Brochero y su cercanía con los presos

viernes, 16 de septiembre de 2016
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encarcelado

16/09/2016 – En su amplio corazón de sacerdote, el Cura Brochero también tiene un cariño especial por los presos. Su amor se traduce en gestos concretos en favor de ellos y su dignidad. Brochero encara acciones concretas de ayuda a los presos, lejos de los privilegios de su cargo, se ocupa de predicar a los presos, son queridos por él, son defendidos de las injusticias, son educados para el uso de sus derechos y por lo tanto de su libertad y son socorridos en sus necesidades.

 

“Acuérdense de los presos, como si estuvieran presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también ustedes mismos están en el cuerpo”.

Hebreos 13,3

 

 

El trabajo pastoral de Brochero con los presos

Brochero se ocupaba de la atención a los presos. Este sector le permite desarrollar diferentes cualidades pastorales. Los presos lo ven deshacerse en búsqueda de su bien, durante los años en que, como Canónigo, vive en la ciudad. Visita la cárcel penitenciaria. Se interioriza de la situación de los pobres que la habitan. Promueve iniciativas de colaboración pública y privada para acudir a sus necesidades. Les predica ejercicios espirituales. Los confiesa. Se manifiesta con ellos como padre y amigo. Se convierte en defensor de los encarcelados con una febril tarea para suscitar la reflexión de los poderes públicos sobre la lentitud de los trámites judiciales, la jurisdicción y la responsabilidad de los diversos poderes de gobierno para conceder o negar el indulto, etc.

Brochero sabe que su dedicación personal por los presos no basta y que puede resultar totalmente inocua si no se extiende y apoya en la solidaridad de mucha gente. Por eso promueve la solidaridad de la sociedad cordobesa para atender a las necesidades de los presos más pobres. Después de haber obtenido la colaboración solidaria, pide al Director del diario Libertad “poner en su acreditado diario la lista de ropa, que hoy he entregado a los penados más pobres de la Penitenciaría”. Y casi las mismas palabras para el Director del diario Los Principios: “si pudiese y quisiese poner en su acreditado diario la lista de ropa, que hoy he entregado a los penados más pobres de la Penitenciaría, le agradecería mucho”.

Desde el 11 de noviembre de 1900 hasta el 17 de febrero de 1901 la prensa cordobesa demuestra gran interés por esta acción benéfica de Brochero.

Se informa que el canónigo de los ejercicios espirituales a todos los presos de la penitenciaría con celo verdaderamente apostólico, tanto penados como encausados. Son cuatro pláticas al día y tiene lugar la celebración eucarística, les imparte catecismo y les reparte con la ayuda de varias sociedades de beneficencia ropas y demás prendas de vestir. La prensa señala el valor de este servicio.

“Es altamente plausible la actitud del canónigo señor Brochero al llevar a los presos los beneficios de nuestra santa religión católica. Ellos necesitan especialmente del alimento espiritual para que fulgure sobre sobre sus frentes la luz esplendorosa de un arrepentimiento sincero y verdadero. Por ello la obra del virtuoso canónigo Brochero y de los distinguidos sacerdotes que lo secundan, es digna, grande, civilizadora, humanitaria y merecedora de nuestro caluroso aplauso”.

 

Brochero una presencia de misericordia

Una de las obras de misericordia es visitar a los presos. Son hermanos muy frágiles y vulnerables porque están privados de su libertad.

