Cantando con Adriana: “Me voy recreando todo el tiempo, de verdad nos divertimos”

jueves, 6 de junio de 2019
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06/06/2019 – “La niñez es una etapa maravillosa, de libertad, de volar con la imaginación, de desarrollar tantas cosas que tenés para aprender y mis canciones para niños son mis herramientas para llegar a ellos”, comenzó diciendo Adriana Szusterman, la maestra jardinera que revolucionó la música infantil. Adriana, desarrolló su vocación por los niños estudiando Ciencias de la educación y profesorado de Educación Pre-escolar. Siendo maestra en el jardín de infantes “Amapola”, durante 7 años, propuso a las autoridades plasmar en un Cd las canciones que los chicos cantaban en la sala, para que pudieran cantar con su familia en sus casas.

¿Cómo descubriste este don para llegar a los niños?

“Yo siento que la vocación es de siempre, desde que era chiquita y jugaba con mis muñecas a ser maestra, y luego se fue transformando”.

“Y cuando yo cantaba en las salas, cuando era maestra, se producía algo muy mágico, y los chicos querían cantar más y las mamás me pedían que les grabe las canciones a cada niño para compartir un pedacito del mundo de los chicos en casa”.

“Todo estímulo está bueno, la tecnología está buenísima, son todas herramientas, lo que yo siento es que todo tiene que estar en su justa medida, porque si todo es por un videojuego te perdés de el cara a cara con un amigo”, comparó.

“Si vos de verdad te sentás junto a los chicos y jugás cuerpo a cuerpo, pero le ganás completamente a las tablets”, afirmó convencida la artista. “Jugar a los juegos que sean, pero hay que compartir junto a los chicos”, completó.

“Cada canción tiene su historia”

“Yo siento que estoy en esta vida por una misión, mi carrera y mi historia fue bastante atípica, y lo que sucede en el escenario es una conexión de alma a alma, no sólo con los niños sino con los adultos que ven a sus chicos tan felices, tan conectados, participando, bailando”.

Finalmente, Adriana expresó que “Y… bajo del escenario y se me caen las lágrimas de la emoción de sentir esa piel de gallina que te cala los huesos, y después de casi veinte años, es muy fuerte”, testimonió.