Comienzo de la predicación de Jesús

martes, 10 de febrero de 2009
image_pdfimage_print
Después de que Juan Bautista fue encarcelado, Jesús fue a Galilea predicando la buena noticia de Dios y diciendo, el tiempo se ha cumplido, se ha acercado el reino de Dios conviértanse, crean en la buena noticia.  Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, que estaban echando las redes, porque eran pescadores, Jesús les dijo: “Síganme, y los haré pescadores de hombres”.  Ellos dejaron inmediatamente las redes y lo siguieron, pasando un poco mas adelante, vio a Santiago el hijo de Zebedeo y a Juan su hermano, estos estaban remendando las redes de la barca, Jesús los llamó enseguida y dejando la barca de su padre Zebedeo junto con los jornaleros lo siguieron.

Marcos 1, 14 – 20

Hoy comenzamos este tiempo, durante el año, después de haber cerrado, con la fiesta del bautismo de nuestro Señor, el tiempo de navidad.

En las misas del fin de semana hemos renovado las promesas bautismales, en el rito de la aspersión y luego en la profesión de nuestra fe en el credo y en ese deseo de renunciar a todo aquello que no sea de Dios y decidirnos de creer con toda la fuerza de nuestro corazón, de nuestra alma, creer en aquel que por el bautismo nos ha hecho sus hijos.

A mí me pasa algo especial, cada vez que hay oportunidad, ahora o en el tiempo de pascua, o en el tiempo de cuaresma, de renovar las promesas bautismales, uno experimenta en la comunidad un cierto paso del espíritu que nos ayuda a entender esa gracia grande que se nos dio de una vez para siempre y que como la hemos recibido cuando éramos pequeño, tenemos que hacer ese esfuerzo de actualizarla, especialmente en nuestra faceta humana.

Actualizar ese don que el Bautismo nos dio y que a veces corremos el peligro de pensar que es algo solamente del pasado o de cuando éramos pequeños y que quedó solamente en el recuerdo de una foto o de una estampita. Cuando tenemos la posibilidad de renovar las promesas bautismales, como ayer con motivo de la fiesta del Bautismo de Jesús, alimentamos esa fuerza del espíritu, que actualiza un don que nosotros tenemos desde siempre, que es ese regenerar algo que está generado en nosotros, que es ese hacer hoy obra concreta, ese paso de Dios cuando nos hizo por el Bautismo sus hijos.

Indudablemente que la liturgia engancha esa fiesta del Bautismo del Señor con este inicio del tiempo durante el año, cuando nos ha presentado ahora en el evangelio de San Marcos, este inicio de la buena noticia de Cristo.

Hoy el evangelio nos habla de la conversión y de la fe que caminan juntas y que sin duda que se entienden bien, se necesitan porque ambas frente al llamado que Jesús hace, ante esta buena noticia de que el Reino de Dios ya está entre nosotros y tenemos que convertirnos, hace falta la conversión para tener la fe, saber que el Reino de Dios se va haciendo en las cosas de nuestra vida, en la realidad concreta que nos toca vivir, allí estamos construyendo el Reino. Estas dos realidades, conversión y fe, se entienden y favorecen al crecimiento de nuestro interior, de este ser hijos de Dios que se nos dio en el bautismo. Por eso la invitación que Jesús nos hace a seguirlo, es una invitación a dejarnos completamente en sus manos y adherirnos.

La llamada de Jesús, implica nuestra adhesión personal a Él y a la causa del reino. Cuando Jesús nos dice conviértanse, el Reino de Dios está cerca, el tiempo está cumplido, la buena noticia está entre ustedes, entre nosotros, crean. ¿Cuál es esa buena noticia que Jesús nos trae? Y precisamente es esta, la buena noticia del amor de Dios, su Reino porque nos ama, ya se está construyendo en estas cosas nuestras de todos los días. Nada escapa a la construcción del Reino de Dios en nuestra vida. el evangelio de San Marcos comienza con Jesús que proclama en Galilea la buena noticia de Dios.

Una palabra que es gritada, porque tiene que gritar que la cercanía del Reino está abriendo la entrada de Dios entre los hombres, de una forma simple, sencilla. Pero es la venida del amor de Dios, concreto, no utópico ni ideológico, un amor que se ha hecho viga para que nosotros podamos dar sentido toda nuestra vida. Estas palabras, hoy resuenan con el mismo poder aquí entre nosotros, que lo hizo en la época de Jesús, cuando Él la pronunció.

