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Consolación interior
martes, 11 de julio de 2006
¿Cuándo sucederá eso? ¿Cómo será? Sobre esto, hermanos, no necesitan que se les hable, pues saben perfectamente que el día del Señor llega como un ladrón en plena noche. Cuando todos se sientan en paz y seguridad, les caerá de repente la catástrofe encima, lo mismo que llegan los dolores de parto a la mujer embarazada, y nadie podrá escapar.
Pero ustedes, hermanos, no andan en tinieblas, de modo que ese día no los sorprenderá como hace el ladrón. Todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día: no somos de la noche ni de las tinieblas. Entonces no durmamos como los demás, sino permanezcamos sobrios y despiertos. A los que les gusta la cama duermen en la noche, y a los que les gusta tomar se emborrachan en la noche. Nosotros, en cambio, por ser del día, permanezcamos despiertos; revistámonos de la fe y del amor como de una coraza, y sea nuestro casco la esperanza de la salvación.
Pues Dios no nos ha destinado a la condenación, sino a que hagamos nuestra la salvación por Cristo Jesús, nuestro Señor. El murió por nosotros, para que, sea que nos halle despiertos o descansando, entremos junto con él en la vida. Por eso anímense mutuamente y edifíquense juntos, como ya lo están haciendo.
1 Tesalonicenses 5, 1 – 11.
Este texto es una invitación que hace Pablo a abrirnos a la gracia de la sabiduría, de prudencia, que comienza con el temor de Dios. El discernimiento en el Espíritu es don infuso que Dios derrama en el corazón y también se hace en nosotros posibilidad de trabajo personal en respuesta a esta gracia.
El sentido que le da San Ignacio a la consolación es el sentido de la presencia de Dios que pone en el alma gozo, alegría y paz. Qué se hace en este tiempo, San Ignacio dice que en el tiempo de la consolación hay que estar pasivamente frente a Dios, yo dice San Ignacio siento que Dios me trata como un maestro de escuela a un niño enseñándome interiormente, la consolación tiene dos aspectos: uno gozoso, para disfrutar. Esta actitud nos cuesta en una espiritualidad mal configurada en nosotros bajo el signo de la cruz como el lugar desde donde hemos quedado como anclados sin haber terminado de resucitar en la vida del espíritu, al hablar de gozo debemos señalar algo que espiritualmente llamamos el malestar de sentirse bien, cuando uno no ha estado acostumbrado al gozo, cuando ha vivido en una espiritualidad marcada por el sufrimiento o no ha sido un gozo espiritual sino un gozo identificado con los placeres de la carne, uno cuando comienza a sentir este gozo interior siente como una cierta extrañeza, no se sabe dónde se está y entonces se siente como extraño, mal por sentirse bien, no estamos acostumbrados a gozar y la naturaleza que está acostumbrada a otro trato busca ir sobre aquellos lugares donde no sabe de esta experiencia, empezamos a dudar de que la consolación sea tal, nos cuesta creer que Dios se acerque a nosotros así como estamos, es la experiencia de Pedro cuando ve el gozo de una pesca sobreabundante después de aquellos fracasos de la noche de su pesca y le dice a Jesús “Apártate de mí Señor porque soy un pecador”, no entiende que Dios puede acercarse a un pecador como él, entonces se comienza a dudar de que si lo que se está viendo es real o no, empezamos a sentirnos no solamente extraños sino que comenzamos a dudar de si el gozo es tal. El fatalismo con el que el mal espíritu se dirige a nosotros nos pone como siempre en situación de tragedia y su discurso está construido sobre “no hay esperanza”, es, decir tu vida es así, mediocre, pobre, simple cuando en realidad Dios nos quiere grandes desde la sencillez, desde la pobreza, desde la humildad, quiere hacer grandes obras en nosotros, este espíritu de masificación en el que el mundo nos va metiendo hace que nuestra vida se haga opaca y no tenga color ni brillo a los ojos de Dios y a los ojos de los hombres, entonces nos quedamos en un discurso como de una neblina interior donde la vida se pasa pero no se vive a fondo, donde el tiempo pasa pero no se lo vive en profundidad, donde el tiempo se hace pesado y la rutina nos va ganando el corazón, este discurso del mal espíritu hace de nuestra vida una desgracia, cuando aparece el gozo no entendemos qué es lo que nos pasa y Dios nos sorprende, por ese lugar quebrando en nosotros, lo que ha sido hasta aquí un discurso monolítico y firme donde se había instalado el mal espíritu haciendo de nuestra casa su casa. Dios empieza a ordenar la casa y para eso nos llena de un espíritu de alegría y de gozo que nos alienta a trabajar y aun cuando el trabajo personal y el que aparece alrededor nuestro sea mucho, desde Dios no sentimos que este sea tanto porque el gozo puede mas, nuestra vida no es para la tragedia, es para el estado de la resurrección, el estado interior en el que el cristiano está llamado a vivir es en el que Jesús vive en comunión con Él, en el estado de alegría, de gozo, de plenitud, en este sentido va siendo la alegría, el gozo y la plenitud lo que San Ignacio llama como una pedagoga interior, la consolación va siendo pedagoga de nuestra vida. A las desolaciones San Ignacio decía eran lecciones para poner juicio y hacer crecer el alma, a la consolación la llama pedagoga, experiencia de Dios que nos lleva a conocerlo más y a conocernos mas.
