05/08/2021 – Vuelve al mediodía de los jueves el ciclo “Hablemos de Liturgia” con el padre Mario Sanchez.
“El tema de la participación en la Liturgia es un tema de interés de la Iglesia, porque está presente desde el Concilio Vaticano II, en el año ’63. El Documento que reformó la Liturgia de nuestra Iglesia Católica se promulgó el 4 de diciembre de 1963. Desde entonces, la palabra ‘participación’ apareció de un modo particular y con insistencia.”
Es importante rescatar la importancia que tiene la Asamblea:
Al estar compuesta por personas con su propia identidad, la asamblea celebrante presenta una serie de antinomias que, lejos de obstaculizar su papel, lo hacen más efectivo y creador:
a) La asamblea es, a la vez, unitaria y diversa: recibe por igual a todos los hombres a pesar de las diferencias existentes entre ellos . En la asamblea cristiana no hay distinción de sexo, origen, cultura, etc., porque todos los miembros son una cosa con Cristo (cfr.1Cor 12,12-14). Tampoco puede haber acepción de personas (cfr. Sant 2, 1-4), aunque la situación de cada uno sea distinta: catecúmenos, niños, penitentes, adultos, pecadores, santos, enfermos, sanos.
b) La asamblea es carismática y jerárquica, es decir, dotada de carismas y dones y estructurada en una jerarquía de servicio y de caridad. En el plano práctico esto se traduce en la coordinación de los diversos ministerios y funciones dentro de la celebración.
c) La asamblea es una comunidad que supera las tensiones entre el individuo y el grupo, entre lo particular y lo que es patrimonio común. La asamblea integra el ‘yo’ y el ‘tú’ en el ‘nosotros’, en un horizonte comunitario.
d) La asamblea polariza y ofrece cauces de expresión y de comunicación a los sentimientos de los presentes. La asamblea no solamente es capaz de centrar todos los sentimientos de una persona en torno a un determinado valor religioso o evangélico; también concentra en él a todo el grupo humano que está compartiendo la misma experiencia de fe y de oración.
Participación es sinónimo de intervención, adhesión, asistencia, etc. La palabra se usa hoy en el lenguaje deportivo, cultural, político, económico y también en el religioso eclesiástico. Indica siempre una relación, un tener en común, o un estar en comunión. Participación viene a ser, de hecho, relación, comunicación, identificación, unión, etc.
En el vocabulario eucológico, la palabra participación está cargada de connotaciones procedentes tanto de la Biblia como de la tradición viva de la Iglesia. No en vano se ha usado esta palabra para referirse a la comunión eucarística, especialmente en las oraciones poscomunion.
La participación litúrgica lleva consigo tres aspectos inseparables:
a) la acción de participar, que incluye unos actos humanos (gestos, ritos) y unas actitudes internas susceptibles de variar en intensidad o en grado de modalidad;
b) el objeto de la participación, que no es solamente el acto mismo, ritual o sacramental (el signo), sino también el acontecimiento o misterio que se conmemora y actualiza;
c) las personas que participan: fieles y ministros, cada uno según su condición esencial y la naturaleza de la acción litúrgica.
Podés escuchar el programa completo en el audio al inicio de esta nota