Sin ninguna duda, porque la palabra de Dios es viva y es eficaz. Hoy se me está diciendo este Reino de Dios está cerca, y vos lo estás haciendo actual en esto que estás comenzando ha hacer en este día y al inicio de tu labor diaria. ¿Cuál es la respuesta nuestra? La nuestra personal y la respuesta de la iglesia, es la conversión, nosotros necesitamos convertirnos, porque necesitamos seriamente creer en Jesús.

En el evangelio que Él predica, necesita que un corazón convertido, cambiado, lo reciba. Necesitamos desprendernos de nosotros mismos para seguir de una forma pobre a Jesús pobre, y servir esa palabra que hemos recibido. Y cuando uno dice, la iglesia necesita conversión, estamos diciendo, vos, yo necesitamos este cambio para recibir la buena noticia, el anuncio y la llamada que Jesús nos hace y que existe nuestra respuesta sincera. ¿Vos trabajas por tu conversión? ¿Qué cosas vos crees que en este momento Jesús te esté pidiendo que dejes para poder seguirlo? A veces son situaciones interiores frente a una respuesta que tenemos que dar hay cosas que tenemos que dejar. ¿Qué estás dispuesto ha hacer por el Reino de Dios para que este Reino de Dios entre nosotros crezca y se haga presente invisible entre los hombres?

Jesús nos decía que el tiempo se ha cumplido, que el Reino de Dios está cerca, y esta es la primera advertencia que Jesús nos hace, que para nosotros significa mucho, porque los hombres en la existencia terrena, estamos sujetos al tiempo, y el tiempo es parte de nuestra vida. Vivimos corriendo, queriendo sacar provecho del tiempo, sacamos tiempo cuando no lo tenemos y lo tenemos que inventar. El tiempo es parte de nuestra historia, existencia.

Y Jesús nos viene a decir que el tiempo, el tiempo en el que Dios pensó siempre para nuestra propia salvación, para dejarnos su amor, ese tiempo está cumplido. Que quiere decir que el tiempo está cumplido, que el tiempo este, nuestro, es un tiempo en el que Dios está haciendo su obra, porque para Él se cumplió ya, y por lo tanto, ya nos invita en una forma continua y personal a que todo esto que nosotros estamos haciendo, que son como estos, dolores de parto al decir de San Pablo, que la creación entera está dando, todo este tiempo forma parte de la obra salvadora y redentora de Dios e indudablemente que lo que nosotros vamos haciendo en nuestra vida concreta, está dentro de este tiempo en el que Dios sigue ofreciendo su amor a nosotros los hombres.

Por lo tanto este tiempo es importantísimo, porque allí Dios sigue haciendo su buena noticia, su obra redentora, sigue amándonos y nos ama en esto que nos toca vivir, aunque a veces a nosotros no nos guste o caigamos en la rutina del tiempo, en la rutina de las cosas que tenemos que realizar y que a veces nos acostumbramos hacerlas, sin embargo allí, porque el tiempo se ha cumplido y Cristo se hizo hombre, nosotros vamos recibiendo ese amor de Dios que está iluminando y hace esta vida normal nuestra, una manera en la que se construye el Reino de Dios.

El trabajo nuestro de cada día, en el tiempo de Dios cumplido, está colaborando a que su Reino se extienda. Por eso el Reino, va ha decirlo Jesús en el evangelio de San Mateo, en los textos que hablan del fin del mundo, el Reino de Dios no hay que buscarlo allá, aquí, y vamos a escuchar por allí frases adventistas en donde nos dice el Reino está, ya llega, es terrible, es tremendo.

Jesús, al empezar su vida pública, nos viene a decir, no, el Reino se construye con esto que cada uno está haciendo cada día. Por eso es tan importante esta llamada que Jesús nos hace. Al comenzar el tiempo durante el año que nos propone esta lectura continua del evangelio de San Marcos, que es el primer evangelio escrito para que las nuevas comunidades pudieran conocer mejor a Jesús, recibimos que esta palabra que comienza a decirnos una buena noticia, anunciada por Juan el Bautista pero que ha sido iniciada por la vida pública de Jesús.

Ha comenzado la vida pública de Jesús, después de los 30 años de vida oculta en Nazaret, Jesús comienza su vida entre nosotros predicándonos y San Marcos en todo el evangelio nos quiere mostrar a Jesús actuando, manifestando su gloria, haciendo presente la potencia del Reino de Dios.

