08/02/2024 – El evangelio completo se proclama para que encontremos en Cristo Jesús al hijo de Dios, no de cualquier manera, sino como un mesías que se entrega en kénosis, no triunfal. La verdadera fuerza del poder de Dios se encuentra en la cruz.
Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto.En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies.Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio.El le respondió: “Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros”.Pero ella le respondió: “Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos”.Entonces él le dijo: “A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija”.Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio. San Marcos 7,24-30
En el evangelio que compartimos hoy vamos descubriendo que estamos llamados a meditar, a reflexionar sobre la importancia de la fe, de la confianza en Dios, pero no una fe intimista, no una fe que se vive en soledad, sino una fe que está motivada por el amor, una fe que sale al servicio y a la intercesión. Creo que esta es la única manera verdadera para vivir la fe, no exclusivamente como un encuentro con Dios, que lo es, sino también desde un encuentro con el hermano. Por eso la palabra nos muestra Jesús y vemos también la fe de una mujer marcada por una necesidad, unida por una necesidad. Su hija estaba enferma.
Nos dice la palabra que “Jesús partió de allí”, “allí” es el lugar de la controversia que Jesus ha tenido con los fariseos. Tiro es una región pagana habitada por fenicios. Desde la perspectiva judía, son considerados lo peor entre los paganos, los menospreciados, los perros. A pesar de esto, hay promesas de salvación para Tiro. En el Salmo 87,4, se menciona: “Me acordaré de Rahab y de Babilonia entre los que me conocen; he aquí, Filistea y Tiro, con Etiopía”, ofreciendo una promesa de salvación para Tiro.
Jesús se dirige a ese lugar, el de los despreciados, tratando de pasar desapercibido, pero resulta imposible. El silencio mesiánico que Jesús introduce en la comunidad de los discípulos tiene una única razón: que comprendan que su mesianismo debe ser proclamado en kénosis, es decir, en la entrega de su vida en la cruz. Esta verdad se confirma cuando el centurión, al pie de la cruz, declara: “Verdaderamente, este es el hijo de Dios”.
El evangelio según San Marcos nos ofrece uno de los evangelios quizás más enigmáticos, donde Jesús mismo revela y expone su manera de actuar. En este diálogo con una mujer de origen fenicio, de Siria, es decir, fuera del pueblo elegido, ella se acerca a Jesús buscando compasión y necesitando la misericordia de la salvación. En un principio, Jesús parece no mostrar interés en esta situación, enfocándose aparentemente en el pueblo escogido. No obstante, gracias a este intercambio y a la fe demostrada por la mujer, incluso llegando al límite de lo digno al referirse a sí misma como los perros que buscan migajas debajo de la mesa, Jesús se conmueve y cambia su postura inicial, sanando y salvando como resultado.Rompe todos los esquemas pensar que el ministerio de Jesús se fue desarrollando en los encuentros con los demás, en el diálogo y en las preocupaciones concretas de la vida cotidiana. Su modo de proceder se fue moldeando a través de estas experiencias. Jesús, de esta manera, no es un burócrata que simplemente sigue planes, sino que, al contrario, va modelando su acción a través del diálogo y el encuentro con los demás. Es un hermoso ejemplo y una hermosa forma de vivir.
Creo que es una linda pregunta para comenzar a reflexionar un poco ¿no? ¿Qué sos capaz de hacer por las personas que amás? Que en definitiva es lo mismo que decir ¿cuánto amás o cuánto dejás de amar? Lo vemos en el ejemplo de esta madre que nos deja el evangelio. Una madre que cree, una madre que está dispuesta a hacer lo imposible por la salud y el bien de su hija. Es un amor que no tiene límites, que no tiene vergüenza, que no tiene escrúpulos, que no se anda fijando en el que mira, en el que no, en el que dirán, en el que no. Pensá hoy en las personas que amás. Detenete un rato y pensá en las personas que vos tenés en el corazón, en los que se te hacen necesarios en tu vida y pregúntate ¿los estás amando en serio? ¿Estás confiando en ellos? ¿Te estás dejando amar vos? Bueno, dejá de lado el egoísmo, la envidia, el rencor y acordate que el único que enseña a amar como corresponde es Jesús. Podríamos hacer una oración y repetir en este día, Señor, enseñame a amar de verdad.
Vemos también que Jesús se instaló en una casa y que quería permanecer oculto pero no podía hacerlo. Bueno, muchas veces vos y yo también queremos pasar ocultos, inadvertidos y tampoco podemos. ¿Cuántas veces preferiríamos que nadie nos conozca, quedar así en segundo plano? Pero es importante también el buen discernimiento. Acordate que discernir es mirar todo lo que aparece en mi vida y elegir la voluntad de Dios. No es un mal deseo querer pasar ocultos, inadvertidos, pero hay que ver si es lo que Dios quiere para tu vida también. A lo mejor Él te llama a otras cosas y uno se tira abajo o mira para otro lado, se hace el distraído. No somos el centro. El centro es Jesús. A Él tenemos que apuntar y a Él hay que transmitirlo, pero hay que ser dóciles a la palabra de Dios, hay que ser dóciles a la voluntad de Dios. No busques solamente lo que vos querés, no busques solamente tu yo en cada cosa. Pedile al Señor docilidad para descubrir por dónde y cómo Él te está llamando. No seas tanto yo, tanto yo, y que tu vida se convierta en un nosotros, en un vos y Jesús.
Es lo que hace la mujer del Evangelio. Es una gran intercesora. Sabe unir, sabe buscar lo mejor para los otros y se anima a responder. Por eso, hablale a Dios de los otros y a los otros de Dios. Que tu oración también sea pedir por los demás. Da testimonio, contá lo que el Señor hizo por vos. Acordate que hay gente que reza por tus intenciones todos los días. Vos ponés, no solamente lo tuyo, sino también lo de los demás. Es así en el servicio cuando uno se vuelve cada vez más y más pleno. Por eso hoy te propongo un ejercicio. Cuando vayas a rezar no pidas por vos. Dejá y confía en que hay otro que está pidiendo por tus intenciones. Hoy dedícate a rezar por los demás y vas a ver que ocupándote de las cosas de Dios, Dios se va a ocupar de las tuyas. Pensando en los demás, Dios no te va a dejar solo. Creemos en un Dios de las sorpresas.
El Señor quería pasar desapercibido, pero es tan grande lo que su presencia produce que la gente en seguida sale a buscarlo. Una mujer le trae el dolor más grande de su vida: su hija está poseída por un espíritu impuro. Rompiendo todas las fronteras históricas, geográficas, se acerca a Jesús para que salve a su hija. Y Jesús se muestra distante frente a su dolor. Esa actitud de Jesús nos deja pensando: ¿por qué Jesús le dice que no está permitido tomar el pan de los hijos para dárselo a los cachorros? Ella podría haberse sentido insultada. Sin embargo, la mujer no se desalienta, hay alguien que la necesita más que su propio orgullo. Así logra que el Señor cure a su hijita.
Jesús pone a prueba la confianza de esa mujer, pero no de un modo sádico, sino para que quede de manifiesto que lo que va a hacer depende de Dios. Jesús la enfrenta con su condición: ella era pagana y, por lo tanto, no era parte del Pueblo de Dios, Jesús no tenía ninguna obligación con ella. Sin embargo, la insistencia de la mujer cautiva a Jesús y pone de manifiesto su confianza en la misericordia de Dios.