05/11/18 – En el Evangelio de hoy Jesús nos invita a la gratuidad, a entregarnos con generosidad, amando a los más pobres, por los cual Jesús tiene mayor predilección.
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!». Lc 14,1.12-14
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!».
Lc 14,1.12-14
En las nuevas relaciones interpersonales que pide el reino de Dios, la ley no puede ser la del intercambio interesado comercial mercantilista, la ley es la de la gratuidad.
El camino de la perfección, del hacernos uno con Cristo, sólo es posible por el camino de la caridad, del amor que siempre es inclusivo.
En los códigos de Dios las cosas no tienen precio. El valor es el de la entrega, y la entrega es la caridad, donde Dios nos invita de verdad a ser libres.
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