06/11/2025 – La psicopedagoga Mariana Savid, especializada en bullying, abordó la problemática del acoso y su réplica en el entorno digital. El bullying se define como una «conducta agresiva, repetida, intencional y desigual entre menores de edad» que incluye humillaciones o violencia de distinta índole. Savid señala que el ciberbullying ocurre en entornos digitales con un impacto multiplicado, potenciado por factores como el anonimato y la viralidad. En esta esfera, el daño generado «no tiene horarios ni fronteras», lo que hace que el acoso sea constante e invasivo.
Savid explica que las redes sociales y plataformas están diseñadas para que el cerebro actúe sin detenerse a pensar. «El scroll infinito, que no tiene un fin claro, hace que el cerebro no frene para poder reflexionar en eso que voy a hacer o que voy a escribir», apunta. En medio de esta vorágine digital, la especialista invita a una profunda reflexión, citando una frase del Papa que nos llama a «desarmar las palabras, elevar la mirada y custodiar el corazón».
La capacidad de elegir la palabra justa es fundamental. Savid plantea que detrás de las agresiones en línea hay una falta de pausa: «detrás de cada meme humillante, de cada audio, de cada frase difundida sin consentimiento o comentarios crueles en redes, hay alguien que no se detuvo a pensar y que eligió herir en vez de escuchar». Por ello, la pregunta clave es: «Si esto que voy a escribir o esto que voy a generar, ¿ayuda o destruye?» Recordando el mensaje de la Iglesia, la experta enfatiza que la verdadera educación avanza con prudencia y mansedumbre, no a través de la burla.
La responsabilidad de los adultos es ineludible. Savid es crítica al señalar que se ha «dejado solos» a los niños y adolescentes en la educación digital. El lema anual de «aprender a cuidarse en la era tecnológica» debería extenderse a «aprender a cuidarnos y cuidar al otro». La violencia, subraya la psicopedagoga, se aprende: los chicos no rechazan el daño por sí mismos, sino que «aprenden de nosotros, de los adultos, aprenden a imitar nuestras actitudes, nuestras palabras, nuestra forma de ver el otro y cómo nos manejamos también en redes sociales».
Para los padres, es vital el diálogo y la atención a los cambios bruscos en sus hijos, como el bajo rendimiento o el aislamiento, que pueden ser indicadores de que están siendo víctimas de acoso. Para educar a un potencial agresor, Savid aconseja preguntar: «¿Cómo crees que se va a sentir el otro?» si envías ese mensaje. La solución pasa por «sembrar valores, el respeto, la empatía y la compasión desde la infancia», fortaleciendo estos pilares en el ámbito digital, el cual a menudo atenta contra la empatía por la falta de presencia física.
Mariana Savid concluye que el bullying es un fenómeno multicausal, un reflejo de la violencia social. Las prohibiciones de plataformas, como las implementadas en algunas escuelas, son insuficientes y solo un «parche» o una «curita a una herida profunda». Estos bloqueos dan una «falsa sensación de seguridad a los adultos», mientras que el riesgo solo se desplaza. La solución real es la educación en prevención y el desarrollo de la «ciudadanía digital», pues la prevención del ciberacoso «no es un protocolo que se activa, sino es una cultura que se construye día a día, clic a clic y mirada a mirada».
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