28/01/2020 – Junto a Cecilia Jaurrieta reflexionamos sobre diferentes aspectos de la vida de María, la madre de Jesús, desde una perspectiva franciscana. Esta semana abordamos la visitación de María a su prima Isabel.
En Tierra Santa, explicó Cecilia, existe un llugar llamado In Careem, y “es ahí donde la tradición señala la casa de Isabel y Zacarías”. Se calcula, conforme a las distancias que se recorrían en la época en un día, que María tuvo que recorrer unos 150 km desde Nazareth lo que supone unos 3 días a pie. “Los viajes se hacían en caravana y descansando, porque en el camino siempre había parientes por visitar” agregó. Ese lugar se venera desde siempre y actualmente los franciscanos custodian 2 Santuarios: la iglesia de la visitación y la iglesia de San Juan Bautista.
San Francisco de Sales tenía una gran devoción por la Virgen María, y admiraba la escena de la visitación. Funda una orden dedicada a la visitación de enfermos y pobres, y fue destacada en su época porque admitía a mujeres de salud frágil y de edad avanzada, que en otras congregaciones eran rechazadas, las llamadas Salesas.
La Santísima Virgen según San Francisco de Sales
compuesta por San Francisco de Sales
Acuérdate, dulcísima Virgen, de que tú eres mi Madre y yo soy tu hijo; de que tú eres muy poderosa y yo soy pequeño, pobre, miserable, y débil. — Yo te ruego, dulce Madre mía, que me gobiernes y defiendas en todas mis empresas y acciones.
No me digas, graciosa Virgen, que no puedes; porque tu amado Hijo te ha dado todo poder Tampoco me digas que no debes, porque eres la Madre común de todos los pobres seres humanos, y singularmente mía.
Si no pudieras, yo te excusaría diciendo: cierto es que ella es mi Madre y que me ama como hijo suyo, mas le falta el poder.
Si no fueras mi Madre, con razón tendría paciencia, diciendo: Ella es muy rica para socorrerme; pero ¡ay!, como no es mi Madre, no me ama. Mas, oh dulcísima Virgen, supuesto que eres mi Madre y que eres poderosa, ¿cómo te excusaría, si no me ampararas?
Ya ves, Madre mía, que estás obligada a atender a todas mis peticiones.
Por el honor y gloria de tu Hijo, acéptame como hijo tuyo, sin atender a mis miserias y pecados.
Libra mi alma y mi cuerpo de todo mal, y dame todas tus virtudes, principalmente la humildad.
En fin, alcánzame todos los dones, bienes y gracias que agradan a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así sea.
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