En una nueva emisión de “Historias de Santidad”, conocimos la vida y obra de la sierva de Dios Rebeca Rocamora Nadal (1975-1996), joven laica española que se destacó por su vida sencilla, alegre, auténtica y generosa, aun en medio de una enfermedad que enfrentó desde muy pequeña.
18/12/2024 – En diálogo con la doctora Silvia Correale, postuladora de su causa de canonización, compartimos fragmentos de una entrevista realizada por Radio María España a Laura Rocamora, hermana de Rebeca.
A través del relato, conocimos cada uno de los momentos de la vida de Rebeca. Nació un 7 de septiembre de 1975 en Granja de Rocamora, un pequeño pueblo perteneciente a Alicante, en España. Fue la segunda de cuatro hermanas, criadas en el seno de una familia sencilla y trabajadora, en un entorno de gran acogida y valores en la fe. Desde pequeña, Rebeca se caracterizó por su sonrisa y mirada transparente. “Es un ángel rubio con ojos de cielo”, la describieron los médicos al momento de nacimiento. Además, se caracterizaba por ser muy cariñosa, familiar, amante de la naturaleza y la grandeza de las pequeñas cosas.
A los ocho años toma su Primera Comunión y fue al poco tiempo cuando se manifiesta por primera vez su enfermedad y es diagnosticada con un tumor en la hipófisis. Junto a sus padres, enfrenta ese duro tiempo y lo hace con una gran madurez y actitud no común en niños de su edad. Allí Rebeca supo traducir en gestos concretos lo que había escrito tiempo antes en su cuaderno de catecismo: “acepta con agrado la llamada del Señor sin temor a lo que te pueda pedir”.
Luego de un largo tratamiento y estancia en el hospital, los médicos descubren de manera inexplicable que el tumor había desaparecido. Rebeca regresa a su pueblo, continúa con sus estudios y con su gran compromiso en la comunidad parroquial, donde acompaña a un grupo de jóvenes y asume la tarea que tanto anhelaba, ser catequista.
Fue en el transitar de su juventud cuando cae nuevamente enferma y le diagnostican un glioma de alto grado que le asegura pocos días de vida. Estando postrada en su hogar, desde su cama le daba aliento y estaba pendiente de familiares, amigos y de cuantos la visitaran, siendo ella misma quien les daba paz y una palabra de fe, ofreciendo su enfermedad por todos. Finalmente falleció un 26 de mayo de 1996, domingo de Pentecostés, a sus veinte años de edad, despidiéndose con una serena sonrisa dibujada en su rostro.
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