23/11/18 – Jesús en el Evangelio de hoy, nos muestra su agresividad apostólica invitándonos a poner en orden todo lo que en nuestra vida está fuera de lugar. Expulsemos a los bandidos que han venido a ocupar en nuestro interior un lugar que no les corresponde.
Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: “Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”. Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
Lc 19,45-18
El exceso de ruido y exceso de entusiasmo: las dos primeras trampas que obstaculizan el camino del corazón y hacia el corazón.
La inercia es creer que nada puede cambiar, que viviremos arrastrando los defectos y vicios de siempre. Una vida interior que se construya a costa del desprecio de otros caminos sólo es hija del temor y de la escasez, no de la sobreabundancia del amor.
La desesperación presenta el camino recorrido hasta entonces como un gran engaño; y lo que queda por avanzar, como una mentira.
El orgullo conduce al extremo opuesto del camino: en lugar de llevar a la comunión con Dios, con todos y con todo, aboca a un total encerramiento en sí mismo.
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