Celebrando al Sagrado Corazón de Jesús

viernes, 26 de junio de 2009
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Muy buenos días queridos amigos, una jornada fresca aquí en la República Oriental del Uruguay, los saluda el padre Mario, Director de esta obra aquí en el Uruguay. Buena jornada y buen comienzo de día, el invierno viene sanador y conformador también.

Estamos comenzando este segundo día de junio que el Señor nos regala para hacer juntos el camino. Queremos mirar la vida con los ojos de la fe que Dios nos ha regalado, contemplar desde la experiencia del evangelio y en el encuentro vivo y personal con el Señor como Dios nos va hablando a través de todos los límites innegables de nuestra condición humana.

En ausencia del padre Javier Soteras estamos compartiendo esta catequesis con todos los hermanos de Argentina.

Este mes de junio marcado por esta experiencia de mirar claramente la humanidad de Cristo y más íntimamente el corazón del Señor, el Señor ha querido tener en esta revelación particular a Santa Margarita María de Alacoque una manera de mostrarnos la profundidad de su humanidad y el abismo de la divinidad en esta pequeñez humana de un corazón.

Dios tiene corazón como el hombre, por eso es hombre. El hombre puede tener a Dios, por eso es hombre, porque puede tener a Dios. Esta es la maravilla, la síntesis, lo absoluto, lo eterno, lo divino, lo superior, lo inabarcable en el límite de una vasija de barro, un corazón humano.

Hace tiempo atrás estaba mirando una vieja literatura de Josef Tissot, “El arte de aprovechar nuestras faltas” fundada en la espiritualidad de Francisco de Sales, es una obra que me hizo mucho bien y ahora la encontré re editada, Tissot nació en 1840 en Francia, fue Superior de los misioneros de San Francisco de Sales, un hombre cultivado, doctor en derecho canónico, se caracterizó por tener una inteligencia muy particular, brillante imaginación, profunda sensibilidad y una sólida vida interior.

También fue un gran proclamador de la palabra, un gran anunciador de los misterios del reino, supo conquistar los corazones de quienes se acercaban. Esta obra “El arte de aprovechar nuestras faltas” es un libro que lo aconsejo a toda la gente igual que “Una espiritualidad desde abajo” de Anselm Grün y otro autor.

Quisiera ir avanzando en esta consideración dando gracias a Dios por tener esta manera de mirar, de comprendernos y de animarnos a hacer la vida espiritual. Lo que quiero decir fundamentalmente como propuesta es que el llamado a la fe es para todos. Toda persona tiene una vida espiritual, no se puede vivir sin ser espiritual, esa vida puede estar conectada con el mundo sobrenatural de un modo positivo o negada pero siempre va a buscar expresiones que muestren que esa vida espiritual está viva. Ninguna vida se quiere morir, toda vida está para existir, se manifiesta, tiene sus necesidades y hace reclamos.

A esa necesidad de vida espiritual le puedo dar muchos tipos de alimentos, pueden ser adecuados o no adecuados, pero siempre esa vida será espiritual. Aunque yo en mi vida tenga fe en Dios, aunque esa fe esté muerta porque vivo de espaldas a Dios y esa sea tu decisión, la vida espiritual no será animada por el espíritu de Dios pero estará atada al mundo reducido de tus criterios, estarás sufriendo interiormente, estarás padeciendo uno de los principales flagelos que padece el hombre que es el negarse a sí mismo el derecho a satisfacer su necesidad de creer, de caminar, de ir mas allá de sí mismo.

Esa tentación que a veces caemos por nuestra suficiencia humana, por nuestro orgullo, a veces determinamos que nuestra vida tiene estos horizontes y los definimos y no le damos oportunidad a nada más, y todo el mundo de nuestro potencial interior y nuestra potencia de espiritualidad superior queda reducida a búsquedas y horizontes que le enmarcamos a nuestra vida.

