Cómo vivir la esperanza en medio de las tribulaciones

miércoles, 23 de octubre de 2013
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23/10/2013 – En el marco de la misión de Radio María en el norte del país, la catequesis de hoy fue transmitida desde la localidad de San Pedro en Jujuy. Allí, el P. Javier Soteras hizo un fuerte llamado a la esperanza: "Dios nos sostiene y nos hace crecer, y nos prepara para el gozo, el que será el definitivo encuentro con Él".

Esperanzados en las pruebas

¿Cómo ser testigos de la esperanza en un mundo que no la pasa tan bien en la búsqueda de los caminos? Y cuánto se sufre, y como dice Menapace “nacemos con el llanto” y en lo de todos los días es un nacer y renacer, y pareciera que el dolor es una matriz donde se gesta la vida.

Pareciera que el dolor y el sufrimiento son inevitables a la existencia humana. Incluso Dios, cuando se hizo humano, también asumió esta parte. Él cargó con el peso del sufrimiento humano, consecuencia que dejó el pecado. Nada se consigue sin el sudor de la frente. Y nosotros, que muchas veces tenemos una imagen ideal de la felicidad, no comprendemos que se pueda ser feliz y sonreír en medio de las luchas de todos los días.

La cercanía de Jesús y la tribulación en la Palabra

La Palabra de Dios nos da algunas perspectivas sobre cómo vivir en la fe, la esperanza y el amor, en medio del trabajo arduo de cada día. En la apocalíptica judía, que es el género literario para describir lo que sería final de los tiempos, se imaginaba que antes del fin del mundo, se abatirían sobre los fieles las pruebas y las calamidades hasta que el Mesías llegara para reinar en toda su plenitud. Es el anhelo más grande que está instalado en el corazón de los hombres y mujeres de todos los tiempos, lo sepan o no. Cada uno de nosotros, sabemos que para alcanzar pequeñas y grandes metas necesitamos pasar por situaciones que son dolorosas, momentos de prueba y de purificación. 

Tras la muerte y la resurrección de Cristo, los cristianos creyeron que estaban entrando en este período final de espera de la venida del Señor. Pablo expresa de diversas maneras en distintas cartas a esta expectativa de presencia final de Jesús y de desarrollo apocalíptico de la vida de la comunidad y de los fieles en torno al misterio de Cristo que se acerca por segunda vez.

El Señor está llegando a cada momento, y su venida genera un movimiento cosmológico. Y eso también nos pasa a nosotros. Son las pequeñas felicidades, esos mojones de gozo profundo en la vida que están precedidos de sufrimientos. Todos sabemos que para alcanzar aquellas metas donde la vida se nos va haciendo gozosa y alegre, supone pasar por momentos de tribulación. Por eso hoy queremos levantar la mirada y contemplar los momentos duros que hoy nos están ocurriendo con la expectativa de que es el tránsito de un gozo grande que está llegando. Animarnos a no bajar los brazos y comprender que esas situaciones son como si se sacudiera no el gran cosmos, sino nuestro pequeño mundo, y después de ese “parto” viene la vida. El mismo Jesús dice que está a la espera de su hora como una mujer parturienta, quien cuando ya tiene el niño en sus brazos, olvida el dolor. ¿Qué mujer se acuerda de cuánto sufrió frente a la alegría que le genera la nueva vida?.

La vida es un parto y por eso tenemos que lejos de angustiarnos en el dolor, llenarnos de esperanza sabiendo que la prueba es la preparación a una gran alegría. Y confiar en el Señor que está viniendo.

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La esperanza en los tiempos que vienen

En el Evangelio de San Marcos, en el Capítulo 13 y en los textos paralelos en Mateo y en Lucas aparece una parte importante del registro de este modo de plantear las dificultades hasta que llegue la plenitud que esperamos.