A comienzos del siglo XX, si bien se había inaugurado la nueva cárcel en Córdoba, persistía la creencia de que a los presos había que tratarlos con rigor. Constantemente eran sometidos a castigos y humillaciones. Fue entonces cuando el canónigo Brochero comenzó a frecuentar la cárcel para visitar y llevar consuelo a los presos.
El 22 de diciembre de 1900 el santo cura se dirige a sus “queridos hijos espirituales los presos de la Penitenciaría”. Les desea que el año nuevo “los encuentre con salud, con paciencia y con esperanza de conseguir alguna gracia”.
Resulta que las Damas de Córdoba y el Presidente de San Vicente de Paul habían hecho un pedido de gracia ante el gobierno, pero según les cuenta Brochero, “el carro se encajó hasta las mazas”. Les avisa que muchas personas de valer de Córdoba resisten la solicitud. Ustedes recen, les recomienda, hagan penitencia “para que se les rebajen dos años en sus condenas y se les ponga término a los que no la tengan”. Calcula que a lo mejor pueda salir de la cárcel una docena de penados: “¡Una docena de presos que pueden ser agraciados en el 1 de enero es lo que asusta y escandaliza a ciertas personas de la sociedad de Córdoba, y no se escandalizan que más de diez docenas de presos no se les ha concluido el sumario entre tres meses que manda la ley!

A comienzos de 1901 inicia una campaña periodística. En Los Principios escribe una dura y erudita crítica al fiscal Dr César, que no sólo se opone a conceder la gracia, sino que argumenta extensamente para negarle jurisdicción al gobernador: no puede decir lo que la Constitución no le otorga.

Ante tal dictamen, Brochero decide exponer sus argumentos. Para que no digan que habla porque sí recurre a las “pruebas con el librito en la mano al que tantas veces invocan y al que tantas veces le quieren hacer decir, como en otras ocasiones que no diga”. El cura, como los viejos caudillos federales, se refiere a la constitución provincial llamándola “librito”.

Además, acusa a los doctores de usar arbitrariamente su letra: ellos deciden qué dice y qué no dice la ley.

Brochero le exige al fiscal que se ponga en contacto con la realidad y lo acusa de no “haber dado nunca un paseíto por las comisarías”. Entonces se hubiera convencido de que no están todos los que son. Además, considera una falacia el dictamen sobre las atribuciones del gobernador. Postula que quien puede conmutar la pena de muerte, con más razón puede suavizar las condenas haciéndolas cumplir en comisarías donde los presos no se ven obligados a soportar las mortificaciones y tiranías que sufren en la Penitenciaría”. ¿Acaso los jueces al condenarlos tenían la intención de “hacerlos pasar suplicios infernales?” Recuerda que la Constitución Provincial “exige que las cárceles de la provincia sean seguras, sanas y limpias y que no podrá tomarse medida alguna que a pretexto de precaución conduzca a mortificar a los presos”.

En un momento Brochero es acusado de promover el tumulto con sus prédicas y Ejercicios en la cárcel. “Ese es el resultado de sus pláticas, le dicen, ahora no lo dejarán entrar a ese establecimiento”. El cura reponde: “la intentona de evasión, si la ha habido, no puede resultar de unas pláticas y unas lecturas que sólo tienen por objeto instruir a los ignorantes, o recordar a los instruidos, los deberes que tienen para con Dios, para consigo mismos y para con sus prójimos”.

Según Brochero en sus prédicas trataba de convencerlos para que evitaran la evasión porque puede resultar pero el remedio que la enfermedad y les enseña tácticas para que en sus declaraciones a los jueces sigan estrategias que les hagan más tenues las penas. Recuerda a los penados que “nadie está obligado a acusarse a sí mismo”. Para convencerlos de que no intenten la evasión les explica que la nación está “enjambrada de hilos telegráficos” y les iba a ser muy difícil escapar.

Brochero encara acciones concretas de ayuda a los presos, lejos de los privilegios de su cargo, se ocupa de predicar a los presos, son queridos por él, son defendidos de las injusticias, son educados para el uso de sus derechos y por lo tanto de su libertad y son socorridos en sus necesidades. Guiado por el amor fraternal, confiado en un Dios listo para socorrer a los oprimidos sigue fielmente el llamado de Hebreos 13,3: “Acuérdense de los presos, como si estuvieran presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también ustedes mismos están en el cuerpo”.

Padre Javier Soteras

Material elaborado en base al libro del P. Mario Llanos  “Corazón de tierra, latidos de cielo”: El testamento espiritual del Cura Brochero