06/06/2018 – Hay un proverbio chino que puede enseñarnos mucho para nuestra vida y dice así: “Nadie sabe hacia dónde va a saltar el saltamontes. Ni siquiera él mismo.”
Muchas veces en mi niñez observé al saltamontes. Y es verdad lo que dice el proverbio chino. Nunca se sabe hacia dónde va a dirigir el saltamontes su próximo salto. Lo primero que hace al aterrizar desde su última parábola es girar sobre sí mismo en el suelo, pero una vez es hacia la derecha, otra hacia la izquierda, una vez es un ángulo mínimo y otra vez es media vuelta entera. Salto y giro, y otro salto y otro giro, pero nunca dos saltos en la misma dirección. La línea recta no se hizo para el saltamontes. Quizá tampoco sabe todavía a dónde quiere ir. Sin embargo El saltamontes nunca se equivoca. Espontaneidad del momento. Hay que recuperar en cada aterrizaje la frescura inicial para recomenzar el vuelo hacia donde nos lleve en el momento concreto nuestro instinto certero. Bien está el planear, prever, sacarse seguros de vida, consultar mapas, y trazar itinerarios. Todo hace falta en este complicado mundo en que vivimos. Pero lo que más falta hace es la libertad de fíarse. Es cierto que pueden ocurrir aterrizajes inesperados. A veces incluso pequeños accidentes. También le sucede al saltamontes. Pero vuelve a enderezarse y a proseguir su ballet geométrico en curvas airosas. Y siempre vuelve a la tierra que le da sustento, protección, y descanso. Alegre vida sobre verdes prados. ¿y cual es el secreto? El saltamontes es ligero. Salta porque no pesa. Vuela porque no está atado. Parecen increíbles las alturas que alcanza en sus acrobacias gratuitas. No le pesa el cuerpo. No le pesan las preocupaciones. No le pesa el pasado. No le pesa el futuro. No le pesan los pesares. Es ligero de cuerpo, de miembros, de estructura, de mente, de conciencia. Por eso vuela. Hay que dejar los estorbo. Hay que vaciar almacenes. Hay que limpiar fondos. Arrastramos tal peso de memorias y resentimientos y sueños y miedos que no podemos despegar. Pocos animales saltan tan alto en proporción altura-cuerpo como el saltamontes; y pocos tan bajo como el hombre y la mujer. Podemos mejorar nuestras marcas. Es fascinante contemplar de cerca los viajes del pequeño saltamontes. Observar y aprender. Saltar por encima de las dificultades cuando no podemos resolverlas. Cambiar de terreno cuando se ha agotado el anterior. Fuerza inmediata y reposo tranquilo. Transitoriedad y despreocupación. Saber vivir en el suelo y saber asomarse a las alturas. de salto en salto, de emoción en emoción. Aprendamos a saltar. Carlos Vallés SJ
Muchas veces en mi niñez observé al saltamontes. Y es verdad lo que dice el proverbio chino. Nunca se sabe hacia dónde va a dirigir el saltamontes su próximo salto. Lo primero que hace al aterrizar desde su última parábola es girar sobre sí mismo en el suelo, pero una vez es hacia la derecha, otra hacia la izquierda, una vez es un ángulo mínimo y otra vez es media vuelta entera. Salto y giro, y otro salto y otro giro, pero nunca dos saltos en la misma dirección. La línea recta no se hizo para el saltamontes. Quizá tampoco sabe todavía a dónde quiere ir. Sin embargo El saltamontes nunca se equivoca.
Espontaneidad del momento. Hay que recuperar en cada aterrizaje la frescura inicial para recomenzar el vuelo hacia donde nos lleve en el momento concreto nuestro instinto certero.
Bien está el planear, prever, sacarse seguros de vida, consultar mapas, y trazar itinerarios. Todo hace falta en este complicado mundo en que vivimos. Pero lo que más falta hace es la libertad de fíarse. Es cierto que pueden ocurrir aterrizajes inesperados. A veces incluso pequeños accidentes. También le sucede al saltamontes. Pero vuelve a enderezarse y a proseguir su ballet geométrico en curvas airosas. Y siempre vuelve a la tierra que le da sustento, protección, y descanso. Alegre vida sobre verdes prados.
¿y cual es el secreto? El saltamontes es ligero. Salta porque no pesa. Vuela porque no está atado. Parecen increíbles las alturas que alcanza en sus acrobacias gratuitas. No le pesa el cuerpo. No le pesan las preocupaciones. No le pesa el pasado. No le pesa el futuro. No le pesan los pesares. Es ligero de cuerpo, de miembros, de estructura, de mente, de conciencia. Por eso vuela.
Hay que dejar los estorbo. Hay que vaciar almacenes. Hay que limpiar fondos. Arrastramos tal peso de memorias y resentimientos y sueños y miedos que no podemos despegar. Pocos animales saltan tan alto en proporción altura-cuerpo como el saltamontes; y pocos tan bajo como el hombre y la mujer. Podemos mejorar nuestras marcas.
Es fascinante contemplar de cerca los viajes del pequeño saltamontes. Observar y aprender. Saltar por encima de las dificultades cuando no podemos resolverlas. Cambiar de terreno cuando se ha agotado el anterior. Fuerza inmediata y reposo tranquilo. Transitoriedad y despreocupación. Saber vivir en el suelo y saber asomarse a las alturas. de salto en salto, de emoción en emoción. Aprendamos a saltar.
Carlos Vallés SJ
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