Por ejemplo en Santiago 1; 12 la Palabra nos dice: “dichoso el hombre que resiste la prueba porque al salir airoso recibirá en premio la vida que Dios ha prometido a los que le aman”; en el mismo texto de Santiago en el Capítulo uno, verso 2 y 3 nos dice la Palabra : “ténganse por dichosos hermanos cuando se vean asediados por pruebas de todo género, sabiendo que la prueba de su fe engendra constancia”. ¿Quién puede estar dichoso mientras sufre? Sólo el que cree y tiene su confianza en el Señor. Por eso, yo siempre digo que no se trata de apretar los dientes mientras se sufre, sino entregarnos confiadamente. La pascua de Jesús alivia nuestros sufrimientos. De ahí el valor de alimentarnos de su Pascua en la eucaristía, fortaleciéndonos en la lucha. El combate consiste en tener alta la mirada mientras atravesamos el tiempo de la prueba, donde marcados por una u otra circunstancia, la vida nos va purificando.

En 1ra de Pedro 1; 6-7 la Palabra nos habla en esa misma perspectiva: “por eso, salten de gozo si hace falta ahora sufrir por algún tiempo diversas pruebas, de esa manera los quilates de su fe resultarán mas preciosos que el oro y alcanzarán premio, gloria y honor cuando se revele Jesús, el Mesías”. Y nosotros podríamos decir irónicamente “¡Cuánto amor de Dios que nos hace pasar por estas circunstancias”.  Dios no es morboso en el sufrimiento, ni tampoco se pone contento cuando nos ve sufrir pero sabe que es parte del camino y que si no atravesamos las situaciones dolorosas con un corazón entero, difícilmente salgamos airosos. Y el único modo de salir airosos es dejarnos visitar por la presencia de Dios y confiarnos en Él.

En el momento de la prueba muchas veces nos sale la queja, el por qué, el insulto a Dios… y es natural que así sea. Dios es capaz de sacar lo mejor en el momento de la prueba. El Padre permite que Jesús camine a la cruz, y no es que lo disfrute viéndolo sufrir, sino que sabe con el amor con que redimirá a la humanidad.

Nos cuesta en el momento de la crisis mirar y creer que vamos a salir bien. Es como cuando salís a correr, y en la mitad del camino te dan ganas de volverte. La Palabra viene a alentarnos y a sembrarnos esperanza en el corazón. Esto que te está pasando, eso que te hace sufrir (que cada uno de nosotros tenemos), creeme que al final va a ser para mejor. Tené paciencia, sabé sobrellevarla con grandeza, Dios está al lado tuyo, te sostiene, te acompaña. Dios es tu soporte y tu esperanza. Siempre Dios después de la tribulación viene con un gran consuelo, y no sólo en la eternidad, sino también ahora.

El Señor consuela en medio de la prueba

Todos los días la vida es un gran combate, por lo tanto la cultura del placer que nos ofrece el mundo del consumismo, se constituye en una mentira. Dios no quiere que rechacemos el placer legítimo y bueno, pero hacer de la vida un gran placer es una mentira, no es verdad. Nadie vive como en las propagandas que la televisión nos ofrece. La vida se hace de grandes luchas, y eso trae tribulaciones. Sin embargo, Dios nos sostiene y nos hace crecer, y nos prepara para el gozo, el que será el definitivo encuentro con Él.

Por eso la invitación es a no achicarnos, saber que en medio de la prueba Dios nos está bendiciendo, nos acompaña…. y cómo dice el apóstol, “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (…) ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Acaso las pruebas, la aflicción, la persecución, el hambre, la falta de todo, los peligros o la espada? (…)  Nada puede apartarnos del amor de Cristo Jesús"  (Rm 8, 31;35;39) que vive dentro de nosotros.

Así se entiende cómo los mártires de los principios de la vida de la Iglesia marchan a la mientras van al martirio cantan, celebran y el rostro se les llena de luminosidad porque ellos contemplan al Invisible como si lo estuvieran viendo presente allí delante de ellos acompañándolos en el momento de mayor tribulación: cuando son entregados a la muerte por confesar su fe. El relato del texto de los mártires de los primeros siglos tienen un denominador común; el brillo en el rostro de quienes eran llevados al martirio y la alegría de confesar a Cristo Jesús. 