Es nuestra decisión de vivir, pero toda persona es espiritual, no solo tiene una dimensión temporal, carnal, psíquica, afectiva sino que detrás de todo esto hay un principio espiritual, un alma, un acontecimiento que hace que la persona sea persona y que esa persona trascienda todas sus opciones temporales.

Esta espiritualidad de San Francisco de Sales la he visto reinterpretada por Grün, y me ha revivido un estado interior de alegría muy grande de poderla descubrir para compartirla con todos Uds. muchos conceptos que tienen que ver con ¿cómo nos miramos, cómo nos consideramos y desde donde caminamos hacia Dios?

Porque el punto de partida desde el cual caminamos hacia Dios es muy claro, nosotros no podemos caminar desde la perfección para el encuentro con Dios, no podemos pretender eso, eso lo podemos hacer a la hora de casarnos pero cuando hablamos de la vida espiritual no podemos sino empezar mirando nuestra propia historia, nuestro propio yo, nuestra propia realidad, que tiene algunas cosas maravillosas – una perla muy grande – y un montón de llagas y de heridas muy profundas.

Con respecto al tema del Gauchito Gil, yo tengo un poco de discrepancia, no es lo mismo hablar de Gilda o de Rodrigo, les aconsejaría a todos los que no entiendan del tema que tengan una mirada muy centrada en Jesús pero también hay que estar abiertos a comprender que hay muchas otras maneras, la gente va haciendo procesos, no todos tienen  la gracia de tener una experiencia personal e íntima de Cristo. Muchos han recibido la fe pero no han podido hacer ese camino de profundización en la fe.

El tema Gauchito Gil yo les diría escuchen al Padre Sini. El Padre Sini en una obra hace una referencia a lo del Gaucho Gil y una de las cosas que dice es como un reproche a que, tal vez, estas tradiciones populares tienen mucho de Dios y nosotros somos absolutistas. Esto no es negar a Dios sino que Dios siempre obra con mediaciones.

A mí me trajo a través de mi madre al mundo, la fe me vino a través de mis padres y de la Iglesia, las ganas de ser cura a través del testimonio de mi cura el padre Carlos que fue mi catequista, siempre hay mediaciones, no se pueden negar las mediaciones.

Dios mismo para venir al mundo quiso hacerlo de la manera que lo hizo, podría haber venido directamente. También quiso salvar al mundo a través de una mediación, el misterio pascual, no era el único camino pero es el camino que Dios eligió y eligió un camino con mediaciones. Entonces yo trato de tener una actitud mas amplia porque el absolutismo es muy nuestro y la manera de obrar de Dios a veces confunde.

Hay que estar atento, el Señor hace mucho bien a través de ciertas mediaciones que si bien no son canonizadas por la Iglesia ni sé si merecen una canonización pero de todos modos no dejan de ser algo que habla de la vida espiritual en el pueblo.

Y ciertas devociones populares, que están un poco alejadas de la fe auténtica del evangelio, quizá son signo de nuestra ausencia evangelizadora como laicos, como Iglesia, como curas, como religiosos, como pueblo de Dios.

Nuestra ausencia es como una casa que se abandona, cuando volvés está llena de telarañas, de humedad,  de hormigueros, y uno dice: pero si esto estaba cerrado cómo es que se lleno de todos estos bichos, ¿por donde entraron? – Cuando no se cultiva, cuando no se trabaja, crecen los yuyos, ese es un tema para discutirlo, pero yo aconsejaría que escuchen al Padre Sini, en su obra hace una muy buena apreciación del Gauchito Gil en toda la zona del norte, tiene una mística muy profunda, no es tan así nomás.

Como dice muy bien una frase del texto de “Una espiritualidad desde abajo”, la experiencia de Dios no llega nunca como recompensa a nuestro esfuerzo sino que  es la respuesta de Dios al reconocimiento y confesión de la impotencia del hombre.

