Buscar y encontrar el amor genuino

viernes, 26 de junio de 2009
image_pdfimage_print




“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.  Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.  El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos.  En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos”.

Mateo 5,17-19

El primer punto de nuestro encuentro es éste: el amor es el camino.

Yo, dice, Jesús no he venido a abolir sino a dar cumplimiento. Jesús hace aquí una declaración desde el principio de mucha importancia para todo el cristianismo en la que fija su actitud doctrinal frente al judaísmo.

Jesús no vino a abolir la Ley ni los Profetas, las 2 secciones principales de la Palabra de Dios, de la Biblia. La Ley, la primera, se la consideraba en la época neo testamentaria como el lugar de la revelación divina, eterna, irrevocable. Los demás libros de la Sagrada Escritura incluso los Profetas que son explicación de la Ley no tienen el carácter que tiene la Ley como lugar de la Revelación de Dios allí donde el Señor en el Sinaí históricamente se reveló a Moisés en el líder del pueblo de Israel le regaló un camino la ley como pedagoga y lugar de Revelación para el camino del pueblo de Dios que busca la promesa de la realización mesiánica en su propia historia.

No tienen el carácter los demás libros en Israel porque estos aparecieron como fruto del pecado cuando el pueblo erraba el camino Dios lo llevaba y lo volvía a la Ley a través de las diversas voces que sonaban en el corazón de Israel y los diversos escritos que iban haciendo como eco en aquella voz única de Dios que resonaba en la historia tratando de atraerlo y traerlo al pueblo sobre el camino que había perdido. La Ley también los Profetas tenían esa misión.

Eran la boca de Dios y expresaban después en espíritu concretos que la tradición recogía ese decir de Dios invitándolo al pueblo a volver y aquella muletilla con la que Dios se dirige al pueblo cuando éste va errando en el camino: Escucha Israel. Jesús dice, yo no he venido a abolir todo aquello. Por el contrario he venido a dar cumplimiento.

El sentido que usa el verbo que expresa éste no abolir podría estar traducido también como no destruir, no abrogar, no dejar de lado Cristo vino a llenar y cumplir, a perfeccionar la Ley con las obras y a llevar lo imperfecto al camino de lo perfecto. No viene a destruir la Ley pero tampoco viene a consagrarla como algo que no puede ser tocado. Al contrario viene a darle con su enseñanza y su actitud una forma más definitiva.

La Ley era el camino revelado por Dios para llegar al lugar donde Dios había convocado al pueblo. El encuentro con la Nueva Alianza bajo el signo de la promesa que traía el Mesías Por tanto no era la Palabra definitiva. Ahora si la Palabra definitiva está presente en medio de ellos el mismo Jesús de Nazaret. El camino que conduce a la perfección de la ley por boca y acción del Mesías es el camino del amor. El amor perfecciona, embellece, crea, recrea, hace plena y lleva a la perfección la ley como lugar donde Dios se había pronunciado a favor de su pueblo.

El amor es el camino, como en tu vida el amor ha hecho camino. Amor de familia, de amistad, de servicio, de encuentro fraterno, amor orante, amor expresado sencillamente en el reconocimiento del amor de Dios en tu vida. Yo me animo a decir en mi vida que un amor importante es el amor familiar, el amor de adolescente, el trato de amistad, un amor importante fue el amor de Jesús cuando a los 17 años me hizo sentir en lo más hondo del corazón que mi vida estaba para ser consagrada a su amor, un amor importante en mi vida algunos santos amigos que fueron apareciendo en el camino por decirte Teresita de Jesús, Teresa de Jesús, el Cura de Ars, por decirte el Padre Pío y un amor muy cercano a mi corazón el amor de María, amor de los compañeros de trabajo.

Cuando encontramos la fuerza del amor en nuestro corazón y descubrimos que es plenitud lo que se nos ofrece en El el amor se hace camino, caminote perfección y el amor se hace capaz de embellecer crear y recrear la vida.

Jesús no viene como un reformista revolucionario sino como quien re significa lo que existe desde ésta perspectiva primera presente en el misterio mismo del ser Dios y por la que todas las cosas comienzan a ser y son sostenidas a la creación, el amor y por eso queremos encontrarnos con los amores concretos, reales, puntuales que en el camino de la vida hasta aquí se han manifestado para que desde ese lugar podamos vincularnos y encontrarnos con éste camino de amor de Dios que supera todo tipo de ordenamiento. Cualquier forma se cree entender la vida, de poder darle cauce. Solo es el amor es el que le da sentido.

En la medida en que no nos conectemos con esa fuerza de amor que está presente y confluye en los lugares centrales de nuestra vida que hace epicentro en nuestro corazón no vamos a terminar de encontrar lo que estamos buscando, el camino de la plenitud, el camino de la felicidad.

Hemos creído en el amor de Dios, así puede expresar el cristiano, dice Benedicto XVI, la opción fundamental de su vida. El haber creído en el amor de Dios. No se comienza a ser cristiano, dice el Papa, por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona que da un nuevo horizonte a la vida y con ello una orientación decisiva

En el Evangelio Juan había expresado éste acontecimiento con la siguiente Palabra: tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todos los que crean en El tengan vida eterna. Es vida lo que se ofrece en el amor que brota del amor de Dios y elige un montón de arroyos a través de los cuales confluir en el río de nuestra vida para que éste tome cauce junto a otros y desde allí hacerse un torrente que bañe todo y con su presencia lo transforme todo.

