03/02/23- El Padre Gustavo Jamut, Oblato de la Virgen María y fundador de la Comunidad Mensajeros de la Paz, nos acompañó en el programa “Acortando Distancias”, para dialogar sobre la soledad y el aislamiento que impacta negativamente en la persona.
La soledad negativa la podemos definir como la sensación de sentirse solo, aún rodeado de muchas personas. Hay dos tendencias en el ser humano: la trascendencia y la sociabilización. La trascendencia es la necesidad del encuentro con Dios y de espiritualidad: “Señor, nos creaste para ti, y nuestro corazón estará inquieto mientras no descanse en ti”. Esta oración es un clamor que surge del interior del hombre que fue creado por Dios y para Dios, para vivir en intimidad y amistad con él, desde esta vida y por toda la eternidad. Y la sociabilización es experimentar la necesidad de comunicación y de complementación mutua con otras personas para compartir la vida, trabajar, regocijarse. Estos dos conceptos interaccionan uno con otro. Si no sé estar bien conmigo mismo , no podré estar bien con los demás.
La soledad positiva es el poder disfrutar de la soledad, buscándola. Las personas que encuentran el equilibrio entre disfrutar estar solas y también en compañía de otros lleva por nombre “solitud”, que es la agradable sensación de estar a gusto consigo mismo.
Las personas que sufre la soledad, deben animarse a expresarla a otras personas con quienes comparten en la vida espacios importantes de su tiempo. Están aquellas personas que no se animan a asumir y a reconocer, ni siquiera para sí mismas, que se sienten realmente solas y frustradas. Tienen la tendencia de eludir la experiencia del dolor a cualquier precio. Hacen un proceso de negación.
En algunas personas existe la costumbre de mirar constantemente las experiencias negativas del pasado. No lo hacen en un clima de oración, ni guiados por el Espíritu Santo, sino como un ejercicio de introspección negativo. Ellos son una exposición de heridas abiertas y ambulantes que nunca llegan a cicatrizar, porque las están tocando continuamente.
La soledad orada puede ser un trampolín que nos impulse a un encuentro más profundo con Dios. La soledad podría desafiarme a que me entregue de lleno a Dios. Entonces la soledad se volvería fructífera (soledad positiva), se convertiría en la fuente de mi espiritualidad. Cuando nos atrevemos a mirar junto a Cristo los momentos oscuros de tu historia y las experiencias surcadas de dolor, entonces el sentimiento negativo se transforma… Es cuando comienzas a sentir que con delicadeza y exquisita ternura, Dios es quien te carga en sus brazos.
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