Así nos quiere Dios, y así se entienden las bienaventuranzas: felices lo que lloran, los pobres, los que trabajan por la justicia, los que son perseguidos… Ninguna de estas situaciones son placenteras, y en cada una de ellas se esconde una cruz. Por lo tanto si una cruz visita tu vida en este tiempo, el Señor te quiere viviéndola con felicidad.  "No me sale… me sale angustiarme, quejarme, entristecerme…" podemos decir. Entonces es tiempo de ponernos en los brazos del Señor y pedirle a Él que sea el gran protagonista en medio de la lucha. Entregate, el Señor está cerca. Dejemos que se nos acerque y sepamos que nos espera algo más que ese trance crítico.

Que el Señor nos bendiga con el don del consuelo en el momento de la prueba, con el don de la fortaleza y la certeza de que Él está presente, de que es el Señor de la historia, y el protagonista de nuestros combates… Que al final de cada combate personal y comunitario Él siempre vence.  San Ignacio dice, no sólo permanecer en la lucha sino vencer y salir airosos. Vencer es salir crecidos, esperanzados, ensanchados, después de haber atravesado por “oscuras quebradas”, por momentos duros y difíciles. El señor está cerca tuyo, acercate a Él.

No tengan miedo

El mismo Pablo utiliza también esta catequesis en Romanos 5; 2-4, allí nos dice la Palabra: “estamos orgullosos con la esperanza de alcanzar el esplendor de Dios, más aún, estamos orgullosos de las dificultades, sabiendo que la dificultad produce la entereza, la entereza caridad, la caridad esperanza, y la esperanza no defrauda”. ¡Qué hermoso mensaje! Y que diferente de la desesperanza, la sensación de desánimo, de mala onda que muchas veces se respira entre nosotros.

Estamos cansados de los mesianismos falsos cargados de ideologías que sólo nos conducen a la violencia, al fraticidio… No necesitamos grandes mesías que salven al pueblo, sino que necesitamos a un pueblo que se ponga de pie en medio del dolor y que entienda que sólo asociados por causas comunes y sin miedo se puede avanzar. La peor amenaza en el tiempo de la prueba es el miedo. Jesús resucitado lo primero que hace al encontrar a los discípulos les dice “tengan paz. No tengan miedo”. Sabe que al discípulo le toca la misma suerte que al maestro. Y en esa cátedra, la del dolor y la cruz, el discurso con el que nos quieren hacer ir para atrás, desde distintos sectores, es el discurso del miedo. Por eso hoy Jesús nos dice “No tengan miedo, pónganse de pie”. Necesitamos un pueblo que sepa ir por lo suyo, por lo que le pertenece. Que el Señor nos llene el corazón de esta esperanza con la que el Señor nos invita a dar pasos en medio de las dificultades.  

Las dificultades están en el escenario de lo social, pero no es menos cierto que a las dificultades las tenemos cada uno por dentro. El Papa Francisco, luego de esa jornada de oración por la paz para evitar la guerra en Siria, dijo que éstas son todas guerras de los grandes y poderosos que buscan detrás de las armas reacomodar financieramente la crisis mundial. El verdadero conflicto lo tiene cada uno dentro suyo.  La verdadera batalla se juega en el corazón de cada persona, entre Dios que nos busca llevar por el camino de plenitud, y las fuerzas del mal que quieren sacarnos de ahí. Sin embargo las fuerzas no son equiparables. Nuestro corazón es un gran campo de batalla, pero Dios vence siempre.

Cuando uno tuvo grandes batallas interiores, las otras no resultan tan dificiles. La gente que está forjada para las grandes batallas son quienes han sabido sobrellevar grandes luchas contra sigo mismo. Esto no supone andar peleado con uno mismo, sino saber que dentro nuestro hay fuerzas que buscan sacarnos del plan de Dios. No sólo estamos capacitados para resistir sino para vencer. El Señor está cerca, tan es así que vive en nosotros, está como dice San Agustín, mas adentro nuestro que nuestra propia intimidad.

 

Padre Javier Soteras