El amor es transformante, es creativo, es capaz de embellecerlo todo. El amor es capaz de consagrarlo todo y hacerlo todo nuevo. Consagrado quiere decir hacerlo de Dios y a partir de allí como las cosas puestas en Dios comenzar a ser nuevas, recreadas, transformadas. La fe cristiana pone el amor en el centro y ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dice Benedicto XVI, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y una mayor amplitud.

De allí que Jesús diga no he venido a abolir la Ley y los Profetas he venido a llevarla a la plenitud. La hondura del creer israelita viene dada por la fuerza y el núcleo mismo del sentido de la vida que está en la Ley en cuanto camino que conduce a la plenitud que es el amor porque Dios es el Amor y el camino de la ley conduce al amor.

El israelita creyente reza cada día con las palabras del libro del Deuteronomio que como bien saben comprendía el núcleo de su existencia: Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas las fuerzas.

Jesús haciendo de éste precepto un mandamiento lo suma a aquel otro que también aparece en el libro del Levítico: amarás a tu prójimo como a ti mismo. En el amor reconocido de la presencia de Dios en la historia, en la devolución de amor a los que nos amaron y mucho más allá con todos los que Dios nos pone en el horizonte de la vida, los que nos resultan cercanos y los que no son tan cercanos familiares y no tan familiares está el reconocimiento de la presencia del acto primero de Dios creador y el acto segundo de Dios re creador y el acto tercero de Dios santificador que por amor nos sostiene y nos lleva a la plenitud de la vida. El camino es el amor.

El segundo punto de nuestro encuentro es éste: la caridad hace a nuestra condición de ser familia de Dios. Dios es amor Así se define a si mismo. Expresa su ser más hondo y profundo, la descubrimos en la creación y también en Gracia y el don de la re creación, en la redención y la salvación.

La naturaleza misma de Dios responde a ésta condición de ser amor y la comunicación que Dios hace de si es de su propio ser que nos comunica algo, se comunica el mismo. A la hora de comunicarse es el amor lo que da a entender su i9nterioridad, su presencia. La caridad es la que nos permite dar a nosotros respuesta a ésta iniciativa divina y salir al encuentro de éste Dios amor y eso nos hace ser familia con El, familia de Dios. Por eso decimos que la caridad hace a nuestra condición de ser familia de Dios. Mas diría yo, define nuestro ser.

Cuando uno ama en ésta clave se está definiendo como ser, como ser con otros y ser para otros no solamente se puede ser cuando se es con los demás, solamente se es cuando se es para los demás. Ser con otros y ser para otros es la condición de constituirnos a la semejanza de Dios en familia con El-. Por eso decimos que la caridad hace a nuestra condición, a nuestra identidad de ser familia de Dios.

Me llama la atención la vida de algunos jóvenes porque tienen la expectativa de un amor grande en su corazón y por la banalidad de vínculos con que hoy se establece las relacionad tan frágiles, tan light.

No terminan de buscar lo que y terminan diciendo es lo que hay. No terminan de sincerarse porque no están buscando lo que hay están buscándole amor grande, importante y a ese amor hay que aspirar y no bajar los brazos y decir por lo menos tengo alguien con quien compartir. No puede ser esa la perspectiva con la que vos te vinculas para construir tu proyecto de vida. De tener algo. Que va hacer. Es lo que tenemos, es lo que hay.. En la vida de la comunidad muchas veces.

Yo lo descubrí entre los jóvenes que van haciendo camino .Como se van necesitando de la presencias de los demás. La obra, como esto va fluyendo. Es por un misterio de la presencia de Dios. También obra en matrimonios también en las familias. Donde el amor es la clave que congrega, que reúne, que da sentido y abre el camino. La caridad, el amor hace nuestra condición de ser y de ser con otros y de ser para otros.

Es la naturaleza íntima de la Iglesia y se expresa dice Benedicto XVI en una triple tarea que la Iglesia desarrolla en el corazón mismo del mundo. El anuncio de la Palabra hecha por amor, el kerigma que termina por entregarse en la vida. Decimos entonces Kerigma y martiria, la ofrenda de la vida, la celebración de la vida anunciada, el amor proclamado y esto particularmente en la liturgia, en la celebración y particularmente en la sacramental y la Eucaristía en el centro como la ofrenda del gran amor y el servicio, la diaconía.

El servicio como expresión de eso que celebramos y de eso que anunciamos y de eso por lo cual nos entregamos. Son tareas que se implican mutuamente en la medida en que nosotros vamos aprendiendo a encontrar la lógica del anuncio amoroso por parte de Dios. Lo vamos aprendiendo a celebrar y particularmente en el sacramento y a traducirlo en el servicio todo amor. Genuino amor es el significado y es comprendido desde un lugar nuevo y en éste sentido la propuesta cristiana viene a darle un valor nuevo a todo amor donde está presente misteriosamente el gran amor de Dios.

Cuando el amor es descubierto como nuestra condición de ser terminamos participando del misterio de Dios y nos sentimos con El tan cercanos que decimos Dios es parte de nuestra familia, forma parte de lo nuestro, es el pan nuestro de cada día. Te invito a ese lugar donde nada viene a ser excluido sino todo viene a ser re significado. Hagamos hoy una experiencia honda, profunda de encuentro de amor con el Señor y dejémonos conducir por ese lugar donde Dios nos quiere llevar metiéndonos en esa experiencia profunda de su presencia de amor hasta hacernos uno con El.

Dirá Pablo hasta que lleguemos a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Esto es el mismo Corazón de Jesús. Hasta sentir en lo más profundo de nuestro corazón que late el Corazón de Jesús y el nuestro late con El en una misma frecuencia en un mismo sentido

Padre Javier Soteras