En este anuncio que Jesús hace, ocurre como en una semilla, vemos una semilla y uno imagina toda la potencia de ese germen que hay dentro de cada semilla, que cuando tiene el terreno propicio, esa potencia explota y se hace acto, porque empieza a surgir una planta, una vida nueva que va a dar sus frutos y uno puede al ver una semilla imaginar la planta grande cargada de frutos o una planta de nuestros campo que en semilla uno la imagina en el mejor de los rendimientos.

Bueno así también es el Reino de Dios entre nosotros, se nos ha dado como una potencia, está en germen en cada uno de nosotros los bautizados, los cristianos, de los hijos de Dios, hace falta el terreno propicio para que esa potencia se transforme en acto, es decir explote esa semilla así como cuando éramos pequeños e íbamos al colegio y hacíamos el germinador, poníamos la semilla e íbamos viendo cómo la semilla reventaba por la humedad y empezaba a salir sus raíces y empezaba a crecer su tallo y hasta salía de la copita donde poníamos esa semilla y teníamos la plantita. Una experiencia maravillosa cuando éramos chicos.

Así también es con nosotros, esa potencia de la palabra de Dios que se nos da, porque el Reino se nos fue dado desde el mismo momento del Bautismo, a cada uno de nosotros, Dios, esta llamada que Jesús hace a aquellos primeros pescadores, primeros apóstoles que estaban con las redes, trabajando en su tareas diarias, a ellos Jesús les dice, yo los haré pescadores de hombres. Pasa lo mismo que con nosotros, cuando yo y cada uno ustedes fueron Bautizados se nos dio esta semilla en potencia y cuando esta semilla de la palabra de Dios se encuentra en el terreno propicio explota y hace salir en acto todo lo que Dios quiere hacer en nosotros.

Eso es el Reino de Dios. Por eso tu vida, mi vida comprometida en lo que nos toca hacer, en el trabajo diario, es una forma de construir el Reino de Dios. Es una manera en la que nosotros estamos colaborando con este Reino de Dios. Cada uno de nosotros, cuando leemos este texto en dónde Jesús es la buena noticia, que nos dice que el Reino de Dios está cerca, cada uno de nosotros tenemos hoy que dejarnos preguntar por esta invitación que Jesús nos hace y tenemos que invocar la gracia de Dios para poder avanzar en este camino de conversión.

Ahí está nuestra respuesta, anta esta semilla en potencia del Reino de Dios que se nos ha dado, la respuesta nuestra, es decir el terreno de cultivo, apropiado para que esta semilla se haga acto es nuestra conversión. Y porqué necesitamos la conversión, porque hay cosas que tenemos que cambiar. Tenemos que cambiar nuestros criterios, nuestras formas de pensar, nuestro estilo de vida, nuestra elección de modelo de vida y eso necesita de la conversión diaria. Pero esto no nos tiene que asustar, sino por el contrario, es la forma que estamos colaborando para que el Reino de Dios se haga concreto y acto a través de las obras que nosotros hacemos.

Esa es la respuesta nuestra. La conversión. Así como los apóstoles aquellos, dejaron todo y lo siguieron a Jesús, hoy también nosotros tenemos que dejar redes en la que a veces están enmarañada nuestra vida, para poder seguirlo a Jesús que quiere que con nuestra vida construyamos su Reino entre nosotros. Este Reino de Dios necesita de nuestra conversión.

¿Qué estás dispuesto a hacer por el Reino de Dios?, ¿Qué es lo que Jesús te está pidiendo en este momento de tu vida?, para que experimentes que con esto, en el trabajo, en el dolor, en la enfermedad, en las pruebas, en la alegría, en decisiones de vida que tenés que tomar, Jesús te quiere hacer ver que este es tu tiempo, es el tiempo de Dios en el que está construyendo su Reino en tu vida.

¿Qué estás dispuesto a hacer por el Reino de Dios?, ¿Qué decidís dejar para seguir a Jesús?, ¿Cómo vivís este Reino de Dios que es buena noticia y lo estamos construyendo con nuestra propia vida?

“Formamos parte del Reino de Dios, estamos llamados a construirlo, y Él lo construye con nosotros”

Ven y sígueme, hoy está dirigido a cada uno de nosotros, porque con el tiempo de mi vida, en este momento, con aquello que me toca vivir en este momento yo estoy construyendo el Reino de Dios.

La conversión que se me pide es precisamente esto, entender que esto, con lo que yo estoy haciendo mi vida, con este trabajo, con esta vida familiar, con esta cruz, con esta alegría, allí el Reino de Dios se está haciendo, en este tiempo concreto, y yo me tengo que convertir porque el Reino de Dios no lo construyo con lo que yo quiero, como a mí me gustaría, como a mí me encantaría estar viviendo en este momento, sino que al contrario.