Ligada a esta condición de pedagoga la consolación tiene una fuerza que nos conduce y hay que dejarse conducir por ella, dice San Ignacio, no tanto por el sentimiento de placer y de gozo que nos ofrece sino que nos va a mostrar la voluntad de Dios que es el proyecto de la vida del hombre, la gloria misma de Dios es el hombre puesto en proyecto de vida, la consolación la concede Dios y San Ignacio aconseja desearla y pedirla para que ayude a crecer y a progresar a uno en la vida de seguimiento de Jesús, aquel que nos conduce a la plenitud de nuestro ser personal, hay que buscar este estado interior de consolación como una manera habitual de ser cristiano, no hay que estar a veces alegres, estamos llamados a estar siempre alegres, Pablo se lo dice a los Filipenses “Alégrense en el Señor, una ves más se los repito alégrense en el Señor”, la alegría, el gozo es el estado habitual en el que el cristiano está llamado a vivir y cuando no lo tenemos, cuando distintas circunstancias pueden mas en nosotros, las tristezas que nos oprimen, los recuerdos que nos agobian, los pensamientos que nos abruman hay que pedir a Dios el gozo y la alegría para que disipe la sombras de nuestro corazón, pedirlo “vení a mi corazón con gozo, con alegría” es mala consejera la tristeza, es buena consejera la alegría, la alegría y el gozo son don de resurrección, de la pascua de Jesucristo del que murió para vencer en nosotros toda muerte, todo pecado, la alegría y el gozo nacen del triunfo de Jesús sobre el pecado y sobre la muerte.
Características del estado de consolación: lo primero es que es el estado contrario a la desolación, en el momento de la consolación el alma se inflama de amor a Dios, vienen a veces lágrimas por amor, no por tristeza, por amor ordenado a Dios y amor a Dios en el proyecto que Él ha puesto para mi vida, en tiempo de la consolación hay un aumento en la fe, en la esperanza, en la caridad, hay alegría, hay atracción por las cosas de Dios, hay quietud interior, hay paz, desaparece toda turbación y acaece, ocurre, acontece para nosotros una sensación interior profunda de liberación. La consolación nos regala la gracia de velarnos secretos que iluminan el alma, todo trabajo tiene su cuota de placer y de fatiga en el descanso del trabajo, después de la carga que hemos llevado en la misma viene como cuando sabemos reposar y descansar la enseñanza que el trabajo nos ha dejado, después de la lucha en la tribulación, en la lucha contra la tentación, contra el pecado, contra el espíritu del mal, en los tiempos de reposo y de descanso, cuando merma el espíritu de lucha el Señor en el estado de consolación nos va dejando las enseñanzas que nos dejó, sea por las batallas que hemos ganado en la lucha también dejándonos buenas enseñanzas en consolación interior de las batallas interiores que podemos haber perdido frente al espíritu del mal, en este sentido la consolación devela secretos, se hace pedagoga. El beato Fabro decía “Muestra y abre el camino en lo que debemos seguir y a qué debemos huir” en la consolación nos muestra Dios el camino que tenemos que seguir y también Dios nos muestra de qué tenemos que escapar.
El buen espíritu es como una brisa suave, es la experiencia que hace Elías en el monte del Carmelo, siente que tiene que ir a buscarlo a Dios y lo busca por donde antes Dios también de alguna manera se había manifestado, en el rayo, en la tormenta, en el temblor de la tierra, sin embargo es en una brisa suave donde Dios se comunica, penetra el buen espíritu el corazón suave y dulcemente, como agua en esponja, ya que la cosas que no son de Dios caen como agua sobre piedra con estrépito. Cuando algo viene de Dios deja el alma apaciguada con sensación de plenitud, cuando no viene de Dios es estrepitoso.