Esto me pareció fantástico, la meta de todo camino espiritual es llegar a ponerse en manos de Dios. Acá se plantea una manera distinta, porque muchas búsquedas de Dios en la vida espiritual son una continuidad en el ejercicio de la prepotencia y de nuestra suficiencia personal: por eso constatar la limitación, el pecado, la pobreza, es el punto de partida real para la auténtica vida espiritual. Esto está cantado pero hemos instalado un concepto de que con la rectitud y el buen comportamiento Dios nos tiene que tener en cuenta, como si yo tuviera derecho y hubiera adquirido méritos.

Entrar en el mundo de lo profundo, de lo definitivo del hombre implica descubrir la gratuidad de Dios. No está ni en la capacidad del hombre llegar a Dios, menos aún herido por el pecado original y por los pecados personales ni está en el derecho del hombre acudir a Dios, está sí en la necesidad de Dios, pero esto se concreta por la misericordia de Dios que viene a mi encuentro, por eso la vida cristiana es un ejercicio de amor y para yo corresponderle a Dios tengo que amar a mi prójimo y tengo que amar a mi vida y aceptar a mi prójimo deforme, defectuoso, desgraciado y yo también aceptar mis defectos y mi pobreza.

Es muy importante poner los pies en la propia realidad, en la rugosidad de mi historia, en las aristas que ha dejado el paso de la vida en mi interior, en las aristas que han quedado después de ciertas decisiones que tome en mi vida, en los bordes agresivos que han quedado en mi propio interior, mirar y aceptar mi historia, esto es fundamental, porque planteamos una hiper actualidad de la moral cristiana y no empezamos por mirar mi persona, mi realidad, y a partir de allí, desde mi quebranto, desde mi dificultad para aceptar lo que soy y lo que escondo, porque no empiezo por allí antes de pensar en un éxito.

Entonces si yo ando bien y me porto bien y cumplo los mandamientos, entonces estoy contento con Dios y lo puedo mirar al Señor, me parece bien, pero, si uno ha hecho mal y ha sido frágil, o tiene historia o está condicionado por la vida y recae mil veces en heridas pero se quiere levantar, yo creo que la vida espiritual es esto no el éxito, no un derecho, no un concepto de bondad que me autoriza a estar parado frente a Dios, sino una actitud permanente de escuchar el llamado del Señor con mucha humildad, con mucho dolor y peso porque he fallado, pero desde mi propia realidad volver a decirle al Señor, Creo en vos todos los días.

Es tan importante no decir que una saludable vida espiritual, real, concreta, me debe llevar a tener esa percepción de mi propia realidad y hasta la misión del pecado es que yo reconozca que todo esto tiene una misión en mi vida. Los elementos no están porque están, todo es providencia.

Dios no causa el pecado pero muchas veces lo permite para que yo cambie, a veces hasta que no toco fondo y veo mi propia realidad no encuentro mis máscaras, mis mentiras, aquellos falsos fundamentos de los castillos en el aire que construyo. Cuántas personas viven de lo que quisieran ser pero en realidad muestran lo que no son, huyen de sí mismas, y van y le rezan a Dios, ¿para qué? Pierden tiempo.

No es ese el camino, el camino de una verdadera relación con Dios se da cuando Dios llega a lo profundo del corazón del hombre, a la propia tristeza, a la negación de uno mismo, sino se sacan las máscaras no se ve el rostro real, no se puede restaurar al hombre como si la gracia de Dios fuera una sábana que se pone para tapar.

Dios ordena desde lo real, desde lo concreto de la persona y desde la historia, y hasta que el espíritu no toca mis máscaras y no comprendo mi bajeza, hasta que yo no me de cuenta de que es absolutamente imposible que yo pueda hacer el camino de Jesús con mi esfuerzo, no existe una auténtica vida espiritual. Dios necesita que yo comprenda que debo caminar hacia Dios desde lo más pequeño y escondido de mi propia persona.

Nos despedimos de nuestros hermanos argentinos, y nos encontramos en cualquier momento.