos de jóvenes o niños, o en catequesis, que vayan y vean cómo los tratan y que estén atentos a que no los manipulen, porque los jóvenes están heridos, y están dolidos, y están en una edad difícil, y ese es como un ámbito ideal para manipular y robar corazones. Que los papás que no se confíen y controlen a sus hijos con quién abren su corazón y a quién están confiándoles sus necesidades.
GL: Dos cosas: cuando uno vive un abuso de cualquier tipo, lo más común es teñir toda la realidad de la mismo tono y yo diría que no es así. Y yo diría a los papás que, más que controlar los grupos –porque si no todo siempre es control y control, y es asfixiante vivir en una sociedad donde todos quieren y nos quieren controlar-, en general la Iglesia ofrece para los jóvenes los espacios más sanos que en este momento hay en la sociedad comparativamente. Y con todas las cosas que todavía tenemos que crecer, en el caso de papás que tengan alguna duda, yo dirigiría la mirada hacia mi ( papá o mamá), ver qué pasa en el vínculo con el hijo que tengo miedo de que ese hijo sea manipulable. Está bien que en la adolescencia las cosas se desarticulan un poquito, pero un hijo –un joven- que tiene una buena autoestima, que tiene apoyo por parte de los padres, que tiene seguridad, se tendría que poder cuidar solo, se tendría que poder dar cuenta sólo cuándo está siendo manipulado. Entonces la primer revisión debiera ser hacia nosotros mismos como padres.
– Vos decís que la adicción religiosa es algo malo ¿qué pasa cuando esa adicción es la única forma para hacer las cosas bien? Yo soy homosexual y apenas dejo esta adicción caigo en tentación y me siento una basura. ¿es en verdad una adicción mala?
GL: Tu situación, hermano, es delicada. No se puede aplicar a tu caso lo que estoy diciendo en forma general. Pero sí una pregunta: lo malo o lo bueno es una adicción que permite mantener el control. Si tu meta, tu horizonte es llegar al control, es como una armadura que te mantiene derechito, si no la tenés te caés. Si tu objetivo es no caer y vos creés que Dios te pide eso, evidentemente usá tu adicción religiosa- Yo iría por más: yo iría por fortalecer la columna vertebral para que con o sin armadura vos te puedas mantener. Tiene que haber alguna forma. Dice Jesús que no hay que poner parches en un vestido viejo porque la parte nueva tira de la tela nueva y la vuelve a romper, ni parches en odres viejos. Dice que el necesita odres nuevos para el vino nuevo. Yo iría por ellos. Mientras tanto, si esto te ayuda, no es ni malo ni bueno. Simplemente es lo que te mantiene. Adelante.
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