Jesús me está diciendo que Él me llama, que lo siga con esto, que es parte de mi vida, con esto que me toca vivir en concreto, y la conversión exige esto, el cambiar de mentalidad, cambiar de criterio, porque el Reino de Dios se va construyendo en lo normal de nuestra vida, no en las espectaculares, el Reino de Dios no se construye con grandes milagros, grandes obras, grandes manifestaciones. El Reino de Dios se hace en lo sencillo de nuestra vida.  

Jesús quiere crear una comunidad en torno a ÉL. El verbo de Dios hecho hombre, empieza a caminar en nuestra vida aquí en la tierra, también quiere generar una comunidad en torno a Él para que el Reino de Dios sea una realidad visible y precisamente es allí dónde el Reino de Dios impacta entre los hombre, cuando hay una comunidad que recibe la llamada y que la vive.

La iglesia está llamada a ser una comunidad viva que continuamente vaya marcando el ritmo de este mundo por su testimonio y aquello que no forme parte de este testimonio que Cristo nos pide, eso es lo que hay que convertir y arrancar, dejarlo. La iglesia, nosotros y nuestras comunidades continuamente tenemos que dejar cosas para que sea más nítida la realidad en testimonio de este Reino que se construye entre nosotros.

Aquellos apóstoles eran hombres humildes, sencillos y dejaron todo, fueron convocados a una misión superior, convertirse para ser pescadores de hombres. Esta invitación se actualiza y nosotros también tenemos esta invitación que Jesús nos hace, ser pescadores de hombres. Porque con mi testimonio yo estoy conquistando a quienes están cerca de mí.

Con mí actitud, con este Reino de Dios que se me dio en potencia y yo al convertirme lo hice acto concreto, yo estoy siendo testigo del Reino de Dios obrado en nosotros y por eso me transformo en un pescador de hombres, en un insinuador a que otros también se dejen envolver por este amor de Dios presentado en Cristo para nuestra salvación. Esta es la novedad que Jesús nos propone, y este es el tipo de vida nueva que Cristo nos trae. Que su Reino se construye con lo que nosotros aportamos, tenemos. No se nos pide grandes cosas, sino al contrario se nos permite descubrir que con mi vida estoy construyendo este Reino de Dios entre nosotros.

¿Qué decidís dejar para seguir a Jesús?

La conversión que tenemos que hacer es cambiar el criterio, para aceptar que con mi vida, cuando yo me pongo en los brazos de Dios, acepto su voluntad y así lo construyo al Reino de la mejor forma posible, porque estoy aceptando el paso de Dios en mi vida.

Hoy Jesús nos llama a que seamos pescadores de hombres, es decir que para que con tu vida sea testimonio a que otros se enganchen y sigan a Jesús, no a vos, a Jesús, porque Él nos trae la buena noticia de la vida, lo mejor que nos puede pasar.

El evangelio de Jesús es el evangelio de la sencillez, dónde nos hace ver que el reino de Dios se está construyendo ya con tu vida.

Esto es un desafío, porque uno tiene que abrazar con amor lo que nos toca vivir. Hay un salmo que dice, Dios está apurado en perdonarnos y porque a Él le interesa nuestro futuro y Ahí está la esperanza del Reino, por eso el perdón de Dios cuando nosotros tenemos que convertirnos y tenemos que cambiar, el perdón de Dios que borra nuestros pecados, es mensaje de esperanza para que nosotros sigamos construyendo el Reino.

No es para que nos quedemos cruzados de brazos con una realidad de culpa por lo pasado y como estancados en nuestras realidades que nos atan. Al contrario se nos desata y se nos libera para que hagamos acto esa potencia del Reino de Dios en nosotros. El valor de los actos pequeños de nuestra vida concreta, construyen el reino de Dios, porque Dios a través de esto va haciendo el entramado de esta historia que es historia de salvación. Después nos presenta un paisaje colorido y armonioso, nosotros ponemos el hilo de nuestra historia, nuestra vida. yo contribuyo para que la historia sea de salvación.

Esto es una vocación, que se define como una llamada. La llamada de ser pescadores de hombres. Los apóstoles comenzaron, y ellos también nos pescaron a nosotros. ¿quién no se siente cautivado por la vida de un apóstol, de Pedro, de Andrés, Juan, Santiago, con sus aciertos, sus errores? Ellos engancharon nuestra fe. Y a través nuestro muchos otros pueden engancharse, o desengancharse cuando no estamos convertidos. Ahí hay un desafío que Dios nos deja. Mi falta de conversión hace peligrar que otros se enganchen en este reino de Dios.

