Bienaventurados los puros de corazón

jueves, 22 de septiembre de 2011
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 Refiriéndose uno a Bienaventurados los puros de corazón porque verán a Dios piensa instintivamente en la virtud de la pureza casi como que la bienaventuranza fuera equivalente en positivo,al sexto mandamiento que dice No cometerás actos impuros. Como si decir bienaventurados los puros de corazón sería decir en positivo aquella prohibición que es la apertura a un nuevo sentido de la pureza interior marcada en el sexto mandamiento. Esta interpretación está muy presente en el curso de la historia de la vida de la espiritualidad cristiana y se ha convertido casi como predominante de entender éste modo la pureza en el siglo XIX. En realidad la pureza de corazón no indica en el pensamiento de Cristo una virtud particular sino una cualidad que debe acompañar todas las virtudes para que ella sea realmente virtud y no espléndidos vicios. Su contrario más directo no es la impureza sino las máscaras. Bienaventurados los puros quiere decir bienaventurados los transparentes, los que no solamente se encuentran con Dios en la transparencia de su alma sino los que transparentan a Dios a quien contemplan como si lo estuvieran viendo cara a cara. Que es lo que esperan los hombres de estos tiempos? Que nosotros podamos reflejar en nuestro rostro y actitudes, compromisos y en nuestras búsquedas y maneras de mirar hacia adelante y afrontar lo nuevo como si estuviéramos viendo al invisible. Desde ese lugar somos invitados a la limpieza interior como en el río o en el lago cuando está limpio y el agua está transparente ves el fondo así los limpios interiormente los que son transparentes se permiten a si mismo y podemos ver a Dios en su rostro. Hay miradas, actitudes, hay personas que en su alegría, su integridad, la claridad de su expresión en la manera de pararse en la vida, en su ser de una sola pieza viven ésta interacción y ésta unión, ésta integración de todo ser de un eje al que llamamos yo profundo y entonces su espiritualidad, su psicología, su dimensión física, su compromiso social, su perspectiva trascendente, todo su ser habla de lo mismo, de ser realmente ella toda integrada. La contraria a la transparencia no es la impureza sino la hipocresía. Eso que oculta el rostro real de quienes somos y quienes estamos llamados a set: rostros transparentes íntegros como niños y ancianos

Jesús habla de esto en otro Evangelio Mt 6,2-6 y los paralelos de los sinópticos Jesús dice: cuando des limosna no lo vayas pregonando y como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ser honrado por los hombres, les aseguro que ellos ya tienen su recompensa, cuando tu des limosna que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha para que tu limosna quede en secreto y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará. Cuando ores no hagas como los hipócritas. A ellos le encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tu en cambio cuando ores retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará

La ausencia de transparencia,de limpieza interior de pureza en nosotros se da por éste andar tapándole a Dios la posibilidad de encuentro con nosotros en lo más hondo del corazón. N

osotros no entendemos lo que dice con tanta claridad San Agustín que Dios es tan íntimo a nosotros más que nuestra propia intimidad y que antes de buscarlo por fuera debemos apuntar que El se muestre desde dentro. La hipocresía lo que hace es buscar por fuera. Taponar el acceso desde dentro al Dios viviente y entre la actividad y el querer aparecer creemos que somos. En éste sentido el mundo del tener y el mundo de la imagen atentan fuertemente contra la posibilidad de ser lo que estamos llamados a ser en la transparencia de lo que Dios pretende de nosotros mirándonos al corazón. A Dios no se le escapa nuestra interioridad. Nosotros somos los que no terminamos de ponernos de cara a El y por tanto ocultamos el rostro real de quienes somos a la luz del rostro real del Dios viviente que nos habita por dentro. La hipocresía es la que nos impide acceder al encuentro con Dios, las máscaras. La hipocresía es el pecado denunciado con más fuerza por parte de Dios a lo largo de toda la Biblia y el motivo está claro. Con ésta actitud el hombre degrada a Dios. El hombre ve las apariencias, Dios ve el corazón, dice la Palabra en 1 Sam 16-17 cuando son presentados delante del Señor por el profeta los posibles herederos y hay uno que aparece allí, el que va a ser heredero del reino, David, que e muy pequeño que está pastoreando las ovejas en el campo que después de presentarle a sus hermanos Dios le da a entender al profeta que es éste. el más pequeño, Dios no ve según el tamaño, no ve según la inteligencia, según la capacidad. Ve todo eso desde ver del corazón. El limpio de corazón es el que se deja contemplar por Dios. Es el que no le deja a Dios todo el espacio de su ser para que sea El el que lo habita y entonces termina de reflejar a Dios siendo contemplativo de su rostro Dios nos invita a descubrir aquellos hermanos nuestros que nos reflejan claramente esa presencia transparente Aparece la máscara, la hipocresía casi como un mecanismo de defensa que busca cubrir lo frágil, lo débil ante un mundo terriblemente exigente en torno al éxito. Ojalá entendamos que el éxito, de que vayamos bien depende de nuestra vulnerabilidad y fragilidad está en las manos del que todo lo puede.

La pureza de la que nos habla la bienaventuranza que nos invita a andar por ella para alcanzar la contemplación de Dios, el modo como Jesús plantea la diatriba de El con los fariseos. Estas se centran entre la oposición del interior y exterior del hombre Ay de ustedes escribas y fariseos hipócritas que parecen sepulcros blanqueados hermosos por fuera pero por dentro llenos de huesos ios enmuertos y de podredumbre Por fuera parecen justos ante los hombres pero por dentro llenos de hipocresía e iniquidad Suele pasarnos que por más que queramos esconder como estamos no podemos sino dejar de reflejarlo. Se nota mucho esto de la hipocresía en el ámbito del mundo del espectáculo: rostros bien definidos, maquillajes, toda una actitud de despliegue escenográfico donde la persona intenta mostrar que está espléndida sin embargo pasado el tiempo uno se da cuenta que aquello era cáscara y que no había nada por dentro Lo importante está adentro.

El sentido de continencia y castidad como planteábamos al principio es reductiva del modo amplio y profundo con el que Jesús plantea éste don evangélico. Entre las cosas que contaminan al corazón Jesús pone también según escuchamos fornicaciones, adulterios y deshonestidades pero ésto ocupa un peso bien limitado casi secundario. Este ámbito se encuentra al lado de otros en los que se pone de relieve el lugar decisivo que ocupa el corazón como quien dice quien vio con ojos deshonestos a la mujer de su prójimo ya cometió adulterio Es decir que es en la interioridad, en la intención es el modo desde donde se fija la pureza. Los términos puro, pureza no son usados jamás en el Nuevo Testamento para indicar lo que nosotros entendemos hoy la ausencia de pecado de la carne. Para esto se utiliza otro término encrateia templanza, sifrosine castidad. De lo dicho queda claro que el puro de corazón por excelencia es Jesús mismo. De El los mismos adversarios advierten: sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de la persona porque no te fijas en la categoría de nadie sino que enseñas con fidelidad el camino de Dios. Jesús lo dice de si mismo yo no busco mi propia gloria sino la del Padre. La sinceridad, el saber vivir de la mejor manera a esto nos llama el Evangelio hoy dejando que siendo frágiles y vulnerables nos animemos a lanzarnos a lo que viene con audacia solo por un motivo porque en las manos de Dios estamos. Pequeños somos. A esa pequeñez herida intentamos tantas veces cubrirla cuando Dios en realidad lo que nos pide para tener un corazón limpio y puro es ser ofrenda de un corazón contrito y humillado

 

                                                                                                               Padre Javier Soteras