El buen espíritu deja gozo y alegría que permanece en el interior, perdura en el tiempo, no solo en el momento de recibirlo, invade y tiñe el tiempo siguiente, son las reliquias de la consolación que quedan en el corazón, se puede recibir una gracia y permanecer por años con esa gracia interior, en un estado interior de gozo y alegría puede ser hasta para toda la vida, pueden venir tormentas, situaciones de las mas duras y difíciles sin embargo el corazón permanece firme en ese gozo y en esa alegría. La consolación es como que nos amplía las fronteras, dilatan el entendimiento, traen claridad, es signo de que Dios quiere habitar en el alma y uno no duda de que así es, de que Dios habita en el propio corazón, van como desapareciendo las sugerencias que el mal espíritu deja en el corazón, de esto no salgo, mi vida es un fracaso, y ahora qué hago después de todo lo que me está pasando. La consolación va disipando las sombras de la tormenta que el espíritu de desolación ha ido sembrando en el corazón. Cuando el corazón está consolado es como que ve el futuro en Dios y hace que atraviese por todas las dificultades que van surgiendo sin pena, puede ser la situación mas difícil pero el corazón está consolado y se anima a todo, no es que hay que atribuirlo a uno mismo aunque uno colabora con el espíritu de consolación es un don de Dios, y el regalo que Dios hace no depende tanto de nuestros méritos, sí depende de mi disposición interior a recibir ese don de Dios, en pobreza, en humildad, en sencillez, no es que yo lo alcanzo por que soy bueno y entonces ahora me encuentro consolado, sí tengo que tener la buena disposición a recibirlo y a no resistir desde la soberbia, desde el orgullo a que Dios me quiera querer y me quiera amar aun cuando yo reconozco que no me merezco ese amor, es lo de Pedro “Apártate de mi Señor, soy un pecador” y Dios no se aparta “Te haré pescador de hombres” redobla su entrega, su amor, la consolación lleva a comunicarse con los demás y particularmente comunicar la riqueza interior del corazón, cuando estamos consolados nos hacemos mas dúctiles, testigos de la buena noticia, lleva a dar gracias, a alabar, a bendecir a Dios.
San Ignacio da dos consejos para disponer el alma en tiempos de consolación, el primero es un llamado a la prudencia, dice que hay que pensar cuando se está en consolación cómo se estará en desolación, esta no es la actitud de quien va como adelantándose sino como para tomar fuerza, cuando estoy consolado pienso que en los momentos de desolación voy a necesitar de esta fuerza, reservo fuerzas, es decir, no me desgasto, se como administrar el tiempo de la consolación. La humildad es el segundo consejo que da San Ignacio, procurar humillarse y abajarse cuanto uno pueda, pensando que poco somos cuando estamos en desolación, pensar que si estamos así es porque Dios nos ha dado la gracia para responderle en fidelidad, nos esta consolando interiormente aun cuando sintamos que lo merezcamos y que vale pena reconocer que si no fuera por la mano de Dios poco somos y poco valemos, las consolaciones son momentos de gracia con la suficiente fuerza para mostrar y abrir caminos en el presente y en toda la vida por encima de las desolaciones que pueden venir después, la desolación nunca es mas fuerte que la gracia, nunca somos tentados por encima de nuestras fuerzas, la consolación es un punto de referencia para ser confirmado en lo que Dios mostró y muestra, Dios no se muda, decía Santa Teresa de Jesús, Él es siempre fiel.
La tentación bajo forma de bien o como ángel de la luz todo parece ser de Dios pero el diablo no puede esconder la cola, Monseñor Gil dice “Conocemos que es tentación bajo forma de bien ya que el diablo se disfraza de ángel bueno y confunde, cuando lo vemos de frente o de costado, pero cuando lo vemos de atrás, cuando ha pasado el tiempo, él no puede a pesar de su disfraz de ángel esconder la cola”. Cómo es esta tentación bajo forma de bien, es cuando el corazón en estado de consolación puede ser arrebatado por un espíritu del mal que con mucha sutileza se disfraza y nos hace asumir un propósito por encima del que podemos en discernimiento concreto asumir, por eso se dice que en los momentos de consolación no conviene hacer votos grandes, cuando se va de mal espíritu en mal espíritu es como si el diablo se encargara de ponerle jabón al tobogán para ir mas rápido para abajo, en el caso de ir de bien en bien, de ir mejorando y creciendo el mal que siempre busca la forma de sacarnos del camino nos pinta un escalón que no existe, entonces uno da un paso que en prudencia uno no lo tendría que dar y después las consecuencias son igualmente de caída, hay que estar atento en los tiempos de consolación porque el mal espíritu se puede disfrazar bajo forma de bien.
Padre Javier Soteras
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