Cuando yo transmito la fuerza del Reino de Dios, permito que otros se enganchen en este trabajo de hacer de nuestra vida el Reino de Dios presente. Este llamado es una vocación. Ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo. Nos dice el documento de Aparecida en el número 276, requieren una clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras comunidades en bien de todos los bautizados, cualquiera sea la función que desarrollen en la iglesia.

Miramos a Jesús, el maestro, que formó personalmente a sus apóstoles y discípulos, y Cristo nos da el método de esta formación de nuestra vocación.

Cuál es ese método? Vengan y vean, yo soy el camino, la verdad y la vida.

Con Cristo podemos desarrollar las potencialidades que están en las personas y formar discípulos misioneros. Con Cristo esa potencia que tenemos en nosotros, que se nos dio el día del bautismo, la hacemos acto concreto, con Cristo.

Con perseverante paciencia y con sabiduría Jesús invito a todos a su seguimiento.

A quienes aceptaron seguirlo, los introdujo en el misterio del reino de Dios y después de su muerte y resurrección los envió a predicar la buena noticia en la fuerza de su espíritu.

Su estilo se vuelve emblemático para los formadores y cobra especial relevancia cuando pensamos en la paciente tarea formativa que la iglesia debe emprender, en el nuevo contexto sociocultural de América Latina.

Nosotros podríamos decir esta misma frase, cobra especial relevancia cuando pensamos en la paciente tarea formativa que la iglesia debe emprender en Argentina, en este contexto sociocultural de dificultades y desafíos que en nuestra patria tenemos que vivir.

Hay una tarea pedagógica, hay una tarea formativa que nosotros como comunidad debemos hacer en nuestro mundo hambriento de Dios y necesitado de este desafío de dar sentido a nuestra vida, sintiéndonos llamados por Dios para experimentare que con nuestra vida, nosotros construimos el reino de Dios.

Este desafío, esta vocación, el Concilio Vaticano 2, va a decir que es la vocación universal a la santidad, aquello que los hace santos es cuando nosotros tomamos nuestra vida concreta y la vemos como voluntad de Dios, sabiendo que estamos haciendo su voluntad y estamos construyendo el reino, porque estamos haciendo lo que El después utiliza para tejer el entramado de la salvación de los hombres.

Estamos llamados a vivir la santidad.

Hermanos le damos gracias a Dios porque con nuestra vida podemos construir el reino Suyo, entre nosotros los hombres.

Le decimos a Jesús que nos sentimos llamados a ser pescadores de hombres, a que con nuestro testimonio otros se enganchen en este seguirlo a Jesús en la vida concreta y sobre todo aceptamos un desafío, que el reino de Dios se construye en la humildad, en la simpleza, en la sencillez, en las cosas pequeñas, allí estamos haciendo ese maravilloso reino de Dios entre los hombres que quiere su amor para todos y especialmente que nosotros nos amemos entre si.

No es una utopía, es una realidad que se puede hacer presente, cuando yo experimento que en mi vida puedo construir este reino.

Este itinerario formativo del seguidor de Jesús, de aquel que se engancha a Jesús, une sus raices en la naturaleza dinámica de la persona y en la invitación personal de Jesucristo que llama a los suyos por su nombre y estos lo siguen porque conocen su voz.

Esto nos dice el documento de Aparecida numero 177, el Señor despertaba las aspiraciones mas profundas de sus discípulos y los atraía a si llenos de asombro.

El seguimiento es fruto de una fascinación que responde al deseo de realización humana, al deseo de vida plena.

El discípulo es alguien apasionado por Cristo, a quién reconoce como el maestro a quién lo conduce y acompaña.

A lo largo de la catequesis de esta semana vamos a ir viendo distintos aspectos de este itinerario formativo del discípulo de Jesús, donde Jesús a través de las realidades concretas de nuestra vida va haciéndonos sus discípulos, es decir, el mismo nos forma.

No solo nos llama para que seamos pescadores de hombres, sino que nos va formando y eso se llama un proceso de formación de discípulos y misioneros, proceso que vivimos en nuestra vida, que no nos tenemos que romper la cabeza, pensando como vamos a disponernos y prepararnos para ser discípulos de Jesús.

Jesús lo va haciendo en la vida concreta de cada uno, en la vida normal, allí te está formando y te está educando.