10/05/2017- A lo largo del Evangelio, Jesús destaca la importancia del discernimiento en la vida espiritual del cristiano como búsqueda absoluta de la voluntad de Dios. El pasado martes 9 de Mayo, en el ciclo Espiritualidad Ignaciana y Discernimiento en la vida cotidiana, el Padre Fernando Cervera, sacerdote jesuita, habló acerca de esta búsqueda a partir del amor a Dios en todas las cosas, personas y situaciones de nuestra vida.
“El discernimiento no es un técnica, es una manera de llevar la vida desde el Evangelio para que ilumine nuestros pasos, para convivir y vincularnos entre hermanos, y vivir de acuerdo al deseo del Padre para nosotros”, dijo el sacerdote. San Ignacio indicaba que el núcleo central de la espiritualidad cristiana radica en amar a Dios en todas las cosas y a todas las cosas en Él, lo que significa una mutua implicancia a través del amor: amando a Dios podemos amar mejor a las cosas, situaciones, personas; y, a su vez, podemos encontrar a Dios en todo lo que se presenta en nuestra vida, como devoción permanente a la creación de Dios.
Esta forma de encarar la vida a partir del amor a Dios, tiene dos obstáculos pricipales, según San Ignacio, que era un maestro de la sospecha del mundo interior.
Por un lado el ego, lo que llamamos intereses narcicistas que no necesariamente son malos pero pueden pesarnos y descentrarnos del camino. “Cuanto más fuerte es el vínculo afectivo con nuestros deseos, más en contra nos juegan. Nos hacen trampa porque uno piensa que está haciendo lo mejor y en realidad hace lo que quiere”, indicó el sacerdote. Estos actos no surgen de nosotros por mala intención sino porque no conocemos otras maneras: nos empeñamos en salir de la angustia siguiendo lo que nos hacen sentir nuestras entrañas más que anuestra fe religiosa. El mundo interior del discernimiento es un diálogo con Dios y donde están los vínculos, y esta comunión se rompe cuando trato de resolver todo eso según mi querer y sentir.
En segundo lugar, San Ignacio señala a la ilusión, como encandiladora de la realidad, proveniente del mal espiritu tentador, que alimenta nuestro ego. Esta ilusión nos lleva a apurarnos y dar grandes saltos de manera precipitada, centrandose en el cómo, sin darnos el tiempo de discernir sobre el proyecto en sí, desde su base, para descubrir si verdaderamente viene de Dios.
El padre Cervera señala que en la actualidad puede existir un tercer enemigo del discernimiento que es el encanto por la desolación. “Estar mal, ansiosos o preocupados nos hace pensar más, nos entretiene más que disfrutar lo que nos hace sentir bien”, indicó el sacerdote. Enredarse en la búsqueda de cómo “salir de esta” es más entretenido que apreciar las cosas buenas, que son menos morbosas y atraen menos porque “no hay nada que hacer” sobre ellas.
Según la espiritualidad ignaciana, existen tres vías principales a través de las cuales se puede vivir este concepto núcleo que propone.
Por un lado, seguir la recta intención de encontrar a Dios en todas las cosas, evitando servirse por sí mismo y enredarse en las cosas para buscar respuestas sin incluir al Padre. Para lograrlo, primero es necesario trabajar el corazón para descubrir lo que quiero hacer y, a su vez, ver si eso está rectamente dirigido al Amor de Dios, sin servirse a sí mismo de manera principal. Por otra parte, buscar a Dios en las cosas para poder amarlas comos son y con la justa medida que sólo viene de Él, sin manipularlas, idealizarlas, ni esperando que sean algo que no pueden. Este ideal lleva mucho trabajo, pero es posible en la medida en que logremos creer que Dios es el dueño de todo lo que acontece y que sólo necesitamos amar y servirnos de lo que viene de Él.
En segundo lugar, San ignacio porpone salir del propio querer y no poner la confianza en mi propia voluntad, sino buscar lo mas recto que Dios puede estar inspirandome, a través de los signos que brinda. Esto implica dar pasos sobre cosas que a veces pueden ser muy claras y otras veces no tanto, pero donde Dios inclina la balanza e inspira de manera directa y concreta lo que pide de nosotros.
Por último, a Dios amar en todas las cosas, sin buscar que las cosas me den la absoluta felicidad. Para lograrlo, es necesario contemplar si en nuestra vida le estamos dando a Dios su lugar en la búsqueda de nuestra felicidad, buscándolo en las actividades cotidianas, en los vínculos y en los gustos. “Dios quiere la felicidad para nosotros y nos quiere dar vida en abundancia. Nos invita a complacernos en Él”, dijo el padre Cervera. A su vez, amar a las cosas en Dios nos ayuda a amarlas mejor, a dejar de sufrir por las contrariedades y permitir que las cosas se manifiesten, encontrando en ellas oportunidades de amor, de aprendizaje y de misericordia.
Para concluir, el sacerdote invitó a rezar por las cosas, personas o situaciones que generan conflicto en nuestro sentir, para encontrar a Cristo en todas ellas y poder valorar lo bueno que sí tienen, desprenderse de lo afectivo y dejar que las cosas sean, sirviendonos del bien que nos pueden brindar y de la aydua que podemos dar.
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